PRÓLOGO Una lacra devastadora, por Ferran Barri

El acoso escolar o bullying es una lacra que ha afectado y sigue afectando de forma devastadora a muchos niños y adolescentes, tanto en el pasado como en el presente, a pesar de los cambios que por fortuna se han producido en nuestra sociedad respecto a esta problemática en los últimos años.

Denominamos bullying al acoso escolar que se manifiesta de forma sistemática y continuada en el tiempo, que provoca una desestructuración en la personalidad de las víctimas y que las inhibe en sus interacciones sociales, ocasionando graves problemas de autoestima, y que puede dejar secuelas permanentes. El bullying se produce a espaldas de los adultos y dentro del grupo de iguales, en el cual el acosador o los acosadores tratan de buscar su reconocimiento y respaldo, ya sea haciéndolo partícipe o consiguiendo que sus integrantes asistan como meros espectadores de sus fechorías y que les rían sus presuntas gracias, que evidentemente no lo son.

Para conseguir sus fines, los verdugos no dudan en usar todos los medios a su alcance, como deshumanizar a sus víctimas despojándolas de sus propios nombres, que cambian por motes, o convertirlos en caricaturas que los muestran de forma grotesca ante sus compañeros. De este modo, consiguen que estos intervengan en muchos casos, haciéndoles creer que están participando de una broma y no de un acto que, en realidad, constituye una actividad delictiva.

En el pasado, por desgracia, la sociedad no era consciente del daño que el acoso escolar podía producir. «Son cosas de niños», se decía, y se tildaba de chivatos a quienes se quejaban, y se arremetía contra ellos aún con mayor crueldad e intensidad. Si bien este concepto ha cambiado, hoy siguen produciéndose situaciones de acoso que se han visto agravadas por la presencia de las nuevas tecnologías, tan extraordinarias y maravillosas en otros aspectos, pero que también han llegado a los acosadores de forma fácil y económica, posibilitando que sean usadas como potentísimas armas contra sus víctimas.

Es importante recordar que, a pesar de que muchas personas conocen los efectos inminentes del bullying, son pocas las que saben que, por ejemplo, los acosadores infantojuveniles son candidatos a maltratar a sus parejas o a hacer mobbing a sus compañeros de trabajo en la vida adulta, y muchas menos aún son conocedoras de que los hijos de las víctimas de acoso escolar tienen más propensión que el resto de la población a sufrirlo en sus carnes, que los que fueron víctimas en su infancia o juventud pueden tener más dificultades en mantener un puesto de trabajo estable y para establecer relaciones de pareja e interpersonales en general, o que el hecho de haber sufrido bullying está relacionado con el uso de drogas, e incluso con el padecimiento de determinados problemas de salud mental.

Como podemos apreciar, el acoso escolar no solo puede amargar la vida de los escolares y sus familias, sino que puede marcarles de por vida tanto si son víctimas del mismo como verdugos a los que por permisividad, desconocimiento u otros motivos no se ha puesto freno a sus actuaciones.

En la actualidad, en nuestros centros docentes se han establecido protocolos y mecanismos para prevenir, detectar e intervenir en casos de bullying, y los docentes están informados y formados para poder actuar de forma eficaz ante cualquier situación de acoso. En este cambio de mentalidad han influido muchas personas que se han ocupado de estudiar y difundir sus conocimientos, creando una presión que ha provocado el cambio en la percepción social de este grave problema que afecta a nuestra infancia y juventud.

El autor de la obra que vais a leer, y que quizás os animéis a representar, es también una de estas personas que con su trabajo describe de forma magistral esta auténtica lacra, y sobre todo incide en el aspecto, que tan poco solemos tener en cuenta, de las secuelas a largo plazo que sufren las personas que han vivido este tipo de situaciones de acoso.

Ganador de un premio Nadal (2013), el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán nos tenía acostumbrados a deleitarnos con sus novelas, ensayos y artículos de prensa, pero hoy se manifiesta también como autor teatral, que sitúa en escena a unos personajes que se reencuentran treinta y cinco años después de haber terminado su bachillerato, cursado en un centro religioso de la zona alta de la Barcelona de los años sesenta y setenta, aún en plena época de la dictadura.

Durante la conversación entre los diversos personajes vamos viendo cómo afloran fantasmas del pasado (y nunca mejor dicho, como verá el lector cuando lea la obra), y al matón de aquella época le recriminan sus actuaciones juveniles, que él trata de justificar usando los sabidos y consabidos tópicos a los que, como hemos explicado anteriormente, recurren los acosadores para justificarse ante el grupo.

Las situaciones que crea el autor y las sucesivas intervenciones de los personajes, que se suceden con frescura y de un modo muy original, nos introducen de lleno en el desarrollo de la obra, que se hace fácil de leer y se intuye también muy fácil de representar. Cosa que deseamos que suceda, pues su difusión puede ayudar a comprender del mejor modo esta problemática, y sensibilizar al público en general y, en particular, a todos aquellos que trabajamos con niños y jóvenes, para que no toleremos más este tipo de conductas de acoso.

Espero que el lector disfrute tanto como ha disfrutado quien firma este prólogo, a la vez que conozca o reconozca las características propias del bullying y sus consecuencias a corto y largo plazo, y que le sirvan de tema de reflexión y concienciación ante uno de los mayores problemas a los que se enfrentan nuestros menores. Feliz lectura.