camino_felicidad_cover.jpg

EL CAMINO A LA FELICIDAD

 

Copyright © 2013 – Taller del Éxito Inc.

Título en inglés: The Joys of Living

Derechos reservados de la presente versión editada.

 

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida, por ninguna forma o medio, incluyendo: Fotocopiado, grabación o cualquier otro método electrónico o mecánico, sin la autorización previa por escrito del autor o editor, excepto en el caso de breves reseñas utilizadas en críticas literarias y ciertos usos no comerciales dispuestos por la ley de derechos de autor. Para solicitud de permisos, comuníquese con el editor a la dirección abajo mencionada:

 

Taller del Éxito Inc.

1669 N.W. 144 Terrace, Suite 210

Sunrise, Florida 33323

Estados Unidos

www.tallerdelexito.com

 

Editorial dedicada a la difusión de libros y audiolibros de desarrollo personal, crecimiento personal, liderazgo y motivación.

 

 

ISBN 10: 1-607382-16-4

ISBN 13: 978-1-60738-216-4

02-2013-11-21

INTRODUCCIÓN

 

 

Quien lea el título de este libro puede pensar que el autor está sugiriendo que al tomar un camino determinado, es posible llegar al lugar donde encontraremos la fuente de la felicidad y experimentaremos la alegría de vivir. Pero lo cierto es que a lo largo de estas páginas el lector encontrará el verdadero principio encerrado en este título: La felicidad no se encuentra en un punto en la distancia, sino en el camino mismo; se encuentra caminando y viviendo cada día de nuestra vida al máximo.

Este libro de Orison Swett Marden está basado en una de sus obras más hermosas, “The Joys of Living” (La Alegría de Vivir). A través de toda la obra, el autor nos muestra que la felicidad no es el producto de los triunfos únicamente, ni se nos da automáticamente con el logro del éxito financiero. La felicidad es el resultado de saber que hemos dado nuestro mejor esfuerzo. Tanto los triunfos como las caídas son importantes para alcanzar el éxito. Es fácil mantener una actitud positiva cuando todo sale tal como lo hemos planeado; lo verdaderamente significativo es mantener ese mismo optimismo cuando las cosas no salen como las habíamos proyectado. La felicidad es el resultado de vivir una vida con un propósito que no sólo nos beneficie a nosotros, sino que contribuya al éxito y crecimiento de otras personas.

Orison Swett Marden, quien es considerado como el fundador del movimiento moderno del éxito en Estados Unidos, nació en 1850 en el seno de una familia pobre, en una granja de la zona de Nueva Inglaterra, en los Estados Unidos. Se graduó en la Universidad de Boston en 1871, y posteriormente de la Universidad de Harvard. Fue él quien tendió un puente entre las viejas nociones del éxito y los nuevos modelos que popularizaron autores como Napoleón Hill, Dale Carnegie, Og Mandino, Earl Nightingale y Norman Vincent Peale, entre otros.

Durante su época de la universidad trabajó en la gerencia de un hotel y fue tan exitoso que cuando terminó su entrenamiento formal ya había ahorrado veinte mil dólares. Más tarde adquirió una cadena de hoteles en el estado norteamericano de Nebraska, pero en 1892 debido a algunos reveses financieros tuvo que emplearse otra vez como encargado de un hotel en Chicago. Después regresó a Boston para comenzar nuevamente. Una vez allí, reunió sus ideas y escribió especialmente sobre aquellas relacionadas con el optimismo, que era el tema central en sus escritos.

En 1897 fundó la revista Success, que alcanzó una circulación de casi medio millón de ejemplares, un tiraje enorme para aquella época. La revista circuló hasta su muerte en 1924, sólo con una interrupción de seis años, durante una época en que Marden debió enfrentar grandes dificultades financieras.

Los títulos alegres de sus libros expresan elocuentemente la actitud de optimismo y confianza que siempre lo caracterizó, aun en sus circunstancias más difíciles. Marden fue una figura altamente influyente en toda una nueva generación de emprendedores que encontraron en sus libros los secretos para construir una vida productiva, plena y feliz.

10768.png

 

CAPÍTULO UNO

En busca de la felicidad

 

10766.png

 

 

Por entre los altos robles y las hiedras perseguí la felicidad buscando con ansiedad hacerla mía, pero siempre huyó de mí. Corrí tras ella por cuestas y cañadas, por campos y praderas, por valles y torrentes hasta escalar las imponentes cumbres donde habita el águila. Crucé veloz tierras y mares; pero, una y otra vez, la felicidad esquivó mis pasos. Desfallecido y agotado, desistí de perseguirla y me dispuse a descansar en una playa desierta.

Un hombre pobre me pidió de comer, y poco después, otro me suplicó que le diera una limosna. Puse el pan y la moneda en las manos necesitadas de cada uno de ellos. Otro vino buscando consuelo y otro rogando amistad. Con cada uno de ellos compartí lo mejor que pude aquello que tenía. Fue entonces que, en forma divina, se me apareció la dulce felicidad y suavemente susurró a mi oído, diciendo: “Soy tuya”.

La felicidad es el destino de todo ser humano. Todos esperamos tener goces y placeres duraderos. Si nos preguntaran cuáles son nuestros tres anhelos más ardientes, la gran mayoría respondería: salud, riqueza y felicidad; pero si la pregunta se centrara en el mayor de los anhelos, con seguridad, la mayoría respondería: La felicidad.

Es cierto que todo ser humano anda en la eterna búsqueda de la felicidad. Todos nos esforzamos en mejorar nuestras condiciones de vida, en vivir con mayor desahogo y en librarnos de tareas duras, creyendo que todo esto nos dará la felicidad. Sin embargo, ¡cuán pocos han logrado poseerla y cuántos menos han logrado saber lo que es!

Quien ha ido en busca de la felicidad no la ha hallado donde esperaba encontrarla. Nadie puede hallarla si va detrás de ella, porque ésta surge de nuestras acciones y no del resultado de perseguirla hasta acorralarla.

Tan sencilla es la verdadera felicidad, que la mayoría de la gente la tiene al frente sin darse cuenta. Ella es hija de la tranquilidad. No vive entre los ruines ideales del egoísmo, la ociosidad y la discordia. Por el contrario, habita en la armonía y la verdad.

Muchos hombres han conseguido grandes riquezas, sólo para ver su incapacidad para disfrutarlas. Por ello solemos decir de algunos: “Tiene dinero y no lo aprovecha”. Muchas personas se afanan con tal empeño en ser felices en este mundo, que causan su propia miseria.

Quien la persigue con propósitos egoístas, nunca la encontrará, ya que ella esquiva los pasos de quien la solicita con egoísmo, porque la felicidad y el egoísmo son incompatibles. Ningún ser humano, por rico que sea, la encontrará jamás, si la desea sólo para él.

Quienes con mayor desinterés aprecian las cosas sencillas, disfrutan más la vida. El apreciar cada circunstancia de la vida en todo su valor, acrecienta nuestra felicidad. Sin embargo, muchas personas son infelices la mayor parte del tiempo porque sólo aprecian aquello que les produce comodidad y satisface sus placeres y apetitos.

Aquellas personas que siempre están pensando en sí mismas y sólo ambicionan lo que satisfaga sus ansias egoístas nunca hallarán lo que buscan. La felicidad se encuentra en el sentimiento del bien, y sólo puede ser feliz quien se interesa por el bien de los demás.

No puede haber mayor desilusión para un ser humano, que no encontrar la felicidad después de consumir los mejores años de su vida. Que gran sorpresa se llevan aquellos que enfocan todas sus energías en la búsqueda de la riqueza, ignorando por completo a quienes están a su alrededor, descuidando su crecimiento personal y no tomando en cuenta todo aquello que verdaderamente vale en la vida.

Si alguien concentra toda su capacidad en la ganancia de dinero, y descuida el desarrollo de los valores y facultades morales que le permitan observar la verdadera felicidad, no tendrá nada de valor cuando se retire de los negocios.

Muchas personas arruinan su capacidad para ser felices, mientras buscan los medios para poseerla. Aun los mismos criminales se imaginan que por el crimen han de mejorar de condición; que el robo los enriquecerá y el asesinato los librará de un enemigo de su dicha. Sin embargo, no puede ser feliz aquel a quien le atormentan sus malas acciones.

La felicidad no tiene cabida en el corazón de quien acoge pensamientos de venganza, envidia, celos y odio. Si no tiene limpia la conciencia, ningún estímulo ni riqueza alguna le proporcionarán verdadera felicidad.

En cambio, han sido muchas las personas que aún frente a muy adversas circunstancias encontraron felicidad, sólo por haber obrado con justicia. Igualmente, muchos han sido los que al no actuar con rectitud son infelices, a pesar de tener satisfechas todas sus necesidades materiales.

Todos nos esforzamos en mejorar la suerte, en procurarnos mayores comodidades, en lograr una mejor posición que la que tenemos, pero la verdadera felicidad no consiste en comer, beber, oír o ver más, ni en la satisfacción de nuestros apetitos y deseos, sino que es fruto del esfuerzo noble y de la vida útil.

La felicidad aparece cuando decimos una palabra afectuosa a quien necesita oírla, cuando actuamos de manera noble o tenemos un impulso generoso. La sentimos con cada pensamiento recto, con cada palabra o acción compasiva, así no la estemos buscando.

Quien ande en busca de la felicidad, debe recordar que dondequiera que vaya sólo encontrará lo que haya llevado consigo.

La felicidad no está jamás fuera de nosotros ni tiene otros límites que los que nosotros mismos le señalamos. Nuestra aptitud para apreciar y gozar determinará los límites de nuestra felicidad.

Es imposible encontrar a nuestro alrededor algo que no se encuentre en nuestro interior. La felicidad nace de la expresión vigorosa y espontánea de lo mejor de lo que somos capaces. Nuestro error está en que la buscamos donde no existe: en lo transitorio y perecedero. Ella viene de dar y entregar, no de recibir y retener.

Sin querer decir que esté mal desear gozar de un mejor estilo de vida, debemos recordar que jamás seremos felices atesorando riquezas, por valiosas que sean, ya que lo que el ser humano es, y no lo que tiene, es lo que labra su felicidad o su infortunio.

El corazón humano siempre está hambriento; pero la infelicidad es el hambre de adquirir, mientras que la felicidad es el hambre de dar. Ella borra todo vestigio de tristeza.

La felicidad es el premio por los servicios prestados a nuestros semejantes, del heroico esfuerzo en desempeñar nuestro papel y cumplir nuestro deber con el mundo. Se deriva del deseo de ser útil, de mejorar el mundo de modo que haya menos penas en él a causa de nuestros esfuerzos.

Las palabras de aliento, las ayudas no solicitadas pero oportunas, el trato amable, los deberes fielmente cumplidos, los servicios desinteresados, la amistad, el afecto y el amor, son cosas que, no obstante su sencillez, nos ayudan a encontrar y poseer la felicidad.

William D. Howells decía: “Para mí, la vida no ha de ser como una cacería perpetua de la felicidad personal, sino el anhelo de conseguir la felicidad de toda la familia humana. ¡No hay otro éxito! ¡Ah! ¿Cuándo será que todo ser humano finalmente entiende que su mayor objetivo es el bien de la humanidad, de modo que la paz se extienda como un lienzo de luz sobre la tierra y como una red a través del mar?”