Cubierta

S.S. el Dalai Lama
Tenzin Gyatso

EL OJO DE
LA SABIDURÍA

Y la historia del avance
del Buddhadharma en el Tibet

Su Santidad Tenzin Gyatso
14º Dalai Lama del Tibet

Esta publicación ha sido posible
gracias a la ayuda de la Fundación Kern

Traducción de inglés de Miguel Portillo

Editorial Kairós

SUMARIO

  1.  
    1. Prefacio a la edición de 1991
    2. Introducción a la edición de 1991
    3. Prefacio de los traductores
    4. Historia del avance del Buddhadharma en el Tibet
    5. Abrir el ojo de la sabiduría
      1. Dharma
      2. Renacimiento
      3. Los dos niveles de verdad
      4. Los agregados, entradas y elementos
      5. Las tres colecciones de la palabra del Buda
      6. La triple instrucción
        1. En suprema virtud
        2. En supremo recogimiento
        3. En suprema sabiduría
      7. El sendero
        1. El vehículo de los discípulos
        2. El vehículo de los budas silenciosos
        3. El gran vehículo
        4. El vehículo del diamante
      8. Los cuerpos de un buda
      9. Las virtudes de un buda
    6. Notas

PREFACIO A LA EDICIÓN DE 1991

Me siento feliz al saber que la Theosophical Publishing House publica una nueva edición de Abrir el ojo de la sabiduría. Escribí este libro en tibetano en 1963, y desde entonces ha sido traducido a varios idiomas. En este volumen intenté proporcionar una introducción clara y completa de las enseñanzas del Buda. Me siento feliz al saber que le ha sido de utilidad a muchas personas.

El budismo es una de las muchas religiones que nos enseñan a ser menos egoístas y más compasivos. Nos enseña a ser humanos, altruistas y a preocuparnos por los demás tanto como por nosotros mismos. Quienes se sientan inclinados a seguir el camino budista deberían estudiar y comprender el significado de las enseñanzas del Buda porque sólo podemos practicar de manera adecuada cuando contamos con un conocimiento correcto del Dharma. Una buena combinación de estudio y práctica generará una perspectiva que nos permitirá alcanzar la felicidad para nosotros mismos y para los demás.

GELONG TENZIN GAYTSO

14º DALAI LAMA

2 de agosto de 1991

INTRODUCCIÓN A LA
EDICIÓN DE 1991

Siempre he creído que hay dos niveles de espiritualidad: en un sentido, la espiritualidad son las diversas y variadas religiones. Ésa es una categoría. En otro tipo de espiritualidad, se puede ser no creyente, es decir, carecer de una religión en particular. Al mismo tiempo, se puede ser un buen ser humano, una persona cálida, un ser humano con un sentido de responsabilidad cooperativa basada en la compasión o el buen corazón. Ése es otro nivel de espiritualidad.

Somos seres humanos, y todos queremos la felicidad y evitar el sufrimiento. Creo que la idea básica de cualquier religión es la compasión, la tolerancia y la indulgencia. Por ello, el mensaje esencial de las diversas religiones es básicamente la mejor parte de las cualidades humanas, y eso no es nada nuevo. Al nacer como seres humanos, esas cualidades o su semilla ya están ahí. Lo que la religión hace en realidad es dar a entender claramente esas buenas cualidades e intentar aumentarlas y reforzarlas.

Algunas personas creen que la naturaleza humana es agresiva. Yo no estoy de acuerdo con esa idea. Creo que, desde nuestro nacimiento hasta el último de nuestros días, la implicación de la compasión y el afecto humano son factores cruciales en nuestras vidas. Me parece que, por ejemplo, el primer acto de un niño, así como el de la madre, surge a través de la compasión. Si la madre siente algún sentimiento negativo hacia el bebé, entonces puede que la leche no salga con suavidad. De igual manera, sin un sentimiento de intimidad y afecto hacia la madre, el bebé pudiera no mamar la leche. Así comenzamos la vida.

Según los neurocientíficos, las primeras semanas tras el nacimiento son el período más crucial para el desarrollo del cerebro. En pocas palabras, el contacto físico con la madre es un factor crucial para dicho desarrollo. Eso nos muestra claramente que el cuerpo del ser humano da la impresión de estar muy conectado con el afecto humano.

También sucede que cuando nos imparten lecciones en el colegio o en cualquier otro lugar, los temas que aprendemos de un profesor que no sólo nos enseña, sino que demuestra sentir un sincero afecto humano por los estudiantes y que se preocupa por su futuro y bienestar, suelen calar de manera más profunda en nuestra memoria, en el cerebro. Esos mismos temas, aprendidos de otro tipo de profesor, que se limita a dar una explicación o enseñanza sin ninguna preocupación, o sin ningún sentido de la responsabilidad acerca del futuro del estudiante, se olvidan con facilidad. Eso vuelve a demostrarnos que el funcionamiento del cerebro humano tiene en cuenta el afecto.

Más tarde, al hacernos mayores, a veces nos sentimos totalmente independientes; no necesitamos ayuda de los demás, y nos bastamos para todo. Descuidamos el valor positivo del afecto. Debido a la carencia de este sentimiento humano tan básico, a veces los profesionales que se supone deben servir a la humanidad acaban siendo destructivos. Sin simpatía humana, la ciencia, la tecnología, la educación, e incluso la religión, se transforman en ocasiones en algo destructivo.

Por naturaleza, los seres humanos contamos con grandes capacidades, y el empleo de la tecnología moderna en el campo de la educación ha aumentado todavía más dichas capacidades. No obstante, aunque nuestros conocimientos aumentan, la otra cualidad humana –el buen corazón– no avanza a la par. Por ello, el conocimiento se hace más destructivo, más negativo. El mundo de hoy en día es muy complicado, y existe mucho sufrimiento debido a la falta de simpatía y afecto humanos. Las capacidades humanas han aumentado; el conocimiento humano también. Pero si esos desarrollos no están equilibrados con otras cualidades humanas, pueden convertirse en instrumentos erróneos.

Si nos fijamos en nuestra estructura física, nos daremos cuenta de que los seres humanos cuentan con una característica única: la sonrisa. Puede que algunos monos sonrían pero, aparte de ellos, son muy pocos los animales que pueden sonreír. En términos generales me parece que este don de la sonrisa es una expresión de felicidad, de calidez. Si estamos irritados, no aparece sonrisa alguna. Pero como la mente humana es tan sofisticada, a veces también se puede utilizar la sonrisa de forma negativa. La de tipo sarcástico o diplomático, en lugar de proporcionarnos felicidad, alegría o satisfacción, puede que no haga sino aumentar el recelo. Pero en general creo que la sonrisa expresa calidez.

Pasemos ahora a las manos humanas. Me parece que la mano humana está diseñada para ser estrechada, y no para golpear. Si esta misma mano estuviese destinada a empujar o golpear, entonces los dedos no serían necesarios. La razón, creo yo, es bastante simple. Si quisiera golpear a alguien con fuerza, los dedos no me serían de utilidad. Es más fácil hacerlo con el puño. Entonces sí que se puede pegar duro. Así pues, los dedos parecen estar hechos para dar la bienvenida a otros, para acercar.

Es verdad que, en términos generales, desde el nacimiento, y mientras la mente humana está presente, también lo están el odio, los celos, el orgullo y el recelo humanos, todo a la vez. Sin embargo, sigo creyendo que la fuerza dominante en la mente humana es la compasión. Los budistas creemos que todos los seres sensibles cuentan con naturaleza búdica. Eso significa que existen más razones para suponer que la mente humana es amable que para pensar que la naturaleza humana es agresiva. Así lo creo yo.

Como ciertas cualidades humanas, como el afecto, el amor y la compasión, son la fuerza principal de la mente humana, es posible aumentarlas y utilizar pensamientos humanos de manera adecuada para mejorarlas. No tiene sentido esperar que la solución llegue del espacio exterior. Debemos hallarla nosotros mismos. Por lo tanto, resulta esencial reconocer o comprender que contamos con el potencial necesario para solucionar los problemas humanos. Lo único que hace falta es que nuestra energía y sabiduría se utilicen de forma correcta. Eso significa que la sabiduría o la inteligencia humana deben estar equilibradas con un buen corazón.

Así pues, no considero que cualidades como afecto, compasión, etcétera, sean de carácter religioso, sino de tipo humano en general. Claro está, existen otros temas en los sistemas religiosos –por ejemplo, en el budismo, cosas como nirvana, budeidad– que son, me parece a mí, un asunto particular. Pero aparte de esos temas, en general, todas las religiones favorecen las cualidades humanas.

Como monje budista, creo que si vivimos de una manera correcta como buenos seres humanos, como un ser humano útil a la sociedad, aunque no se utilice ningún calificativo religioso, en realidad eso nos está preparando para el nirvana. Pero por el contrario, si se habla mucho del nirvana pero se cometen todo tipo de actos negativos en la vida cotidiana, se estará incurriendo en el error.

En la antigüedad no existía mucho contacto entre aldeas, y para su supervivencia no tenían necesidad de la cooperación de otros pueblos. Los grupos sobrevivían bastante independientemente. Por ello, si en esos tiempos alguien hubiera empezado a hablar acerca del sentido de la responsabilidad global, nadie le habría hecho caso. Pero hoy en día, en nuestra situación, con nuestra moderna economía y con los problemas medioambientales –como la cuestión de la capa de ozono– no existen fronteras nacionales. Por lo tanto, la situación moderna actual nos está demostrando que la humanidad necesita más sentido de responsabilidad global.

Desde 1956 he mantenido una estrecha relación con la Sociedad Teosófica a causa de sus actividades sociales no sectarias y de amplio espectro. Son muchas las cosas que han cambiado desde 1956, cuando entramos en contacto por primera vez, en especial en los últimos uno o dos años. Creo que eso indica claramente que por mucho que se utilice la inteligencia humana en la dirección equivocada, con falsas esperanzas, el espíritu básico humano es igualmente fuerte como para contrarrestarlo. Por ello, las cosas acaban siendo de acuerdo a la naturaleza humana básica, como por ejemplo, en el caso del colapso del rígido sistema político comunista. ¿Por qué? Porque la gente quiere democracia, y libertad. Es la naturaleza humana. Y la manera en que ha sucedido no ha necesitado de violencia, sino que ha tenido lugar a través de un movimiento popular, mediante la no-violencia. La no-violencia está más cerca de la naturaleza humana básica, y la violencia va en contra de esa naturaleza.

Todo el mundo ruega y desea, e intenta conseguir, que en el mundo exista la paz. La paz mundial es muy importante, sobre todo en esta nuestra era nuclear. Para lograr la paz no basta con unas cuantas consignas. Creo firmemente que tenemos que pensar de manera diferente y descubrir el auténtico obstáculo para la paz.

A veces, las armas y los estamentos militares se preparan y organizan en nombre de la paz mundial. Pero mientras haya armas, y mientras las manejen soldados, no creo que vaya a existir ninguna paz genuina. A lo largo de los últimos cuarenta años hemos presenciado una especie de paz relativa, bajo la amenaza de las armas nucleares. Pero no se trata de una paz genuina, sino de una paz que proviene del miedo, y el miedo procede a su vez de la desconfianza. Por este motivo, creo que ha llegado la hora de pensar seriamente en la manera de reducir las fuerzas militares de este planeta. Las armas que se fabrican son utilizadas para matar, porque las armas no pueden usarse para nada más. ¡No pueden utilizarse como instrumentos musicales!

Hay varios lugares totalmente desmilitarizados. En mi propio caso, estoy intentando que el Tibet acabe siendo un lugar desmilitarizado. La cuestión de si permanece en la República Popular de China como si no, es otro asunto. Pero en cualquier caso, esa tierra debe ser desmilitarizada; ése es mi sueño.

Hasta aquí he expresado algunos de mis sentimientos. Por favor, piense en todo ello, porque vivimos en una comunidad, y todos somos ciudadanos de este planeta. Si todo el planeta sufre, nosotros también sufrimos. Si todo el planeta consigue más paz y armonía, también la conseguiremos nosotros. Por lo tanto, todo individuo tiene una responsabilidad de cara a la humanidad. Si considera que todas estas cosas son importantes, entonces, como individuo, debe tomar alguna iniciativa, realizar algún esfuerzo.

He escrito este librito teniendo en cuenta las necesidades de las personas, tanto de aquellos que viven en Oriente como de los que lo hacen en Occidente, a quienes deseo que hallen el camino correcto y adquieran conocimientos sobre la enseñanza (Dharma) del Buda. Su Dharma es tan profundo como un océano, y al exponerlo utilizó mucha habilidad en el método, siendo ésta una expresión de su omnisciencia. En una época posterior, los grandes y sabios maestros de la India desarrollaron algunos métodos habilidosos adicionales, y en este libro he tratado de presentar tanto el desarrollo original como otros posteriores, prescindiendo de sutilezas filosóficas y puntos de controversia, concentrándome en cuestiones de aplicación práctica.

SU SANTIDAD TENZIN GYATSO

14º DALAI LAMA DEL TIBET

Varanasi, la India
27 de diciembre de 1990

PREFACIO DE LOS TRADUCTORES

Este libro de Su Santidad el Dalai Lama ha sido escrito con la intención de proporcionar información a aquellos que desean saber algo acerca de las características básicas del Buddhadharma en el Tibet. Además de ello, toca algunos otros puntos de importancia práctica para quienes quieren progresar en el camino del Dharma, a la vez que incidentalmente corrige alguna ideas extrañas y distorsionadas que se tienen acerca de las formas tibetanas del Dharma.

Los traductores quisieran, en este prefacio, aclarar algunos puntos en favor de los lectores. En primer lugar, está la manera en que este libro se tradujo y el método de traducción. El año pasado, (2508/1965) durante el retiro de la estación de las lluvias, tres bhikkhus se reunieron de manera regular en el Wat (monasterio) Bovoranives para llevar a cabo la traducción de algunas obras budistas a partir del tibetano. Conformaban ese equipo el venerable Thubten Kalsang Rímpoche, del Tibet; el venerable Nagasena, de la India, y el que esto escribe,* de Inglaterra. Algunos de los frutos de su labor aparecieron en un libro titulado The Wisdom Gone Beyond (publicado por Social Science Press de Thailandia, Bangkok), y entre su contenido estaban las traducciones, a partir del tibetano, de The Letter of Kindheartedness (Suhrillekha) del acarya Nagarjuna, y dos libros de analogías dhármicas titulados Trees and Water. Tras completar su trabajo, los traductores se preguntaron qué otras obras podrían intentar traducir.

El libro aquí traducido fue escrito en tibetano hace algunos años por Su Santidad el Dalai Lama, y al cabo de poco fue traducido al hindi después de numerosas peticiones acerca de que su Dharma pudiese estar disponible para los pueblos índicos. Kazi Sonam Topgay, intérprete de Su Santidad, se puso a trabajar para presentar el libro en inglés, aunque no lo finalizó. Fue entonces cuando el venerable Thubten Kalsang Rinpoche, que estaba en contacto con Su Santidad y que recibió del Consejo para Asuntos Culturales y Religiosos de S.S. el Dalai Lama tanto la traducción hindi como la inglesa sin acabar, se dirigió al venerable Nagasena y al escritor inglés con la petición de que le ayudasen a traducir esta obra al inglés. Así pues, resultó que para nuestro propósito de traducción, el venerable Rinpoche se encargó del texto en tibetano, mi venerable amigo bhikkhu Nagasena de la versión en hindi, mientras que el escritor lo hizo del borrador en inglés. De las dos últimas versiones, resultó que la traducción en hindi de un venerable lama en la India había sido revisada por un famoso pándit sanscritista, que tenía una considerable tendencia a elaborar, a veces muy extensamente, fragmentos que en el original eran bastante breves. No obstante, esa característica se convirtió en una ventaja, pues el original tibetano contaba con explicaciones muy concisas en algunas de sus partes, y por ello hemos añadido cierto número de dichos fragmentos allí donde nos parecía que serían de ayuda para los lectores de la versión en inglés. En la traducción en hindi también encontramos algunos giros verbales propios de esa lengua que al ser contrastados con la versión tibetana, no fueron hallados, por lo que han sido omitidos.

Por otra parte, la traducción inglesa mecanografiada que incluía unas tres cuartas partes del total de la obra, conservaba la brevedad del original, pero como la traducción necesitaba de una ampliación en cuanto a términos budistas equivalentes que fuesen correctos, también hubo que encargarse de ellos. No obstante, hay frases y fragmentos que se han tomado directamente de ella cuando expresaban correctamente el significado.

En cuanto al método de traducción, se procedió de la manera siguiente: el venerable Rinpoche y el venerable bhikkhu Nagasena acudían a la estancia del escritor en ese wat a una hora acordada de antemano. El segundo de ellos había preparado su traducción hindi –al tener más fluidez en ese idioma que en inglés– del original tibetano que, frase a frase, era cotejado con la traducción en hindi impresa del venerable Nagasena. Eso dio lugar, de vez en cuando, a discusiones sobre puntos confusos o difíciles, algunos de los cuales no pudieron resolverse en Siam, siendo aclarados finalmente en la India cuando la copia mecanografiada fue devuelta a S.S. el Dalai Lama para ser repasada. El trabajo de traducción continuó, con el venerable Nagasena leyendo una traducción literal en inglés que contenía todos los términos técnicos budistas en sánscrito, la mayor parte familiares para nosotros. Esta traducción literal, junto con el resto de cuestiones que se creyeron adecuadas, fue a continuación transcrita en el breve resumen del escritor. Así quedó, en un bosquejo realizado a mano hasta después de la inauguración del templo construido en Londres por el gobierno y el sangha de Thailandia. Cuando el escritor regresó, lo volvió a escribir en lo que esperamos que sea un lenguaje comprensible. A continuación volvió a escribirse toda la obra, añadiendo correcciones tanto de contenido como de estilo, a la vez que se añadieron las notas. Mi venerable amigo, el bhikkhu Pasadiko, repasó cuidadosamente el libro sugiriendo mejoras ulteriores y corrigiendo cualquier incorrección en los diacríticos sánscritos. La traducción final ha sido repasada por el venerable Rato Rinpoche y por Gyatsho Tshering, del Consejo de Asuntos Culturales y Religiosos de S.S. el Dalai Lama.

Ahora hay que decir algo acerca de las notas. De todas ellas, con la excepción de la segunda y de algunas otras, es responsable el presente escritor, y por ello pide excusas a los eruditos por cualquier deficiencia al respecto. Las pocas que no son obra suya son producto del trabajo del venerable traductor de la edición en hindi. En estas notas, además de ampliar cuestiones que obviamente requerían más explicación, se ha intentado relacionar, en general mediante comparación pero de vez en cuando contrastando, los diversos caminos y categorías del Dharma existentes en el Tibet con los theravadines. La razón no se debe únicamente a la sensación compartida por muchos budistas de que tenemos más en común que lo que nos divide, ya que de hecho podemos distinguir una gran masa de enseñanzas básicas y prácticas que podríamos denominar “Dharma de raíz”, sino también a que muchas personas están en comparación más familiarizadas con las traducciones del Canon Pali (Tripitaka). Así sucede con el vasto material de Discursos del Buda preservados ahí y que conforman la base tanto de las enseñanzas Theravada como de la tradición Sarvastivada como se siguen enseñando mediante obras tan famosas como el Abhidharmakosa. Por ello se han ofrecido referencias de esos discursos (sutta) allí donde en esta obra se trataban temas idénticos o similares.

En cuanto a las fotografías que acompañan el libro, nuestra intención ha sido seleccionar ilustraciones acerca de la práctica del budismo tibetano. En numerosos libros publicados en Occidente se pueden hallar ilustraciones de arte y cultura tibetanos, pero por lo general omiten la práctica del Dharma. Hemos tratado de rectificar dicha omisión. Las fotografías de los thankas fueron tomadas en Siam gracias a que Su Santidad trajo consigo los originales desde la India, cuando él y su séquito visitaron este país, y muestran los diversos estilos descritos en el texto.

Después está la cuestión de cómo lidiar con los términos técnicos que aparecen en la obra, traducidos del tibetano al sánscrito. Por lo general aparecen así en el texto, acompañados, cuando se ha creído necesario, de una adecuada traducción al inglés. Es esencial una cierta familiaridad al menos con los términos básicos utilizados en el Dharma ya que muchos de ellos no pueden traducirse con exactitud a idiomas occidentales, por lo que el original sánscrito debería ser recordado como parte del esfuerzo para comprender el alcance de su significado. En algunos casos no se han traducido (Buda, Dharma, dharma, duhkha, etc.), habiéndose añadido notas la primera vez que aparecían. En cualquier caso, el uso repetido hace que se adquiera familiaridad con dichos términos. El inglés no es un idioma adecuado para traducir algunos de los términos comúnmente utilizados en la instrucción budista, pero esperemos que con el aumento del Dharma en las tierras de habla inglesa, este idioma vaya absorbiendo cada vez más dichos términos, como parece haber ocurrido con los idiomas del Oriente budista.

Ahora unas palabras acerca de la lectura y la disposición del libro. «La historia del avance del Dharma en el Tibet», que conforma un apéndice en la edición en hindi aparece aquí insertado antes del cuerpo principal de la obra, con la intención de que se convierta en una introducción fácil para el resto del libro. Los lectores que no tengan mucho conocimiento de las enseñanzas budistas no tendrán dificultades al leerla. Tras haberla leído, el escritor sugiere que a continuación se dirija a la sección «Dharma» y luego a «La triple instrucción», que comprende virtudes, recogimiento y sabiduría. Una vez se ha leído cuidadosamente este material –que es algo que en especial requiere la sección sobre sabiduría–, el lector puede regresar al principio de la obra y continuar leyéndola en el orden establecido. Es conveniente leer el libro en varias ocasiones, y en caso de conocer a algún maestro competente que pudiera explicar muchos de los temas que aparecen en secciones resumidas, resultaría altamente iluminador y ayudaría a comprender la maravillosa profundidad del Dharma.

Cualquiera que haya estudiado el Dharma se da cuenta de que se trata de una cuestión muy técnica porque el tema con el que trata –la mente y el cuerpo, y su formación en el camino de la iluminación– es complejo y requiere de un enfoque exacto y técnico. A veces resulta imposible soslayar las complicaciones, ya que la gran mayoría de los seres humanos no son sino complicaciones de avaricia, aversión e ignorancia. Las formas de instrucción personal, y por tanto beneficiosas para otros, que aparecen descritas aquí forman parte de todas las formas utilizadas en el Dharma. Son buenos ejemplos del Dharma de raíz, que es patrimonio común tanto de las escuelas Theravada como Mahayana, pues es en el terreno de la práctica donde hay que buscar la armonía entre lo que aparentemente son tradiciones divergentes. Cuando se examinan con atención las prácticas, no parecen tan distintas como pueden sugerir los libros.

De hecho es la práctica, y no sólo la creencia, la que conforma la esencia del Dharma budista. El Dharma puede practicarse aquí y ahora, en la vida cotidiana o en retiro, como bhikkhu o monja, como upasaka o upasika (laico y laica). ¿Y en qué consiste dicha práctica, en pocas palabras? Los primeros pasos son:

Abstenerse del mal y aumento de lo beneficioso.

Se consigue lo primero al tomar los preceptos y luego manteniéndolos con sinceridad y pureza. El segundo aspecto se logra a través de cosas muy ordinarias pero esenciales, como generosidad hacia aquellos a quienes hay que mantener, servir a quienes necesitan ayuda, respetar a quienes deben ser respetados y dulzura hacia todas las criaturas vivas, tanto humanas como no humanas. Nunca se pueden desatender esos pasos en favor del estudio intelectual. Ni escribir libros ni dar charlas pueden sustituir la necesidad de aumentar lo beneficioso en el propio corazón. El mérito (punya), o “lo que limpia y purifica”, es la base de toda práctica budista en todas partes, y toda oportunidad debe utilizarse para aumentar lo beneficioso y limitar el mal, pues ése es el sendero de la pureza y sin él no es posible iluminación alguna. Tras comprender lo más básico, hay que encontrar un buen maestro que explique cómo aplicarlo en la propia vida. La práctica nunca puede satisfacerse solamente a través de los conocimientos obtenidos en libros, sino aplicando el Dharma en la propia vida. Por ello, budista es quien desarrolla en sí mismo generosidad, servicio, reverencia, dulzura, paciencia, alegría y demás, y aquel en quien pueden observarse dichas cualidades, tanto si es erudito como si no, es un buen budista.

En segundo lugar, la práctica budista significa la instrucción y el desarrollo de mente y corazón (citta), lo que suele conocerse como “meditación”, pero que podría denominarse “recogimiento” de manera más acertada. No obstante, ese paso no puede llevarse a cabo con éxito a menos que se haya establecido una cierta pureza mental al «limitar el mal y aumentar lo beneficioso».

Como ocurre con todo tipo de formación, en el Dharma lo primero es lo primero, y si existen dudas acerca de cómo empezar, lo más conveniente es practicar el comedimiento y la obtención de mérito, que conforman realmente el principio.

Es el ardiente deseo de los traductores que el Dharma del Gran Compasivo penetre en los corazones de todos los hombres sabios. Y que pronto, muy pronto, pueda el pueblo tibetano obtener su libertad de la opresión para que de nuevo pueda practicar el Dharma.