LIBRO GRIS DEL TERRORISMO

 

© Dr. Dr. Kei Nakagawa

Dr. El Mostafa Rezrazi

Dr. Shoji Matsumoto

 

Traducción: Dr. Bouazza Assam

 

ISBN: 978-84-16646-55-5

 

Edita: Olelibros.com

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Prólogo

 

 

Me satisface mucho prologar la presente obra “Libro gris del terrorismo” de los Profesores Dr. Kei Nakagawa (Universidad de Hagoromo), Dr. El Mostafa Rezrazi y Dr. Shoji Matsumoto (Universidad de Sapporo Gakuin) de Japón. Muestro por ello mi agradecimiento, a los autores y personas que me han facilitado tan honorable encuentro de colaboración Euro-marroquí, y en particular entre los Reinos de Marruecos y España, en la lucha contra el terrorismo yihadista.

El encargo que se me hace, representa no ya un honor, sino una enorme responsabilidad que asumo en defensa de los derechos humanos que en su día proclamó Naciones Unidas. Declaraciones y Pactos sobre derechos civiles y políticos se han sucedido con posterioridad a la Segunda Gran Guerra Mundial, de la que nos queda suficiente recuerdo como para evitar, que tal barbarie no se repita jamás. Lamentablemente el zarpazo terrorista y sus perniciosos efectos tratan de tomar posiciones, infundir miedo a los pueblos y a sus gentes, víctimas de este fenómeno y de quiénes lo alientan y financian, con la más que probable finalidad de imponer y someter a los pueblos a un interesado y perverso modelo de esclavitud enmascarado en un gran negocio denominado Nuevo Orden Mundial.

Destacaría de la presente obra, su impecable metodología, rigor investigador y análisis objetivo de la problemática yihadista. Los autores dan respuesta a una demanda social que se interesa por conocer las causas de tan singular fenómeno criminal que irrumpe en Occidente, desde que el 11 de septiembre de 2001 se atacaran las Torres Gemelas de Manhattan en New York, o, los atentados de Casablanca de 16 de mayo de 2003; Estaciones Ferroviarias en Madrid, y poblaciones limítrofes con la capital, el 11 de marzo de 2004; Londres el 7 y 21 de julio de 2005; Paris el 13 de noviembre de 2015; hasta el reciente Atentado de Bruselas el 22 de marzo de 2016, entre otros, en Europa, sin olvidar los producidos en Oriente Medio, como Siria, Irak, generalizándose a la totalidad del arco mediterráneo, y línea divisora con Asia como Pakistán, siempre buscando estrategias geográficas para un mayor control a la hora de extender las garras terroristas, todo ello con un balance de miles de muertos y heridos.

Se trata la obra, sin duda, de un trabajo bien concebido, elaborado y estructurado. Dan cuenta los autores, de forma pormenorizada, del particular trasfondo y claves de esta delincuencia, las repercusiones de la invasión estadounidense en Irak, así como la magnífica colaboración que los Gobiernos, a través de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de los diferentes países de Europa y el Magreb, en particular España y Marruecos, en la contribución al desmantelamiento de numerosas células terroristas, aparentemente dormidas.

Desde una perspectiva criminológica, el terrorismo yihadista, inspirado en la doctrina salafista wahabí, de radical ortodoxia en la interpretación de la ideología islamista, es un fenómeno nuevo y desconcertante, por su particular dogmática, para el analista que pretenda diagnosticarlo con patrones convencionales.

Nada tiene que ver, por ejemplo, con las cruzadas, menos con el terrorismo anarquista, de sobra conocido, nihilista. Ni con los movimientos políticos, fuertemente ideologizados, que acuden al crimen como vieja estrategia para conseguir sus pretensiones nacionalistas, independentistas… El terrorismo yihadista se asienta en la fanática creencia de un dios vengador y cruel, que exige una fe incondicional, ciega, de sus fieles. Que convierte a éstos en combatientes y les lleva incluso a la autoinmolación para conseguir así el paraíso, con placenteras prebendas.

Llama la atención, para comenzar, el perfil del terrorista yihadista. Porque suele ser un joven de clase acomodada, incluso alta, educado en universidades extranjeras de élite, culto y con excelente preparación técnica y profesional. Nada que ver con los desheredados, hijos de la pobreza y la miseria, a los que suelen reclutar otros movimientos muy radicales e ideologizados. Las mujeres jóvenes constituyen, también, un suculento y preferente objetivo del yihadismo, a las que capta y adoctrina como futuras compañeras de los guerreros combatientes con unas campañas aceleradas a través de las redes sociales.

El terror, y sus zarpazos, cumplen en el yihadismo una doble función: atemorizar a los infieles, y reforzar la fe inquebrantable en la victoria de la causa: el Estado islámico.

La violencia ciega y brutal se practica con un ceremonial ritualista que presencian los fieles terroristas. Pocas imágenes de verdaderos profesionales resultan tan perversas, como las que se graban, en alta definición, ejecuciones a sangre fría de prisioneros, y que son transmitidas como propaganda para horrorizar a los hombres de bien, reforzando así la fe ciega de la victoria de sus secuaces asesinos. Y nada más abominable, que enseñar incluso a niños de corta edad para que se familiaricen con la violencia más sanguinaria y participen en la misma ejecutando a infieles capturados o, incluso, simbólicamente con muñecos y juguetes.

El yihadismo, más que una ideología o un movimiento, es una contracultura, una contracivilización, y encubierto negocio, que rechaza todos los valores humanos, cultura occidental, sus símbolos, la historia y el arte. Por el contrario, el yihadismo practica el discurso del odio. Busca el mayor daño posible a los infieles seleccionando el momento, lugar y modus operandi que cause mayor destrucción y desmoralización. La utilización de tornilleria, clavos, tuercas, bolas de acero, en definitiva, metralla en sus artefactos explosivos demuestran que pretende causar estragos y el mayor sufrimiento a sus víctimas.

El modus operandi del yihadismo exhibe una particular perversión y crueldad: matar es muy fácil, no hacen falta ni siquiera armas sofisticadas. Basta una navaja.

La comunicación de los comandos yihadistas (sin estructura jerárquica sino horizontal) a través de la red dificulta la anticipación de sus golpes, siempre imprevisibles. Y sus fuentes de financiación, poco transparentes, pero eficaces, potencia la capacidad destructora de este terrorismo y la satisfacción de quienes lo alientan y financian.

Poco útil y eficaz puede ser la intimidación penal ante fanáticos capaces de autoinmolarse que supera la barrera del propio instinto de conservación, el más primario del ser humano. Será necesaria una estrategia global y bien coordinada de los servicios de información. Y una meditada política de prevención de todos los países.

Del islamismo no yihadista habrá que exigir un posicionamiento radical y claro que aisle al terrorismo, y condene a quienes invocan a ese dios del terror.

Desde una perspectiva políticocriminal, los Estados han de unirse en la lucha contra tan singular forma de criminalidad. La Constitución Española de 1978, hace un impecable reconocimiento y protección de los derechos humanos, garantías del ciudadano, que nos enseñaron los Ilustrados, todo ello por el respeto que merece la dignidad de la persona en el contexto internacional.

Por ello, la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, número 2178, pide a los Estados que comprueben la eficacia de sus leyes, tipificando y haciendo las modificaciones que consideren necesarias para sancionar las conductas terroristas que detalla dicha Resolución, al objeto de proteger la convivencia, el Estado de Derecho y el modelo democrático. Estas nuevas amenazas, procedentes del fanatismo totalitario deben de combatirse estrictamente con la Ley. En este sentido, destaca la Ley Orgánica 2/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica el Código Penal español en materia de delitos de terrorismo (BOE. 31 de marzo de 2015), en cuyo preámbulo se pone de manifiesto las anteriores preocupaciones, de las que el legislador español se ha hecho eco promulgando tan importante reforma. Resalta el fenómeno de los combatientes terroristas que se desplazan a diferentes lugares, para sembrar el pánico y el terror con la mayor impunidad, amenazan la seguridad de la Unión Europea y de toda la Comunidad Internacional. Destaca de la presente Ley, su sistemática de acuerdo con las necesidades actuales. Así define lo que se entiende por organización o grupo terrorista y la pena que corresponde a quienes promueven, organizan, se integran o dirigen estos. La reforma se inspira en la Decisión Marco 2002/475/JAI del Consejo de la Unión Europea, de 13 de junio de 2002, sobre lucha contra el terrorismo, tipificándose como tales, la subversión del orden constitucional o desestabilización del funcionamiento de sus instituciones incluyendo organizaciones internacionales; alteración de la paz pública; así como provocar un Estado de terror en la población o parte de ella; terrorismo con muerte, depósito de armas y explosivos, fabricación y tráfico, incluyendo armas, sustancias, o aparatos nucleares de similar potencia destructiva. Se castiga especialmente el adoctrinamiento y adiestramiento pasivo, con especial mención al que se realiza a través de las redes sociales, accesibles al público; así como la financiación y el blanqueo de capitales con esta finalidad. El legislador no olvida la conveniencia, en términos de política criminal y para todos los delitos de terrorismo, la eventual aplicación de la agravante de reincidencia internacional, ni la imprescriptibilidad cuando se haya causado muerte en las personas a consecuencia del atentado terrorista.

España por su emplazamiento geográfico-mediterráneo, proximidad con países como Marruecos, con estrechos lazos históricos, culturales y políticos, no debe desaprovechar el fortalecimiento de las relaciones existentes entre ambos reinos. Siempre han existido intereses comunes entre los dos Estados, no ya comerciales, sino de cooperación en la lucha contra el terrorismo y otras formas de criminalidad, como tráfico de drogas. La colaboración de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de ambos países han arrojado un balance muy positivo en las diferentes operaciones conjuntas del último año, habiendo sido posible la detención de casi un centenar de terroristas yihadistas, gracias a tan eficaz colaboración (Plan Buho, Telos...).

Los Reinos de España y Marruecos tienen intereses comunes. Ambos Estados se convierten en el punto de partida o de llegada del Continente Americano de células terroristas, y no interesa, en absoluto, que estos elementos se valgan de plataformas geográficas para cometer sus atentados, con la mayor impunidad. La cooperación conjunta habrá de basarse en la confianza mutua entre los dos estados, en el intercambio de medios técnicos y delicada información, para evitar que se propague esta lacra al continente europeo y africano, en particular al Sahara Occidental, no se deben pues escatimar esfuerzos, y sí, estimular, y extender la colaboración con otros países del Magreb. Si esto no se produce, lamentablemente vamos a padecer durante muchos años el fenómeno del terrorismo internacional y sus consecuencias. Será necesario, modificar los Tratados de Schengen y Tampere, sobre libre circulación de personas y bienes, y retornar al pasaporte y control de frontera. Ello, sin olvidar la problemática de los movimientos migratorios, que sugieren a su vez una protección del perímetro marítimo y terrestre de la Unión Europea con una nueva policía, si no queremos reforzar la OTAN. Todo ello sin renunciar a las reformas recientemente operadas en España, sobre estrategia de Seguridad Nacional y Ley 36/2015, de 28 de septiembre, al respecto.

La colaboración entre España y Marruecos, no debe limitarse estrictamente, a la seguridad, que sin duda es importante, sino en intercambios culturales, en la manifestación de preocupaciones comunes, problemas de diferente naturaleza y líneas de solución con base científicas, me refiero a la Universidad.

Mi más sincera enhorabuena a los autores y coordinadores por tan espléndido libro, en su edición para España, y a su Editorial por el éxito más que asegurado.

 

Madrid, 3 de abril de 2016

Fernando Santa Cecilia García

Profesor de Derecho Penal

Secretario del Instituto de Criminología.

Universidad Complutense de Madrid

 

 

 

 

 

Introducción

 

 

“Nunca el asesinato será a mis ojos objeto de
admiración y argumento de libertad.
No conozco a nadie más servil, más despreciable,
más cobarde, más testarudo que un terrorista”.

Chateaubriand

 

Cuando algunos países, instituciones y centros de estudios estratégicos sensibles rebajaron sus reservas sobre el intercambio de información respecto al fenómeno del terrorismo intercontinental, fue una señal inequívoca de que la implicación en la guerra contra el terrorismo no excluía ningún ámbito ni zona geográfica.

Ninguna guerra se puede ganar sin la movilización de la opinión pública. Ésta debe entender las necesidades y la justificación para recurrir a la misma, que no es al fin y al cabo más que proteger la existencia y afianzar la seguridad, la paz y la estabilidad. Aunque los resultados, a veces, no acompañan la voluntad, los deseos y las habilidades.

Debido a que un ámbito fundamental en la lucha contra el terrorismo conlleva la dimensión mediática, al igual que los principales asuntos de conflictos de intereses y de poder, el enfrentamiento a la pesadilla y el horror del terrorismo no implica menos ferocidad en la guerra psicológica. Una guerra total que impone en primer lugar el aislamiento del fenómeno impuesto y despojarlo de todos los medios de los que pueda hacer uso. Unas herramientas que pueden tener un carácter negativo cuando se trata de aprovechar la enorme revolución en el ámbito de la comunicación para la propaganda y el adoctrinamiento de los más jóvenes con dosis de planteamientos extremistas, o positivo cuando simplifica los hechos y estudia las tendencias con una imparcialidad objetiva.

 

Una misión sagrada

La aproximación requerida, en este sentido, se convierte en una especie de ejercicio de sinceridad que ilumina el camino, y hace que la lucha contra esta lacra implique una serie de responsabilidades colectivas e individuales, a nivel de la seguridad, la educación, la política, la economía, la cultura y la religión.

Nada más provechoso en esta perspectiva global que calificar el terrorismo, sus derivados, sus ramas homogéneas o incluso rivales por razones sectarias, como TERRORISMO con todas sus connotaciones y riesgos. Lo que cierra el paso ante interpretaciones justificativas y/o controversias desencaminadas, y logra el más alto grado de sentido común y prudencia para no sucumbir a los sentimientos de desesperación, o limitarse a ser un mero espectador en la grada. De modo que no hay lugar para la neutralidad. No cabe más que implicarse plenamente en la corriente principal de una batalla sagrada bajo todos los criterios legales, humanitarios y éticos.

Si las batallas y conflictos que han surgido como consecuencia de la guerra fría, y siguieron de otro modo tras su fin, con la aparición de puntos de referencia monopolar, tendieron por naturaleza a mantener en secreto una gran cantidad de hechos y datos –de acuerdo con el principio de confidencialidad temporal– en estantes, cajas y armarios, e incluso en los cerebros, hasta el levantamiento del secreto de sumario debido a los plazos de prescripción o validez de las leyes y procedimientos relacionados, la guerra contra el terrorismo es diferente en términos de referencia y métodos del resto de batallas. Tiene aspectos secretos, como la diplomacia y las batallas de equilibrios de los intereses económicos, comerciales, intelectuales y educativos, así como sus propios mecanismos tanto en el ámbito jurídico como sobre el terreno.

No obstante, ésta se practica a gran escala en el ámbito global. A la cabeza de sus normas figura el hecho de que la eficacia está asociada a la difusión de la conciencia de los riesgos, que no distinguen entre las posiciones políticas, sociales o religiosas. Todo el mundo está en el mismo bando mientras que los terroristas, en la práctica, la teoría y la captación, están en el otro bando contra toda la humanidad y la civilización.

 

Valores universales

Si las opciones ideológicas y los patrones de las especificidades culturales diferencian los mundos, y los mapas de sus territorios separan el norte y el sur, los ricos y los pobres, las razas y los colores y civilizaciones del mundo, el fenómeno del terrorismo es el primero en abolir estas diferencias; ya sea a nivel de sus tifones, que sorprenden a todo el mundo con sus vaivenes, o en el hecho de que el enfrentamiento se ha impuesto a todo el mundo sin excepción. Lo que preocupa cuando el terrorismo golpea el país más pobre del mundo, es exactamente lo que se le ocurre a uno cuando se ceba con personas inocentes en el país más próspero. Los miedos que suscita el terrorismo cuando extiende sus raíces en una región que sufre de una falta de estabilidad y seguridad en las bases del Estado, es el mismo terror que causa en otros espacios que disfrutan de los beneficios del progreso y el desarrollo.

Es la primera vez que se destacan valores nuevos, universales y homogéneos, que unen a los seres humanos con todas sus diferencias: etnias, razas, lenguas, creencias y culturas. Si Nueva York sufre un atentado, las réplicas se notan desde Yakarta a Freetown, y desde Los Ángeles hasta Nueva Delhi. Si Casablanca recibe un golpe, sus ecos, en forma de sentimientos de solidaridad, se notan en Buenos Aires, Bruselas y Londres, hasta los confines de Australia. Del mismo modo que Madrid se convierte en la gemela de Saná, París, El Cairo, Kabul, Bagdad o el Cáucaso.

Además, tanto Marrakech como Bombay o Moscú, con su rico patrimonio cultural de la humanidad, blanco de ataques destructivos de los monumentos históricos como es el caso de Tombuctú, Mosul o las estatuas de Buda en Afganistán, alzan conjuntamente la voz de la condena, la denuncia y la solidaridad.

 

Vuelta a la ley de la jungla

El espíritu humano tiende, a través de las experiencias, iniciativas y convicciones a la glorificación de la dignidad humana y la promoción de prácticas que preserven la naturaleza de la existencia, y reviste la tarea de la sucesión en la tierra de todos los atributos de la coexistencia y la nobleza. Así pues, las valoraciones históricas denuncian el fascismo, el nazismo, los crímenes de los tártaros y los enemigos de la libertad. Además, se promulgaron acuerdos intelectuales y morales frente a los tipos de males que amenazan con destruir o lesionar la humanidad de los seres humanos, bajo cualquier pretexto.

Sin embargo, el más grave de estos fenómenos que asoman el cuello desde las cloacas más nauseabundas tiene una denominación (en árabe) de cinco letras, el mismo número de los cinco continentes del mundo, considerado como el azote del siglo bajo todos los puntos de vista. Mientras que el mundo tiende a difundir el conocimiento, la fraternidad y la convivencia, el fenómeno terrorista intenta propagar la ignorancia, las luchas y enemistades, en una carrera que pretende arrastrar a la historia a las épocas más tenebrosas, donde impera la ley de la selva. Tal vez la historia que aquí se resume no esté exenta de fenómenos vergonzosos. Forman parte de ella guerras mundiales directas o por delegación, y otros conflictos que intentan resucitar el legado odioso de las guerras religiosas que el mundo creía relegadas a los libros de historia.

Sin embargo, nunca antes una coalición internacional saltó por encima de las barreras ideológicas, religiosas y étnicas, revistiendo un carácter civilizacional, como la que se formó como consecuencia del fenómeno terrorista que unió religiones, naciones y civilizaciones. Sin saberlo, asentó los valores del nuevo sistema, que no se contenta con el rechazo y desprecio del terrorismo, sino que convierte la guerra contra el mismo en un deber igualitario entre los pueblos y las naciones.

Desde este punto de vista y otros, impera la necesidad de una mayor integración en esta batalla de la dimensión civilizacional. La evidencia nos indica que facilitar la información y exponer los hechos ante la opinión pública, a pesar del horror del cariz que presenta el terrorismo, sea de organizaciones, grupos o individuos, la crueldad y la fealdad de la masacre de inocentes, la destrucción de viviendas e instalaciones, el horror de cuerpos inmolados... constituye un baluarte contra todas las formas de extremismo y la violencia que afectan a la dignidad de la existencia humana.

 

En la notoria experiencia marroquí en este sentido, se consolida la convicción de que la conciencia de los ciudadanos se sitúa en la vanguardia del compromiso de principios, lo que hace que cada ciudadano asuma desde su posición en el hogar, la escuela, la fábrica o en la calle, el estandarte de la lucha contra el terrorismo.

Mientras el mundo estaba inmerso en la estupefacción sobre el grado alcanzado por los ataques terroristas en violencia, horror y crueldad, los marroquíes se congregaron en una manifestación masiva. Fue la primera manifestación de este tipo, que estableció los valores de la vida frente al asesinato, y los cimientos de la unidad frente a la tentación y manifestaciones de división. Las manifestaciones masivas posteriores a los ataques terroristas del 16 de mayo de 2003 en Casablanca reafirmaron una fuerte voluntad y firme determinación de cada uno de los marroquíes de diferentes tendencias, afiliaciones, nivel intelectual y social, en la creación de la mayor barrera intelectual y humana para la lucha contra la propagación del fenómeno terrorista.

 

Cordón sanitario

Antes de eso, poco menos de diez años, los grupos de la oposición y de la mayoría se unieron en el llamamiento a la razón y la conciencia que vio en los atentados del hotel Atlas Asni en el verano de 1994 en Marrakech, un intento de arrastrar a Marruecos al lodazal de la violencia ciega.

En una reacción habitual en las batallas cruciales que funden a los marroquíes en la solidaridad, los partidos políticos olvidaron sus diferencias, yendo de la mano en un claro indicio de las prioridades consistentes en la defensa de la seguridad, la unidad y la estabilidad del país.

A pesar de los reiterados intentos, siguiendo el transcurso de los conflictos regionales, internacionales y locales, en cada ocasión, la respuesta fue firme y decidida, limitada sólo por el techo del recurso a la ley, como núcleo de un contrato social que no acepta ningún incumplimiento, indulgencia o negociación. El Rey de Marruecos, Mohamed VI, anunció a raíz de los atentados terroristas que golpearon Casablanca, en mayo de 2003, que no habrá clemencia frente al terrorismo, y que la consolidación de la democracia sólo se puede hacer a la luz del imperio de la ley en el Estado de derecho.

Sin embargo, los enfoques adoptados demostraron su eficacia y fueron objeto de reconocimiento y elogios. Consistirán en la visión alerta y anticipatoria que evitará a Marruecos el riesgo de convertirse en un campo de odiosa experimentación terrorista.

Dicha estrategia alternativa asimiló las preocupaciones que acompañan la salida del monstruo terrorista de su cueva, teniendo en cuenta en primer lugar que hay que abordar los escondrijos de las células durmientes, y no esperar a que despierten y empiecen a llevar a cabo atentados. El desmantelamiento de un gran número de organizaciones activas en las distintas ciudades marroquíes, o bajo el paraguas de organizaciones extranjeras, no es más que la encarnación práctica del plan anticipatorio, que libró a los marroquíes de caer en la trampa del miedo, el terror y la espera pasiva.

 

Respuesta grabada en la memoria

El factor sorpresa cayó, por tanto. Pero no por ello cesaron los planes de transferir el atolladero sangriento predominante en regiones de tensión al interior de las fronteras de Marruecos. Pero al estar intrínsecamente entrelazadas y con diversas extensiones, el enfrentamiento al mismo impone un enfoque global, de una dimensión nacional, regional e internacional. Dichos planes se centraron especialmente en Marruecos, al igual que otros países occidentales y árabes, motivados por el hecho de que ofrece un modelo diferente en la guerra contra el terrorismo, basado en la vigilancia continua dentro del marco del mantenimiento del ritmo normal de la vida, para que no se vea afectada por dichos actos, cualesquiera que sean los riesgos.

Algunos tuvieron la sensación de que la sucesión de desmantelamientos de las células terroristas, por ejemplo, podría dañar la imagen y el sector del turismo y de servicios del país, o causar el descenso de la actividad económica; sucedió lo contrario. Debido a este plan valiente, se reforzó la confianza en la experiencia marroquí. Un antecedente que indica hasta qué punto se puede llevar a cabo la guerra contra el terrorismo, acompañada por un compromiso paralelo con el resto de preocupaciones, en la misma línea en la que interactúa con el proyecto de construcción democrática y la preocupación por la seguridad.

Lo que aumenta la relevancia de esta correlación es el hecho de que uno de los objetivos del fenómeno del terrorismo consiste en la interrupción del ciclo natural de la vida de los individuos, grupos y naciones, para ponerlos a merced de la espada de amenazas manifiestas en sus planes y vídeos emitidos desde sus cuevas tenebrosas.

Aunque los terroristas lograron perpetrar los ataques suicidas en Casablanca con cinturones explosivos, engrosando las listas de víctimas del restaurante Argana, en la Plaza Djemaa el Fna de Marrakech, con personas inocentes cuya sangre fue derramada de modo absurdo sólo porque estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado, las hipótesis que suscita esta imagen que persigue la propagación del pánico y la suspensión de los intereses de la gente, dentro de la perspectiva anticipatoria, han sido sustituidas en la memoria de los marroquíes y los extranjeros con otra positiva: el refuerzo de los cimientos de las fuerzas de la seguridad, tanto en la jerarquía como en la estructura; las reformas en la estructura del campo religioso; la promoción del arsenal jurídico y la construcción del edificio democrático. Una andadura que no lograrán agitar los vientos del terrorismo, es la esencia del tratamiento adecuado.

 

Un reto enorme

Debido a que los desafíos interiores de la batalla son inseparables de la dimensión exterior, el método anticipatorio se ha extendido a amplios horizontes, que incluyen el intercambio de información, experiencias y datos, lo que permitió tanto a países occidentales como islámicos frustrar ataques y actos de violencia planeados cuidadosamente. Por tanto, lo que resulta claro es que nada limita tanto el efecto terrorista como ganarle tiempo a la carrera terrorista con una reacción más rápida, intuitiva y alerta.

Los servicios marroquíes de seguridad, como queda claro en los capítulos de este libro, desempeñaron un papel notable en la alerta sobre los futuros riesgos, a la luz de datos de gran importancia, que llevaron a la frustración de muchos planes encaminados a cometer atentados, promovidos por los «príncipes de la sangre». Un hecho que hizo que Marruecos constituya un referente destacado en la detección de riesgos tanto a nivel interno como externo. Una reacción que sólo desarrollan los organismos vivos sanos ante la inminencia de una amenaza a su integridad territorial.

Con su visión a corto y a largo plazo, Marruecos no separa los planes dirigidos contra la seguridad interior de los que se ciernen sobre la seguridad de sus socios internacionales. Su acción y sus compromisos no se limitaron a este respecto dentro de los límites geográficos, sino que se extendieron a ámbitos más amplios, originados en la indivisibilidad de los planes terroristas.

Si hay que hablar de oportunidades perdidas en este sentido, éstas se deben a la falta de una coordinación regional capaz de trasladar la batalla a niveles avanzados, más allá de la coyuntura; además de la excesiva sensibilidad que tuvo como resultado paralizar el proceso de la construcción del Magreb Árabe militar, política y económicamente.

Los riesgos planteados a Marruecos, al igual que otros países, se pueden limitar con el trabajo duro y continuo, como lo demuestra el desmantelamiento de una gran cantidad de células y organizaciones que estaban esperando la oportunidad de entrar en acción, algunas de las cuales pasaron a la fase de ejecución, y otras fueron frustradas en fase embrionaria. El desafío más grande consiste en la propagación y amplitud de los puntos negros de la tensión, de Afganistán a Somalia, de Iraq a Argelia, de Nigeria a Libia y del Sahel a Siria, sin perder de vista el impacto de los conflictos étnicos y sectarios y la eternización de las crisis regionales sin resolver. Sobre todo aquellas en las que existen movimientos separatistas armados, como es el caso de los campamentos del Polisario en el sudoeste de Argelia. Existe una estrecha correlación entre las organizaciones extremistas y la tenencia de armas.

Existe una atracción «instintiva» a los puntos calientes, como se puede apreciar en la fuerte afluencia de los yihadistas voluntarios a los puntos conflictivos, basada en la afinidad a nivel de objetivos.

Después de que Marruecos haya conseguido repeler los riesgos emergentes desde el interior, hubo un rebote inverso, consistente en la transformación de los campamentos de Al Qaeda en viveros para yihadistas que cambiaron al otro hombro sus armas, explosivos y experiencia de campo adquiridas, para usarlas contra Marruecos y los intereses internacionales en el interior de sus fronteras.

Algunas respuestas incorrectas a las crisis políticas y militares producen señales equivocadas que son recogidas por organizaciones terroristas, con el fin de mantener el pulso de células durmientes, a pesar de todos los golpes sufridos por Al Qaeda, considerada como la matriz que generó todos los males. Cada vez que el cerco se hace más estrecho sobre los refugios del extremismo y la violencia, ésta se apresura a la búsqueda de ámbitos más proclives a sus actividades, lo que confirma el vínculo orgánico entre el terrorismo y la falta de estabilidad y de control de los países sobre sus fronteras y sus territorios.

Marruecos, y cualquier Estado por separado, no puede por sí solo sustituir al mundo entero en la tarea de erradicar las raíces y ramas de este fenómeno creciente, al ritmo de la propagación de ideas extremistas e incendios ardientes en las zonas de crisis y tensiones. Sin embargo, sus contribuciones en la diversidad de las modalidades y el uso de la metodología adecuada, ayuda en la comprensión de las recónditas zonas de sombra.

Por otra parte, los principales esfuerzos que expone este libro, como el primer documento de su género, apoyado por hechos y testimonios, planes y nombres de las células y las redes, no se enmarcan sólo en la reducción de los riesgos que amenazan la seguridad y la integridad del país. Están integrados en las extensiones de los esfuerzos internacionales, horizontales y verticales, pese a que sus resultados son aparentemente poco tranquilizadores dado el creciente volumen de amenazas terroristas en el mundo.

Los atentados, que tuvieron como objetivo la paz de algunos países no significan, en el contexto de la transferencia de las batallas al corazón de los mundos árabe e islámico, que después de haber sido dirigida por parte de las teorías extremas contra el «otro enemigo», especialmente en los espacios de los países occidentales, los planes terroristas tienen una única dirección. Del mismo modo que entre los ciudadanos occidentales expuestos a los ataques terroristas se cobraron vidas inocentes, este terrorismo ciego no excluye a los ciudadanos árabes y musulmanes que perdieron sus vidas a manos de los terroristas. Para ellos, no existen diferencias entre las religiones y las lealtades.

Los objetivos incluidos en el inventario de las redes que han sido desmanteladas incluyen en la misma casilla lugares de culto judíos y cristianos, marroquíes y musulmanes, al igual que turistas extranjeros de todas las nacionalidades.

Hay que añadir que la elección de los miembros de la comunidad judía marroquí como objetivo de la liquidación y los ataques, refleja el discurso nervioso del que hacen alarde los que pretenden la pertenencia a la fe islámica, ya que intenta socavar la convivencia y romper el tejido de los componentes de la identidad marroquí. Este proyecto es casi inseparable de sus objetivos de socavar la unidad nacional y territorial, lo que explica la participación de elementos del “Frente Polisario” separatista en complots terroristas contra Marruecos.

Mientras que se repite el leitmotiv de la instauración de un «Estado del Califato Islámico» para justificar los ataques y la violencia terrorista contra un país musulmán que en el preámbulo de su Constitución reza que el Reino de Marruecos es un país musulmán que fusiona elementos de una identidad nacional unificada, refleja más bien la intención subyacente, que es establecer el vínculo entre el islam y el extremismo, la violencia y el terrorismo. El concepto del “califato” se ha convertido en sinónimo del Estado de ISIS, exento de todos los fundamentos de un Estado, y ajeno a todas las religiones y las leyes positivistas.

No obstante, el origen de esta tendencia, inspirada en las «guerras de religión» y los intentos de provocar una profunda grieta en la convivencia entre religiones y etnias, razas y culturas, reside en el hecho de que, desde su literalidad, el Estado Islámico, según sus estrategas y seguidores, se opone al «Estado de incredulidad», y está instaurado principalmente con finalidad “takfirista” para excomulgar a todos, dentro y fuera de los países islámicos.

 

Un virus mutante...

Se pondrá de relieve, igualmente, el vínculo orgánico entre el terrorismo y las formas de delincuencia organizada, el narcotráfico, el contrabando de armas, seres humanos, falsificación de documentos de identificación para facilitar el movimiento de las bombas de una región a otra... Complicaría las cosas aún más la tentación de imaginar lo que se conoce como el movimiento del voluntariado a Siria e Iraq, y a Afganistán y Somalia con un pelaje religioso que hace una interpretación sui generis del “yihad”, que permite la transferencia de los ataques terroristas de un territorio a otro.

El desmantelamiento de varias células de captación de jóvenes voluntarios puso de manifiesto cómo el círculo de vinculaciones convirtió al Reino en objetivo estratégico para los defensores del extremismo y el terrorismo. El motivo consiste en que, ante la falta de otros refugios, se limita a los entrenamientos en campos de organizaciones diseminadas, desde Afganistán a Argelia y Libia, del Sahel a Siria e Iraq, pasando por Somalia y Yemen.

La presencia de un gran número de voluntarios de ascendencia marroquí en las filas de los «muyahidines» refleja el dilema de asfixia causada por el cierre del espacio marroquí, y la neutralización de potenciales terroristas. Antes de que el mundo se percatara de las dimensiones peligrosas de la captación y desplazamiento de estas personas a los puntos calientes, los servicios de seguridad marroquíes lanzaron muchas piedras en el agua estancada. Marruecos fue el primero en advertir de las facilidades de tránsito de los grupos de suicidas y «yihadistas», ya sea a nivel de las ondas expansivas de esta extraña migración en su naturaleza y objetivos, o a nivel de conciencia de que provocará el recrudecimiento de las tensiones en las áreas conflictivas, lo que daría lugar a un nuevo despertar de la comunidad internacional sobre el fenómeno, que fue visto en algunos casos como que sólo afecta a las zonas de tensión, con el pretexto de que lo que ocurre fuera del espacio europeo y americano no es de su incumbencia. En la actualidad, se ha convertido en una obsesión que atormenta a todos, hasta el punto de estipular la retirada de la nacionalidad de los países occidentales a sus voluntarios en Siria e Iraq.

Sin embargo, la cooperación entre las organizaciones dentro y fuera indica la complejidad de las fuentes y planes, y permite detectar a largo plazo lo que une las facciones terroristas en el país y las metas en el extranjero. Pero lo más grave es la infección del virus del terrorismo que se mueve junto a las ideas y propuestas con referencias autárquicas. Una característica de la que no está a salvo casi ninguna comunidad o creencia religiosa.

En otras palabras, la matriz de las organizaciones terroristas como el «Grupo Islámico Combatiente Marroquí» o el “Salafismo Yihadista” o partidarios del concepto equivocado de la “yihad”, tienen un mismo origen. Puede cambiar en la naturaleza, en el espacio y el tiempo, pero los objetivos de la takfir (excomunión) de la sociedad, el llamamiento a la desobediencia civil, intelectual y política, y la dependencia del concepto «istehlal»(declaración de licitud) de la sangre derramada de personas inocentes y saqueo de sus propiedades siguen siendo metas comunes. Lo mismo da que estas organizaciones declarasen que tienen la intención explícitamente de establecer lo que consideran el «califato» al estilo similar de ISIS en Iraq y Siria, o simplemente intenten golpear los fundamentos de la sociedad, basados en los valores de la convivencia, la tolerancia, la convivencia, el pluralismo y la apertura.

 

La Yihad de los menores

Cuando los cuerpos de seguridad marroquíes desmantelaron una célula marroquí en Rabat que incluía entre sus filas dos chicas menores de edad, Sanaa e Imane Laghrissi, a muchos les costó imaginar cómo dos niñas menores podían participar en un plan terrorista de envergadura, consistente en nada menos que volar la sede del Parlamento, y ataques a altas personalidades políticas y responsables de los servicios de seguridad e inteligencia, algo que parecía extraño e increíble a primera vista.

Sin embargo, los hechos relacionados con el reclutamiento de menores suicidas fuera de Marruecos, remitían al horror de los actos terroristas que pueden ser confiados a un menor de edad, como ha ocurrido en Nigeria, a través de los brazos de la organización «Boko Haram».

Así pues, se pudo entender por qué la misma organización deriva en lo que puede describirse como «la yihad de menores», a través del secuestro de las niñas de Nigeria, para demostrar que el proyecto va más allá de las prácticas de cautiverio y trata de mujeres y niños. Se cruzará con el «Estado Islámico» en Iraq y Siria, en preparación de una nueva generación de terroristas suicidas, portadores de cinturones explosivos.

En el trasfondo de este libro, basado en hechos y datos, que repasa la experiencia de Marruecos en la guerra contra el terror, surge la idea de que las formas de captación, formación y movilización se centran especialmente en la dimensión religiosa, basada en las interpretaciones tendenciosas y selectivas de los conceptos y debates religiosos, truncadas del contexto histórico y social, para obtener acceso a cristalizar lo que podría describirse como «terrorismo yihadista».

Un fenómeno atribuido en parte a que, después de la caída de la Guerra Fría y la caída de la formación ideológica, se constata una vuelta a la fuente espiritual en la que se cruzan las personas y los grupos. Lo más peligroso es que este retorno está jalonado de barreras hostiles, bajo la profunda distorsión de la finalidad de la ley y la “yihad” en el Islam. Resulta interesante notar que el principio de las células extremistas parte de la obsesión de ejercer la disuasión moral, a través de lo que se conoce como «campañas punitivas» dirigidas contra mujeres y hombres que se clasifican en la categoría de la corrupción moral. Esto significa en la práctica un intento de atribuirse la aplicación de leyes y reglamentos, competencia de los jueces, que suele manifestarse en «cambiar el mal» por un procedimiento peor, que es renegar del concepto del Estado y de la ley.

Aquí está el quid de ese cruce de caminos particulares de diversas organizaciones extremistas, a través del desarrollo de la solidaridad con los demás, de acuerdo con el proverbio de que hay que “apoyar al hermano, sea agresor o víctima”. Así, se tejen los grupos a través de los estrechos vínculos entre convoyes terroristas que se apoyan mutuamente. En otro punto de cruce, se da el fenómeno de la utilización política de las facetas partidistas u organizaciones juveniles para encubrir los verdaderos objetivos, y la tendencia a la formación de brazos militares en estas organizaciones, en contra de los axiomas y reglas de la labor legítima del proyecto, y los conceptos de la transferencia pacífica del poder a través de las urnas.

Lo notorio es que este fenómeno, parecido al sistema de la «acción armada secreta», se reproduce en la mayoría de las células desmanteladas, basadas en las mismas ideas y objetivos parecidos.

En cuanto a inducir a los miembros asociados para recibir ejercicios paramilitares, especialmente la fabricación de explosivos y la formación religiosa, o en la configuración del perfil psicológico, con el fin de soportar los interrogatorios, indica cuanto menos que los cabecillas de estas organizaciones son conscientes de que su acción está sujeta a persecución legal, contraria al sistema de valores adoptado y las formas del contrato social suscrito por las personas en las relaciones religiosas y seculares.

Otro fenómeno notable en la captación de los voluntarios, es el interés en desplazar a los terroristas suicidas. Personas que parecen estar hechas de un molde de goma, aptas para convertirse, en las manos que las mueven, en una bomba, o artefacto explosivo, o arma de asalto no blindado. Lo más probable es que la inspiración en los atentados del 11-S como punto de referencia sigue siendo una característica común. Atentados en los que la aeronave, inventada por la mente humana como medio de transporte para acercar las distancias, se convirtió en una herramienta de genocidio. Luego vino la justificación del terrorismo para llenarla con un grupo de terroristas, que mezcló restos humanos con trozos de metal, lo cual sugiere una unidad de métodos y objetivos, más allá de las diferencias de nomenclatura.

Al igual que los aviones, se puede hablar de aprovechamiento tortuoso de los avances espectaculares en las tecnologías de comunicación en el robo y la piratería a gran escala, en contra de los esfuerzos científicos y tecnológicos logrados por el ser humano para promover el conocimiento y la convergencia de ideas y mundos.

Se convirtió, en definitiva, en un instrumento para la captación de terroristas potenciales, así como la difusión de la cultura de «la fabricación de explosivos y venenos para llevar a cabo ataques».

En el caso de Marruecos y de la región, se cruzan las formas de vínculos de coordinación y comunicación, especialmente con «al-Qaeda en el Magreb Islámico», y su gemela en Mesopotamia, así como extensiones de las ramas de Al Qaeda en cualquier lugar posible, incluyendo el espacio europeo, a través de los activistas y las redes que cometen todo tipo de delitos.

No obstante, el punto de partida que más invita a la reflexión consiste en la insistencia en la internacionalización del caso argelino a su entorno. La forma más cercana para ponerlo en práctica es la reproducción de su experiencia en Marruecos, ya que hay quienes llevan a cabo este guión, ante la existencia de personas dispuestas a repetir el mismo curso de acción en Marruecos.

Ya sea con el propósito de romper la regla de la “excepción marroquí” en el ámbito de la lucha anti-terrorista, o probar la viabilidad en Marruecos de inventos de este tipo, la experiencia ha demostrado que el caso marroquí es inmune por varias razones. La menos importante es la elección democrática decidida en afianzar una cultura de la participación y el diálogo. Además, el campo religioso está más apartado de las tensiones políticas y el proyecto de sociedad, objeto de consenso por parte de los marroquíes, refleja la acumulación de experiencias y la intuición para escuchar el pulso de la calle.