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A todos los anónimos.

A quienes toman acta de las asambleas.

A quienes moderan listas de mail.

A quienes limpian el Congreso de los Diputados

en silencio todos los días.

A quienes ponen su cuerpo para parar un desahucio.

A quienes tejen red y no aparecen en las fotos.

Introducción

Enunciar un mañana es condenarlo a que no exista. O postergarlo a generaciones venideras. Está demasiado lejos. Mañana es una utopía, necesaria para desplazar el horizonte del presente. Pero puede que sea siempre inalcanzable. Decir «mañana España será republicana» es reconocer que tal vez no lo sea nunca. Por el contrario, pasado mañana está a la vuelta de la esquina. Lo tocamos con la punta de los dedos. Es casi real. Escribir este libro bajo el sol brillante del pasado mañana ha sido reconfortante. En un principio el ensayo pretendía visibilizar el profundo cambio de piel que está viviendo España. Describir este cambio que la mayoría de los grandes medios de comunicación está ignorando o desacreditando era una de las motivaciones iniciales. Pero en el camino han surgido motivaciones más profundas. Pasado mañana es un telescopio que transforma en presente el futuro que ya se vislumbra. Pasado mañana es un futuro viable e inspirador para ser habitado. Y enuncia de forma sólida y propositiva una alternativa para España y para el mundo.

En el frenético año electoral de 2016, la analista política Belén Carreiro confirmaba la nueva realidad del Estado español: «Es una fase totalmente nueva porque la sociedad ha cambiado. La crisis nos ha cambiado. La revolución tecnológica nos ha cambiado. Estamos en una España totalmente distinta». Tras las elecciones europeas de 2014, los medios de comunicación se rendían ante el «sorprendente» fenómeno del nuevo partido Podemos. En 2015, cuando Manuela Carmena y Ada Colau se convirtieron en alcaldesas de Madrid y Barcelona, los medios de comunicación entonaron el tono de sorpresa. Cuando los diputados de Podemos y sus confluencias entraron al congreso tras las elecciones del 20D de 2015, hubo un terremoto. Para los medios, la política representativa apenas coloca sobre la mesa el mundo nuevo que el 15M desplegó. El dedo apunta a la luna y el sistema mira con obsesión el dedo: ¿Quién es esa gente? ¿Quiénes son sus líderes?

No es casualidad que el 15M sea el gran telón de fondo, el suelo común del libro. No es un libro (otro) sobre el 15M, no. Pero tal vez sea el primero que acepte el «marco 15M» como el punto de partida para declinar las alternativas del futuro. Un marco que choca frontalmente con el anterior, el de la transición. Pasado mañana ensambla relatos polifónicos sobre el paisaje sorprendente de esa España que está crujiendo. Y coloca la luz de los focos sobre los horizontes del cambio y sobre la visión política de la España que está cambiando. Una visión política que está conformada por un nuevo universo de prácticas ciudadanas, de prácticas políticas y de pensamiento.

Cierto: la (nueva) política representativa tiene mucho peso en este libro. Pero no es un ensayo sobre política representativa. El paisaje es más completo, más complejo, más diverso. Muchas de las entrevistas diluidas en el ensayo son de representantes políticos. Pero no hablan apenas de sus grupos políticos: hablan de la vida, de visiones políticas, del futuro, de feminismos, de economía, de sostenibilidad, de cultura, de urbanismo, del crucial papel de la sociedad civil en la política.

Para desvendar Pasado mañana he frecuentado rincones y paisajes del cambio. Y he realizado entrevistas a algunas de las personas que, de una forma u otra, se han convertido en portavoces del cambio. También he entrevistado a otras personas menos conocidas, no por ello menos importantes. Cito aquí a todas estas personas, en orden aleatorio: Alberto Nanclares, Antonio Baños, Domenico di Siena, Cristina Fallarás, Silvia Cameán, Íñigo Errejón, Marina Garcés, Pablo Soto, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Audrey Tang, Carlos Prieto, Teresa Rodríguez, Xavier Domènech, Jaron Rowan, Simona Levi, Juan Carlos Monedero, Ada Colau, Gerardo Pisarello, Jorge Moruno, Inés Sabanés, Antonio Lafuente, Julia Morandeira, Pablo Carmona, Laia Forné, Birgitta Jónsdóttir, Guillermo Zapata, Clara Serra, Marcelo Expósito, Irene Montero, Javier Toret, Rosa Martínez y Miguel Ongil. Especialmente emotivo fue entrevistar a mis propios padres, Bernardo Gutiérrez y Pilar González, y a Ovidio y Dulce, dos parejas de yayoflautas. Intenté lograr la paridad de género, siempre difícil, pues todavía existen más «líderes políticos» hombres que mujeres. Me quedé cerca: 16 de los 37 entrevistados son mujeres. Se quedaron fuera una docena de personas, activistas o políticos, con quien también se nos han pasado los tiempos.

Los entrevistados están lejos de ser una unidad. En algunas cuestiones, sus visiones chocan. El ensayo compone un relato coral, donde ni siquiera los entrevistados son los únicos protagonistas. El debate global sobre la alternativa necesaria para evitar el colapso de la democracia y del planeta es muy intenso: libros, artículos, documentales, debates digitales y ensayos que de alguna manera están ensamblados en el libro. Pasado mañana ha sido un arduo trabajo, pues no es un libro «basado en entrevistas», una mera transcripción. Mi objetivo no ha sido simplemente visibilizar o dar voz, sino dar un sentido a la polifonía, relacionar visiones y encontrar líneas de fuga teórico-prácticas para invocar un futuro mejor.

Tengo la impresión de que con la llegada del 15M España entró en un túnel que nos impedía disfrutar del paisaje. Al salir del túnel inicial del 15M, muchos, incluso activistas, siguieron sin reconocer el nuevo paisaje, ensimismados en su propia agitación. Algunos seguían sin ver la fotografía, por un sencillo motivo: estaban dentro de ella. Cuando el tren deje atrás todos los túneles y llegue por fin pasado mañana, el propio sistema mirará con vértigo hacia la última década. Y se preguntará por qué no sintió la tierra temblar.

La vida me ha colocado en el ángulo de fotógrafo. El haber estado yendo y viniendo a España desde América Latina en estos últimos cinco años, en los que residí en Brasil, haber contemplado a ráfagas la eclosión pos-15M, me ha ayudado a mirar. Mi doble visión española y brasileña me ayuda a construir una perspectiva como corresponsal. El haber estado involucrado en algunos de los procesos de estos últimos años me ha situado en un rincón privilegiado: de alguna manera dentro de la foto, pero al mismo tiempo siendo capaz de verla.

Alguien que haya salido de España al inicio de la crisis se llevará una sorpresa al regresar. ¿Cómo es esa «España totalmente distinta»? La capa más visible está, sin duda, en la política representativa: Podemos y sus confluencias, los gobiernos «municipalistas», el órdago rupturista de Cataluña contra el Estado español. Dentro de la política representativa, existe una capa menos visible: ritos, lenguajes, metáforas, iconos, narrativas, ritmos, marcos simbólicos, formas de hacer las cosas. Por otro lado, la España totalmente distinta es cooperativa y exhibe miles de experiencias de autogestión y de colaboración ciudadana. Tal vez lo más importante sea un nuevo sentido común. Un nuevo sentido común que, al contrario que en el norte del Europa, ha cristalizado en un país más tolerante, abierto y solidario. El 94 % de los españoles son favorables al matrimonio gay, lo que nos convierte en el país más tolerante del mundo. Casi nueve de cada diez personas se muestran a favor de la inmigración, los refugiados o los matrimonios interétnicos. Ocho de cada diez personas están dispuestas a modificar sus hábitos para evitar el cambio climático. Spain is different, pero por primera vez en décadas también es un faro para un mundo extraviado en un laberinto neoliberal en el que los partidos que levantaron la socialdemocracia y las izquierdas latinoamericanas sufren un desgaste brutal. El mundo está pendiente de la posibilidad global que empieza a surgir en España, aunque su establishment se invente impasses políticos para desorientar el cambio.

No hay vuelta atrás: la España del 2017 corroe los cimientos de un sistema diseñado hace cuatro décadas. El cambio de piel de España, que empieza a asimilar que es un país de países, es innegable. La España del cambio, antes o después, obligará a modificar radicalmente la Constitución, el sistema político, el sistema territorial, el modelo económico. El cambio en mayúscula, antes o después, se conjugará en presente.

«El no no es suficiente. Debe ser un sí y debe haber confianza en el sí. Hay que diseñar alternativas reales, que no solo sean creíbles, sino inspiradoras y excitantes», dijo Naomi Klein a Jordi Évole en «Salvados». Pasado mañana es un sí mayúsculo. Una transición del «sí se puede» al «sí queremos». Un sí a la supervivencia de la especie humana en un planeta exhausto. Un sí a un modelo de ciudad viva, relacional y sostenible. Un sí a una economía poscapitalista que garantice la reproducción de la vida y corrija las desigualdades. Un sí a un sistema comunicativo independiente, plural y ciudadano. Un sí que posibilita la participación total en la política, la democracia real. Un sí a otras sensibilidades de género, afectivas, feministas. Un sí a una cultura libre, diversa y de dominio público. Un sí a una ciencia abierta y ciudadana que no sea un monopolio de las multinacionales. Un sí a un modelo de energías renovables que no esté en manos de oligopolios. Un sí a una España orgullosamente plurinacional, plural, diversa, acogedora para todos los pueblos del mundo. Un sí a un nuevo espíritu transnacional y fraternal, tejido de forma asimétrica entre la sociedad civil, los gobiernos locales, los estados nación y viejas y nuevas organizaciones supranacionales. Pasado mañana es un sí a la vida, a la capacidad de maravillarse por el mundo, un sí al cambio y a los cambios que la posibilitan, al eterno cambio de piel de nuestros cuerpos, un sí al flujo subterráneo de las pasiones, al contagio atmosférico de las ideas que consiguen cambiar el rumbo de la historia.

Índice

INTRODUCCIÓN

1. UNA OLA QUE NADIE DOMINA

2. LA CIUDAD EN COMÚN

3. LA PARTICIPACIÓN SERÑA UNA FIESTA O NO SERÁ

4. SE BUSCA RELATO DE ÉPOCA

5. LA DEMOLICIÓN DEL LICEU

6. FEMINIZAR LA POLÍTICA

7. LA ERA DEL NOSOTROS

8. ES EL POSCAPITALISMO, ESTÚPIDO

9. LA GRAN TRANSICIÓN

10. ¿PARA QUÉ REGALAR UN JUGUETE A UN NIÑO CUANDO PUEDES REGALÁRSELOS TODOS?

11. LA CUARTA EDAD

12. UN PLAN GLOGAL: EL PLANETA DE BARRIO

13. UN PAÍS DE PAÍSES

14. UN IMAGINARIO SIN MEMORIA

15. HABLAR EL LENGUAJE DE LO QUE QUIERES CAMBIAR

16. SÍ QUEREMOS

BIBLIOGRAFÍA

AGRADECIMIENTOS

1
Una ola que nadie domina

La Gran Vía madrileña es un flujo vivo tras el cristal. La Gran Vía es el primer horizonte de la redacción del diario Público, su ventana al mundo: un vértigo de abrigos y neones, un reflejo de su agitación de todas las tardes. Suena la radio. Huele a café. La calle rebervera en un cristal que refleja a su vez a Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, entrando por la puerta. Llega con retraso. Deambula eléctricamente por la redacción. Saluda con cariño a todo el mundo, especialmente al equipo que hace el programa «La Tuerka». Responde llamadas en el móvil. «Es la agenda Monedero», comenta irónicamente uno de los periodistas. En una sala acristalada, Monedero charla con ritmo pausado. Dibuja horizontes con metáforas plásticas. Simplifica conceptos abstractos dando ejemplos casi palpables. En su charla, la distancia entre dos puntos nunca es una recta. Monedero rodea. Poéticamente, circunvala. «Llevo mucho tiempo hablando de lucha de clases sin tener que hablar de oligarquía o imperialismo, de burgueses, de conceptos que generan un cierto alejamiento», asegura. Antes de abordar la relación entre movimiento y partido, entre la partidocracia y la sociedad civil, habla del «gran problema del Estado moderno», su condición representativa: «Por su propia lógica, es más fácil que te reúnas con los alcaldes que con los ciudadanos, con los representantes sindicales que con los trabajadores. Prima la lógica representativa».

Juan Carlos Monedero deconstruye con facilidad la falsa dicotomía de calle o instituciones: «Las dos cosas. Podemos sale de la calle y va a las instituciones. No quiere regresar a la calle. Revisita la calle desde la experiencia de las instituciones». La lógica lineal del antes-después tampoco explica el acelerado ciclo político que está viviendo España. El durante, la simultaneidad de tiempos, de estrategias, de tácticas, está muy presente en las respuestas de Monedero. El espacio-tiempo está enloquecido. Mejor Alicia que Gramsci. Es Matrix, no Verdún, según discutían Raúl Sánchez Cedillo y Pablo Iglesias en Twitter: «Va a ser un movimiento permanente, no consecutivo. No se trata de que vayas ganando posiciones intelectuales y luego accedas al poder. Al tiempo que haces la pelea electoral vas intentando cambiar la manera de pensar de la gente, para que cuando estés en el poder las medidas que pongas en marcha tengan respaldo popular. Porque si no, es muy probable que la propia lógica estatal termine devorándote», asegura Juan Carlos Monedero.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos publicó un artículo a finales de 2014 que encendió el diálogo global sobre el concepto de partido-movimiento1. El artículo, muy inspirado en la irrupción de Podemos en el panorama político europeo, desdibujaba los contornos del formato de los partidos políticos: «Es un partido de nuevo tipo, un partido-movimiento, basado en estas ideas: las personas no están hartas de la política, sino de esta política; el activismo político es importante, pero la política tiene que hacerse con la participación de los ciudadanos; ser miembro de la clase política es algo siempre transitorio y esa cualidad no permite ganar más que el salario medio del país; internet permite formas de interacción que antes no existían; la política partidaria tiene que tener rostros, pero no está hecha de rostros; la transparencia y la rendición de cuentas deben ser totales; el partido debe ser financiado por los ciudadanos y no por empresas interesadas en capturar al Estado y vaciar a la democracia; ser de izquierda es un punto de llegada y no un punto de partida, y eso se demuestra en los hechos».

Boaventura, el rock star de la sociología, dinamitó para siempre el formato partido político con conceptos e ideas que ya estaban en el aire: red, partidos-red, partidos-movimiento. En realidad, la idea original de partido-movimiento surgió de Herbert Kitchelt2 a mediados de los dos mil. Y la tensión entre movimientos sociales y lo institucional se remonta a los escritos de Lenin3. Sin embargo, en el vibrante espejo de las redes, en un espacio-tiempo desquiciado, los partidos tradicionales son un reflejo desgastado. El día a día de la vida de los partidos es cada vez menos atractivo, estimulante y creativo para muchísimos ciudadanos4. Boaventura deseaba que la disrupción Podemos diera alas a un nuevo partido-movimiento que bebiera de predecesores, como el primer partido verde alemán o el partido Panteras Negras de los Estados Unidos5. Un partido-movimiento con ecos pretéritos, pero actualizado a las dinámicas de red.

Monedero bucea en la memoria del 15M. Disecciona la «lógica de los indignados», que «impugna a los partidos políticos, no negándolos, sino complementándolos». Busca elementos para intentar explicar lo que significó el 15M en el sistema de partidos: «El 15M eran preguntas, no respuestas. El 15M tiene éxito porque no tiene memoria, no tiene líderes, no tiene programa, no tiene estructura, y eso genera la posibilidad de aglutinar a la gente. Al no tener memoria, no te interrogas sobre qué lectura haces del pasado. Al no tener líderes, te sientes cómodo. Al no tener estructuras tampoco te reclamaba mucho trabajo, ni mucha exigencia. Al no tener programa prácticamente cabe cualquier demanda. Todos los elementos más heterodoxos tenían que recibir una atención que no habían recibido». Para justificar la emergencia de Podemos, Monedero se abraza a una metáfora: «A los movimientos sociales les ocurre como a las olas en el mar, que solo existen cuando hay viento; cuando cesa el viento, cesan las olas».

¿Podría considerarse el 15M un movimiento social? ¿O de la ocupación de las plazas emergió algo diferente? El concepto de movimiento social, introducido en 1846 como «una aspiración de sectores sociales (clases) de lograr influencia sobre el Estado»6, no consigue delimitar el sujeto político del siglo XXI. Mucho menos el magma social del 15M. Pablo Soto, Delegado del Área de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto, habla con sosiego en una sala del área, en plena calle Alcalá de Madrid. A veces, antes de contestar, mantiene largos silencios. Pablo sostiene que los procesos de abajo arriba construyen nuevos sujetos políticos: «El ciclo de revueltas de los últimos años confirma que la tecnologización de los mecanismos de participación directa pueden generar un sujeto político. Se genera el sujeto PAH, el sujeto Marea Verde, el sujeto acampadas, el sujeto Occupy. Se empiezan a generar sujetos distintos, que interpelan al cien por cien de la gente. Generan un nuevo mapa social y desmienten todos los compartimentos que nos venían explicando con respecto a la democracia, las instituciones, la transición, la derecha, la izquierda, el turismo».

La investigadora Mayo Fuster usa el concepto de multipertenencia para explicar la pertenencia múltiple en la era de las redes digitales. El concepto choca con las pertenencias rígidas de las organizaciones políticas y los movimientos clásicos. Y complementa la metáfora de lo líquido (Bauman, 2010) como explicación de los nuevos comportamientos sociales. Estas nuevas pertenencias líquidas, puntuales y múltiples permiten «estar sin estar siempre»,7 participar de forma asimétrica en diferentes procesos, en momentos concretos, con ritmo discontinuo. Se puede formar parte de una asamblea de barrio y de un movimiento feminista de forma simultánea y no excluyente, por ejemplo. Además, los movimientos sociales conviven con otros formatos. Algunos de los participantes del 15M se sienten parte de un colectivo, de una identidad colectiva, de una red o de una comunidad8.

Una de las palabras más usadas para explicar el 15M ha sido tecnopolítica9. El concepto tecnopolítica se ha convertido en una nueva forma de mirar y entender los procesos sociales que combinan ocupación de espacios físicos y tecnología, inteligencia colectiva y acciones sociales en red que desbordan los formatos tradicionales. El estudio Tecnopolítica: la potencia de la multitud conectada10 desdibuja totalmente el concepto de movimiento social. Usa con más frecuencia los términos multitud y red: «Esta multitud conectada tiene una anatomía híbrida, física y virtual, en la que destacan las identidades colectivas, posee forma de red y la capacidad de producir activaciones emocionales, convirtiendo el malestar en empoderamiento». Una de las definiciones del 15M más usada es la de sistema red: «Un sistema red no es un mero agregado de individuos: están diferenciados, con zonas más dispersas y núcleos más densos, más orgánicos, más organizados. Dentro del sistema red puede haber de todo: movimientos tradicionales, partidos, sindicatos, pequeños colectivos, redes informales de amigos»11. Las definiciones de sistema red o de movimientos red completan, no anulan, la de movimiento social.

El «liderazgo temporal distribuido» es otro de los conceptos clave de la tecnopolítica. Explica la evolución de diferentes nodos en procesos de acción colectiva. Algunos actores sociales lideran durante un tiempo un proceso para después ceder el protagonismo a otros. Luego, entran en una aparente inactividad. Lo importante de Occupy Wall Street o del 15M no son tanto sus logros sino la red creada. Cuando todos daban por muerto Occupy Wall Street surgió Occupy Sandy, una red de voluntarios del ecosistema de Occupy Wall Street que fue más eficiente que el Estado en la ayuda humanitaria tras el huracán Sandy. Cuando muchos daban por muerto el 15M aparecieron las mareas articulando luchas con formatos transversales y con el carácter agregador de las acampadas. «Las formas de cooperación de los movimientos red no pasan ya por grandes dogmas ideológicos unitarios sino por conectar las prácticas», escribía en 2013 el investigador Arnau Monty12. Centrar el activismo social en objetivos neutros es lo que permite alcanzar grandes espacios de cohesión y consenso, explica Francisco Jurado Gilabert en su ensayo Nueva gramática política: «Es el caso de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que al fijar su acción en un problema como el de los desahucios (con el que una amplia mayoría está concienciada), tiene más facilidad para recabar apoyos multitudinarios».

Ada Colau bucea en la memoria de la PAH en un salón del Ayuntamiento de Barcelona. Sin nostalgia visible. Como con voluntad de rastrear alguna clave que pudiera servir de linterna en su nueva fase institucional. En los techos, pinturas con ángeles y caballeros de aire medieval. En la atmósfera, cercanía en todo el equipo. La alcaldesa de Barcelona responde al vuelo. Suele ir al grano. A veces hace una mínima introducción. Primero, agradece al 15M que pusiera a disposición de la PAH una verdadera logística social. Luego, insiste en el concepto de práctica ciudadana. Y elogia las cosas concretas: «La lucha contra los desahucios le dio una tarea muy concreta al 15M, que luego creo que ayudó a inspirar otras tareas concretas, otros objetivos concretos que fueron surgiendo al calor del 15M y de luchas que venían de antes y que con el 15M se amplificaron y crecieron».

¿Se puede hablar de partido-movimiento si ambos formatos, partidos y movimientos, están en crisis y proceso de redefinición? ¿Cómo serán los partidos y los movimientos del futuro? ¿Cómo afectará la red? Las definiciones de partido-movimiento de los últimos tiempos reinciden en un eje: la pujante fuerza de la ciudadanía y la autonomía de lo político13 con respecto al sistema representativo. El partido-movimiento sería aquel que aglutina a personas que ponen esas demandas encima de la mesa por vías disruptivas y extrainstitucionales14. El talismán perseguido por muchos es crear «un cuerpo con dos piernas, una estática que descansa en las instituciones (el partido) y otra libre, fuera de las mismas (los movimientos)» como escribe Pablo Carmona, concejal del Ayuntamiento de Madrid, en La apuesta municipalista.

Cuando a Juan Carlos Monedero se le pregunta por el partido-movimiento, da un rodeo a través de otros conceptos, para reaparecer en el centro de la respuesta. Habla de la «inteligencia colectiva» y la Wikipedia: «Es muy importante intentar inyectar desde las instituciones mayor capacidad de organización y deliberación a la sociedad civil. Tiene que ver con el principio de subsidiariedad, que implica que lo que puede hacer la parte inferior no lo pueda hacer la superior, sin que eso signifique dejación de la parte superior. Creo que hay lógicas esenciales en la política emancipatoria del siglo XXI. Una es la lógica Wikipedia, una lógica horizontal, de participación, de colaboración, con un grupo de 200 personas que actúan como consejo editorial, de manera subsidiaria. Te dejan hacer si ven que está bien. Si no, articulan».

En los últimos años, la lógica Wikipedia ha inspirado el nacimiento de diferentes partidos en todo el mundo. El ecosistema global de partidos red15 ha supuesto, al margen de su éxito o fracaso en la política representativa, una disrupción organizativa y narrativa de gran calibre. El Wikipartido de México se definía como «una plataforma, no una posición ideológica». El Partido de la Red de Argentina pretendía ser «una herramienta para convertir la estructura en una conversación». El Partido X de España nació afirmando que quería «desarrollar un método, no una ideología». Antes que nada, los partidos red son procesos abiertos. Y son, voluntariamente, dispositivos inacabados. Generan plataformas, protocolos y herramientas para que los usen otros. El Partido X cedió su software informático a Podemos en su inicio, para huir de la lógica de la competición entre partidos. Participa, el software de participación interna de Podemos, ha sido replicado por otros partidos o confluencias16.

Si la red ha transformado la forma de organización de los movimientos sociales, ¿por qué los partidos políticos tradicionales apenas han cambiado su modus operandi? Sea el 15M un ecosistema social o un sistema red, un conjunto de prácticas ciudadanas o un movimiento de movimientos, lo cierto es que la ciudadanía ha marcado el ritmo en España desde la llegada de la lógica de los indignados. Por ello, sin una participación constante y autónoma de la sociedad civil, la nueva política de los partidos red o partidos movimiento no será tal. Juan Carlos Monedero reconoce que «no hay vías claras y cerradas», si no grandes intuiciones. Mientras deshoja caminos por recorrer, busca ejemplos inspiradores para una política pública del presente-futuro: «Hay que ayudar a que la sociedad civil se organice. Un ejemplo: la puesta en marcha de la norma foral de igualdad en Gipúzcoa. Durante un año estuvieron alimentando la reconstrucción del tejido feminista: locales, medios, transporte, financiación, revistas, espacios en los medios. Una vez reconstruido el tejido feminista, se generaron nuevos polos y se reactivaron los antiguos. Entonces se decidió crear una comisión y que la presidencia la ostentara la sociedad civil y la vicepresidencia la administración. Con lo cual, se mandaba obedeciendo. Has empoderado a la ciudadanía, la acompañas y no la abandonas».

Monedero dibuja un choque de épocas. Un meteorito que estalla. Una pared donde acaba algo. Donde nace algo nuevo, grafiti o brecha: «Eso rompe con esa concepción de la política tan del siglo XX de la izquierda, que es paternalista. La mera gestión de la socialdemocracia no sirve en el siglo XXI. Esta nueva lógica en lugar de paternalista es maternalista. Una madre quiere que sus hijos vuelen por sí mismos, pero si se caen les recoge. Es la lógica adecuada en un siglo caracterizado por la complejidad, por la mayor diferenciación social, por la mayor fragmentación de la ciudadanía. Los partidos no sirven, los viejos periódicos, las universidades, son continentes que se han quedado viejos. Tenemos que adaptarlos. Somos islas. Lo que hay que hacer es construir archipiélagos, no convertir las islas en continentes».

La biblioteca del Congreso de los Diputados de España está habitada por un silencio casi táctil. Un silencio que tiene otro ritmo. Está más allá del fragor de las protestas. Del crepitar de los años. Del vaivén de los partidos políticos. Apenas una mesita con novedades editoriales huele a siglo XXI. Cuando Pablo Iglesias, líder indiscutible de Podemos, entra en la biblioteca, algún trabajador le saluda con cercanía. «La institución es peligrosa, tiene una capacidad de absorción ideológica enorme. Cuando el ujier te llama “su señoría”, a fuerza de que te llame “su señoría”, tú empiezas a verle como a un ujier y a ti como a su señoría. Y Podemos había logrado ver al ujier como a un trabajador exactamente igual que tú, que no merece un tratamiento en la relación de esa jerarquía que establecían muchas veces los políticos tradicionales. Cuando nosotros entrábamos en las instituciones había una especie de ofensa a los políticos viejos que estaban ahí, por la manera completamente distinta con la que ocupábamos el espacio y nos relacionábamos con la gente que trabajaba allí.

Pablo Iglesias parece descansar en una charla sosegada. Su tono está en las antípodas de las entrevistas televisivas. Intenta vislumbrar la relación entre la calle y la política representativa. Intenta acariciar la silueta y el cuerpo del deseado partido-movimiento: «En realidad no es tan simple como una dialéctica institución/calle. Ni la institución es algo tan alejado de la calle ni la calle es la manifestación callejera. Digamos que es una relación enormemente compleja que tiene que ver con la capacidad de las instituciones tanto para transformar la vida de la gente como para generar sentido. La calle son un conjunto de instituciones de reproducción social. Pueden ser de tipo asociativo, más tradicionales: asociación de vecinos, asociación de padres y madres de los colegios, de Marea Verde, de Marea Blanca, de sindicato, de colectivo juvenil de barrio, de pueblo o incluso de nuevas formas de organización que pueden tener un carácter virtual. Las redes sociales se han convertido en un espacio de militancia política determinante». Pablo Iglesias elogia el papel del militante digital en redes sociales, que «no es ni mucho menos menor respecto al militante que pega carteles o que organiza una charla en el barrio» y «tiene una capacidad de generación de sentido enorme». Iglesias busca vasos comunicantes entre la forma partido y la forma movimiento: «Movimiento popular es, si me apuras, esa concepción de partido de Olmo en el Novecento de Bertolucci: ahí donde hay un compañero trabajando».

Partido: definición en vertiginosa reconstrucción. Movimiento: definición en vertiginosa evolución. Iglesias transforma las críticas a su formación en virtud, que llegan tanto de los partidos clásicos como de los movimientos sociales: «Cuando Enric Juliana dice “sois un fenómeno pop” está diciendo una parte de verdad, revela lo que va ser a la política transformadora también en el siglo XXI. Podemos se parece mucho más al futuro en eso que los partidos tradicionales, como fenómeno de una nueva cultura de tipo audiovisual, cognitiva. Creo que de alguna manera nosotros hemos sido capaces de podemizar al resto de partidos, que van sacando figuras que se parecen cada vez más a nosotros en muchos aspectos».

Jorge Moruno, el histórico jefe de discurso de Podemos17, oscila entre la timidez y el desparpajo. La pasión por ideas, metáforas o intuiciones le lleva a abandonarse a un flujo que le supera: las palabras marcan un ritmo que ya no es suyo, que es ritmo-imaginación, ritmo-futuro. Jorge, en un bar del barrio madrileño de Lavapiés, afirma que todo «tiene una forma cada vez más reticular». Que España vive un proceso polifónico de encuentro de cosas muy distintas. «Podemos forma parte de esto, no es la punta de lanza de esto», confiesa. El partido del futuro que intuye Moruno no tiene tanto que ver con la forma o con conceptos (partido-movimiento, partido red) como con subjetividades, con ritos, con imaginarios: «La función del partido es poner al servicio de la sociedad recursos, medios y capacidad de tiempo liberado, no ser una especie de gran guía espiritual que conoce una verdad que el resto desconoce. La calle es algo mucho más vaporoso. Hay organizaciones, pero no solo eso. Hay que pensar el partido desde lo que lo atraviesa, esté organizado o no».

Jorge Moruno identifica un gran riesgo para los nuevos partidos políticos: la posibilidad de ser absorbidos por el régimen de normas de la política representativa. «Creo en la necesidad de generar contrapesos, contrainstituciones, tensiones que te anclen. Esto nos obliga a crear un régimen normativo y pensar desde una tradición de la autonomía. La capacidad de producir normas propias para no vernos absorbidos en la normalidad del parlamentarismo, en su normalidad simbólica, en su pasillo, en su congelación de la política, en su burbuja. Un régimen normativo por el que te riges de manera distinta: primarias abiertas, crowdfunding, transparencia… todo eso es una normatividad distinta, un régimen por el que te ubicas. ¿Por qué ha persistido el movimiento obrero? Se ha constituido, en su autonomía, una subjetividad propia que genera lealtades y regiones de soberanía».

Irene Montero, nueva portavoz parlamentaria de Podemos, sonríe frente a una pizarra garabateada. En la pared, carteles de manifestaciones contra la pobreza energética o por el derecho a la vivienda. A la busca del partido-movimiento, improvisa reflexiones-intuiciones: «No nos va a bastar el parlamento. La labor del partido-movimiento, si esa es la terminología, es compleja. Tenemos la posibilidad de acompañar, de convertirnos en facilitadores, en herramientas que puedan ser usadas para fortalecer la organización, pero a la vez no somos nosotros quienes tenemos que dirigir ese proceso, acapararlo todo y suplir la organización popular. Nuestra labor es ser facilitadores, respetando la autonomía de los procesos, y eso no siempre es lineal. Hay pasos adelante y atrás. Facilitar, pero sin olvidar que tenemos mucho que aprender. Entramos en una fase en la que hay que beber de todas esas formas de organizarse, de las comunidades de afectados, de vecinos. Las mareas no solo protestan contra la privatización, sino que tienen muy claro cómo podrían funcionar mejor las leyes de la dependencia o la sanidad».

¿Cómo serán los partidos y los movimientos del futuro? ¿Cómo afectará la red? ¿Qué futuro le depara a la política parlamentaria de la fragmentada España? Si de cada época emana una palabra o concepto clave, de los nuevos tiempos políticos que vive España emerge una con mucha fuerza: confluencia. La confluencia, con su atmósfera agregadora, su paraguas de convivencia de diferencias, sus lógicas de encuentro, sus hegemonías de feminismo y sostenibilidad, está reconfigurando el funcionamiento de los partidos y su relación con la sociedad civil. Los cinco principios de confluencia de Ganemos Madrid, clave para el éxito de Ahora Madrid en las elecciones municipales de 2015, abrieron una época: 1) Principio de confluencia: no pretender generar una nueva estructura, sino favorecer la coordinación de lo existente y el trabajo conjunto; 2) Principio de promoción: favorecer el desarrollo de herramientas y espacios de cooperación en el territorio en aquellos lugares donde no existan; 3) Principio de sostenibilidad: pensar los mecanismos de participación de tal manera que sean sostenibles para la ciudadanía en general; 4) Principio de inclusividad: que las iniciativas que se lancen busquen siempre la ciudadanía en general y su participación, no solo la composición interna del movimiento; 5) Principio de coorganización: no entender la ciudadanía como un espacio de consulta o de validación sino favorecer las herramientas para que, quien lo desee, pueda organizarse, participar y tomar decisiones que sean vinculantes.

Las confluencias municipalistas fueron algo muy diferente a una coalición política de partidos. Algo más que un frente ciudadano. Algo más que una candidatura de unidad popular, formato puesto en marcha por las CUP catalanas. Algo nuevo, inexistente hasta entonces. Algo que abrió la hoja de ruta a la proyección catalana de Barcelona en Comú y desembocó en el océano diverso del En Marea gallego. Ada Colau considera que las confluencias son experiencias pioneras. Desea un futuro confluyente: «Vivimos en un mundo donde la ciudadanía va muy por delante de las instituciones, donde la ciudadanía en general, no los movimientos sociales, ha empezado a trabajar de otras maneras colaborativas, utilizando mucho las redes sociales. La política se ha quedado anticuadísima, en el siglo XIX. Tanto partidos como instituciones se movían en estructuras cerradas, jerárquicas, compactas, lentas, y eso evidentemente ya no funciona. En realidad, el 15M y las candidaturas municipalistas son la actualización de la propia forma de hacer política».

Pablo Carmona, concejal del Ayuntamiento de Madrid de los distritos de Moratalaz y Salamanca, pone como modelo la confluencia Ahora Madrid, «el mayor desborde del ámbito institucional» a día de hoy de todo este ciclo de asalto institucional18: «Se consigue componer una estructura multiplicadora, que no es identitaria, que es mucho más asimilable a los parámetros descentralizados, multipolares, distribuidos, del ecosistema 15M».

El formato confluencia, con su polifonía narrativa, puede inspirar los próximos intentos de asalto a los cielos en el Estado español. ¿Existirá un En Común nacional en el que desemboquen Unidos Podemos, otras fuerzas políticas, movimientos sociales, ciudadanos independientes? ¿Renunciarán las diferentes fuerzas políticas a sus marcas para subirse a una nueva confluencia estatal?

En la sede de Izquierda Unida de Madrid, Alberto Garzón, máximo dirigente de la formación, habla con afabilidad natural. Garzón insiste en un punto: asegura que el quid de la cuestión no es tanto un problema de cómo se organizan los partidos, sino una cuestión de enfoque político: «Las elecciones son una manifestación más del terreno político, un instrumento para cambiar la sociedad. Pero cuando desbordas las instituciones es cuando has movilizado desde el tejido social. No es una cuestión teórica: es práctica desde la presencia en el conflicto y desde la construcción de un sujeto que crece fuera de la institución. En los barrios más excluidos del país solo vota el 20 %. Y esto no lo ha cambiado ni el 15M ni los movimientos municipalistas ni Unidos Podemos. Lo que necesita nuestro país es una forma de articular la sociedad, tenemos que construir pueblo pero desde la praxis. Tenemos que ir a la realidad cotidiana, de las emociones, de la construcción de cultura. Eso quiere decir centros sociales, construcción en el barrio. Así es como uno puede construir tejido social».

Jorge Moruno piensa que la clave está en saber compartir una misma ola que nadie domina: «Formamos, con nuestras diferencias, parte de un tiempo histórico concreto. Un proceso de subjetivación general del cual nadie es autor, porque lo somos todos. Hay que verlo de manera más amplia, más allá de las caras más conocidas. La ola está por encima, nosotros somos surfistas. Pero la ola es siempre un proceso social, imposible de diagnosticar, de saber cuándo va a aparecer y qué va a generar una nueva ola. Mientras se pueda, hay que surfear en el sentido de la ola, de ese pueblo vivo y abierto, y no pensar que somos nosotros quienes manejamos la ola».

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La ciudad en común

Un niño de pelo castaño claro empuña un megáfono. Habla para un círculo infantil. El megáfono circula de mano en mano. La asamblea junior se interrumpe de manera informal. Hay más juego que protocolo. Más deseos que reglas. En una pared, varios niños dibujan sobre un enorme papel marrón lo que quieren que sea el suelo que pisan. Las madres y los padres observan. No intervienen demasiado. En el solar Almendro 3, en el histórico barrio madrileño de La Latina, los niños son los arquitectos. Corretean sobre montones de arena, inventan mundos con maderas abandonadas. Diseñan el espacio. Los adultos son mediadores. Activan metodologías participativas para que los niños den forma a su mundo y resuelven los problemas prácticos de la dimensión adulta del espacio y de la vida (burocracia, gestiones, compra de material).

El solar Almendro 3 pertenece a la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid. El solar, tras estar veinte años tapiado, en noviembre de 2015 fue cedido por el Ayuntamiento a la ciudadanía. Los vecinos del barrio La Latina y las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de tres colegios públicos cercanos son los responsables del espacio. El gobierno de la alcaldesa Manuela Carmena, de Ahora Madrid, abrió un proceso participativo para que los propios vecinos decidiesen qué hacer en el solar. Abren y cierran cuando quieren. Moldean el espacio a su antojo. Organizan actividades: teatro infantil, construcción de mobiliario con materiales reciclados, festivales... Y cocinan reglas flexibles para Almendro 3, atravesadas por los deseos de los más pequeños.

El solar Almendro 3 no es el primer espacio cedido a la ciudadanía en Madrid, que cuenta con muchas experiencias conocidas internacionalmente, como Esta es una plaza, La Tabacalera o El Campo de Cebada, entre otras. Sin embargo, el proceso de cesión tiene novedades. Por un lado dispone de cierta financiación pública, por el otro la cesión se rige por un marco regulador de espacios municipales que han elaborado conjuntamente el Ayuntamiento de Madrid y colectivos sociales de la ciudad. Desde el ayuntamiento hablan de acuerdos público-sociales y de cogestión ciudadana. Buscan que la fórmula de colaboración público-privada no sea la única. Que la ciudadanía tenga voz y participe en los procesos. Que la cesión de espacios frene la gentrificación en los barrios turísticos del centro de Madrid.

Alberto Nanclares, uno de los padres involucrados en el solar, miembro de Ganamos Madrid y del colectivo Basurama, reflexiona sobre la incipiente república de los niños arquitectos de Almendro 3: «Es juego libre, juego sin columpios. En Europa, a partir de los años 50 encapsularon a los niños. Se les prohibe jugar con lo que quieren, vagabundear por la ciudad. Convirtieron la ciudad en una máquina productiva y sin alma. A partir de los 90 Madrid llega a ser una máquina insoportable. La burbuja neoliberal asfixió la vida de mucha gente. Cuando explotó el 15M, el gran proyecto de ciudad, que es el espacio público, había llegado a su límite. Le saltaron las costuras». Nanclares piensa que experiencias como la de Almendro 3 simbolizan el fin de ciclo de la ciudad neoliberal: «Es importante ver a los niños jugar sobre las ruinas, es toda una metáfora. ¿Para qué reconstruir las ruinas de un Estado? Usémoslas para hacer con ellas lo que queramos».

Alberto Nanclares cita a Francesco Tonucci, autor del libro La ciudad de los niños, un auténtico tótem para muchos papás y mamás del solar de Almendro 3. Tonucci reivindica el libre albedrío de los niños en el espacio urbano y defiende que la ciudad que es buena para los niños es buena para todos. Tonucci tiene en España una de sus principales audiencias. Incluso algunos gobiernos locales, como el de El Prat de Llobregat (Barcelona) o Pontevedra, han puesto en marcha su proyecto piloto «Camino seguro», que anima a los niños a organizarse para ir juntos al colegio. Más niños, más seguridad. Más niños que caminan, menos coches.

Para intentar vislumbrar los modelos de ciudad que vienen, el urbanista italiano Domenico di Siena hace hincapié en el proceso de innovación ciudadana activado por el 15M: «Unos de los elementos esenciales del 15M es el redescubrimiento de la dimensión territorial, la conciencia del derecho a la ciudad». La explosión del 15M en España y de Occupy Wall Street en Estados Unidos rescató y amplió el concepto de «derecho a la ciudad»19 formulado justo antes de las revueltas de mayo de 1968. El derecho a la ciudad histórico evoluciona a un derecho a modificar colectivamente la ciudad existente, y no necesariamente a rebufo de las instituciones. Tras décadas de especulación inmobiliaria, la ciudad dejó de ser «un espacio de encuentro para ser un subproducto urbanístico de las operaciones de los poderes económicos y políticos»20. Instaurar el derecho a la ciudad renace como mantra de activistas, urbanistas y académicos que luchan contra la especulación inmobiliaria y los procesos de gentrificación que expulsan a las comunidades de vecinos de los barrios.

Alberto Nanclares defiende la tesis de que las mamás y papás del solar Almendro 3 son más importantes para el cambio de piel que vive España que la clase política. «Esta época debe leerse al revés. Desde el mundo hacia el gobierno. Hay políticas públicas útiles, pero ya hay mucha gente que vive de otra manera, que juega de otra manera, que se relaciona de otra manera. Hay un desfase entre los marcos que ofrecen los gobiernos y esas otras vidas de la gente», matiza Nanclares. Precisamente, el marco regulador de cesión de espacios, que también está siendo trabajado por otros gobiernos municipales como el de Barcelona, intenta reducir el abismo existente entre políticas públicas y la vida de la gente. Lo público-social o la cogestión ciudadana son apenas una actualización del sector público a una realidad moldeada por cientos de iniciativas autogestionadas, autónomas, ciudadanas. El nuevo sistema nervioso de las ciudades no está apenas en el adentro institucional: es un dentro-fuera con ramificaciones múltiples que desborda el marco de la política representativa del siglo XX.

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