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THOMAS LEMKE es profesor de sociología —enfocado en las biotecnologías, la naturaleza y la sociedad— de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Goethe Frankfurt / Main, Alemania. Sus líneas de investigación son la teoría política, la sociología de la organización, la biopolítica y el estudio social de las tecnologías genéticas y reproductivas. Es autor de A Zone of Indistinction. A Critique of Giorgio Agamben’s Concept of Biopolitics (2004) y Biopolitics and Beyond. On the Reception of a Vital Foucauldain Notion (2009).

 

Introducción
a la biopolítica

 

Sección de Obras de Sociología

 

Traducción
LIDIA TIRADO ZEDILLO

Revisión técnica
PAULA LIZETH MORA CASTILLO

Thomas Lemke

Introducción
a la biopolítica

 

Fondo de Cultura Económica

Primera edición en alemán, 2007
Primera edición en español, 2017
Primera edición electrónica, 2017

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contraportada

ÍNDICE

PUNTOS DE REFERENCIA

LISTADO DE PÁGINAS

ÍNDICE

Para Tim

Prefacio a la edición en español

Rara vez una sola palabra logra capturar una constelación histórica específica, pero puede que éste sea el caso de un concepto que se ha usado frecuentemente desde el cambio de siglo: biopolítica. La palabra ha sido instrumental para reflexionar sobre asuntos tan heterogéneos como la guerra contra el terrorismo después de los atentados del 11 de septiembre, el auge del neoliberalismo, las ideologías racistas y las políticas genocidas, y sobre el control de problemas medioambientales y de innovaciones biomédicas y biotecnológicas como la investigación sobre células madre, tecnologías reproductivas y el proyecto del genoma humano. Sin exagerar, puede afirmarse que la biopolítica ha servido en muchos debates como una clave interpretativa para el análisis y la crítica de las formas de poder contemporáneas —a menudo de manera completamente nueva y original, al vincular problemas más tradicionales de poder y dominación con cuestiones del cuerpo y la naturaleza, de raza y género, de vida o muerte—. De hecho, la intensidad del debate y la prominencia de la biopolítica indican que el término captura algo esencial de nuestra época actual.

Sin embargo, aunque la noción de biopolítica se ha empleado para tratar muchos temas políticos diversos e importantes y cuestiones teóricas, a menudo es poco claro qué denota exactamente el término; la realidad es que «biopolítica» se usa de maneras conflictivas e incluso contradictorias. Para explorar el potencial analítico y crítico de esta noción, es necesario contextualizar y confrontar las diferentes posturas teóricas involucradas en el debate. Dicha convicción marcó el punto de partida del presente libro. Éste ofrece el primer intento sistemático de revisar los significados específicos de la biopolítica en las teorías sociales y en la filosofía, presenta un panorama de la historia de la noción de biopolítica y explora su relevancia en los debates teóricos contemporáneos.

El resultado de este experimento intelectual fue publicado originalmente en alemán en 2007, con el título Biopolitik zur Einführung. Mi intención fue escribir un volumen dirigido a dos tipos de lectores diferentes. Además, el libro fue diseñado para ser a la vez una introducción accesible para «principiantes» y de interés para quienes ya estuvieran familiarizados con la noción de biopolítica, y procuró identificar sus dimensiones históricas y ofrecer una relación sistemática de los distintos enfoques conceptuales. Al parecer, era necesario un libro de este tipo. En la década pasada, el volumen fue traducido al inglés, danés, polaco, turco y coreano. Esta edición en español se basa en la segunda edición alemana, un poco revisada y actualizada, que se publicó en 2013. Se incluyen aquí bibliografía reciente sobre el tema y correcciones y enmiendas menores.

Me gustaría expresar mi gratitud a aquellos que hicieron posible esta edición, en especial a Vanessa Lemm y Miguel Vatter de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sídney que me dirigieron a una editorial que podría interesarse en una traducción al español de mi libro. También quisiera agradecer a la casa editorial Fondo de Cultura Económica por aceptar el riesgo de traducirlo, y a Karla López y Rocío Martínez por su apoyo en el proyecto como las editoras responsables del programa de ciencias sociales.

Estoy sumamente emocionado y feliz de tener la oportunidad de presentar este libro a una audiencia hispanohablante. Según he visto en numerosas ocasiones, el tema de la biopolítica tiene eco en muchos círculos académicos latinoamericanos. Fui invitado al IV Coloquio Latinoamericano de Biopolítica en Bogotá en 2013, y me asombraron tanto el extraordinario número de participantes como la variedad de temas que se debatieron durante los cuatro días del evento. Aunque sin duda esto señala un amplio interés teórico y empírico en el concepto de biopolítica, ya he hecho observaciones similares en otras partes. Sin embargo, algo único de la recepción de la biopolítica en América Latina, como lo he constatado en otros dos coloquios en los últimos años, es un interés genuino en conectar el debate académico con cuestiones más prácticas y políticas. Cuestiones de desigualdad social y pobreza, la ausencia de protección legal, la devastación ecológica y la violencia política siempre estuvieron presentes en las discusiones, informándolas y dirigiéndolas.

Tengo grandes esperanzas en que esta breve obra pueda fomentar el debate al proporcionar algunos elementos de conocimiento histórico y teórico, con miras a abordar los problemas políticos y sociales en juego. Puede ser que mi aportación contribuya a las discusiones sobre el impacto de autores como Michel Foucault, Giorgio Agamben, Michael Hardt y Antonio Negri, y quizá también sirva de ayuda a aquellos involucrados en debates sobre las implicaciones sociales y políticas de la biotecnología y la biomedicina. Dada la intensa vida intelectual en Latinoamérica y los asuntos políticos involucrados, estoy seguro de que esta edición encontrará a lectores interesados entre académicos, estudiantes y un público más amplio que busque herramientas conceptuales y teóricas para resolver las dificultades políticas.

THOMAS LEMKE
Fráncfort del Meno, 27 de enero de 2017

Traducción de Alejandra Ortiz Hernández

Introducción

El concepto de la biopolítica tiene una amplia trayectoria detrás de sí. Hasta hace poco era conocida por unos cuantos especialistas, y hoy encuentra cada vez más resonancia. La variedad de sus usos va desde el asilo político, pasando por la prevención del sida, hasta cuestiones sobre el crecimiento de la población. Describe el apoyo a productos agrícolas, así como el fomento a la investigación médica, la disposición penal con respecto al aborto y al testamento vital para el término de la vida.1 Pero no sólo los objetos empíricos, sino también las valoraciones normativas se disocian unas de otras. Al escuchar «biopolítica», algunos piensan en una organización racional y democrática de las condiciones de vida, mientras que otros la relacionan con la práctica de la separación, con la eutanasia, la eugenesia y el racismo. El concepto aparece entre los representantes de la antigua derecha, así como en los nuevos textos de la izquierda radical; lo utilizan los críticos de los progresos biotecnológicos y también sus defensores, racistas declarados y marxistas confesos.

Evidentemente cada uno opina algo distinto en lo que respecta a la biopolítica, a pesar de que parece ser claro qué designa el concepto. Según el sentido de la palabra, la biopolítica se refiere a la política que se ocupa de la vida (del griego bios). Pero aquí ya empiezan los problemas, pues lo que para unos parece una banalidad (¿no se ocupa la política siempre de la vida?) es para otros un criterio de exclusión: la política comienza ahí donde la vida biológica acaba. Aquí la biopolítica es considerada como un oxímoron, como la fusión de dos conceptos que se contradicen, pues la política, en el sentido clásico, es actuar y decidir en conjunto, justo eso que sobrepasa la «mera» criatura y lo corporal. También hay poco acuerdo en lo referente a la demarcación histórica de fronteras: ¿la biopolítica se remonta hasta la Antigüedad, posiblemente incluso hasta el origen de la agricultura, o es resultado de las innovaciones biotecnológicas en el temprano presente y señala el «umbral de una nueva era»?2

El presente libro deberá dar claridad al caos conceptual y ofrecer una orientación básica. Ya que se trata de la primera introducción al campo de temas de la biopolítica, no se puede recurrir para esta tarea a modelos o a un canon establecido de selección y clasificación. De igual manera le hacen falta contornos disciplinarios claros. La «biopolítica» designa un campo teórico y empírico que atraviesa las fronteras de especialidades y elude la división de trabajo establecida, académica e intelectual. Frente a ese trasfondo, esta introducción persigue dos objetivos. Por un lado, debe ofrecer una visión general de la historia del concepto de la biopolítica y, por otro lado, explicar su significado en los debates actuales de la teoría.

Sin embargo, no se pretende ofrecer ninguna descripción neutral o una exposición representativa de los diferentes usos históricos y contemporáneos; al contrario, los diversos conceptos biopolíticos se analizarán bajo una perspectiva teórica independiente. Esto se debe a una cuestión sistemática: la definición de biopolítica y la especificación de su área de objeto no son actividades imparciales que siguen una lógica de investigación universal y objetiva, sino que siempre son componentes de un campo (teórico-)político flexible y polémico. Cada respuesta a la pregunta sobre cuáles procesos y estructuras, qué racionalidades y tecnologías, qué épocas y lapsos de tiempo son caracterizados por planteamientos de problemas genuinamente «biopolíticos», es el resultado de una perspectiva específica que siempre conlleva algo particular y selectivo. Por eso, cada análisis de la biopolítica debe distinguir su potencial analítico y crítico de los «puntos ciegos», los espacios vacíos y los puntos débiles de las propuestas de interpretación que compiten entre sí.

El punto de partida para el esquema de análisis aquí propuesto es la situación básica divergente que se presenta al reunir vida y política en el concepto de la biopolítica.3 Los conceptos presentes se diferencian según en cuál de los componentes de la palabra se coloque el acento. Correspondientemente, los conceptos naturalistas que entienden la vida como fundamento de la política se pueden distinguir de los enfoques políticos que consideran los procesos de la vida como objeto de la política. La supuesta base natural de la política se encuentra en el centro de un ensamble heterogéneo de teorías que será presentado en el primer capítulo y que va desde los conceptos organicistas del Estado de principios del siglo XX, pasando por patrones de argumentación racistas del nacionalsocialismo y de la Antigua y Nueva Derecha, hasta los enfoques biológicos en las ciencias políticas contemporáneas. El polo político contrario entiende la «biopolítica» como un campo de acción o ramo de la política que se ocupa de la regulación y la consolidación de los procesos de vida. Esta interpretación aparece de manera esencial desde los años sesenta en dos formas: por un lado, como biopolítica ecológica que persigue objetivos conservadores y defensivos y compromete la política a la protección y mantenimiento de los medios naturales de subsistencia; por otro lado, en una variante relacionada con la tecnología cuyos defensores están más bien interesados en un desarrollo dinámico y una ampliación económico-productiva. Según este último punto de vista, la biopolítica debe designar un nuevo campo político que surja como resultado de conocimientos médicos y científicos y de su realización tecnológica. Esta interpretación es bastante popular hoy en día y es citada con regularidad en los discursos de la política y los medios para describir o propagar las consecuencias sociales y políticas y los potenciales de los procesos de innovación biotecnológica. Las diferentes facetas del discurso político son exploradas en el segundo capítulo.

La tesis central de este libro dice que ninguna de las dos líneas de interpretación considera dimensiones decisivas de los procesos biopolíticos. Con todas las diferencias, la posición política y la natural comparten importantes suposiciones de base. Se basan en una jerarquía estable y en una relación superficial entre vida y política. Si los representantes del naturalismo ven la vida «por debajo de» la política, con lo que se debe instruir y explicar el pensar y actuar político, el lado opuesto determina la política «por encima» de la vida; es algo más que «sólo» biología y sobrepasa las necesidades de la existencia biológica. Ambas perspectivas fundamentales sobre el problema de la biopolítica mantienen fijo, respectivamente, uno de los polos del campo semántico para de ahí explicar variabilidades en el otro. Con ello, sin embargo, omiten la inestabilidad de las fronteras entre «vida» y «política», la cual se está volviendo virulenta en la coyuntura del término de biopolítica, y no logran comprender la racionalidad e historicidad de estos polos aparentemente aislados. El concepto de la biopolítica señala más bien un tipo de negación doble:4 de manera diferente a lo que presupone la posición naturalista, la vida no representa ninguna referencia estable, ontológica ni normativa. Con las innovaciones biotecnológicas, por muy tarde, se muestra que los procesos de la vida se han vuelto en cierta medida modelables al hacer que parezca obsoleta cada representación de una naturaleza intacta del actuar humano. En relación con esto, la naturaleza ya sólo puede ser comprendida como un componente integral tanto de la sociedad como de la misma naturaleza. Al mismo tiempo es cada vez más claro que la biopolítica representa una transformación significativa de lo político. La vida no es sólo objeto del actuar político ni entra con éste en relación externa, sino que estimula el núcleo de lo político. La biopolítica es menos la expresión de la voluntad de un soberano: se refiere a la gestión y la regulación de los procesos de vida a nivel de la población. Tiene que ver más bien con seres vivos que con sujetos del derecho, o más exactamente, con sujetos del derecho que son al mismo tiempo seres vivos. La biopolítica tampoco se puede reducir a la política en el sentido de acciones conscientemente planeadas por actores o colectivos de actores con objetivos más o menos concretos. Esto se debe, por un lado, al gran campo de las consecuencias no pretendidas de la acción;5 pero, por el otro, también a que los fenómenos biopolíticos, en principio, no se pueden restringir a acciones o a consecuencias de acciones, sino que, como se mostrará, también abarcan formas de conocimiento, estructuras de comunicación y modos de subjetivación.

Contra la versión naturalista y la política, aquí se pretende proponer un concepto relacional y político de la biopolítica que desarrolló por primera vez el filósofo e historiador francés Michel Foucault. Según éste, la vida no designa ni el fundamento ni el objeto de la política, sino su límite; un límite que debe ser al mismo tiempo respetado y superado, que aparece lo mismo como algo natural y dado, que como algo artificial y reformulable. La «biopolítica» es en Foucault, ante todo, una cesura dentro del orden de lo político: «la entrada de los fenómenos propios de la vida de la especie humana en el orden del saber y del poder, en el campo de las técnicas políticas».6 El concepto de biopolítica de Foucault supone la abstracción de la «vida» de su soporte sustancial. Los objetos de la biopolítica no son existencias singulares humanas, sino sus atributos biológicos que se formulan por medio de estudios a nivel de la población. Sólo mediante este trabajo de abstracción es posible definir normas, fijar estándares y establecer valores promedio. Así la «vida» se convertirá en una medida independiente, objetiva y medible y en una realidad colectiva que pueda ser remplazada por seres vivos concretos y por la particularidad de experiencias de vida individuales.

El concepto de la biopolítica remite aquí al desarrollo de un conocimiento político específico y a nuevas disciplinas como la estadística, la demografía, la epidemiología y la biología, que analizan los procesos de vida a nivel de la población para «regir» individuos y colectivos con medidas corregidoras, excluyentes, normalizadoras, disciplinarias, terapéuticas u optimizadoras. Foucault señala que, en el marco de un gobierno de seres vivos, la naturaleza no representa una zona autónoma en la que, en principio, no se puede intervenir, sino que depende del actuar mismo del gobierno; no es un sustrato material en el que las prácticas del gobierno puedan encontrar aplicación, sino su correlato continuo. Aquí juega un papel importante el estatus característico sujeto-objeto de la figura política de la «población». Por un lado, ésta representa una realidad colectiva, principalmente independiente de intervenciones políticas que se distingue por su propia dinámica y sus competencias para el autocontrol y, por el otro, esta autonomía no es un límite absoluto de intervenciones políticas, sino, por el contrario, su referencia privilegiada. El descubrimiento de una «naturaleza» de la población (por ejemplo, tasas de natalidad, mortalidad y enfermedad, etc.) es la condición de posibilidad de su control encauzado. El tercer capítulo presenta las diferentes dimensiones del concepto de biopolítica en el caso de Foucault para describir en el siguiente las líneas de adhesión, propuestas de corrección y desarrollos.

Los escritos de Giorgio Agamben y los trabajos de Michael Hardt y Antonio Negri son sin duda las contribuciones más prominentes de la actualización del concepto foucaultiano de biopolítica. Ambas teorías asignan un papel estratégico a los procesos de la delimitación o de la disolución de límites. Siguiendo a Agamben, la separación principal entre «nuda vida», aquella del ser reducido a sus funciones biológicas, y la existencia jurídica ha determinado la historia política de Occidente desde la Antigüedad, mientras Hardt y Negri analizan una nueva etapa de la socialización capitalista que se puede ver señalada por la disolución de fronteras entre economía y política, reproducción y producción. Mientras la crítica de Agamben, siguiendo a Foucault, dice que la biopolítica moderna se basa en el sólido fundamento de un poder de soberanía premoderno, Hardt y Negri le reprochan a Foucault que no haya reconocido la transformación de una biopolítica moderna a una posmoderna. Sus contribuciones correspondientes a la discusión son objeto del cuarto y quinto capítulos.

El punto central del siguiente capítulo presenta dos vías principales de la recepción de Foucault. La primera se focaliza en el modo de lo político y se cuestiona hasta qué punto se diferencian el planteamiento biopolítico de manera histórica y sistemática de las formas «clásicas» de la representación y articulación política. El centro de la exposición se encuentra aquí en el trabajo de Agnes Heller y Ferenc Fehér y su tesis de una regresión de la política por medio de una creciente consideración de cuestiones biopolíticas, en el concepto de política de la vida de Anthony Giddens (que no se relaciona explícitamente con Foucault) y finalmente en la idea de biolegitimidad de Didier Fassin (capítulo VI). La segunda línea de recepción se interesa por la sustancia de la vida e investiga si también los fundamentos, medios y objetivos de las intervenciones biopolíticas cambian, como consecuencia de un acceso ampliado y basado biotecnológicamente en los procesos de vida y el cuerpo humano (capítulo VII). En relación con esto, como una continuación crítica frente a las tesis foucaultianas, se discutirán las ideas que se han desarrollado de una política molecular, tanatopolítica y antropolítica, así como los conceptos de biosociabilidad (Paul Rabinow) y de la etopolítica (Nikolas Rose).

El noveno capítulo se dedica a un terreno de la biopolítica hasta ahora subexpuesto y presenta una serie de conceptos teóricos que muestran que la politización de la vida apenas puede ser separada de su economización. La variedad va aquí desde la idea de una «economía humana», que el filósofo social y sociólogo financiero, de origen austriaco, Rudolf Goldscheid bosquejó a principios del siglo XX, pasando por la idea de una política vital en el liberalismo de posguerra alemán y la teoría del capital humano de la escuela de Chicago hasta las visiones de una «bioeconomía» en los actuales programas políticos de acción. También se presentan algunos trabajos sociológicos más tardíos que examinan críticamente la relación entre innovaciones biocientíficas y transformaciones del capitalismo. El último capítulo sintetiza los desarrollos y correcciones del concepto foucaultiano de biopolítica en una «analítica de la biopolítica» y explica en qué consiste la plusvalía teórica de dichas perspectivas de investigación y cómo se distinguen del discurso bioético.

Si estos capítulos, en parte muy heterogéneos, se juntan en un todo y de eso surge una introducción «con vida» (en el sentido de una exposición intuitiva y comprensible) en el campo de la biopolítica, entonces hay que agradecerles sobre todo a los consejeros y lectores que colaboraron con la terminación de este manuscrito de forma directa o indirecta. Recibí sugerencias e indicaciones valiosas de Martin Saar, Ulrich Bröckling, Robin Celikates, Susanne Krasmann, Wolfgang Menz, Peter Wehling, Caroline Prassel y Heidi Schmitz. Agradezco la ayuda técnica en la terminación del manuscrito a Ina Walter, a Steffen Herrmann por una lectura cuidadosa. Las discusiones constructivas con los colegas del Institut für Sozialforschung [Instituto de Investigación Social] fueron de ayuda para precisar mis pensamientos. Finalmente, agradezco a la Deutsche Forschungsgemeinschaft [Fundación Alemana de Investigación Científica] que apoyó el trabajo del libro por medio de la Beca Heisenberg.