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Heterotopías 2

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1. Testimonio: sobre la política de la verdad

John Beverley

ISBN: 978 607 7588 02 3

 

2. La tradición teórico-crítica en América Latina: mapas y perspectivas

Rodrigo García de la Sienra, Mónica Quijano e Irene Fenoglio Limón (coords.)

ISBN: 978 607 7588 82 5

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Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su legítimo titular de derechos.

 

La tradición teórico-crítica en América Latina: mapas y perspectivas de Rodrigo García de la Sienra, Mónica Quijano e Irene Fenoglio (coordinadores).

 

Primera edición 2013

 

D. R. © Los derechos de cada capítulo pertenecen a su respectivo autor.

De la presente edición ©Bonilla Artigas editores, S.A. de C. V.

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C. P. 04200

México, D. F.

editorial@libreriabonilla.com.mx

www.libreriabonilla.com.mx

Tel. (52 55) 55 44 73 40/ Fax (52 55) 55 44 72 91

 

Coordinación editorial: Bonilla Artigas

Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Love

Fotografía de portada: Pedro Bonilla Artigas

 

ISBN edición impresa: 978-607-7588-82-5

ISBN edición digital: 978-607-8348-07-7

 

Hecho en México

Índice

Presentación

Metacrítica

El evento del latinoamericanismo: un mapa político-conceptual

John Beverley

El aporte de Antonio Cornejo Polar a la crítica cultural latinoamericana

Friedhelm Schmidt-Welle

Ángel Rama y la traducción como praxis y experiencia americana

María Constanza Guzmán

Poscolonialismo avant la lettre. El pensamiento mexicano y la crítica de la razón colonial

Ignacio M. Sánchez Prado

El discurso literario como génesis del discurso crítico

Cuestionamientos actuales de una norma cognitiva: género y discurso literario latinoamericano

Michèle Soriano

La risa en el cruce de lo ético y lo estético (el caso latinoamericano)

Martha Elena Munguía Zatarain

Crítica y literatura: interferencias

Milagros Ezquerro San José

Pensar la tradición después de Borges

Joaquín Manzi

Las prácticas crítico-literarias en la coyuntura histórica

Literatura nacional e identidad: del paso de una memoria unificada a la proliferación de memorias plurales

Mónica Quijano

El Bildung de Guillermo Prieto: una deriva

José Ramón Ruisánchez

La nueva ficción de la izquierda en México

Irene Fenoglio Limón

Violencia y prácticas de representación

Cuerpos in/a-propiados: y las nuevas ciudadanías en la pardocracia venezolana post-independentista

Beatriz González-Stephan

Actualidad del archivo y estética de la desaparición

Rodrigo García de la Sienra

Violencia juvenil/urbana en el cine. Cuestiones de ética, política y estética

Martín Lienhard

Sobre los coordinadores

Presentación

Este libro colectivo fue concebido en el marco de un proyecto abocado a revisar algunos de los problemas, conceptos y debates más importantes del pensamiento crítico latinoamericanista, con la intención de obtener, a partir de su reactivación y reformulación crítica, un espacio de inteligibilidad que nos permita comprender mejor las mutaciones históricas, políticas, culturales y estéticas sufridas por los países del subcontinente en las últimas tres décadas. Para lograrlo apelamos a la mirada de un grupo de reconocidos especialistas de diferentes nacionalidades, cuyos respectivos emplazamientos en ámbitos académicos y tradiciones críticas varios garantizan la riqueza de una aproximación múltiple.

El lector podrá apreciar cómo en este esfuerzo colectivo se combinan, por un lado, una dimensión autorreflexiva en la que se proponen tanto una cartografía de las prácticas y conceptualizaciones del campo conforme a determinadas coordenadas históricas y geopolíticas, como una interrogación genealógica acerca de las implicaciones y la validez de ciertas categorías y procedimientos críticos; y por otro lado, una dimensión más bien exploratoria, en donde la literatura y las diferentes búsquedas artísticas fungen como una línea de avanzada para la conceptualización de los diferentes fenómenos que en la actualidad dan forma —o quizás cabría decir sacuden— a nuestras sociedades.

Son emblemáticos de la primera de las vertientes aludidas los trabajos de John Beverley, Friedhelm Schmidt-Welle, María Constanza Guzmán e Ignacio Sánchez-Prado. En su texto “El evento del latinoamericanismo: un mapa político-conceptual”, Beverley lleva a cabo, en sus propias palabras, un “mapa cognitivo parcial del latinoamericanismo” —entendido como el discurso teórico-crítico producido sobre Latinoamérica y su identidad o identidades culturales desde la academia—, con el objetivo de ligar esta reflexión con el surgimiento de la “marea rosada” en la región. El autor realiza un recorrido por los hitos de la reflexión teórica y crítica sobre América Latina, relacionándolos siempre con las coyunturas políticas correspondientes. De este modo, revisa el desplazamiento de la crítica literaria hacia la “teoría” a finales de los años sesenta del siglo XX, y el surgimiento de los estudios subalternos latinoamericanos a finales de los setenta. Asimismo explica el auge del testimonio y los cuestionamientos que encendió en el estudio de la literatura, así como el apogeo y ocaso de los estudios culturales latinoamericanos y el “giro neoconservador” de la crítica literaria y cultural a partir de finales de la década de los noventa. Por último, plantea la importante tarea del latinoamericanismo académico en los procesos de democratización cultural y la necesaria redefinición de las formas actuales del Estado-nación.

En un puntual recorrido por las principales categorías forjadas por Antonio Cornejo Polar a lo largo de su trayectoria, Friedhelm Schmidt-Welle resalta cómo la resistencia del pensador peruano frente a las posturas y metáforas totalizantes le permitió realizar una declinación del campo metafórico de la hibridez y la transculturación desde una perspectiva localizada, que atiende al desarrollo de las grandes regiones latinoamericanas integrando en su praxis crítica lo que Schmidt-Welle denomina la “regionalidad de los conceptos”. Y es que, además de la crisis general de la historiografía y de los discursos identitarios, Schmidt-Welle señala que el fracaso de la idea de una historiografía social de la literatura con enfoque latinoamericano se debe, sobre todo, a su excesiva abstracción y a su falta de contacto directo con los textos. En cambio Cornejo Polar, quien vivió en carne propia la nomadización de la cultura y de la crítica misma, alimentó siempre su inquietud por revisar constantemente los conceptos a partir de la relectura de los textos y de la concreta consideración de los mismos, lo cual resultaba perfectamente complementario con su formación en el campo de los estudios coloniales —tan propicio para la observación de la complejidad cultural que más tarde daría lugar a su elaboración conceptual sobre la heterogeneidad—, y por supuesto con su contacto íntimo con la obra de José María Arguedas.

Resulta sugerente el contraste que se percibe entre el trabajo de Schmidt-Welle y el de María Constanza Guzmán; pues si por su parte aquél considera que una noción como la de “totalidad contradictoria” —que busca dar cuenta de la multiplicidad de sistemas literarios que existen al interior de una misma nación— en cierta medida contrapone teóricamente a Cornejo Polar y esa otra gran figura del latinoamericanismo que es Ángel Rama. La exposición de Guzmán subraya la importancia de las aportaciones de este último para el pensamiento situado, partiendo de una conceptualización hasta ahora poco trabajada en relación a la obra del uruguayo. En “Ángel Rama y la traducción como praxis y experiencia americana”, Guzmán plantea que el interés de abordar la traducción desde la especificidad latinoamericana no responde a un impulso de esencializar la traducción desde el punto de vista territorial, sino que se trata de un gesto epistemológico estratégico destinado a reterritorializar el análisis cultural para efectos de la investigación historiográfica. La categoría clave para este abordaje teórico es la noción de transculturación (correlativa de las de selectividad, concentración y reiteración), la cual no sólo permite apreciar los fenómenos de flujo cultural teniendo en consideración tanto la asimetría como la bidireccionalidad, sino que además resulta análoga de “una teoría de la traducción que reivindica la naturaleza creativa y procesal del contacto del texto traducido en su relación con el texto original, es decir, basada en la posibilidad poética inherente al acto traductor”. La traducción aparece así como un ámbito que nada tiene que ver con el simple trasvase de contenidos, y cuyo estudio implica considerar los diferentes estratos que intervienen en un denso y complejo proceso de (re)creación cultural, atravesado por una diversidad de conflictos y prácticas sociales, culturales y políticas, historiables dentro del campo conceptual abierto por Rama en La ciudad letrada. La traducción como práctica transculturadora deberá ser considerada entonces como una praxis “multitudinaria”, en la que el sujeto traductor resulta ser el agente narrador de una colectividad: “un ‘tejedor’ en el taller histórico americano cuya impronta se refleja en la memoria cultural”.

Ignacio Sánchez Prado aborda de lleno el ámbito genealógico del pensamiento latinoamericanista, en particular en su vertiente de estudios poscoloniales, partiendo de un análisis histórico-conceptual centrado en la obra de algunos autores mexicanos que, a su juicio, resultan fundamentales para la fragua de lo que él denomina el “occidentalismo crítico” (el cual, en palabras del autor, define “un uso de la cultura occidental, más calibanesco que arielista, para afirmar la universalidad de lo latinoamericano frente al eurocentrismo”). A través del análisis de aspectos puntuales de “El presagio de América”, Los grandes momentos del indigenismo en México y La invención de América, Sánchez-Prado logra desplegar una genealogía que muestra la trabazón existente entre los desarrollos del pensamiento poscolonial de autores contemporáneos como por ejemplo Mignolo o Bhabha y las respectivas aportaciones de Reyes, Villoro y O’Gorman. De esta manera, el texto señala la importancia, no siempre apreciada en su justa dimensión, que tuvo dentro del pensamiento crítico hispanoamericano y poscolonial la apropiación subversiva de la tradición del idealismo alemán desde el emplazamiento americano. Pues en efecto, es a partir de la semilla plantada por los ateneístas, cuya plena floración se dio a raíz de la implementación hecha en América del existencialismo —en particular a raíz de la influyente traducción de Gaos de Heidegger al castellano—, que la inteligencia americana habría operado una inversión de su teleología histórica, desprendiendo de ella además el fructífero discernimiento de que no es posible pensar el problema de la historia y el pasado sin a su vez pensar en el futuro.

La segunda línea general de análisis propuesta por el libro se refiere a la circulación —de suma importancia dentro de la evolución de la labor crítica en general, y de manera particularmente notable en América Latina— que existe entre la creación artística, la reflexión de los propios creadores acerca de su trabajo, el discurso crítico institucionalizado en sus múltiples ámbitos, y la conformación y reconfiguración del campo artístico y literario (incluyendo la generación de nuevas prácticas artísticas que en sí mismas conllevan una dimensión teórico-crítica de apropiación y resignificación de la tradición). Algunos de los trabajos que se inscriben en esta línea revisan las exclusiones y silenciamientos que opera este circuito, mientras que los otros se enfocan más bien en describir la complejidad de dichas interacciones, sobre todo desde el punto de vista de su incidencia en las prácticas de lectura y escritura que rigen la producción del campo. Pero en todos los casos, los autores sugieren una serie de desplazamientos epistemológicos derivados de la relectura de aspectos centrales de la producción literaria latinoamericana.

Como su título lo indica, el texto de Michèle Soriano Iriec “Cuestionamientos actuales de una norma cognitiva: género y discurso literario latinoamericano” lleva a cabo un asedio a la norma cognitiva masculinista que ha privado en nuestra tradición, no sólo literaria, sino también crítica. Apoyándose en una lúcida lectura de algunos cuentos de Cristina Peri Rossi, Silvina Ocampo y Angélica Gorodischer, Soriano observa cómo el trabajo textual realizado por estas autoras da cuenta de los procesos de invisibilización y rarefacción del que ha sido objeto el discurso literario de las mujeres dentro del campo latinoamericano, cuestionando una norma cognitiva que ha permanecido oculta, en tanto que ha sido naturalizada e incorporada en el plano, no de lo positivamente enunciado, sino en el de las condiciones socio-históricas del decir —logrando de ese modo borrar las exclusiones que opera—. La lectura crítica aparece así como un complemento necesario de la operación literaria de cristalización de la norma excluyente. El análisis se completa con la descripción de las operaciones anamorfóticas que tienen lugar en la filmografía post-pornográfica de Albetina Carri, mediante la cual Soriano demuestra que en el feminismo latinoamericano la exploración artística y la tradición crítica no sólo están aparejadas, sino que ambas representan la compleja elaboración de un pensamiento situado, consciente de su participación en un “tráfico de teorías” y de la necesidad de “perder el control de la situación”, hundiéndose en “las arenas movedizas de metamórficas metáforas” para así comprometerse, en un segundo momento, en la invención de otros sentidos.

Otra importante exclusión es la que describe Martha Elena Munguía Zatarain en “La risa en el cruce de lo ético y lo estético (el caso latinoamericano)”. La autora parte de la constatación de que en el ámbito latinoamericano, a pesar de que la risa ha definido géneros, modos expresivos, tonalidades y actitudes varias tanto hacia el mundo histórico-social como hacia la propia tradición literaria, la teoría y la crítica “sigue teniendo pendiente la tarea de explicar la forma en la que ha vivido la risa en tanto actitud ética y estética y cómo ha entrado en la literatura”. A través de un consistente esbozo de poética histórica que abarca panorámicamente diversos momentos y autores como Lizardi, Montalvo, Arciniegas, Cortázar, Borges, Bioy Casares, Paz, Reyes, Arreola o Bolaño, Munguía muestra el proceso estético mediante el cual la risa —durante tanto tiempo circunscrita dentro del ámbito de la moral convencional por ser considerada esencialmente como un medio para la sanción de las costumbres— ha logrado trascender los reduccionismos que limitan sus alcances éticos, desbordando el ámbito formal de sus expresiones particulares para recobrar la profundidad propia de un fenómeno que será mejor aprehendido si se lo considera como una “visión de mundo”. Munguía nos invita entonces a ampliar, con base en un sustento histórico y una aproximación sistemática, la apreciación del fenómeno de la risa con el fin de restituirle un carácter utópico, liberador, transgresivo de las ataduras lógicas y culturales que suelen restringir nuestro campo de visión y de acción, pero también su potencial cognoscitivo, lo mismo que sus virtudes de sanación y distanciamiento en relación a los eventos y circunstancias que nos provocan dolor.

Poniendo el énfasis, ya no en una exclusión significativa, sino en la necesidad de integrar dos prácticas que tradicionalmente se conciben aisladamente, Milagros Ezquerro propone una reflexión sobre los cruces entre el discurso literario y el discurso crítico. En efecto, su artículo “Crítica y literatura. Interferencias” constituye una indagación sobre las relaciones entre leer y escribir, tanto en el caso en que estas dos acciones son asumidas por dos sujetos diferentes (un escritor/un lector), como en el que hay un único sujeto desdoblado (un lector que escribe). Siguiendo el camino reivindicativo del discurso crítico como un género literario abierto por Roland Barthes, la autora hace visible la imbricada relación que hay entre lectura y escritura y, por lo tanto, entre crítica y literatura. Con ello, busca romper con la dicotomía que separa al crítico del escritor en los términos comúnmente aceptados, los cuales postulan al primero como un lector cuya actividad escrituraria no tiene peso o trabajo estético, y al segundo como alguien para quien la lectura es una actividad periférica respecto a su verdadera producción. En este sentido, la autora rescata la labor creativa en la escritura del crítico y la labor lectora en la producción escrita del novelista o el escritor. No obstante algunas referencias canónicas fundamentales para ese contexto crítico —como la borgeana—, la lectura de Ezquerro se apoya en el trabajo de escritores aún vivos, cuya práctica literaria forma parte de un horizonte aún abierto, lo cual resulta una muestra del compromiso de la autora con la necesidad de considerar la lectura/escritura en tanto devenir e inacabamiento, es decir, precisamente como un proceso.

Una reflexión como la anterior evoca naturalmente la figura de Borges y la imagen de un lector-escritor como su inevitable correlato imaginario. Ahora bien, lo que Joaquín Manzi busca en “Pensar la tradición después de Borges” es ante todo cuestionar el estatuto de “clásico” —consensuado, intocable— en el que se ha inscrito a ese escritor, tomando como punto de partida precisamente los criterios planteados por la propia escritura borgeana. En oposición con esa herencia no problemática, Manzi propone restituir al pensamiento de Borges su sinuosidad, disolviendo la “aparente organicidad” de la obra para describir, posteriormente, la manera en la que varios escritores latinoamericanos han modificado la trama de la tradición después de Borges. A través de sus ocho apartados, el artículo sugiere un nuevo contorno para la impronta borgeana en la tradición, partiendo de una recuperación del “giro copernicano” mediante el cual Borges redefinió la noción de “clásico”, ya no como una propiedad intrínseca de la obra, sino como una valoración de la comunidad lectora, derivada de lecturas intersticiales que se fraguan en géneros liminares como el comentario, la charla y la reseña. Se señalan y valoran asimismo la reformulación borgeana de la relación entre lengua e identidad como detonador de una legítima apropiación del patrimonio cultural y literario “universal”, y la consiguiente transformación de la tradición en algo tangible y a la vez inasible, que no se podrá concebir más como un fondo de reserva tranquilizador y consensuado. Valoración, ésta, que permite mostrar el punto de quiebre en el que autores como Saer y Piglia incorporaron, por así decir, a Borges contra Borges, al operar desplazamientos fecundos en relación a las prácticas instituidas por, o a partir de, la figura monumentalizada del escritor. Lo cual lleva a Manzi a concluir su artículo con una sugerente lectura de algunas obras recientes (por ejemplo de Alan Pauls, Michel Lafon o Roberto Bolaño) que se han apropiado gestos y búsquedas que en ocasiones llegan incluso a deconstruir, borgeanamente, el legado literario de Borges, modificando así, durablemente, la textura de la tradición.

En el siguiente apartado del libro se agrupan tres trabajos consagrados al estudio de las prácticas literarias dentro de coyunturas históricas precisas. Algo relevante de estos textos es el hecho de que, en concordancia con algunos de los planteamientos que se desprenden de la segunda parte del libro, no sólo pretenden dar cuenta del impacto que tiene el contexto histórico en las obras literarias —lo que constituye un antiguo problema para la crítica literaria—, sino que también rastrean las orientaciones críticas que los propios textos sugieren en tanto práctica conscientemente vinculada con las demás esferas de su ejercicio.

Así, en “Literatura nacional e identidad: del paso de una memoria unificada a la proliferación de memorias plurales”, Mónica Quijano aborda desde una perspectiva múltiple la emergencia de una práctica literaria novedosa dentro del contexto latinoamericano, en tanto que se relaciona con la emergencia de memorias colectivas plurales que hasta hace poco no habían figurado dentro de los esquemas identitarios propuestos por el discurso hegemónico promovido por el Estado-nación, y del cual la tradición literaria se había hecho en gran medida el eco. De inicio, Quijano constata que en ocasiones la crítica explica el fenómeno poniendo el énfasis en los efectos negativos de la transferencia neoliberal de soberanía por parte del Estado a los mercados, mientras que en otras más bien destaca cómo el debilitamiento de los discursos identitarios hemogeneizantes ha potenciado la aparición de pertenencias antes reprimidas o invisibilizadas. Sin aceptar las limitantes que le impondría privilegiar alguna de esas dos perspectivas, y buscando respetar el compás que impone la complejidad, la autora atiende más bien a los “artefactos y procesos culturales” de los que participa la práctica literaria en tanto correa de transmisión y dispositivo de la memoria cultural y colectiva. Lo cual implica estudiar las formas narrativas y su desarrollo conforme a una perspectiva cercana a la poética histórica, pero también las formas de circulación del discurso literario en los diferentes ámbitos y circuitos comerciales y culturales, para, a partir de esa imbricación, analizar adecuadamente la dialéctica entre la función transgresora y la función generadora de normas inherentes a la literatura.

En su texto “El Bildung de Guillermo Prieto: una deriva”, José Ramón Ruisánchez demuestra por su parte que las implicaciones críticas de la praxis literaria desbordan el vínculo entre una práctica escrituraria consciente de sí misma y su entorno, y que su estudio requiere también la capacidad de situarse en un ámbito paradójico, en el que el proyecto y su frustración se trenzan, no a manera de opuestos excluyentes, sino conforme a una necesidad que obliga a consolidar una conceptualización historiográfica atenta a la contradicción en tanto fuente de conocimiento. A partir de las Memorias de mis tiempos, de Guillermo Prieto, Ruisánchez lleva a cabo un análisis a contrapelo del género del Bildungsroman en la América Latina decimonónica. Su lectura de la obra del mexicano propone que la imposibilidad política de las ideas liberales europeas en la región tiene un correlato cultural que se ve reflejado en el Bildungsroman del siglo XIX, y sugiere, a partir de una doble lectura de las Memorias, que aunque en una primera instancia éstas cumplen el recorrido narrativo del Bildung canónico, la meta última de ese trayecto jamás se alcanza. El término “deriva”, relacionado con algunos conceptos de Joan Copjec, permite entonces explicar la conformación paradójica del Bildung en América Latina y plantear, desde ahí, una posible mirada sobre la historia político-cultural del continente.

El artículo de Irene Fenoglio “La nueva ficción de la izquierda en México” se interroga igualmente acerca de la posibilidad de que la praxis literaria nos brinde un ángulo intersticial para considerar la historia política. En particular, la autora estudia el giro conservador experimentado por determinada literatura contemporánea en cuanto a la representación de la presencia de la izquierda y su influencia en la segunda mitad del siglo XX en México, partiendo de la premisa de que “existe una vertiente en la literatura política reciente que, aunque crítica del Estado desde posiciones en apariencia izquierdistas, paradójicamente desacredita la potencialidad de la izquierda como posibilidad real para el presente”. Para demostrar su hipótesis, analiza La guerra de Galio (1988), novela escrita por Héctor Aguilar Camín, considerada por la autora como el paradigma de una tendencia literaria revisionista, que se inscribe dentro de una tradición novelística que cuestiona la Revolución mexicana —constituida por narrativas como Los de abajo (1916), Pedro Páramo (1955), el Llano en llamas (1953), La muerte de Artemio Cruz (1962) e incluso Arráncame la vida (1985)—. Sin embargo, plantea Fenoglio, a diferencia de estas obras, la novela de Aguilar Camín critica y reformula el papel de la Revolución para sustituirlo por otra “revolución frustrada”: la del movimiento estudiantil de 1968, el cual es presentado en la novela como un punto de quiebre negativo entre el pasado y el presente. En este sentido, el principal interés de la autora radica en mostrar las implicaciones que tienen para la época actual la relectura, desde la ficción, de los efectos del movimiento estudiantil del 68, inscritas dentro de un discurso que interpreta este movimiento en términos de equivocación y fracaso.

El cuarto y último apartado del libro respeta también las líneas de análisis planteadas por los dos anteriores, pero centra la indagación en una problemática que atraviesa transversalmente, como una falla geológica, la historia política y social de América Latina, con proporciones que hoy en día alcanzan una dimensión crítica en el doble sentido sugerido por esta palabra: pues la violencia y sus variadas formas han alcanzado una tal desproporción, que su incidencia ha llegado a fracturar el orden de la representación, e incluso ha llegado a socavar tanto las pretensiones soberanas de los Estados como los cimientos simbólicos de las naciones.

En su artículo “Cuerpos in/a-propiados: carte-de-visite y las nuevas ciudadanías en la pardocracia venezolana post-independentista”, Beatriz González-Stephan dota de perspectiva y raigambre históricas a una forma de violencia insidiosa pero omnipresente en el continente, mediante el análisis de la producción de retratos fotográficos en las llamadas carte-de-visite o tarjetas de visita utilizadas por la burguesía venezolana a mediados del siglo XIX, y de su relación con las narrativas de control y disciplinamiento como serían específicamente los manuales de urbanidad. El interés de la autora radica en la exploración del campo de las prácticas y representaciones autorizadas que terminan por producir ciertas subjetividades y organizar relaciones específicas entre el saber, el poder y los lenguajes del cuerpo. En este sentido, se explora el uso de este particular dispositivo fotográfico en una sociedad poscolonial “atravesada por conflictos raciales, tensionada por una heterefobia semántica”, estratificada conforme al legado de la división de las castas, y en la que el retrato en forma de tarjeta de visita permitió a un sector que no contaba con imágenes auto-referenciales, apropiarse y reactivar un viejo archivo de códigos visuales aristocratizantes (provenientes de los retratos de pintura al óleo) a partir del uso de las innovaciones tecnológicas y de su implementación como vehículo para la promoción de nuevas identidades sociales.

El artículo de Rodrigo García de la Sienra, “Actualidad del archivo y estética de la desaparición”, propone una reflexión sobre las implicaciones ético-estéticas de la representación de la violencia, tanto en el discurso literario como en el artístico. Con el fin de abordar las diferentes aristas de esta relación, organiza sus reflexiones en torno a tres problemáticas íntimamente relacionadas entre sí. La primera tiene como eje una reflexión acerca de las relaciones que la novela El material humano de Rodrigo Rey Rosa y la obra plástica de Teresa Margolles establecen con la noción de archivo, tal y como se deriva de la propuesta de Roberto González Echeverría (para quien el discurso novelístico surge como el reverso crítico del proceso de legitimación que, mediante prácticas escriturarias vinculadas con la burocracia, sometía la vida de los individuos a la normativa del Estado). En este sentido, la reelaboración estética constituye una trabajo arqueológico que se opone a la retórica notarial, situada más bien del lado de la norma. La segunda problemática está vinculada con el concepto de la “estética de la desaparición”, mismo que permite al autor referirse a una de las principales funciones ético-estéticas de la arqueología literaria: la de sacar a flote una verdad espectral. En este sentido, la estética de la desaparición se presenta como una “contramemoria” suspendida en un umbral desde el cual es posible disociar lo anómico y lo singular de lo jurídico, y abordar el problema del estatuto testimonial de la estética de la desaparición, planteando la necesidad de discernir entre la positividad testimonial que se puede erigir como prueba dentro de un proceso judicial, y el trabajo propiamente estético, relacionado mas bien con los regímenes de visibilidad en los que se inscriben las huellas del horror y la desaparición.

Cierra el volumen el estudio de Martin Lienhard acerca de la representación de la violencia juvenil urbana en varias películas provenientes del ámbito latinoamericano. La reflexión que se propone en “Violencia juvenil/urbana en el cine. Cuestiones de ética, política y estética” está matizada por el discernimiento que realiza Roberto Briceño-León entre los factores que originan la violencia, los que la fomentan y los que la facilitan, y se estructura conforme a una problemática doble, relativa a los presupuestos de realidad de los distintos géneros cinematográficos y a las implicaciones de corte ético, político e ideológico que éstos conllevan. Partiendo del concepto de “deseo monstruoso” de Susan Sontag, Lienhard se pregunta acerca de la eficacia de las estrategias y dispositivos estéticos de representación de la violencia utilizados en el cine, y gracias a un análisis en contrapunto con Los olvidados (México, 1950), La vida loca (El Salvador-Francia, 2008), Tayô no hakaba (Japón, 1960) y La haine (Francia, 1995), muestra las limitaciones de películas como Uma avenida chamada Brazil (Brasil, 1988), Amores Perros (México, 1999) o Cidade de Deus (Brasil, 2002) para construir un discurso crítico que suscite en el espectador una toma de conciencia sobre los hechos mostrados. Pues en efecto, a diferencia de las primeras, en las que se conducen cuestionamientos éticos complejos, ajenos a todo maniqueísmo —con la ayuda de procedimientos estéticos parecidos a la ostranenie de Shklovski—, en las últimas se tiende a “glamourizar” la pobreza y a hacer del espectador un voyeur de la violencia y el sufrimiento ajenos, mediante dispositivos efectistas derivados de las estética de los mass media. Así, el análisis abre implícitamente un debate acerca de la manera en la que ciertas filiaciones genéricas calificadas por Lienhard como “neo-naturalismo” conllevan determinadas posturas ético-políticas, contrastantes con una tradición más bien asociada con el neo-realismo y sus procedimientos ético-estéticos.

El libro aspira entonces a dejar abierta la discusión acerca de las maneras en las que la problemática de la actualidad latinoamericana puede ser interrogada estéticamente con base en sus modalidades de articulación con la tradición; pero ello no sin abonar, antes que nada, a la reflexión acerca de lo que el propio término de tradición ha significado y puede significar para las culturas y sociedades agrupadas bajo el nombre de América Latina.

 

Rodrigo García de la Sienra

Mónica Quijano

Irene Fenoglio

 

 

Metacrítica