1. Ejercicio para el aprendizaje del perdón

La escritura se convierte en una forma de psicoterapia que ayuda al proceso catártico; es decir: al desahogo del alma. Es una herramienta poco utilizada y casi en desuso. La escritura nos permite abordar lo interno con un efecto externo que produce liberación y alivio, pero al mismo tiempo nos permite reconsiderar las cosas desde una perspectiva reflexiva y con mayor objetividad. Sin embargo, hemos de estar atentos a la consideración de que, en ocasiones, podemos necesitar apoyos psicológicos externos y seguir un proceso psicoterapéutico determinado.

Para su propio proceso personal de perdón le planteo este ejercicio de reflexión: exprésese por escrito y conteste de manera detallada a las preguntas siguientes, haciendo énfasis en sus sentimientos:

  1. ¿Qué emociones surgen en mí cuando recuerdo la ofensa de la cual he sido objeto?

  2. ¿Qué quiero perdonar? ¿Cuál es la ofensa?

  3. ¿A quién deseo perdonar?

  4. ¿Por qué pretendo perdonar?

  5. ¿Qué etapas debo seguir en mi proceso personal de perdonar a quien me ofendió?

2. Algunas apreciaciones conceptuales y religiosas respecto al tema del perdón

En el Diccionario de la Real Academia Española los vocablos «perdón» y «perdonar» proceden del prefijo latino per y del verbo latino donare, que significan, respectivamente, «pasar, cruzar, adelante, pasar por encima de» y «donar, donación, regalo, obsequio, dar».

En este apartado obtuve la colaboración de algunos líderes religiosos de la ciudad de Guatemala. Para que esta aproximación a la temática estuviese libre de malas interpretaciones, los contenidos aquí expuestos fueron supervisados y aprobados por cada uno de los personajes entrevistados.

Iglesia Católica

Padre Pedro Martinello, PSSC
(Programa de Servicio Social Cristiano)
Parroquia Virgen de la Medalla Milagrosa – La Verbena

Yo vivo en un ambiente de violencia donde las personas no se perdonan, no se quieren y se ofenden. En los primeros seis meses del año pasado fueron asesinados 26 jóvenes de las colonias en donde se encuentra ubicada la parroquia. Este año ya fueron siete en los primeros tres meses. Ahora, en este mismo momento, se encuentran velando a un joven más.

La gente está cansada de violencia. Para la mayoría de las personas la situación que vivimos en este momento es de odio y de venganza.

Por eso, en mi comunidad cristiana católica, es fundamental presentar a un Dios grande y misericordioso. Es Él quien nos enseña el perdón, porque Él fue el primero que perdonó.

Jesús, el Hijo de Dios encarnado, es la foto del padre, revela el corazón de amor de Dios. Todo el Evangelio presenta a un Dios que sabe amar y perdonar.

Jesús insiste en que vino por aquel que está enfermo, por el que está necesitado, y vino a dar y a enseñar el perdón.

Las parábolas más hermosas de Jesús son las que San Lucas presenta en el capítulo 15 de su Evangelio: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo que regresa a la casa del padre.

Uno de los gestos más hermosos de Jesús es cuando Él mismo se invita a la casa de Zaqueo, considerado por todos un pecador. Ante el arrepentimiento de Zaqueo, Jesús dice: «Hoy entró la salvación en esta casa».

Otro episodio muy significativo es cuando los fariseos presentan a Jesús a una mujer adúltera, recordando que la aplicación de la ley era apedrearla. Jesús dice: «Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado». Los primeros que se retiran del lugar son los hombres más viejos. Jesús se queda a solas con ella y le dice solamente: «Vete en paz y no vuelvas a pecar».

Muchas veces los evangelios subrayan que Jesús se compadeció. El verbo «compadecer» quiere indicar que Jesús participaba de los problemas de los demás, padecía junto con ellos, tenía entrañas de misericordia.

Además hay que recordar que Jesús conocía el alma de la gente. Por eso dio mucha importancia al perdón para quitar el odio y el pecado. A veces, antes de cumplir un milagro, buscaba dar paz al corazón.

Con el sacramento de la confesión o de la reconciliación, la Iglesia Católica pide que las personas confiesen sus pecados. De esta manera, el pecado sale del corazón, casi se materializa, y esta acción ayuda a que la persona pueda sacar lo negativo que hay en el interior de su corazón.

Además, lo que se le dice al sacerdote con verdadero arrepentimiento, Dios lo hace desaparecer, porque el perdón de Dios es verdadero, no es una comedia. El texto bíblico dice: «También si fuera rojo como la escarlata se volverá blanco como la nieve». Verdaderamente Dios quema el pecado, porque tiene un corazón tan grande que no recuerda más nuestros pecados. Con la venida de Jesús muere para siempre la imagen de un Dios severo, de un Dios que castiga las culpas. Y Jesús es la encarnación de este Dios que ama y que perdona.

Yo creo en el valor y en la necesidad del perdón. El amor y el perdón son más importantes que el odio.

Yo vine a este país, Guatemala, hace 30 años. En aquel entonces las personas eran muy gentiles y cordiales, con un vocabulario dulce y armonioso. Era frecuente escuchar decir: «Mi casa es su casa». La guerra interna y la violencia han cambiado a la gente y su estilo de vivir. Ahora el perdón es un tema difícil. Hoy tiene más valor el odio, la venganza y no permitir que nadie me sobrepase. Incluso el lenguaje ha cambiado, y tengo la impresión de que está cambiando la cultura y el estilo de vida de la gente.

En nuestro programa pastoral de la parroquia de La Verbena, durante este año 2011, se ha dado énfasis al tema «La cultura de los valores y del respeto a la vida».

Pienso que el perdón es un valor al que debemos regresar. Es un valor profundamente cristiano y humano. Hoy la gente se encierra para construir murallas y protegerse de actos violentos, pero aun así, dentro de sus casas, vive con miedo.

Por eso considero que, en primer lugar, cada uno tiene que aprender a aceptarse, porque el perdón comienza con uno mismo, y después con el prójimo y con la sociedad. Lo que contribuye a la construcción de un mundo nuevo y distinto es solamente el amor.

El deseo de Dios es que seamos personas bien desarrolladas. Cuando alguien perdona, se pone al servicio de otras personas. Porque cuando uno se encuentra reconciliado con uno mismo y con los demás está dispuesto al compromiso de servir. Yo creo que si no sabemos servir, no servimos para nada. El perdón lleva a estas relaciones nuevas que hacen amar y servir a los demás.

La necesidad del perdón no elimina el deber de la justicia, pero no han de predominar la venganza y el odio, ya que esto último empobrece el corazón del hombre. La justicia es la que puede construir la paz.

Jesús cambia la ley del talión, presente en el Antiguo Testamento, cuando proclama su mandamiento nuevo: «Amaos los unos a los otros como yo los he amado». El amor de Dios es el modelo de amor a seguir. Él nos pide que amemos aun a nuestros enemigos, a quienes nos han hecho mal.

Yo recuerdo con frecuencia la ley áurea de Jesús: «Haced a los demás lo que queréis que los demás os hagan a vosotros». La gente pobre, sencilla y humilde es la preferida de Dios y sabe escuchar su palabra.

El Nuevo Testamento perfecciona y completa el Antiguo Testamento. Hoy no podemos bendecir la guerra y las armas porque son fuente de violencia y de odio.

Solamente la civilización del amor puede construir un mundo más humano, según el proyecto de Dios. El perdón es una piedra preciosa en esta construcción, indispensable y necesaria. La Iglesia Católica enseña y practica el perdón, fiel al ejemplo y al mandamiento de Jesús.

Islam

Mezquita Aldawa Islámica de Guatemala
Shejomar

–Quisiera que me hablase del perdón desde el punto de vista de la cultura islámica.

–Nosotros tenemos una creencia acertada de lo que son las cualidades de Dios. Aun antes del nacimiento del Islam, Dios ha enviado un mensaje a través de la historia a toda la humanidad y creemos en Dios desde el comienzo de la Creación. Para nosotros, Dios es el Eterno, siempre ha existido y es el perfecto.

Las cualidades de Dios le son exclusivas, no hay nada ni nadie que se le parezca o tenga una similitud.

Nosotros no somos una religión nueva, ya que compartimos con otras religiones la creencia en un Dios único, en sus profetas y en hacer buenas obras. Que nosotros creamos en Mahoma no significa que sea un profeta nuevo. Él es descendiente de Abraham a través de su hijo Ismael.

El Corán no es un libro nuevo, sino el sello, los últimos mensajes que Dios envió a través de la historia. A nosotros nos ven diferentes porque creemos y practicamos la jurisprudencia divina, que son las leyes de Dios. Nos juzgan por llevar a cabo nuestro modo de vida como Dios nos lo ordena. El perdón se establece como la cualidad infinita de Dios.

El perdón de Dios está disponible para todo siervo que se arrepienta ante Él y que acepte su falta o pecado. Las faltas que cometemos como seres humanos se dividen en mayores y menores.

–¿En qué consisten estas faltas? ¿Cuáles podrían servir de ejemplos?

–Ejemplo de las mayores es asociar algo o a alguien con Dios. Por ello es necesario aclarar con los teólogos y que se defina de manera exacta la idea de monoteísmo. Nosotros creemos en un solo Dios. Respetamos a los guías, líderes y profetas, pero no los veneramos o les atribuimos algunos poderes.

También lo son el maltrato a los padres, la brujería, matar y cometer adulterio.

Entre las faltas menores todo aquello que no nos gustaría que las demás personas supieran de nosotros, como el robo, la mentira, la envidia, la trampa y los malos pensamientos. Las faltas menores son cotidianas, pasan muy a menudo en nuestras vidas. Nosotros debemos admitir que cometemos pecados, debemos pedir perdón a Dios y dejarlos de hacer.

En lo referente a las faltas graves existe una jurisprudencia divina, la cual se debe llevar a cabo para limpiar nuestros pecados; pero para ello se hace necesario que nos arrepintamos de lo que hayamos hecho.

–¿Qué rituales se contemplan a la hora de perdonar?

–Existen algunos que no son sólo propios del Islam y que contribuyen a borrar nuestras faltas al mostrar arrepentimiento en los mismos. Son la oración, hincarse de rodillas y postrarse ante Dios; también la caridad, las buenas obras y la buena palabra (el buen consejo y el buen trato a otras personas).

–¿En qué consiste el arrepentimiento?

–El arrepentimiento es admitir nuestra falta, tener sentido de culpa, pedir perdón y no volver a realizarla. No es sólo el Islam, sino lo que nos enseñaron los profetas.

Dios es definido como el clemente, el misericordioso, el piadoso, el perdonador, el compasivo, a quien todos recurren para obtener su perdón.

Y cuando cometamos faltas o pecados, si nos arrepentimos, Dios nos va a perdonar. Sabemos que nadie puede hacerlo, excepto Dios. Él incluso cubre mis faltas para que nadie se entere de ellas.

Pero Dios castiga las faltas, de forma severa, y no se le escapa nada. Esto nos ayuda a frenar nuestra conducta humana. Si sólo conociéramos la misericordia de Dios podríamos caer en el libertinaje, al dar por hecho que Él nos va a perdonar.

Dios nos ordena y los profetas nos enseñaron a convivir con el perdón mutuo entre las personas para poder convivir en paz y para que purifiquemos nuestra alma y nuestros corazones.

–¿Qué piensa de las personas que no logran perdonarse a sí mismos?

–Para perdonarnos a nosotros mismos debemos reconocer nuestras faltas, arrepentirnos y aceptar que Dios nos perdona.

Dios nos ordena que perdonemos incluso sin que la otra persona nos lo pida o nos ofrezca disculpas. Yo puedo perdonar a toda persona que me ofenda, pero no puedo permitir que esto lleve a la corrupción o a un daño o desorden social. Esto se vería como libertinaje.

Las guerras han estado permitidas por Dios a través de la historia con el objeto de la purificación de la sociedad, para evitar la corrupción y para que se minimice el número de muertos. Pero existen las condiciones que Dios nos pone y las directrices de los profetas: no matar a mujeres, niños, ancianos y civiles, no destruir viviendas o templos y no cortar árboles.

También la guerra se puede iniciar por la defensa de la tierra y las propiedades. Si nosotros no nos defendemos podemos llegar a provocar un daño social ¿Cómo? Por ejemplo: personas desterradas, mujeres violadas, niños huérfanos, perjuicio al sistema económico, a la agricultura y al ecosistema.

La guerra no existirá si no se presenta una oposición o el comienzo de otro bando.

–¿Qué opina de las personas que están en pleito con Dios y que posiblemente tengan un problema psiquiátrico?

–Una persona no pelea con Dios a menos que tenga problemas de salud mental. En ese caso, no tiene suficiente cordura para discernir y no puede ser juzgada.

–¿Existe algún ritual específico del Islam vinculado al perdón?

–La peregrinación a la Casa Sagrada: se realiza durante un periodo de diez días. Una vez en la vida, las personas que van a realizar esta peregrinación se desligan de todo lo que es el ambiente mundano. Se puede realizar desde el momento en que un hombre o una mujer son adultos y mientras tengan la fuerza suficiente para hacerlo. Tras esta peregrinación, obtenemos el perdón de todos nuestros pecados mayores y menores.

–¿Este ritual puede ser muy difícil de llevar para algunas personas?

–No hay fanatismo en el Islam, Dios nos recomienda que hagamos las cosas con medida, de acuerdo a las posibilidades de cada uno. Esta peregrinación no perdona los pecados futuros, sino los que hemos cometido hasta ese día.

–¿Qué me puede decir sobre la venganza?

–La venganza, la envidia, el odio sin justificación están prohibidos. El odio puede ser hacia actos injustos, pero no hacia las personas.

–¿Cuál cree que puede ser una alternativa al incremento de la violencia en la sociedad?

–A través de la historia, para todas las naciones y para todos los niveles sociales la solución a todos los problemas siempre ha sido que llevemos una vida como Dios ordena que sea y que sigamos las enseñanzas de los profetas y mensajeros.

Los seres humanos apelamos a Dios una vez a la semana, una vez al año, o cuando estamos en extrema necesidad.

Si hay algo que dañe a la sociedad, aunque yo piense que a mí no me importa, sí puede afectarme en lo personal, a mi familia y a mis hijos.

Judaísmo

Sinagoga israelita. Fe del pueblo de Israel
Rabino Benito Arreaga

La Torá es la instrucción que Dios dio para todas las cosas. Es su Ley, que no es de carácter mandatorio (en el sentido de que se enojará y te castigará. Él proporciona las leyes y dice que si las cumplo me irá bien y que si las transgredo me irá mal). Tiene como objetivo proporcionar la comprensión del funcionamiento del orden de la vida.

Conocer a Dios significa conocer la ley de todas las cosas, las leyes divinas, que sirven para vivirlas y no para creerlas.

La Torá aplicada, la Torá de lo eterno, sirve para que el hombre la aplique a su vida y le funcione. Los que buscamos a Dios deberíamos ser más científicos que religiosos, ya que las religiones limitan a Dios porque están divididas por credos. No es Dios quien nos ha abandonado a nosotros; somos los hombres quienes hemos abandonado la Torá.

La fe del pueblo de Israel no es una religión, sino el conjunto de normativas de vida que rigen a su pueblo. Vivir según estos preceptos sería equiparable a aceptar la Constitución que rige una república.

El perdón es una ley constitucional de la ley de Israel. No podemos tener ciudadanos que no perdonen porque serían ciudadanos enfermos.

Toda enfermedad en realidad es psicosomática. Todo lo que se manifiesta en la materia se inicia en lo espiritual. Esto es aplicable tanto al concepto de salud como al de enfermedad. Incluso el origen de las enfermedades congénitas tiene el mismo principio, ya que la existencia del alma precede a la de nuestro cuerpo.

¿Qué es el pecado? La connotación religiosa de la muerte es considerarla un castigo por el enojo del Eterno («El día que pecares morirás»), pero la muerte es la consecuencia de desviarse de la instrucción de vida. La idea que la religión ha interpretado es ésta: «Si tomas el agua que no me gusta, te golpeo». La Torá dice: «Hijo, quiero tu bien. No tomes el veneno que morirás». La muerte ha sido tomada como un castigo, pero, según la Torá, es la violación del mandamiento divino de cómo la vida fluye.

El cumplimiento o incumplimiento de las leyes trae consecuencias. No debieran de ser vistas con la carga emocional del castigo o la culpabilidad, que son connotaciones equivocadas de las religiones, sino con discernimiento: si quiero que las cosas funcionen bien tengo que dar los pasos correctos.

Si yo quiero tener salud, tengo que perdonar. Es una ley de vida, no una maniobra para evitar el castigo de Dios. El Eterno está en todo pero no en la religión. ¡Ojalá Dios estuviera más presente en las calles y no en las iglesias!

Según la Torá existen cuatro factores que hacen enfermar a la gente:

  1. El estrés, que lleva a una salud mental deficiente y en consecuencia una inadecuada salud física. El estrés propiamente dicho por el trabajo y las diversas actividades que se realizan, pero también el que yo mismo me impongo por los rasgos de mi personalidad, de la cultura y la sociedad de las que provengo. Jesús (Jeshua) dijo: «Baste a cada día su propio afán», lo que significa que cada día hay que gestionar el estrés de ese día, porque el alma está diseñada para soportar la carga de cada día. La falta de perdón es cargar con el pasado. Cada día tengo que hacer lo que tengo que hacer ese día; esto alivia la vida y contribuye a construir un mejor futuro. Cada persona debe dejar la carga del pasado y eliminar el afán por el mañana. Se debe evitar cargar con el estrés del pasado, del presente y del futuro en un mismo día; de lo contrario, el individuo sufrirá un colapso.

  2. La mala alimentación.

  3. Los malos hábitos.

  4. Los contaminantes.

    Insisto en que la Torá no es propiedad de ningún hombre ni religión, sino un legado a la humanidad. El perdón se enfoca como una liberación del pasado y se articula en estos conceptos:

  5. Lo que me ha sucedido.

  6. Lo que no hice.

  7. Lo que hice mal.

Las personas deben entender algo para comenzar a cambiar su presente. De lo ya pasado y de las consecuencias de este momento, no me puedo liberar. Así que comienzo a actuar hoy para cambiar el futuro. El cambio es necesario hoy. Y, por supuesto, para ponerse en marcha hay que dejar de lamentarse.

«La esencia del perdón es soltar el pasado.» En el libro de Proverbios está escrito: «Ve hacia adelante y no hacia atrás».

Muchas veces nos aferramos a un pasado que ya no está. Al perdonar sanamos nuestra alma. A veces creemos que si perdonamos a los que nos ofendieron estamos justificando al agresor, pero la realidad es que de esta manera evitamos que continúe provocando daño y dolor. Al perdonar, saco la energía negativa. Cuando entiendo que el único afectado por no perdonar soy yo, entonces perdono; y lo hago por mí.

Perdonar es un mandamiento de Dios; como también lo es sacar de mi cuerpo el veneno de la mordedura de una serpiente para seguir viviendo.

La falta de perdón tiene consecuencias que suelen salir muy caras, como el empobrecimiento material y el empeoramiento de mi salud física, emocional, familiar y social.

Venimos de una cultura de la acusación, por lo que dividimos a las personas en buenas y malas.

Cuando fallamos, nos sentimos culpables; por eso nos da miedo equivocarnos, aunque lo normal en el transcurso de la vida es ir cometiendo errores. Pero si me acuso de cada error que cometo, ¿cómo voy a ir encontrando el camino correcto? Debemos liberarnos de esta carga de culpa y de la de un Dios enojado que nos quiere castigar. La verdad es que es un camino de aprendizaje permanente.

El perdón a uno mismo consiste en erradicar esa culpa personal y social admitiendo que no somos perfectos y que muchas veces lo que catalogamos como errores posiblemente no lo son; que puede que sea una connotación social o cultural la que les dé ese valor.

Nos cuesta más perdonarnos por lo que dejamos de hacer; pero o haces las cosas bien hechas o mejor te olvidas del asunto. Porque si no seguirás cargando con una pena eterna debido a lo que no hiciste o dejaste de hacer.

Dios es un padre amoroso que desea que sus hijos sean felices, por ello nos dice que perdonemos. Perdonamos por una ley divina de un Dios que quiere nuestro bienestar.

Cuando se habla de castigo divino se tergiversa la ley de Dios. Él nos explica que todo lo que hagamos para bien o para mal va a tener su consecuencia en manera semejante. Para perdonar, necesito arrepentirme, y esto no ha de ser visto como un peso en la vida. El arrepentimiento consiste en realizar lo correcto y someterse a las leyes divinas.