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La arquitectura del noroeste comprende las zonas de Galicia, Asturias, León, Zamora, Salamanca y Cáceres. Se puede observar cierto aire singular en las obras de esta zona que falta en las anteriores, aunque podremos anotar muchos detalles que sólo son reflejo de las tendencias románicas generales del Camino de Santiago. En fin, se trata de una división que solo en algunos casos pudiera parecer recomendable.

Cuando queremos penetrar en esta zona del románico español, nos encontramos con el hecho fundamental de que se encuentra a un extremo del Camino de Santiago, en la meta de la peregrinación, lo que le da una importancia singular. Tanto es así, que la obra que se yergue al final del Camino ha suscitado la controversia en más de una ocasión, pues algunos autores suponen que no es eco del románico francés, sino preludio y origen. Hoy no podemos sostener esta afirmación con visos de posibilidad, si bien algunas de las características del estilo son originales y pudieron llegar a influir no sólo en otras obras españolas, sino incluso en basílicas extrapirenaicas, porque el Camino de Santiago era una vía de ida y vuelta, cosa que nunca podemos olvidar. Cuando se encontraban en este o aquel núcleo del camino soluciones arquitectónicas o decorativas interesantes, se extendían rápidamente a lo largo del Camino, por lo que no debe extrañarnos que algunos detalles aparezcan antes en Santiago que en la misma Francia.

No se debe perder de vista que el Camino francés (o de Santiago) no era sólo una vía de contactos religiosos y culturales, sino también de gran interés comercial. La afluencia de peregrinos produjo la erección de monumentos de todo tipo. Las órdenes religiosas que se situaron a lo largo de la vía tenían su principal función en servir a los peregrinos, pero no rechazaron la posibilidad de acumular grandes propiedades en forma de beneficios reales y donaciones privadas. Los monjes de Sahagún, por ejemplo, poseían tal cantidad de terreno que hubo muchas reclamaciones por parte de los villanos de los alrededores que, a veces, se sentían injustamente sometidos al poder económico de los monjes.

La historia del Camino de Santiago está directamente relacionada con grandes figuras, desde Sancho el Mayor de Navarra, Fernando I, Alfonso VI de Castilla y, especialmente, el obispo Catalá Oliva, de Ripoil, para terminar con la figura del gran arzobispo Diego Gelmirez, que, en el siglo XII, dio un gran impulso y propaganda a la vía compostelana. El arzobispo Gelmirez fue el alma del Camino francés durante medio siglo, y su obra marca un hito en la historia y en la arquitectura del Camino. Desarrolló gran actividad constructiva y elevó muchas iglesias, hospitales, murallas y todos los edificios que a su juicio realzaban la importancia de la vía. En la historia compostelana, varios autores gallegos (entre los que destaca Munio Alfonso) elogian cumplidamente la labor del arzobispo galaico.