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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2011 Jennie Adams. Todos los derechos reservados.

ENCANTO INOCENTE, N.º 2435 - noviembre 2011

Título original: Surprise: Outback Proposal

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2011

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Jazmín son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9010-079-0

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

CAPÍTULO 1

–SI LO que quiere es algo único ha encontrado al hombre adecuado –dijo Alex MacKay con una sonrisa.

Muchas personas habrían pensado que esa expresión no ocultaba nada más que a un hombre joven, animado y seguro de sí mismo que coqueteaba porque sabía que podía hacerlo.

Jayne Cutter percibió su expresión, pero tuvo la sensación de que a pesar de que aquella sonrisa fuera parte de su personalidad, no lo era todo. Había algo en la mirada de MacKay que le indicaba a Jayne que aquel hombre había vivido muchas cosas. Sus ojos azules guardaban secretos y vivencias del pasado.

Al mismo tiempo, la mirada de aquellos ojos azules se posaba sobre los ojos marrones de Jayne, irradiando tanta masculinidad que Jayne no pudo evitar reconocer que aquel hombre atractivo de veintitantos años estaba coqueteando con ella.

Pero no podía ir en serio, ¿no? Estaban en una reunión de negocios y, por muy atractivo e interesante que él fuera, ¡Jayne no pertenecía a su grupo de edad como para que pudiera coquetear con ella!

–Sin duda, algo único es lo que quiero –contestó ella con un tono de voz bajo antes de aclararse la garganta. Coquetear con un hombre diez años más joven que ella le resultaba algo inconcebible pero con mucho atractivo.

«¡No tiene nada de atractivo, Jayne! Y respecto a lo de prohibido… ¿No te parecen suficientes las molestias que te ha causado tu padre con sus problemas de pareja como para que se te ocurra bromear con un hombre mucho más joven?»

–Busco ideas únicas para los obsequios que ofrece Cutter’s Tours –aclaró Jayne.

Tenía que mantener el tono profesional. El problema era que sí que encontraba atractivo a Alex MacKay. Lo había hecho desde el momento en que él había entrado en su apartamento de Sídney para celebrar aquella reunión. Jayne sentía curiosidad por él, y por la profundidad de su mirada…

–Espero que pueda ofrecer diversos obsequios como para cubrir los temas de los diferentes viajes.

Jayne no comprendía por qué se sentía tan atraída por Alex. Ella tenía una vida muy organizada. El trabajo era su prioridad y, después, las relaciones sociales. Jugar al golf con Stuart el tercer sábado de cada mes. Cenar o asistir a un espectáculo con Drew el primer martes de cada mes. Y otras citas con otros amigos que iban llenando su agenda. De vez en cuando permitía que alguna amistad se convirtiera en algo más, pero Jayne siempre protegía sus sentimientos. Y ya había tenido bastantes problemas gracias a sus padres.

Sin embargo, durante los últimos tiempos sólo había tenido las relaciones sociales de siempre. ¿Y qué había pasado con las otras citas?

Troy Carringbar le había dicho que quería más compromiso. Harry había conocido a otra. Y George simplemente había dejado de llamarla.

«Jayne, ¡concéntrate en Alex MacKay!»

Jayne miró por la ventana del despacho que tenía en su apartamento, ubicado en la décimo quinta planta de un edificio con vistas al centro de Sídney.

No estaba evitando la mirada de los ojos azules de Alex MacKay. Para demostrarlo, volvió el rostro y lo miró a los ojos.

–Si consiguiera el contrato, teniendo en cuenta el tamaño de Cutter’s, sería un éxito para su negocio.

–Siempre estoy preparado para plantearme proyectos que ayudarán a que crezca el negocio. Y no me importaría algo productivo para dedicarle toda mi energía.

Se encogió de hombros y se inclinó hacia delante en la silla.

–Cuénteme más sobre lo que intenta conseguir con esta idea.

Jayne se preguntaba por qué sentiría él la necesidad de distraerse con el trabajo, pero era una pregunta que no podía realizar.

–Estoy desarrollando una propuesta diversificada para promocionar Cutter’s, destacando su singularidad en el mercado, y para crear suficiente interés con el fin de que nos utilicen más de lo que nos utilizan ahora –suspiró Jayne–. Los obsequios de almohada son una parte importante e innovadora del proyecto.

Aquella propuesta era muy importante para Jayne. Durante los dos últimos años había trabajado en varios proyectos, gracias a los cuales había fundado los cimientos para que la aceptaran como socia en la empresa de su padre. Jayne debería haber conseguido convertirse en socia muchos meses atrás. Había trabajado mucho y había demostrado de sobra su valía, pero su padre se había obsesionado con Eric, el nuevo empleado, y había retrasado el momento de promocionar a Jayne en la empresa.

Además, se había creído los comentarios de Eric acerca de que si Jayne no hubiese recibido su ayuda, ella no habría conseguido el éxito en sus dos últimos trabajos. Eric había intentado minar el éxito de Jayne porque quería ascender rápidamente en la empresa y pensaba que podría conseguirlo haciéndola quedar mal.

Lo que más le dolía a Jayne era que su padre hubiese hecho caso a Eric. En lugar de cumplir su compromiso y hacer socia de la empresa a Jayne cuando consiguió un importante proyecto para la empresa, él había dicho que por el momento quería centrarse en apoyar a Eric

Debido a que su padre no la escuchó, y se negó a ver la hipocresía de Eric, a que ella había trabajado muy duro y no conseguía que su padre cambiara su postura, ella había decidido que aquella era la última oportunidad que tenía su padre para reconocer su esfuerzo y convertirla en socio de la empresa. Ella no quería marcharse de la empresa, pero tampoco estaba preparada para estancarse y sentirse ignorada.

–No le resultará fácil encontrar a quien le provea un volumen tan grande de objetos artesanales de calidad –Alex apoyó un brazo sobre el reposabrazos de la butaca.–. De hecho, estoy casi seguro de que yo tengo la única empresa de Sídney que podría satisfacer su demanda.

–Probablemente sea cierto –las indagaciones de Jayne le habían revelado lo mismo. Por ese motivo no dudó en continuar–. Estoy dispuesta a establecer una relación laboral con usted.

Él apoyó ambas manos sobre el escritorio.

–Entonces, hablemos acerca de qué es exactamente lo que necesita y veamos cómo puedo ofrecérselo.

Sus palabras no contenían ni una pizca de coqueteo. Entonces, ¿por qué a Jayne se le había acelerado el pulso?

«Porque a pesar de su objetivo final, él sigue percibiéndote como mujer. Se nota. Se siente. Está en el aire, entre los dos. Y a ti también te pasa, Jayne».

–Tienes mucha seguridad en ti mismo para ser tan joven –le tuteó ella–. No puedes llevar mucho tiempo dirigiendo tu negocio.

–Siete años a tiempo completo –dijo él con una sonrisa de orgullo–. Si mis hermanos hubiesen podido sacarme antes habría empezado enseguida. En lo que a edad se refiere, no creo que una fecha en un pedazo de papel tenga mucho que ver con la experiencia vital o la madurez.

El padre de Jayne podía comportarse de forma inmadura muchas veces, así que era posible que la creencia de Alex pudiera aplicarse en su caso, pero a la inversa.

–La fama de tu empresa habla por sí misma –Jayne había indagado acerca de la empresa antes de contactar con él y tenía muchos contactos en el mundo de los negocios de Sídney como para obtener la información que necesitaba.

Las palabras de Alex habían puesto a Jayne en su sitio, aunque de manera amable. Y quizá Alex fuera maduro para su edad. Pero eso no cambiaba el hecho de que algunas personas pudieran considerarlo como un posible amante jovencito en comparación con la edad de Jayne.

Y no era que Jayne quisiera una persona así en su vida.

–¿Qué te ha hecho pensar en ofrecer un obsequio único y personal como parte de tus rutas turísticas en autobús, Jayne? –preguntó Alex, también tuteándola, con curiosidad en la mirada.

–Quería que Cutter’s destacara sobre el resto de empresas turísticas. Es cierto que los obsequios costarán más de lo que me costarían los fabricados de forma industrial, pero si se utilizan de la manera adecuada creo que podré recuperara más dinero del que invertiré en ellos.

Alex arqueó las cejas.

–¿Sabías que, hasta ahora, la mayor parte de mi trabajo ha sido exportar artículos a otros países?

–Sí, he visto la amplia variedad de artículos que tienes en la página Web –Jayne había leído todo acerca de los artículos que ofrecía en la Web y también había mirado sus precios. Después, había preguntado sobre ellos a sus contactos antes de convocar aquella reunión. Si su padre quería apartarla del trabajo una semana mientras renovaba las oficinas, Jayne la aprovecharía para terminar de preparar su propuesta.

Gracias a la intromisión de Eric, ella había estado trabajando en secreto desde casa durante más de un mes, con vistas a presentarle a su padre un proyecto completo listo para poner en marcha.

Jayne había hablado de ello con su padre en varias ocasiones, y él se había mostrado receptivo, así que ella sabía que aceptaría su plan cuando se lo presentara.

–Nuestro número de clientes en los viajes es bueno –no quería que Alex tuviera la sensación de que Cutter’s no iba bien–. Tenemos mucha afluencia de clientes, pero siempre se puede mejorar. Me gustaría ver llenos todos los autobuses turísticos, en lugar de verlos marchar con un par de sitios vacíos cada vez. Quiero tener lista de espera, más viajes programados, para que Cutter se convierta en la empresa turística más famosa del mercado.

–Y ofrecer a los clientes un obsequio único al final de un buen viaje te ayudará a conseguir lo que quieres.

–Así es –Jayne lo miró a los ojos y se encogió de hombros–. Esta semana no voy a trabajar en la oficina. Me gustaría terminar este proyecto antes de regresar al despacho el lunes.

Él asintió.

–Por lo que he visto, Cutter’s cubre todo tipo de viajes.

–Así es. La cifra anual que maneja Cutter’s ronda los…

–Más o menos… –pronunció una cifra muy próxima a los últimos datos que había obtenido Jayne.

–Parece que estás bien informado, Alex –Jayne se sintió más esperanzada. Él no hubiera llegado tan lejos si no creyera que aquello podía funcionar.

Lo único que Jayne tenía que hacer era dejarle claro que él comprendía los riesgos que corría.

–No puedo garantizarte el contrato. La decisión final la tiene que tomar mi padre, pero él está dispuesto a que yo explore este campo.

Lo que él no sabía era que Jayne terminaría de explorarlo esa misma semana pero, a veces, un elemento de sorpresa era necesario.

Alex la miró un momento antes de esbozar una sonrisa y dijo:

–Por tener la oportunidad de trabajar contigo en esto, correré el riesgo.

Jayne sintió que se le aceleraba el pulso otra vez.

–Haré lo posible para que te merezca la pena.

«Entiéndelo como quieras», pensó. «No lo dices en serio, Jayne Cutter. ¡Este hombre tiene la mitad de tu edad!»

Aunque no era cierto. Él sólo era unos diez años más joven.

Pero había mucha diferencia entre un hombre de veinticinco años y una mujer de treinta y cinco. Y además, aquello se trataba de negocios, no de placer.

Jayne suspiró y comenzó de nuevo.

–Para concretar, necesitaría que decidiéramos qué artículos puedes ofrecer para que encajen con cada circuito.

Podía comportarse como una profesional. Sólo tenía que evitar dejarse llevar por la tentadora sonrisa de Alex.

Él la miró pensativo.

–¿Tienes datos estadísticos y demográficos de los viajes?

–Los tengo aquí –Jayne le entregó unas hojas de papel.

Los dedos de Alex rozaron los de Jayne al agarrar los papeles.

–Gracias.

¿Su tono de voz era más grave que antes? ¿Y sus dedos se habían rozado más tiempo del necesario?

No. No era cierto. Él no lo había hecho a propósito. Sólo se habían intercambiado unos papeles.

–Tú estás… –ella se estremeció y antes de continuar se aclaró la garganta–. Eres bienvenido.

Jayne no podía detenerse. Lo miró a los ojos y él bajó la vista para examinar el índice del informe y pasar algunas páginas.

Así que él también sentía lo mismo que Jayne. Su coqueteo no había sido algo automático que hubiera hecho simplemente por placer, o con cualquier mujer.

Jayne nunca había compartido ese tipo de intercambio con un hombre más joven, y eso la hacía estremecer. Pero debía de olvidarse de ello y centrarse en lo que estaba haciendo.

–Tengo ideas muy concretas para muchos de los circuitos. Me gustaría tener tu opinión para el viernes, si es posible, pero hasta entonces tengo que decidir lo que necesito para dos circuitos concretos antes de que pueda pedirte que me ofrezcas algo para ellos. Entretanto, puedo contarte cuáles son los temas y los detalles de los otros circuitos. Después, tú tendrás que contarme qué puedes ofrecerme para que encaje con cada circuito. Me gustaría poder presentarle la propuesta a mi padre el lunes.

–Puedo trabajar con ese margen de tiempo. ¿Qué circuitos te falta por concretar? –cerró el informe y, al levantar la vista, se fijó en cómo su melena castaña y ondulada caía sobre los hombros de su traje gris.

Esa vez su expresión era más seria, como si quizá él tampoco supiera qué hacer con las chispas que saltaban entre ambos.

Jayne deseó haber elegido algo más jovial de su vestuario.

«¡Deja de comportarte como una niña, Jayne! Eres una mujer madura».

–Hay dos circuitos que Cutter’s saca regularmente, pero me cuesta imaginar qué utilizaría en ellos como obsequio exclusivo. Uno va desde aquí a la región vinícola de Hunter Valley y después a un resort de montaña privado.

Cuando nombró el lugar, él asintió.

–Lo conozco. He oído que quieren montar un rápel desde una de sus rocas más altas –respiró hondo y la camisa blanca que llevaba se tensó sobre sus hombros.

–¿Te gustan los deportes de riesgo como la escalada? –apartó la mirada de su camisa y se fijó en sus pantalones. Después, cuando él cruzó una pierna sobre la otra, vio que llevaba unas botas que parecían más adecuadas para ese tipo de deportes que para una reunión de negocios.

Él sonrió como si hubiera leído sus pensamientos.

–Sí. Ciertas actividades ayudan a aliviar estrés.

Mientras Jayne trataba de decidir si quería responder a su comentario de coqueteo, él dejó de sonreír.

Había mencionado que le gustaría tener un reto para ocupar su mente. Aunque ella no supiera mucho sobre él, Jayne lo comprendía. A ella le gustaba trabajar duro y sentir que había alcanzado su objetivo al final del día. Pero esa última parte no la había conseguido desde que había aparecido Eric.

Alex se puso en pie.

–He traído algunos artículos de muestra. ¿Te gustaría verlos?

–Sí, gracias –se puso en pie–. Es por aquí –dijo, y se estiró la falda. Salió del despacho y se apresuró hasta la entrada de su apartamento.

Jayne se aseguró de que tenía las llaves de la casa y cerró la puerta. Estaba a mitad de camino hacia la escalera, tratando de no pensar en esos anuncios de Internet que daban consejos para atrapar a un hombre más joven, cuando se detuvo en seco.

–Lo siento. El ascensor está por allí –señaló hacia atrás–. Suelo bajar por las escaleras para hacer ejercicio, pero podemos ir en ascensor si lo prefieres…

–Esta mañana he conducido desde la ciudad. No me importará hacer ejercicio –Alex deslizó la mirada por sus piernas y hasta sus pies–. Si estás segura de que quieres bajar dieciocho plantas con esos zapatos…

–Son quince, y estoy segura –Jayne podía caminar con tacones. Lo hacía cada día para ir al trabajo. Bajó el primer tramo de escaleras, y aceleró un poco el paso para aliviar la tensión que acumulaba cuando pensaba demasiado en el trabajo. Tenía la misma teoría que tenía Alex sobre los deportes de riesgo, pero mucho más cauta. ¿Sería la idea de disfrutar de un buen reto lo que hacía que se sintiera atraída por él? ¿Su búsqueda de adrenalina? ¿O la idea tentadora de atraer el interés de un hombre más joven? ¡Jayne no debería ni pensar en ello! Debía recordar lo mal que le había ido a su padre con sus esposas más jóvenes.

Además, era la personalidad de Alex lo que la traía.

Su pícara sonrisa, su lado más formal, el coqueteo y su aura misteriosa.

–Dime, Alex, ¿cómo de lejos quedan tus oficinas? ¿También vives cerca de allí?

No estaba interesada en nada más que en conocerlo desde una perspectiva laboral.

Él nombró un barrio de Sídney que Jayne no había visitado nunca.

–Vivo en una antigua nave reformada en un edificio de viviendas con mis dos hermanos y mi cuñada. Mi oficina está cerca de casa. Está un poco lejos del centro de la ciudad, pero no tengo que ir a menudo.

–Si has traído muestras de tus productos será porque pensabas sacar provecho del viaje. Ya estamos –Jayne abrió la puerta de la calle y se volvió para mirarlo por encima del hombro. Se fijó en que él recorría su cuerpo con la mirada.

–Er… Mi todoterreno está aquí mismo –¿se había sonrojado una pizca mientras hablaba?

De algún modo, la idea de que él estuviera avergonzado porque lo había pillado mirándola lo hacía parecer adorable.

–¡Que cantidad de muestras! –Jayne se acercó un poco.

–Quizá esto te ayude a pensar en algo para algunos de tus circuitos –Alex sacó la primera caja–. No tardaré mucho tiempo en mostrártelo todo.

Él sacó un cuenco de cristal pintado a mano que despertó el interés de Jayne.

–Oh, es precioso, pero no sé si el cristal… –Jayne se calló cuando él colocó el cuenco entre sus manos–. No es cristal. Sin embargo, no parece plástico ni ningún otro material conocido.

Él sonrió, agarró de nuevo el cuenco y lo tiró dentro de la caja.

Jayne esperaba oír el sonido del material al romperse, pero no lo oyó.

–¿Son irrompibles?

–Casi –él le dio detalles acerca del material–. Imagino que también te servirán platos pequeños y relojes de viaje fabricados en este mismo material.

–Un reloj de viaje sería fabuloso, si se puede fabricar por un precio razonable –el entusiasmo corría por sus venas.

Él le mostró el resto de los artículos. Algunas de las cajas contenían palos musicales aborígenes pintados a mano, boomerangs, pequeñas bandejas de comida y otros artículos.

–El arte aborigen que he visto en estos años era estupendo –comentó Jayne–, pero muy diferente a esto.

–Las diferentes tribus hacen un arte diferente –le dio un par de palos musicales–. Últimamente he estado mirando algunas cosas.

¿Era posible que tuviera ascendencia aborigen? Alex tenía la piel bronceada y algunos rasgos faciales que podían sugerir tal cosa.

Alex tenía muchas cosas atractivas.

Jayne trató de concentrarse de nuevo en el trabajo y esperó que con su sonrisa pareciera más relajada de lo que se sentía.

–Tengo una sobrina de dos años a quien le encantarían los palitos musicales. Le gusta hacer ruido.

Después de ver todos los artículos, Alex cerró las puertas del coche y lo cerró con llave.