colección la furia del pez

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Tal vez sí: es una necedad, alguien me lo dijo. Pero se transfiguró en una necesidad.

El día que amanecí con cincuenta años fue diferente por la agitación que embargó a la familia, a las hijas en especial. Comencé a escribir algún verso sobre las emociones en mi entorno y el repaso de mi vida que tales emociones me forzaron a hacer. Y quedó en eso: algún verso suelto que aguarda la frialdad necesaria para evocar el sentimiento y comenzar a escribir el poema o los poemas.

Arrancó entonces una larga reflexión de lo que hice con esos cincuenta años, la cual, por supuesto, era forzado, o tal vez primordial, que se asentara en lo escrito y lo publicado, a la vez que en lo vivido. La poesía, ese ente inasible al que muchos aspiramos, tanto a leerla como a escribirla, es la vertiente fundacional de mi muy personal devenir. Así me decidí por hacer este recuento. Y sólo es eso: un recuento. No comprende todos los poemas que he publicado ni mu-cho menos todos los que he escrito. Incluí, esencialmente, aquellos que fueron concebidos como un poemario y no los que quedaban como un conjunto de poemas, algunas veces —más de las que yo quisiera— francamente malos, me parecen ahora. Asimismo, dejé fuera aquellos textos que ya no me dicen nada y no tengo presente el sentido de por qué los escribí. Algunos textos sueltos fueron incluidos nada más porque me gustan.

La disyuntiva entonces fue si agruparlos por temática (las hijas, Marianne, los viajes... cosas así) o por los libros en los que fueron incluidos o por las épocas en que fueron escritos. Pregunté a diversos amigos y las opiniones y argumentos fueron contrastantes. Me decidí por una tercera manera gracias a una razón personalísima: su relectura me condujo a la memoria de pasajes de mi vida que tenía perdidos, casi borrados. Corregí algunos versos y no incluí ningún libro completo de los que he publicado.

La mayoría de los textos serían inexplicables sin la presencia en mí, hasta la médula, de Marianne. Y, por supuesto, de las hijas: Alejandra, Ana Sofía y Julia que, desde su nacimiento, le han agregado un sentido cierto a nuestras vidas. Para ellas es todo esto. Y ahora también para Miloo, esperanza de la prolongación de mí mismo.