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Ajith Fernando

Prólogo de Ravi Zacharias

El significado del amor

Las relaciones interpersonales en un mundo complejo

Publicaciones Andamio

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El significado del amor

© Publicaciones Andamio, 2016

1ª edición noviembre 2016

Reclaiming Love

© Ajith Fernando, 2012

Todos los derechos reservados. Esta traducción de Reclaiming Love publicada primeramente en 2012 se publica con el permiso de The Zondervan Corporation L.L.C., a division of HarperCollins Christian Publishing, Inc.

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Todas las citas bíblicas, excepto si se indica lo contrario, provienen de la Santa Biblia, LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS®, Copyright® 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation.

Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.

Las referencias citadas como CST provienen de la Nueva Versión Internacional®, NVI® (Castilian Version). Copyright© 1999, 2005mpor Biblica, Inc.®

Las referencias citadas como RVA provienen de la Reina Valera Antigua (dominio público).

Traducción: Jael Gómez y Pedro Gómez

Diseño cubierta e interior: Sr. y Sra. Wilson

Maquetación ebook: Sonia Martínez

Depósito Legal: B. 23006-2016

ISBN: 978-84-946058-9-5

Impreso en Ulzama

Impreso en España

“Le debo muchísimo a Ajith Fernando. No se limita a hablar con elocuencia del amor; lo vive. Lo auténtico y desprendido que es en circunstancias extraordinariamente difíciles me hacen replantearme muchísimas cosas seriamente”.

Tim Stafford, autor galardonado y escritor sénior para Christianity Today.

“Los cristianos de hoy en día nos lanzamos rápidamente a discutir cuál es la verdad, pero a veces tardamos en vivir en la virtud fundamental del amor. Sé que Ajith Fernando es un hombre de Dios que vive lo que predica. En este libro se centra en lo que la iglesia necesita desesperadamente: amor, sacrificio y perdón. Un estilo de vida así fluye desde una creencia genuina en Dios, quien reafirma a aquellos que sirven a los demás de forma desinteresada”.

Craig Keener, profesor del Nuevo Testamento en el Asbury Theological Seminary.

“Reflexiones meditadas y profundas sobre la práctica real de 1 Corintios 13. Ajith escribe acerca de su propio ministerio de compasión a lo largo de los años, lo que le da a este libro el toque de lo auténtico. Es una de las pocas personas que conozco que ejemplifica con su estilo de vida lo que enseña. Para aquellos que busquen ayuda para expresar amor a personas dolidas y rotas, este libro no podría ser mejor”.

Robert E. Coleman, profesor sénior distinguido de Evangelización y Discipulado en el Gordon-Conwell Theological Seminary.

“El amor como el máximo distintivo cristiano deriva del singular concepto del Antiguo Testamento y de la prueba del amor incondicional de Dios en el Señor Jesús. La exposición práctica de Ajith Fernando del superlativo eterno refleja la simplicidad, la autenticidad y el riesgo de amar en los difíciles contextos del odio humano. El significado del amor vuelve a revelar la frescura personal de Ajith: una explicación basada en el estudio de la Biblia, ejemplos a partir de una experiencia amplia y profunda, y aplicaciones cosechadas a partir de su propia obediencia audaz. Muchas personas pueden escribir sobre el amor. Ajith vive el amor. Ante ti tienes una obra que supone un desafío para tus pensamientos y tu corazón en tu modo de pensar, ser, actuar y amar”.

Ramesh Richard, Seminario teológico de Dallas.

“Ajith Fernando ha estado ministrando en nombre del Señor Jesucristo durante más de tres décadas en diversos continentes. A partir de su amor por el Señor y por las personas llenas de dolor, este pastor, maestro, evangelista y erudito del Nuevo Testamento ha escrito un libro brillantemente renovador sobre 1 Corintios 13. En El significado del amor hay una exégesis bíblica sólida y abundante, y numerosas ilustraciones de la vida real. Cualquier persona que lea este libro cautivador recibirá inspiración y dirección, y estará mejor preparado para entrar en la batalla cósmica por las almas. Lo recomiendo con entusiasmo”.

Lyle W. Dorsett, Beeson Divinity School.

“Lo que resulta inmediatamente obvio al leer El significado del amor es que el corazón del autor ha sido cultivado por las verdades de este gran pasaje sobre el amor durante más de cuarenta años. Por eso es tan incisivo. De hecho, las aplicaciones, capa tras capa, resultan agradablemente quirúrgicas. Los lectores sufrirán profundas y sangrantes heridas en sus propias almas que después invitarán al toque sanador de la mano del Maestro”.

R. Kent Hughes, pastor sénior emérito, College Church en Wheaton.

“En El significado del amor, Ajith Fernando recuerda a los líderes cristianos qué es lo más importante. Combinando su profundo entendimiento de las Escrituras y años de fiel servicio en su ministerio, desarrolla espléndidamente 1 Corintios 13 y aplica con agudeza este gran capítulo sobre el amor de la Biblia por las complejidades de nuestros tiempos. Léelo y recibirás el desafío, la instrucción, la inspiración y la capacidad para amar”.

Stephen A. Seamands, Seminario Teológico de Asbury.

Para Rabindranath Refuge y Cheryl Fernando.

Agradecemos a Dios su maravillosa respuesta
a más de dos décaçdas de oraciones sinceras
pidiéndole unos cónyuges fieles a él para nuestros hijos.

Índice

Prólogo a la serie

Prólogo de Ravi Zacharias

Prefacio

Introducción: Seguir el camino del amor

CAPÍTULO 1 Mayor que los dones espectaculares

– CAPÍTULO 2 – Mayor que un compromiso radical

– CAPÍTULO 3 – Paciencia con la debilidad

– CAPÍTULO 4 – Paciencia con el pecado

CAPÍTULO 5 – Paciencia para que se haga justicia

– CAPÍTULO 6 – El interés por los demás en acción

– CAPÍTULO 7 – ¿Vale la pena mostrar bondad?

– CAPÍTULO 8 – ¿Honrar o envidiar?

– CAPÍTULO 9 – El antídoto para la envidia: aceptar quiénes somos

– CAPÍTULO 10 – Compartir sin jactarnos

– CAPÍTULO 11 – La arrogancia, una señal de debilidad

– CAPÍTULO 12 – Sensibilidad hacia los demás

– CAPÍTULO 13 – Victoria a través de la rendición

CAPÍTULO 14 – La ira, el vicio de los virtuosos

– CAPÍTULO 15 – Aprender la disciplina de no tomar en cuenta

– CAPÍTULO 16 – El amor se concentra en la verdad, no en la injusticia

– CAPÍTULO 17 – La perseverancia del amor

– CAPÍTULO 18 – Llenos de gracia: ni crédulos, ni cínicos

– CAPÍTULO 19 – ¡Merece la pena!

Iglesias y entidades colaboradoras de esta serie

Prólogo a la serie

Un sermón hay que prepararlo con la Biblia
en una mano y el periódico en la otra.

Esta frase, atribuida al teólogo suizo Karl Barth, describe muy gráficamente una condición importante para la proclamación del mensaje cristiano: nuestra comunicación ha de ser relevante. Ya sea desde el púlpito o en la conversación personal hemos de buscar llegar al auditorio, conectar con la persona que tenemos delante. Sin duda, la Palabra de Dios tiene poder en sí misma (Hebreos 4:12) y el Espíritu Santo es el que produce convicción de pecado (Juan 16:8), pero ello no nos exime de nuestra responsabilidad que es transmitir el mensaje de Cristo de la forma más adecuada según el momento, el lugar y las circunstancias.

John Stott, predicador y teólogo inglés, describe esta misma necesidad con el concepto de la doble escucha. En su libro El Cristiano contemporáneo dice: Somos llamados a la difícil e incluso dolorosa tarea de la doble escucha. Es decir, hemos de escuchar con cuidado (aunque por supuesto con grados distintos de respeto) tanto a la antigua Palabra como al mundo moderno. (...). Es mi convicción firme que sólo en la medida en que sepamos desarrollar esta doble escucha podremos evitar los errores contrapuestos de la falta de fidelidad a la Palabra o la irrelevancia.

La necesidad de la “doble escucha” no es, por tanto, un asunto menor. De hecho tiene una clara base bíblica. Podríamos citar numerosos ejemplos, desde el relevante mensaje de los profetas en el Antiguo Testamento -siempre encarnado en la vida real- hasta nuestro gran modelo el Señor Jesús, maestro supremo en llegar al fondo del corazón humano. Jesús podía responder a los problemas, las preguntas y las necesidades de la gente porque antes sabía lo que había en su interior. Por supuesto, nosotros no poseemos este grado divino de discernimiento, pero somos llamados a imitarle en el principio de fondo: cuanto más conozcamos a nuestro interlocutor, más relevante será la comunicación de nuestro mensaje.

La predicación del apóstol Pablo en el Areópago (Hechos 17) constituye en este sentido un ejemplo formidable de relevancia cultural y de interacción con “la plaza pública”. Su discurso no es solo una obra maestra de evangelización a un auditorio culto, sino que refleja esta preocupación por llegar a los oyentes de la forma más adecuada posible. Esta es precisamente la razón por la que esta serie lleva por nombre Ágora, en alusión a la plaza pública de Atenas donde Pablo nos legó un modelo y un reto a la vez.

¿Cómo podemos ser relevantes hoy? El modelo de Pablo en el ágora revela dos actitudes que fueron una constante en su ministerio: la disposición a conocer y a escuchar. Desde un punto de vista humano (aparte del papel indispensable del E.S.), estas dos cualidades jugaron un papel clave en los éxitos misioneros del apóstol. ¿Por qué? Hay una forma de identificación con el mundo que es buena y necesaria por cuanto nos permite tender puentes. El mismo Pablo lo expresa de forma inequívoca precisamente en un contexto de testimonio y predicación: A todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del Evangelio (1 Corintios 9:22-23). Es una identificación que busca ahondar en el mundo del otro, conocer qué piensa y por qué, cómo ha llegado hasta aquí tanto en lo personal (su biografía) como en lo cultural (su cosmovisión). Pablo era un profundo conocedor de los valores, las creencias, los ídolos, la historia, la literatura, en una palabra, la cultura de los atenienses. Sabía cómo pensaban y sentían, entendía su forma de ser (Romanos 12:2). Tal conocimiento le permitía evitar la dimensión negativa de la identificación como es el conformarse (amoldarse), el hacerse como ellos (en palabras de Jesús, Mateo 6:8); pero a la vez tender puentes de contacto con aquel auditorio tan intelectual como pagano.

Un análisis cuidadoso del discurso en el Areópago nos muestra cómo Pablo practica la “doble escucha” de forma admirable en cuatro aspectos. Son pasos progresivos e interdependientes: habla su lenguaje, vence sus prejuicios, atrae su atención y tiende puentes de diálogo. Luego, una vez ha logrado encontrar un terreno común, les confronta con la luz del Evangelio con tanta claridad como antes se ha referido a sus poetas y a sus creencias.

Finalmente provoca una reacción, ya sea positiva o de rechazo, reacción que es respuesta natural a una predicación relevante.

Pablo era, además, un buen escuchador como se desprende de su intensa actividad apologética en Corinto (Hechos 18:4) o en Éfeso (Hechos 19: 8-9). Para “discutir” y “persuadir” se requiere saber escuchar. La escucha es una capacidad profundamente humana. De hecho es el rasgo distintivo que diferencia al ser humano de los animales en la comunicación. Un animal puede oír, pero no escuchar; puede comunicarse a través de sonidos más o menos elaborados, pero no tiene la reflexión que requiere la escucha. El escuchar nos hace humanos, genuinamente humanos, porque potencia lo más singular en la comunicación entre las personas. Por ello hablamos de la “doble escucha” como una actitud imprescindible en una presentación relevante del Evangelio

Así pues, la lectura de la Palabra de Dios debe ir acompañada de una lectura atenta de la realidad en el mundo con los ojos de Dios. Esta doble lectura (escucha) no es un lujo ni un pasatiempo reservado a unos pocos intelectuales. Es el deber de todo creyente que se toma en serio la exhortación de ser sal y luz en este mundo corrompido y que anda a tientas en medio de mucha oscuridad. La lectura de la realidad, sin embargo, no se logra solo por la simple observación, sino también con la reflexión de textos elaborados por autores expertos. Por ello y para ello se ha ideado esta serie. Los diferentes volúmenes de Ágora van destinados a toda la iglesia, empezando por sus líderes. Con esta serie de libros queremos conocer nuestra cultura, escucharla y entenderla, reconocer, celebrar y potenciar los puntos que tenemos en común a fin de que el Evangelio ilumine las zonas oscuras, alejadas de la luz de Cristo.

Es mi deseo y mi oración que el esfuerzo de Editorial Andamio con este proyecto se vea correspondido por una amplia acogida y, sobre todo, un profundo provecho de parte del pueblo evangélico de habla hispana. Estamos convencidos de que la Palabra antigua sigue siendo vigente para el mundo moderno. Ágora es una excelente ayuda para testificar con la Biblia en una mano y “el periódico” en la otra.

Pablo Martínez Vila

Prólogo de Ravi Zacharias

En su gran capítulo 13 de 1 Corintios, el apóstol Pablo concluye: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (versículo 13). Estos son los elementos de la vida sin los que es imposible vivir. La fe es la relación entre la verdad que ya sabemos y la que todavía tenemos que descubrir a medida que ampliamos nuestro conocimiento hacia lo desconocido. La esperanza sigue teniendo una presencia importante, incluso cuando parece haber desaparecido. Pero el más importante es el amor. Es el valor y la expresión supremos en un mundo donde demasiado a menudo parece que el odio haya ganado la batalla.

Como humanos, anhelamos un amor que traiga esperanza y que restaure relaciones rotas. De hecho, la visión de Dios para la humanidad es que veamos su reivindicación sobre nosotros como una invitación a vivir y amar. Dios entregó a su propio Hijo al dolor y a la muerte a causa de su maravilloso e insondable amor. Esta es la increíble historia del evangelio.

Es obvio que el amor más grande también es el que tiene mayor precio. Un amor así nunca será barato. En ocasiones, tenemos que darlo todo para estar a la altura del amor y también de la confianza. Muchas veces me viene a la mente lo que me dijo un doctor a quien conocí en Pakistán, que había pertenecido a otra religión pero que acabó conociendo a Cristo. Este doctor me contó las dos frases que había oído a un predicador y que habían cambiado su vida: “La victoria está en rendirse. Al morir, vivimos”.

Nuestro propósito es ser las manos y los brazos de Dios. El llamamiento de la iglesia no es solo llevar a las personas a Dios, sino también llevar a Dios a los heridos por intentar vivir en este mundo, llegar a los quebrantados, sanar a las personas con emociones rotas. Alcanzar a las personas que sufren es un aspecto vital de nuestro llamamiento a reflejar a Dios en la sociedad en la que vivimos.

Conozco a Ajith Fernando desde hace más de tres décadas. Tiene una capacidad única para conectar con las personas heridas, ya sea hablando cara a cara o frente a un auditorio repleto. Los dos hemos seguido nuestro llamamiento individual de predicar el Evangelio: las buenas noticias de que Dios nos ha dado un camino para redimirnos y perdonarnos, y volver a tener una relación con él. El Evangelio es precioso. Es verdad. Trae esperanza. Tiene poder para transformar.

Ajith Fernando es uno de los mejores comentaristas bíblicos de nuestros tiempos, un comunicador con un entendimiento profundo y capaz de llegar a distintas culturas. Pero también es mucho más. Es amigo de los jóvenes, los pobres y los oprimidos, y Dios ha utilizado sus predicaciones, su percepción y compasión para transformar incontables vidas.

El significado del amor refleja toda una vida de sabiduría de un consejero, líder y erudito de la Biblia experimentado. Es un estudio maestro de un capítulo sobre el amor que, aunque muy conocido, es difícil de aplicar. Buscamos algo que arregle nuestro interior. Anhelamos relaciones profundas y hermosas. Como explica Ajith, estas dos realidades solo son posibles a través de Jesucristo, quien nos permite perseverar, perdonar, rendirnos y tener esperanza. Esto es el amor y el evangelio. He aprendido mucho de Ajith a lo largo de los años y sé que te enriquecerás a medida que estudies este libro y reflexiones sobre las grandes verdades de 1 Corintios 13. Recomiendo El significado del amor de todo corazón.

Ravi Zacharias, escritor y conferenciante

Prefacio

Durante las tres décadas y media de ministerio que llevo con Juventud para Cristo y en la iglesia a la que pertenecemos, parece que Dios ha decidido enviarnos a varias personas dolidas y maltratadas por los entornos disfuncionales en los que han crecido. Poder nutrirlos para seguir la ética cristiana del amor ha sido un desafío increíble y he visto muchos fracasos a lo largo de este camino, aunque también a algunas personas que han sido transformadas para parecerse más y más a Cristo. Asimismo, hemos tenido que vivir con los estragos causados por la guerra civil que ha castigado a nuestro país durante treinta años. Así que he lidiado con la pregunta de cómo aplicar las enseñanzas bíblicas sobre el amor en este tipo de situaciones durante mucho tiempo.

Creo que trabajar en situaciones extremas nos ha hecho comprender cosas que ayudarán a todos los cristianos, incluso a aquellos que no han pasado por las experiencias increíblemente dolorosas que han sufrido las personas que he conocido. Esto es lo que me hizo decidirme a compartir lo que he aprendido sobre ello con los demás.

La base de la fe cristiana que más me ha costado entender es que es posible practicar lo que la Palabra de Dios enseña sobre el amor y la santidad. Aplicar esta verdad en mi vida personal y en las vidas de las personas con las que he trabajado en mi ministerio ha sido, dicho de forma suave, un desafío. Siempre que he predicado sobre 1 Corintios 12:31 he tenido que predicármelo a mí mismo antes.

Muchas personas a las que hemos ministrado y que venían de trasfondos muy duros han acabado trabajando como personal de Juventud para Cristo. Intentar discipulados y pastorearlos ha sido el mayor desafío que he encontrado en mi ministerio en los últimos años. Estamos muy contentos de ver una cierta tendencia a mejor entre nuestro personal.

Comencé a enseñar sobre 1 Corintios hace unos trece años. Primero empecé a hablar de este capítulo a nuestro personal y voluntarios y, después, a un público más amplio, tanto en Sri Lanka como en otros países. Me di cuenta de que tenía que poner por escrito estos materiales que estaba enseñando. Estoy muy agradecido por el mes que pasé en la Iglesia Presbiteriana de Hollywood en 2001, donde pude aislarme y escribir otro libro a la vez que predicaba sobre 1 Corintios. Así pude tener de nuevo la oportunidad de iniciar la preparación de una serie sobre el amor.

Estoy contento de volver a trabajar con Zondervan y poder aprovechar su experiencia profesional.

Quiero expresar mi gratitud por algunos de los mejores seres humanos a través de los que el amor de Dios se ha mostrado y ha mediado en mi vida. Agradezco a Dios la familia en la que crecí. Siempre que pienso en mis padres y hermanos lo hago con gratitud y alegría. También doy gracias a Dios por el pastor que tuve durante mi adolescencia, el fallecido misionero irlandés George Good, cuya vida ejemplificó la belleza del amor cristiano. Hizo una serie de predicaciones fascinante sobre 1 Corintios en una conferencia de pastores durante los primeros años de mi ministerio que me hicieron ver la potencia de este pasaje.

Muchas veces me he sentido gozosamente inmerecedor de recibir tanto amor y seguridad de [mi esposa, Nelun], nuestros hijos, Nirmali y Asiri, y la familia de Juventud para Cristo, a la que he tenido el privilegio de pertenecer durante cuarenta y seis años. Nelun y yo sentimos que juntamente con este privilegio vienen la responsabilidad y el llamamiento de ministrar el amor de Dios a las personas dañadas y rotas. Durante este proceso, ha sido una alegría observar cómo Nelun vive 1 Corintios 13 de una forma práctica y mucho mejor de lo que yo he podido hacerlo jamás. He dedicado este libro a los cónyuges de nuestros hijos, a los que hemos recibido en nuestra familia con mucha alegría y cuyo amor hemos disfrutado con gozo y gratitud.

Finalmente, ¿cómo puedo siquiera pensar en escribir sobre el amor sin reconocer la asombrosa muestra de amor de Dios al darnos un camino de salvación, al mostrar su increíble amor en la vida de Jesús y al derramarlo en nuestros corazones a través del Espíritu Santo? Su amor es lo que nos capacita y ayuda a expresar un amor radical en un mundo complejo.

Nota: He introducido ligeros cambios en los detalles de algunas de las historias que cuento en este libro, para poder explicar lo que pasó sin que las personas que aparecen en la historia puedan ser identificadas.

1 de Corintios 12:31-13:13 La Biblia de las Américas

12:31 Mas desead ardientemente los mejores dones. Y aun yo os muestro un camino más excelente.

13:1 Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. 3 Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha.

4 El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; 5 no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; 6 no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; 7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

8 El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. 9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. 12 Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.

13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

Introducción: Seguir el camino del amor

1 Corintios 12:31

Si alguna vez has estado en medio de una conversación, concentrado y hablando de un tema en profundidad, y alguien saca un nuevo tema a colación, sabrás lo frustrante que es que te interrumpan. Aun así, en otros momentos no nos importa para nada. Cuando alguien nos interrumpe en lo que estamos haciendo para darnos buenas noticias como que va a casarse o que va a tener un bebé, nos emociona y nos encanta escuchar lo que nos quiere decir. Por ejemplo, en mi país natal, Sri Lanka, a nadie le importa lo más mínimo si irrumpes en medio de una conversación para anunciar los resultados de un partido de cricket (aunque es probable que este sea el único lugar del mundo donde esto pasa). 1 Corintios 13 es este segundo tipo de interrupción.

1 Corintios 12 y 14 abordan problemas que habían surgido en la iglesia de Corinto sobre cómo usar los dones del Espíritu. En medio de estas consideraciones hay un cambio brusco: el famoso capítulo sobre el amor. Los cristianos de Corinto parecen dar tanta importancia a ejercitar los dones que mostraban el poder de Dios en su vida, que empezaron a hacerlo de forma egoísta, de un modo que no demostraban tener el carácter de Dios. Pablo quiere que estos cristianos tengan las prioridades claras. En primer lugar deben ser hombres y mujeres de Dios, y solo después podrán ser agentes de su poder.

Dios da el amor; nosotros, obedecemos

Pablo fundó la iglesia de Corinto más o menos a mitad del primer siglo, durante su segundo viaje misionero. Unos años más tarde recibió algunos informes inquietantes en los que se hablaba de confusión doctrinal y prácticas y pecados alarmantes en esa iglesia (1 Corintios 5:1; 11:18). Los cristianos de Corinto también le escribieron más tarde una carta donde le pedían aclaraciones sobre algunos asuntos prácticos y doctrinales (7:1). La primera carta a los corintios es la respuesta de Pablo a estos informes y a la carta que le había enviado la iglesia de Corinto. Entre los distintos temas que trata en su epístola había preguntas sobre el uso de los dones del Espíritu en la iglesia (12:1). Parece que este tema había provocado algunos conflictos en la comunidad. La respuesta de Pablo a estas preguntas está en los capítulos 12, 13 y 14 de 1 Corintios. En los capítulos 12 y 14 se tratan temas prácticos sobre cómo usar los dones. En el capítulo 13, Pablo añade a esta exposición algo mucho más importante que los dones, algo en lo que los corintios deberían estar centrando su atención: el amor.

Al parecer, los creyentes de la iglesia de Corinto tenían una jerarquía de dones según la utilidad de cada don para la iglesia. El tema principal de Pablo en el capítulo 14 es que, aunque las lenguas edifican al creyente individual, lo que edifica a toda la iglesia es la profecía. En consecuencia, es más útil ejercitar el don de la profecía cuando se reúne toda la congregación. Parece que todo este debate sirve como trasfondo de la frase que hay en 12:31: “Mas desead ardientemente los mejores dones” (1 Corintios 12:31a). Pablo argumenta que, como algunos dones son más útiles para el cuerpo, estos son los que debemos desear.

Anteriormente Pablo había mencionado que estas cosas las hace el “Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de Él” (1 Corintios 12:11). Podemos desear los dones más útiles, pero es Dios el que decide quién recibe cada don. Aunque sí podemos pedirle que nos conceda un don concreto, no tenemos ninguna garantía de que vaya a ser así. Pero ahora Pablo nos habla de algo que está libre de incertezas. Nos dice que “Y aun yo os muestro un camino más excelente” (12:31). No se trata de una opción, es el “camino”, la forma en que viven los cristianos. El capítulo 13 nos muestra que está hablando del amor. En el versículo 14:1 explica vehementemente las implicaciones de que el amor es el camino a seguir, animándonos: “Procurad alcanzar el amor” o “Empeñaos en seguir” (NVI). Una antigua versión en inglés nos dice “Make love your aim” (RSV): que vuestro objetivo sea alcanzar el amor. Ahora, nuestra ambición en la vida es amar.

No podemos decir “Dios no me ha dado la capacidad de amar”. En cada situación, nos guste o no, seguimos el camino del amor. Si nuestro vecino está enfermo, en el hospital, no podemos decir: “Pero... no me gusta ir al hospital”. Cuando un niño le pide a su padre que juegue con él, el padre no puede decirle: “Ahora no me apetece, prefiero ver la televisión”. Cuando una mujer se enfrenta a la necesidad de perdonar al hombre que ha insultado a su marido, no puede decir que hacerlo es demasiado doloroso para ella. Más adelante, en este libro, veremos algunos de los procesos que se dan en la mente antes de estar preparados para perdonar. Pero el mandamiento de amar a nuestros enemigos sigue en pie.

Si nuestro comandante nos ordena marchar al frente, no podemos pedirle antes que nos deje tomarnos una tacita de té. El amor es el camino que seguimos. No es una opción.

Así que, para el cristiano, el amor es una prioridad, un acto de obediencia. Si miramos el modo en que se describe el amor cristiano en la Biblia, nos damos cuenta de que no se trata de amar a las personas que lo merecen. Más bien se trata de amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos persiguen, ser pacientes con las personas insoportables, visitar a los encarcelados y así con todo. Estas acciones no son automáticas, como enamorarse. El amor cristiano es una decisión; tenemos que hacer que surja en nosotros.

Esto es una parte de la historia. La otra parte es que este amor con el que amamos es el amor de Dios en nosotros. Juan dijo que “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Pablo explica que esto lo hace el Espíritu Santo. El amor es el primer aspecto del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22). El apóstol dice, en Romanos 5:5: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”. La palabra que se ha traducido como “derramado” transmite la idea de abundancia. J. B. Phillips la traduce como “inundación”.1 El gran comentarista británico C. E. B. Cranfield escribe que “puede que esta palabra se haya elegido para expresar la idea de una abundancia espléndida”.2 El amor de Dios es un recurso inagotable que viene de sus reservas eternas. Y esto no es todo. “Pues el amor de Cristo nos apremia” (2 Corintios 5:14a). La palabra original para “apremiar” se utilizaba con el significado de “aplicar presión”.

La idea que nos transmiten estos versículos es que el amor de Dios entra en nosotros y nos impulsa a actuar con amor. A nosotros nos toca obedecer. La obediencia es la clave que abre las compuertas del amor de Dios, para que recibamos la fuerza para amar del modo que nos pide la Biblia. Así que, mientras el Espíritu Santo nos da su amor como su fruto (Gálatas 5:22), nuestro trabajo es “[andar] también por el Espíritu” a través de la obediencia. Si no amamos cuando deberíamos, “apagamos” el Espíritu Santo (1 Tesalonicenses 5:19).

Corrie ten Boom fue prisionera junto a sus dos hermanas Betsie y Nollie, su hermano Willem y su padre, por haber escondido a judíos en su casa durante la Segunda Guerra Mundial. Su padre murió diez días después de su arresto; Nollie y Willem salieron pronto de la prisión tras su arresto. Betsie murió mucho más tarde, cuando ella y Corrie llevaban ya un tiempo en un campo de concentración. Corrie finalmente fue liberada por un error administrativo. Dos años después de que terminase la guerra, Corrie había terminado de hablar en una reunión en Múnich cuando vio a uno de los horribles guardias que había tenido en el campo de concentración, esperando en la cola de gente que la quería conocer. Al instante le vino a la mente la imagen de su hermana Betsie pasando al lado de ese hombre, desnuda y humillada. Ahora, ese mismo guardia estaba delante de Corrie, con la mano tendida.

“Me ha gustado mucho su mensaje, Fraulein’, dijo. “Es maravilloso saber que, como dice usted, todos nuestros pecados están en el fondo del mar”.

Corrie acababa de hablar sobre el perdón. Pero, en vez de estrecharle la mano al hombre, se dedicó a hurgar en su bolso. El guardia le explicó que él había sido un guardia en Ravensbrück y añadió: “Pero más tarde me convertí. Sé que Dios me ha perdonado por todas las crueldades que cometí. Pero me gustaría oír lo mismo de sus propios labios”.

Extendió la mano de nuevo. “Fraulein, ¿me perdona?”.

Corrie escribe que se quedó inmóvil. Ella, que tenía que pedir cada día que Dios perdonase sus pecados, no era capaz de perdonar a ese hombre. Betsie había muerto en ese campo de concentración. ¿Acaso podía el guardia hacer que su terrible y lenta muerte se desvaneciera como si nada, con solo pedírselo a Corrie?

Corrie, de pie ante el hombre, se enfrentó a la difícil elección. Ella sabía, en el fondo de su corazón, que no tenía la opción de no perdonarlo, ya que sabía que “el mensaje de que Dios nos perdona tiene una condición: que nosotros perdonemos a los que nos han hecho daño a nosotros”. De hecho, ella acababa de hablar de la necesidad del perdón, de perdonar como Dios nos ha perdonado a nosotros en Cristo. Corrie también sabía que, tras la guerra, “quienes podían perdonar a sus antiguos enemigos también eran las personas capaces de volver al mundo exterior y reconstruir sus vidas, independientemente de las cicatrices que tuvieran. Los que alimentaban su amargura quedaban incapacitados”.

“Y, aun así”, dice Corrie, “allí estaba yo, con el corazón en un puño”. Paralizada emocionalmente, Corrie razonó que el perdón no es una emoción. Se recordó a sí misma que, en vez de eso, el amor “es un acto de la voluntad y la voluntad puede funcionar independientemente de cómo me sienta yo”. Oró en silencio. “’Jesús, ¡ayúdame! Puedo tender la mano. Eso sí que puedo hacerlo. Tú te encargas del sentimiento...’ Así que, rígidamente, de forma mecánica, moví el brazo para estrechar la mano que me tendía el hombre”.

Y en ese mismo instante pasó algo increíble. “Empecé a notar un cosquilleo en el hombro. Se extendió por todo mi brazo y saltó hasta nuestro apretón de manos. Y entonces sentí una calidez sanadora que se extendía por todo mi ser y se me llenaron los ojos de lágrimas”.

Corrie gritó: “¡Te perdono, hermano! ¡Con todo mi corazón!”.

Más tarde escribió esto sobre este incidente: “Durante un largo instante nos cogimos de las manos, la antigua prisionera y el antiguo guardia. Nunca he conocido el amor de Dios de una forma tan intensa como entonces”.3

Asumimos, erróneamente, que tenemos que sentir algo antes de que podamos hacerlo.

Llegamos a la conclusión de que las acciones de amor deben ir precedidas de emociones de amor. Pero los psicólogos nos dicen que, aunque es verdad que nuestras emociones influyen en nuestras acciones, es igualmente cierto que nuestras acciones también afectan a nuestras emociones. “No tenemos que esperar sentados a que lleguen sentimientos de amor por un hermano o hermana; hemos de hacer algo con amor por ellos y los sentimientos vendrán detrás.”4

Así que el amor cristiano es una decisión. Y, a menudo, esto significa amar aunque no nos apetezca.

En esta historia se ven los tres pasos del proceso del amor de Dios despertando y aplicándose en la vida de Corrie. Primero, el amor de Dios presionó a Corrie para que perdonase. En segundo lugar, ella decidió obedecer el mandamiento de Dios, incluso aunque no le apeteciera. Y, en tercer lugar, Dios le dio la fuerza para cumplir con su decisión de obedecer por amor.

En el Nuevo Testamento he encontrado cincuenta y un mandamientos para amar. Creo que la Biblia nos manda que amemos a otros tan a menudo porque el amor es, con frecuencia, contrario a nuestra inclinación natural. Cuando alguien nos hace daño, sencillamente no nos sentimos con ganas de responderle con amor. Si estás enfadado porque han elegido de forma injusta a otra persona para una responsabilidad concreta por encima de ti, después no te apetecerá responder de forma positiva cuando el líder venga a pedirte que te encargues tú de la tarea porque la otra persona finalmente no se quiso hacer cargo. Querrás expresar tu descontento rechazando tú también la propuesta. Pero, a pesar de tu inclinación natural, sabes que tienes que hacerlo porque la Biblia te ordena que muestres amor en este tipo de situaciones. Te puedo asegurar que no te arrepentirás de hacerlo. Dios honrará tu decisión de amar dándote la fuerza divina que necesitas para realizar el trabajo.

Ágape: la palabra cristiana favorita para el amor

En el Nuevo Testamento hay distintos términos griegos para designar el amor, pero tenemos que ir con cuidado al querer diferenciarlos mucho entre sí. Las palabras adoptan un significado según el contexto en el que aparezcan. Las palabras más comunes para “amor” en el Nuevo Testamento son el nombre agape (116 veces) y el verbo agapao (143 veces). Mientras que el verbo agapao era común en la traducción griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta), el nombre agape solo aparecía 20 veces. En la literatura fuera del Nuevo Testamento, el nombre philia era más común que agape, pero philia solo aparece una vez en el Nuevo Testamento. El verbo correspondiente a philia, phileo, aparece 25 veces en el Nuevo Testamento. Aunque no quiero hacer demasiado hincapié en la diferencia entre estas y otras palabras griegas para el amor, no podemos evitar darnos cuenta de la popularidad inusual de los términos relativamente poco comunes agape y agapao en vez de las palabras philia y phileo, más usuales.

Muchos eruditos piensan que la popularidad de agape en el Nuevo Testamento se debe al deseo de los primeros cristianos de afirmar que el amor cristiano era único. Es posible que otras palabras más comunes pudieran asociarse a otras acepciones subcristianas del amor. Puede que este sea el motivo por el que el estudioso italiano Jerónimo (que nació alrededor del 345 d. C. y murió aproximadamente el 419 d. C.) utilizó la palabra caritas en vez del vocablo amor, más común, para describir el amor cristiano en su influyente traducción de la Biblia al latín, conocida como La Vulgata.5 Este término parece estar más cerca de la idea del amor cristiano como una acción fruto de la decisión. Esto, sin duda, influyó en los traductores de la Kings James Version para utilizar a menudo la palabra inglesa charity (“caridad” en español) para el amor cristiano en la Biblia.

El amor es un fin en sí mismo

En la descripción que Pablo hace del amor como “un camino más excelente” (12:31) está implícita la idea de que el amor es más que un medio para llegar a un fin. No, el amor es un fin en sí mismo. Esto se ve de forma más directa cuando exhorta a “seguir el amor” (14:1) o, como lo traduce la versión RSV en inglés, “make love your aim”, marcarse como objetivo alcanzar el amor. En otros pasajes, Pablo dice: “Pero el propósito [...] es el amor nacido de un corazón puro” (1 Timoteo 1:5). El amor es uno de nuestros objetivos clave en la vida, incluso aunque sea difícil de medir.

Es importante tener objetivos medibles. En el entorno vertiginoso y competitivo de hoy en día no es suficiente decir que uno se ha esforzado mucho. Si trabajamos duramente sin ningún objetivo y sin poder mostrar resultados, es muy fácil quedarnos atrás, especialmente en nuestro lugar de trabajo. Debemos buscar el mejor modo de lograr lo máximo en el menor tiempo posible y con el mínimo de recursos. Así que siempre buscamos métodos nuevos y más efectivos. Estas cosas son necesarias para el progreso y la productividad en el mundo de hoy.

Pero no es todo lo que hay en la vida. Existe un aspecto más profundo y más básico que determina nuestras mayores ambiciones. Al estar hechos a imagen del Dios que es amor (1 Juan 4:8), alcanzamos la humanidad completa solo cuando tenemos una vida de amor. A veces amamos a otros marcándonos un objetivo concreto. Por ejemplo, el amor nos hace ayudar a una estudiante con sus asignaturas, para que le vayan bien los exámenes. El amor nos hace entrenar a un joven atleta, para que consiga la medalla de oro en una competición. Estos son buenos ejemplos de amor expresado con objetivos específicos en mente.

Aun así, a veces, amamos a las personas aunque no parezca haber un objetivo medible y que podemos alcanzar a través de nuestros actos de amor. Las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa se ganaron la fama y la estima de los demás al cuidar a indigentes moribundos y desamparados, limpiando su sucia ropa y ayudándoles a morir con dignidad. Algunos padres se preguntan si su decisión de adoptar a su hijo fue una decisión correcta tras la rebelión del niño y el dolor que esto produjo en ellos. Esto no niega el valor de lo que hicieron por su hijo. Él ha tenido la oportunidad de prosperar en la vida. El hecho de que no acabase siendo de la forma que sus padres esperaban no niega el valor de lo que hicieron por él. Puede que este niño acabe acudiendo a Dios como respuesta a las oraciones de estos padres angustiados, quizá incluso después de que mueran. Pero aunque no sea así, lo que hicieron fue bueno y fructífero.

Unos minutos antes de escribir estas palabras me estaba lamentando por haber ayudado a alguien que finalmente resultó no ser la clase de persona que esperaba, y acabé pagando un precio personal muy elevado. Me pasó por la cabeza el pensamiento de que había malgastado tiempo y energía, y había sufrido innecesariamente. ¡Escribir el párrafo anterior me habló directamente! Cuando amamos, logramos el objetivo básico de la vida cristiana. El amor es más que un camino para llegar a un fin: es un fin en sí mismo.

Tras anunciar que dimitía del cargo como presidente de la universidad, McQuilkin explicó por qué se iba. Habló del amor profundo y duradero que sentía por su esposa y terminó diciendo: “Ella es tan maravillosa para mí que no tengo la obligación de cuidar de ella, sino el privilegio”.6

Así que tan solo el acto de amar en sí ya es un logro. Vivimos en un mundo en el que la gente es rechazada por otros que deberían haberse comprometido con ellos. La idea de un compromiso a largo plazo es un concepto culturalmente ajeno a las personas. Abandonamos trabajos, grupos, amigos, cónyuges y padres cuando se convierten en un inconveniente y en un obstáculo para el progreso de nuestra vida. ¿Y cuál es el resultado? Una generación insegura que carece del gozo de tener a personas comprometidas de verdad con ellos. En este entorno, cuán saludable es la experiencia de ser amado por personas que pagan un alto precio por hacerlo y sin motivos concretos, sino que consideran el amor como un logro en sí. En el texto original, Pablo utiliza la terminología de la competición cuando dice “con honra, daos preferencia unos a otros” (Romanos 12:10). El logro aquí es honrar a otra persona, no obtener el éxito terrenal para nosotros mismos.

Los cristianos que abordan la vida de este modo serán felices. Puede que otras personas no respondan a sus acciones como habrían deseado. Pero esto no supone que se desilusionen y se enfaden (una reacción que describe a muchas personas que trabajan en servicios humanitarios). Cuando hemos amado, hemos logrado el objetivo. Dios lo ha visto y lo recompensará. Nuestras acciones no habrán sido estúpidas ni en vano.


1 J. B. Phillips, The New Testament in Modern English (rev. ed.; New York: Macmillan, 1972), 318.

2 C. E. B. Cranfi eld, The Epistle to the Romans (International Critical Commentary; Edinburgh: T&T Clark, 1975), 1:263.

3 De Corrie ten Boom, Clippings from My Notebook (Nashville, TN: Nelson, 1982), 92-94.

4 Autor desconocido, Fourth Gospel (3rd ed.; Bangalore, India: The Association for Theological Education by Extension, 2010), 64.

5 Autor desconocido, Fourth Gospel (3rd ed.; Bangalore, India: The Association for Theological Education by Extension, 2010), 64.

6 De Robertson McQuilkin, “Living by Vows” (Columbia, SC: Columbia International University), una reimpresión de un artículo que apareció originalmente en Christianity Today en 1990.