Prólogo

En uno de sus escritos sobre arte, el teórico José Luis Brea les sugiere a aquellas prácticas culturales deseosas de activar la multiplicidad creativa de lo insurgente «una primera tarea (negativa): la interposición de dispositivos de criticidad que permitan la puesta en evidencia de los intereses y dependencias asociadas a los imaginarios hegemónicos» y «una segunda tarea (positiva): producir comunidad –producir situaciones– que hagan posible el encuentro, el intercambio intensificado de la experiencia para el desmantelamiento de estos imaginarios hegemónicos»1. El conjunto de tareas implicadas en este programa que se convierte espacialmente en un diagrama si es que graficamos en el territorio (América Latina) las variaciones de flujos comprometidas en su realización colectiva, sustenta el dispositivo de lectura con el que Miguel A. López revisa agudamente una secuencia múltiple de operaciones teóricas y críticas en torno al arte. Por un lado, López no pierde oportunidad de cuestionar los mecanismos de consagración del valor artístico (occidental, metropolitano, blanco y heterosexual) que sustentan los relatos institucionales, desmontando sus arbitrariedades y censuras para revelar las complicidades insidiosamente tramadas por el colonialismo, el racismo y el sexismo. Y, por otro lado, recorre distintas periferias culturales para focalizar su atención en las estrategias de oposición y resistencia de identidades en conflicto que transitan por los márgenes de la precariedad sexual y la vulnerabilidad social, subrayando la hibridez de las revolturas que contaminan el dogma esencialista de la pureza del origen. El gesto desdoblado que López realiza brillantemente sirve tanto para desocultar las maniobras del pluralismo falsamente integrador de la diversidad cultural que administran los consensos institucionales como para visibilizar las impurezas y opacidades que la ficción de transparencia de estos consensos busca eliminar de sus pactos de representación homogénea. Este libro conjuga un recorrido ejemplar por la producción artística latinoamericana: un movimiento nunca lineal en el ordenamiento de sus materiales, sino lleno de contrapuntos y entrechoques de planos y fases que accidentan cualquier trazado unidireccional de una historia montada como bloque. Nos vemos aquí envueltos en la contingencia vital de un pensamiento que se siente atraído por las interrupciones y no por las continuidades, por los estallidos y no por las restauraciones, por las mezcolanzas de cuerpos y género(s) desensamblados y no por las identidades plenas, por las roturas de parentescos y no por los linajes directos, por los saberes entrecortados y no por la síntesis unitaria de un conocimiento íntegro.

Sabemos bien que las prácticas artísticas contemporáneas han expandido su campo de significaciones atravesando fronteras socioculturales cuya movilidad corre el marco de definiciones anteriormente fijado por el paradigma disciplinar de la historia del arte y por el discurso del museo. La expansión de estos efectos de significaciones políticas, sociales y culturales que entran y salen en desorden del sistema de convenciones que la tradición estética le había reservado selectivamente al arte bajo el refugio modernista de la autonomía, le exige a la teoría y la crítica artísticas renovar sus herramientas de aproximación a las obras para desplazarse desde la metafísica del fundamento (la legitimación universal del valor y la calidad) hacia una política y una poética del acontecimiento. No cabe duda que estos textos de M. A. López se dedican intensivamente a rastrear la potencialidad transformadora del acontecimiento (lo que irrumpe y disrumpe), usando el corte como operación de redistribución de los posibles en variados contextos que comprometen materialidades, espacialidades y gestualidades heterogéneas

Este libro interviene en distintos debates revisando con minuciosidad sus perfiles más cortantes sin nunca perder de vista el enmarcado político, ideológico, social e institucional que le otorgan posicionalidad a sus interpelaciones. Desfilan por estas páginas reflexiones urgidas y urgentes sobre: los malentendidos de la traducción entre el formalismo conceptual (Europa, Estados Unidos) y los conceptualismos políticos del Sur (América Latina) como un particular ejemplo de los litigios de interpretación que confrontan el reduccionismo del modelo original-copia; las desviaciones regionales del paradigma occidental-dominante de la vanguardia y sus contraescrituras latinoamericanas a través de modelos de arte y política en donde la invención formal es estimulada por el revuelo social; las temporalidades divergentes que confluyen en la contemporaneidad de lo latinoamericano, estriando el presente con desfases, saltos y precipitaciones incompatibles con el tiempo recto de las cronologías fijadas por la modernidad metropolitana; la violencia militar de las dictaduras y su repercusión en los cuerpos sometidos a la persecución, tortura y desaparición, como sustrato biopolítico de una estética postdictatorial de la tachadura y reinscripción de las huellas de lo(s) ausente(s). Del mismo modo, estos ensayos exploran las utopías revolucionarias que iluminaron a la izquierda combatiente y las fisuras que distintas prácticas artísticas generaron en el credo ideológico de las ortodoxias militantes para reformular estéticamente nuevos llamados emancipadores; las múltiples batallas libradas por el rupturismo experimental en contra de los conservadurismos oficiales, los protocolos universitarios y los menús de obediencia del consumo cultural; los efectos de la globalización artística contemporánea y sus ramificadas consecuencias en la desarticulación y rearticulación transnacional del eje centro-periferia; el levantamiento de cartografías que rescatan memorias omitidas y las complejas escenificaciones museográficas del archivo que deben sortear las amenazas de que el panel o la vitrina desactive la energía vital de sus fuentes documentales; las redes asociativas y colaborativas de investigadores que se conectan regionalmente para fortalecer composiciones de lugares que formulen conocimientos insubordinados; la carnavalización travesti y sus juegos de ambivalencia sexual que abigarran la figura marica en América Latina; los modos en que las políticas feministas desafían la oposición entre exterioridad (lo público) e interioridad (lo privado) o entre imagen (la pasividad de la contemplación) y mirada (la intencionalidad del punto de vista) mediante contra-representaciones artísticas que trastocan las asignaciones de roles predefinidos.

Cualquiera sea la problemática a analizar en materia de conceptualizaciones artísticas, de figuraciones subjetivas, de montajes expositivos y de planteamientos culturales, los textos de López no dejan nunca de someter a vigilancia crítica aquellos nudos en los que se enfrentan lo sedimentado y lo reactivo, lo integrado y lo disperso, lo centralizado y lo fragmentario. La sostenida actitud crítica que defiende este libro supone una determinada posición de la mirada (enfocar la vista no hacia el centro sino hacia los bordes inestables de la escena, para favorecer el devenir minoritario de experiencias limítrofes ubicadas en zonas de riesgo) y una determinada inclinación de la lectura: hacerse cargo de lo no unánime, de lo disidente y lo controversial, para que los relatos maestros del saber instituido se vean siempre interceptados por el micro-descubrimiento de pliegues y torceduras que bifurcan cualquier pretensión absoluta de totalidad y totalización del conjunto.

Cada capítulo de este libro da cuenta de la erudita formación del autor en lo que exige la historia del arte como especialización disciplinaria. Sin embargo, por algo el libro se titula Robar la historia. ¿Qué insinúa este nombre? Quizá se trate de despojar a la historia del arte de toda pretensión canonizante, al someter a fricciones de contextos su creencia en una jerarquía trascendental del juicio artístico; de saquear el botín museístico de las capturas fetichizantes del valor estético, diseminando las partículas sueltas de la acción creativa en vastas franjas de interacción cultural y movilización social; de sustraer las armas con las que la historia del arte monopoliza el derecho a discriminar entre lo relevante y lo irrelevante, para así restituirle valor a lo desvalorizado polemizando con una injusta escala de privilegios que favorece lo superior (lo masculino, lo culto) y castiga lo inferior (lo femenino, lo popular); etc. Robar la historia es, entonces, una de las «prácticas de oposición» que ejerce Miguel A. López en este decisivo conjunto de ensayos que se toman por asalto la autoridad canónica de la valoración artística y del reconocimiento oficial, jugando con múltiples desapropiaciones y contra-apropiaciones de lecturas y argumentos para hacer emerger la conflictividad de lo disímil en traducciones que se asumen imperfectas al incorporar deliberadamente lapsus y erratas a su propuesta de desciframiento residual.

Robar la historia. Contrarrelatos y prácticas artísticas de oposición tiene como horizonte las mutaciones sociales y culturales que llevaron las tecnologías de la creación a experimentar con nuevos modos de hacer y de pensar el arte que mezclan la potencia expresiva de las formas y los conceptos con las demandas ciudadanas y los reclamos comunitarios, los movimientos civiles, las luchas de deseos que se contagian a multitudes en acción. Pero el libro de López ilustra también con suma perspicacia cómo podría manifestarse hoy una crítica artística y cultural rigurosamente atenta a la economía política de los signos. Una crítica que despliega sus tácticas –de enmarcados y desmarcaciones– a sabiendas de lo tentativo y provisional de su ejercicio como un ejercicio sin garantías y que, pese a ello, no renuncia a tomar partido: a manifestarse en contra de los arreglos materiales y simbólico-discursivos que refuerzan la hegemonía de los poderes dominantes y a favor de las salidas de libreto que les sirven de escapatoria a los saberes, las memorias, los cuerpos y las experiencias ocultas en el reverso de las tramas oficiales de sujeción represiva.

Este libro no afloja en denunciar las retóricas mediante las cuales las ideologías culturales se infiltran en los sistemas de comprensión y organización de lo real moldeando el sentido común para uniformar lenguajes, categorías y saberes, cuerpos y sexualidades, propiedades y géneros. Al mismo tiempo, los textos del libro dotan de politicidad a las escenas del arte al revelar los antagonismos en medio de los cuales surge combativamente la productividad significante que moviliza las obras, convirtiendo así a la crítica en una fascinante maquinaria contra-hegemónica de oposición y resistencia que agita conductas, enunciados, percepciones y conciencias. Al transgredir los ritos de institucionalización del saber académico, este libro sobre arte (un libro de traspasos disciplinarios que también habla de colonialidad, de sexualidad y patriarcado, de capitalismo, de violencia y memorias postdictatoriales, de globalización transnacional, de movimientos sociales y de esfera pública), contribuye no sólo a minar los discursos opresores, sino a reconfigurar subjetividades críticas que logran zafarse del acoso neoliberal recurriendo a los artificios y desbordes de la imaginación radical.

Nelly Richard, julio 2017


1 José Luis Brea. Cultura _ RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica, Barcelona, Gedisa, 2007, p. 87.

Introducción

Este libro reúne una selección de ensayos producidos durante los últimos diez años –entre 2007 y 2017–, muchos de los cuales habían circulado hasta hoy en inglés o en publicaciones fuera de América Latina. La intención de compilarlos responde al generoso interés de Sergio Parra y Paula Barría, quienes, gracias al pedido que me hicieron de organizar estos materiales cuatro años atrás, me permitieron reconsiderar la manera en que mi trabajo de investigación y escritura ha buscado intervenir en ciertos debates sobre las políticas de representación en América Latina.

Probablemente el punto de partida común de todos estos textos sea el deseo de ir en búsqueda de legados rabiosos del arte y la cultura material. En ese sentido, se trata de una apuesta por comprender la crítica y la historia del arte como espacios de compromiso político, aspirando a recolocar la convicción extraviada de que uno pone en juego determinadas ideas para intervenir en un estado de las cosas y modificar un clima de opinión existente. Aun cuando mi educación formal no ha sido la «historia del arte» –me gradué como «fotógrafo» en 2005, después de haber sido expulsado de la universidad en un intento de estudiar «literatura»–, asumí la investigación histórica como un campo de operaciones, impulsado por la confianza de que ésta podía contribuir a configurar una esfera pública de oposición.

El título de este libro, Robar la historia, evoca los procesos de agenciamiento frente a los intentos de expropiación de la capacidad de enunciación que han sufrido aquellos cuerpos constituidos históricamente como periferia social por sus diferencias de clase, raza, capacidad física, sexualidad y género1. Ante esos procesos sistemáticos de invisibilización, muchas veces la tarea de resistencia consistió en serle infiel a la historia, traicionarla, tomar el control de su aparato narrativo. Es a través de ese proceso que muchos cuerpos y colectividades –a quienes largamente se les había negado su condición de «humano» o «ciudadano»– reclaman el derecho de ser agentes políticos de producción de conocimiento. Se trata de robar la historia y narrar lo que fue arrebatado.

El subtítulo, «Contrarrelatos y prácticas artísticas de oposición», da cuenta de dos aspectos presentes en estos ensayos. Por un lado, analizan la producción de contranarrativas y versiones torcidas de la historia como estrategia para confrontar el borramiento de peleas, cuerpos y subjetividades (historiografías experimentales, archivos abiertos, la invención de museos promiscuos, o las interpelaciones del feminismo a una historia patriarcal). Por otro lado, estos textos reflexionan también sobre prácticas creativas de oposición, surgidas como resistencia ante situaciones de restricción, censura, represión militar o violencia, decididas a subvertir no sólo los sistemas tradicionales de representación artística, sino redefinir la incidencia del arte en la vida colectiva (las acciones de serigrafía callejera en los años ochenta, el trabajo teórico y crítico de Juan Acha, o la performance de género y el activismo de disidencia sexual).

Esta publicación propone una serie de preguntas en torno a las formas de producción de valor en el mundo del arte institucionalizado. Me interesa pensar cómo se configuran las luces y las sombras en los procesos de administración e interpretación estética, cómo es posible amplificar el impacto de representaciones surgidas desde la urgencia social, y qué transformaciones subjetivas y colectivas ocurren en los procesos de autorrepresentación que emergen del arte y del activismo.

Del mismo modo, mi vinculación con posicionamientos y luchas feministas y con éticas y políticas cuir ha permeado de forma irreversible mis maneras de comprender la crítica y el análisis del arte. Se trata de un proceso de intercambio cómplice con agentes y grupos de activismo que están reimaginando el lenguaje, la economía, la ciencia, la historia, la esfera pública y las bases del proyecto democrático. Esas implicaciones, así como la incidencia afectiva, política e intelectual del filósofo, drag queen y querido amigo Giuseppe Campuzano (Lima, 1969-2013), han fortalecido la convicción personal de que nuestra batalla por las representaciones es, ante todo, una lucha por la supervivencia colectiva.

Un criterio importante al momento de realizar esta selección fue que los textos no estén centrados en trayectorias artísticas individuales, sino que indaguen sobre escenas culturales, experiencias grupales y prácticas creativas en relación con problemáticas sociales más amplias. En varios casos se han corregido fechas y otros errores en la redacción, así como se han añadido algunas notas para explicar algunos conceptos y aclarar el estado de procesos de investigación mencionados.

Este libro busca compartir reflexiones sobre experiencias, apuestas intelectuales, representaciones y deseos que reclaman un contrato político distinto con la sociedad que buscan redefinir las formas que tiene el arte de participar en la vida pública. Este nudo de palabras e imágenes se ofrece como una reconsideración de mis propias dudas e incertidumbres, pero también de mis expectativas y esperanzas sobre la oportunidad de crear valor cultural y valor histórico a contracorriente de los discursos conservadores. Frente al extendido cinismo del presente, ojalá estas páginas remuevan los destellos que surgen en el choque de la imaginación, la utopía y el compromiso.


1 Robar la historia retoma también el título de una conferencia en torno a los procesos de recuperación historiográfica de las llamadas vanguardias latinoamericanas de los sesenta y setenta, que presenté en el seminario «Red Conceptualismos del Sur: Reactivaciones poéticas políticas» en el Museo Reina Sofía de Madrid (9 y 11 de marzo de 2009). El título original de esa conferencia era «Robar la historia, traicionar el arte conceptual».