El curioso impertinente. Miguel de Cervantes

El curioso impertinente

Índice

 

 

 

 

 

El curioso impertinente

Índice

Prólogo

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte

Créditos

Prólogo

 

 

 

 

 

Cervantes o el elogio de la cordura. La literatura cervantina es una loa a esa inteligencia amante, ese amor inteligente que, partiendo del corazón, discierne lo justo en el aquí y ahora de la existencia humana. El escritor alcalaíno, con sus historias, ha ampliado el mundo, mostrando hombres y mujeres inteligentes (no racionalistas), libres, no escindidos, amantes con un amor no fragmentario, que implica todas las fibras del espíritu y del cuerpo.

Muchas son las historias cervantinas que protagoniza el amor donde se subraya uno u otro aspecto: Marcela o la libertad de la mujer para contraer matrimonio; Basilio y Quiteria o el amor quebrantador de barreras sociales; Dulcinea o el amor platónico; Fernando y Dorotea, Cardenio y Luscinda o el valor del compromiso… sin olvidar el amor a Dios, el amor de amistad (don Quijote y Sancho), entre vecinos, o el afecto a los animales. Pero Cervantes, maestro de la comicidad, no es maniqueo ni edulcorado y no excluye los elementos trágicos.

En dos de sus relatos, un marido celoso y otro impertinente desconfían de sus esposas y las someten a prueba. El primero es el protagonista de una de las doce Novelas ejemplares: El extremeño celoso, publicadas en 1613; el segundo es el que da título a la novela que se lee en corro en una venta durante la primera parte del Quijote (2005): El curioso impertinente, que publicamos íntegra. El celoso, Carrizales, encierra literalmente a su mujer en su casa para evitar toda ocasión de infidelidad. El curioso, Anselmo, insta a su íntimo amigo Lotario a que corteje a su esposa Camila para comprobar si la lealtad de su mujer es enteriza. A Carrizales le asusta la libertad; y Anselmo es incapaz de desechar una curiosidad imprudente tanto porque Camila no ha dado pie a ninguna duda, como por el método que urde: poner a su esposa entre la espada y la pared e incitar a su amigo Lotario a una deslealtad presumiblemente fingida.

Parece, y así se sugiere en la segunda parte del Quijote, que la novela del Curioso poco tiene que ver con las andanzas del caballero de La Mancha en que se inserta. Pero quizás exista una relación profunda, pues el Quijote, como toda la obra cervantina, rezuma ese elogio de la cordura del que venimos hablando. Cervantes, hombre del humanismo, no subordina la discreción, la capacidad de discernir, a las matemáticas ni a los tubos de ensayo, sino que confía en la razón y en la virtud del entendimiento práctico: la prudencia, para acertar (o intentar hacerlo) en el navegar de la vida. Un error de juicio suele frustrar las buenas intenciones. Son los casos de don Quijote, que no distingue el sentido literal del figurado, ni la diferencia entre historia y ficción; Carrizales, que se engaña al pensar que la virtud puede crecer sin el aire de la libertad; o Anselmo, que no tiene en cuenta que nadie está obligado a lo imposible, y que, en consecuencia, el acoso pasional no prueba virtud alguna, sino que nubla el entendimiento, cohíbe la libertad y enciende la pasión.

Lotario, que argumenta por extenso lo impertinente de la curiosidad de Anselmo, explica sumariamente las vías del conocimiento:

 

—Paréceme, ¡oh Anselmo!, que tienes tú ahora el ingenio como el que siempre tienen los moros, a los cuales no se les puede dar a entender el error de su secta con las acotaciones de la Santa Escritura, ni con razones que consistan en especulación del entendimiento, ni que vayan fundadas en artículos de fe, sino que les han de traer ejemplos palpables, fáciles, intelegibles, demonstrativos, indubitables, con demostraciones matemáticas que no se pueden negar.

 

Serán esas razones, especulación del entendimiento, las que sobre todo emplee Lotario para disuadir a su amigo y las que, dicho sea de paso, pueblan toda la literatura cervantina. Cervantes no escribe tratados filosóficos, sino ficciones. Pero sus ficciones denotan una concepción vital en que el amor a la sabiduría es fundante.

Cervantes, hombre del humanismo que vive próximo al despertar racionalista, construye en El curioso impertinente una parábola sobre el cambio de paradigma de la prudencia humanista al experimento moderno. Anselmo se deja llevar por la curiosidad (patología del conocer) y se encapricha con el experimento como método cognoscitivo.

Un juicio ponderado —prudencia, discreción o cordura—, que bastaría para la paz de conciencia de Anselmo sobre el amor de su mujer, se minusvalora en aras de un experimento insensato.Como dice Avalle-Arce, «en un momento de arrebato Anselmo ha querido vivir una abstracción, hacer de su vida y las otras contingentes a ella algo susceptible de la fría manipulación universalizadora del experimento».

El desenlace de la historia sí importa. Y cada lector puede sacar sus propias conclusiones.

 

ANTONIO BARNÉS

 

El curioso impertinente

Primera parte[1]

 

 

 

 

 

En Florencia, ciudad rica y famosa de Italia, en la provincia que llaman Toscana, vivían Anselmo y Lotario, dos caballeros ricos y principales, y tan amigos, que por excelencia y antonomasia de todos los que los conocían los dos amigos eran llamados. Eran solteros, mozos de una misma edad y de unas mismas costumbres, todo lo cual era bastante causa a que los dos con recíproca amistad se correspondiesen. Bien es verdad que el Anselmo era algo más inclinado a los pasatiempos amorosos que el Lotario, al cual llevaban tras sí los de la caza. Pero cuando se ofrecía, dejaba Anselmo de acudir a sus gustos por seguir los de Lotario, y Lotario dejaba los suyos por acudir a los de Anselmo; y de esta manera andaban tan a una sus voluntades, que no había concertado reloj que así lo anduviese.

Andaba Anselmo perdido de amores de una doncella principal y hermosa de la misma ciudad, hija de tan buenos padres, y tan buena ella por sí, que se determinó, con el parecer de su amigo Lotario, sin el cual ninguna cosa hacía, de pedirla por esposa a sus padres; y, así, lo puso en ejecución; y el que llevó la embajada fue Lotario, y el que concluyó el negocio tan a gusto de su amigo, que en breve tiempo se vio puesto en la posesión que deseaba, y Camila tan contenta de haber alcanzado a Anselmo por esposo, que no cesaba de dar gracias al cielo y a Lotario, por cuyo medio tanto bien le había venido.

Los primeros días, como todos los de boda, suelen ser alegres, continuó Lotario, como solía, la casa de su amigo Anselmo, procurando honrarle, festejarle y regocijarle con todo aquello que a él le fue posible. Pero acabadas las bodas, y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle a él, como es razón que parezca a todos los que fueren discretos, que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mismos hermanos, cuanto más de los amigos.

Notó Anselmo la remisión de Lotario, y formó de él quejas grandes, diciéndole que si él supiera que el casarse había de ser parte para no comunicarle como solía, que jamás lo hubiera hecho; y que si por la buena correspondencia que los dos tenían mientras él fue soltero habían alcanzado tan dulce nombre como el de ser llamados los dos amigos, que no permitiese por querer hacer del circunspecto, sin otra ocasión alguna, que tan famoso y tan agradable nombre se perdiese; y que, así, le suplicaba, si era lícito que tal término de hablar se usase entre ellos, que volviese a ser señor de su casa y a entrar y salir en ella como de antes, asegurándole que su esposa Camila no tenía otro gusto ni otra voluntad que la que él quería que tuviese; y que por haber sabido ella con cuántas veras los dos se amaban, estaba confusa de ver en él tanta esquivez.

[1] Capítulo XXXIII de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha donde se cuenta la novela del Curioso impertinente.