portada_genes-alterados_300.jpg

Genes Alterados,

Verdad Adulterada

Sin duda, uno de los libros más importantes de los últimos cincuenta años. [...] Debo insistir en que todo aquel a quien le importe la vida en este planeta y el futuro de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, lo lea. Servirá para disipar la confusión y el engaño [...] creados en relación con las técnicas de ingeniería genética y los alimentos a los que dan lugar […] Steven Druker es un héroe. Se merece, como mínimo, un Premio Nobel.

Dra. Jane Goodall, DBE,
Mensajera de Paz de la ONU (cita del Prólogo)

Este libro, mordaz y perspicaz, es verdaderamente excepcional. No solo está bien argumentado y es científicamente sólido, es un placer leerlo
—una lectura obligada. A través de su experta presentación de los hechos disipa la nube de desinformación que ha llevado a la gente a creer que los alimentos transgénicos han sido convenientemente evaluados y no presentan un riesgo especial.

Dr. David Schubert

Biólogo molecular y Jefe del Departamento
de Neurobiología Celular, Instituto Salk de Estudios Biológicos

Genes alterados, verdad adulterada es coherente, esclarecedor e inquietante. Como exfiscal de la ciudad de Nueva York me quedé atónita al descubrir cómo la fda exoneró ilegalmente a los alimentos transgénicos de la rigurosa evaluación exigida por los estatutos federales. Y como madre de tres hijos pequeños, me indignó saber que en Estados Unidos los niños están siendo expuestos sin consideración a alimentos experimentales que fueron considerados excepcionalmente peligrosos por los propios expertos de la fda.

Tara-Cook Litman,
Doctora en Jurisprudencia

Genes alterados, verdad adulterada se convertirá en un texto de referencia. Su lectura debería ser obligatoria en todo curso universitario de biología.

Dr. Joseph Cummins

Profesor Emérito de Genética,
Universidad Occidental, Londres, Ontario

Todos nosotros deberíamos considerar la narrativa fascinante, bien construida y meticulosamente documentada de Steven Druker como un llamamiento. En particular, el capítulo donde detalla la epidemia mortal de 1989-90 en relación con un suplemento alimentario modificado genéticamente tiene un significado especial. Mis compañeros de la clínica Mayo y yo participamos activamente en los intentos de identificar la causa de esa epidemia. Druker ofrece un análisis integral de los datos, presentando además nuevos hallazgos de nuestro trabajo. En general tanto su discusión sobre este trágico evento como su preocupante significado constituyen el testimonio más exhaustivo, equilibrado y preciso que he leído.

Dr. Stephen Naylor

Director y Presidente de MaiHealth Inc. Profesor de Bioquímica,
Biología Molecular y Farmacología, Clínica Mayo (1991-2001)

Genes alterados, verdad adulterada se presta a la lectura, es minucioso, lógico e invita a la reflexión. Steven Druker expone falacias utilizadas para promocionar la ingeniería genética que soprenderán incluso a aquellos que han seguido de cerca durante años al sector de la biotecnología agrícola. Recomiendo este libro encarecidamente.

Dra. Belinda Martineau.
Bióloga molecular, co-desarrolladora del primer alimento
genéticamente modificado completo y autora
de
First Fruit: The Creation of the Flavr Savr™ and the Birth of Biotech Foods

Genes alterados, verdad adulterada revela cómo el comienzo de la biotecnología molecular desencadenó una batalla entre quienes estaban comprometidos con el rigor científico y el interés público y quienes vieron el potencial comercial de la ingeniería genética. La minuciosa investigación de Steven Druker, recogida en este libro, conecta la perturbadora y tremendamente importante historia de cómo la ciencia y la política se han entrelazado alrededor de los organismos modificados genéticamente. Entender esta lucha, que todavía está en marcha, es clave para entender la ciencia en el mundo moderno.

Dra. Allison Wilson

Genetista molecular y Directora de Ciencia
en el Bioscience Resource Project

El libro de Steven Druker, excepcionalmente bien documentado y escrito, esclarece los hechos científicos sobre los alimentos transgénicos que los mitos difundidos por las campañas de relaciones públicas han estado ocultando. Constituye una referencia única e inestimable no solo para ciudadanos preocupados, sino también para historiadores de la ciencia y la tecnología. Demuestra de forma minuciosa e inteligente cómo una comunidad altamente influyente de biológos con intereses especiales en la ingeniería genética puso en juego la integridad de la ciencia, manipulando la realidad científica para proteger la imagen de los alimentos genéticamente modificados e impulsar así sus propios acuerdos con las grandes empresas y el gobierno. Al final, el libro revela que lo que está en juego no es solo la seguridad de nuestros alimentos, sino también el futuro de la ciencia.

Me alegra que Steven haya dado buen uso a la gran cantidad de información de primera mano que compartí sobre las desagradables estratagemas que los promotores de la biotecnología desplegaron entre bambalinas, tanto en instituciones científicas como en agencias gubernamentales, y estoy muy impresionado con el libro en general —como espero que lo esté también un gran número de científicos.

Dr. Philip Regal

Profesor Emérito, Facultad de Ciencias Biológicas,
Universidad de Minnesota

Steven M. Druker

Genes Alterados,

Verdad Adulterada

Cómo la empresa de modificar genéticamente
nuestros alimentos ha trastocado la ciencia, corrompido a gobiernos
y engañado sistemáticamente a la población

Traducción de Ana Ruiz

ECOLOGÍA

Imagen de la cubierta: Tomàs Capdevila

Diseño de la cubierta: Icaria

Título original en inglés: Altered Genes, Twisted Truth

How the Venture to Genetically Engineer Our Food Has Subverted Science,
Corrupted Government, and Systematically Deceived the Public.

© Steven M. Druker, primera edición: Clear River Press, 2015

Traducción: Ana Ruiz Díaz

Corrección editorial de Gabriela Vázquez

© 2015 Steven M. Druker

© 2015 Prólogo de Jane Goodall

© De esta edición

Icaria editorial, s. a.

Bailèn, 5, 5ª planta

08010 Barcelona

www. icariaeditorial. com

Primera edición: febrero de 2018

ISBN: xxx

Fotocomposición: Text Gràfic

A los científicos valientes que se han esforzado en defender la verdad y la integridad científica sobre los riesgos de la ingeniería genética, especialmente a aquellos cuya claridad de visión y poder de expresión han inspirado una ola de medidas correctivas.

PRÓLOGO

Dra. Jane Goodall*

Recuerdo bien cuán horrorizada me sentí cuando supe que unos científicos habían logrado reconfigurar la genética de animales y plantas. Las primeras plantas transgénicas —genéticamente modificadas (gm)— fueron creadas en la década de 1980 por medio de la ingeniería genética, pero no oí hablar de ellas hasta los años 1990, cuando se comercializaron por primera vez. Parecía una corrupción alarmante de las formas de vida del planeta y no me sorprendió que mucha gente estuviera tan espantada como yo, ni que estos organismos alterados llegaran a conocerse como «Frankenalimentos».

De hecho había razones muy científicas para sospechar de los nuevos alimentos; aun así los cultivos transgénicos se han extendido por toda Norteamérica y por otras partes del mundo. ¿Cómo ha podido ocurrir? La respuesta a esa pregunta se encuentra en este libro de Steven Druker, meticulosamente documentado. Ha dedicado muchos años a escribirlo y constituye una historia fascinante y estremecedora.

No era consciente de la difícil tarea a la que se enfrentaron los biotecnólogos al intentar introducir genes nuevos en plantas cultivables. Su propósito era hacer que las plantas produjeran toxinas que frenaran a las plagas, o dotarlas de resistencia a herbicidas. Un reto importante fue el de vencer a los mecanismos de defensa de las propias plantas, que hicieron lo que pudieron para repeler el material genético extraño. Otro fue estimular a los genes foráneos para que funcionasen en un ambiente celular en el que normalmente se mantendrían inactivos. ¡El que estos científicos lo lograran finalmente es una prueba de la persistencia e ingenuidad humanas!

Pero las plantas reconfiguradas que crearon —como explica Druker en detalle— eran diferentes a sus plantas madre por distintos motivos, y muchos científicos competentes con experiencia en otros campos expresaron su preocupación acerca de la seguridad de estos nuevos cultivos para el medio ambiente y la salud humana y animal. El autor demuestra que esta diferencia, muy real, entre las plantas transgénicas y las convencionales, es una de las verdades básicas que los defensores de la biotecnología han procurado ocultar. Como parte de ese proceso, las preocupaciones planteadas fueron tratadas públicamente como meras opiniones ignorantes de individuos desinformados y calificadas no solamente de anticientíficas, sino de anticiencia. Después se esforzaron en convencer al público y a las autoridades, divulgando información falsa, de que había un consenso abrumador entre expertos, basado en datos irrefutables, respecto a que los nuevos alimentos eran seguros. Aunque, como señala Druker, esto claramente no era cierto.

A medida que se avanza en los capítulos leemos cómo los partidarios de la ingeniería genética han defendido firmemente que los cultivos creados por medio de esta tecnología radical son esencialmente similares a aquellos de los que fueron derivados, que el proceso es tremendamente exacto y que los alimentos gm son por tanto más seguros que los alimentos obtenidos de manera tradicional —cuando de hecho hay una diferencia significativa, el proceso de ingeniería genética está lejos de ser exacto y los riesgos son mucho mayores, especialmente el riesgo de crear toxinas inesperadas que son difíciles de detectar.

Druker describe lo exitosa que ha sido la gestión política de la biotecnología, y hasta dónde ha llegado a engañar al público general y a las autoridades gubernamentales mediante una astuta y metódica distorsión de los hechos y gracias a la propagación de muchos mitos. Parece además que algunas instituciones científicas respetadas, así como muchos científicos eminentes, han sido cómplices de esta implacable difusión de desinformación.

El Capítulo 5 muestra cómo el paso clave en la comercialización de los alimentos gm se dio a través del increíblemente deficiente —si no directamente corrupto— criterio de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (la fda). Se supone que este organismo regulador se encarga de garantizar que los nuevos aditivos alimentarios son seguros, antes de que lleguen al mercado, y tenía la responsabilidad de requerir que la seguridad de los alimentos gm fuera demostrada mediante la realización de estudios científicos estándar. Sin embargo, la información de los expedientes de esa agencia que Druker pudo revisar —debido a una demanda legal, revela que la fda aparentemente ignoró (y ocultó) las preocupaciones de sus propios científicos y luego violó un estatuto federal y sus propias regulaciones al permitir la comercialización de los alimentos transgénicos sin realizar ninguna prueba. Los datos muestran además cómo esta agencia aseguró a los consumidores que los alimentos gm son tan seguros como los que se producen de forma convencional —y que su seguridad ha sido confirmada por medio de evidencia científica sólida— a pesar del hecho de que sabía que tal evidencia no existía.

Druker argumenta que fue este fraude el que verdaderamente permitió despegar al proyecto de la ingeniería genética; y que este fraude continúa engañando al público y al Congreso a pesar del hecho de que la demanda legal que él inició lo expuso completamente. Su descripción de los procedimientos judiciales fue para mí una de las partes más sorprendentes y estremecedoras del libro.

¿Y qué hay del rol de los medios de comunicación? ¿Cómo se ha ocultado ante el público estadounidensela realidad respecto a los alimentos gm —hasta el punto de que la mayoría de la población no sabía siquiera que los estaba consumiendo habitualmente? Druker describe en el Capítulo 8 cómo los medios de comunicación de masas han sido altamente selectivos en cuanto a lo que difunden, y no han transmitido información que habría suscitado sospechas acerca de estos productos de la ingeniería genética. Druker demuestra además que las políticas impuestas por los directores de los medios han sido —en sus palabras— «no meramente selectivas sino supresoras». Así, relata varios casos en los que distintos periodistas intentaron sacar a la luz datos preocupantes, para encontrarse después con que sus crónicas habían sido alteradas o destruidas por altos ejecutivos. No es de extrañar, por tanto, que el público estadounidense y buena parte de los funcionarios del gobierno crean que no hay razones legítimas para preocuparse por los alimentos gm.

Estoy personalmente muy agradecida a Druker por haber escrito este libro. Ha sido una tarea monumental y refleja el deseo apasionado de un hombre con un verdadero espíritu científico de revelar, con la mayor precisión, la verdad detrás de la distorsión de la verdad. No obstante a pesar de su integridad, Genes alterados, verdad adulterada puede recibir una crítica feroz de quienes defienden los alimentos modificados genéticamente y, como todos los que han intentado destapar el lado interno de la empresa, su autor probablemente va a ser atacado y etiquetado como un anticiencia y antiprogreso. Sin embargo, me parece que quienes señalan los problemas no son en este caso los anticiencia: al contrario. No obstante, Druker será sometido con casi total seguridad a la misma clase de críticas que se emplearon contra Rachel Carson cuando publicó Primavera silenciosa en 1962.

Creo que es importante que este libro se lea con cuidado, que cada uno evalúe por sí mismo en qué medida se basa en los hechos y en la lógica. Se puede llegar a la misma conclusión que yo: que Steven Druker está en la línea de la buena ciencia. Conviene leer a continuación algunos de los libros y artículos de científicos que están a favor de la ingeniería genética —en especial los escritos por biólogos prominentes— y es posible que quien lo haga concluya, a menudo, que su criterio es menos sólido que el de Druker.

Él señala, de hecho, casos en los que parece que esas publicaciones son engañosas, no solo al describir la ingeniería genética de forma confusa, sino al tergiversar aspectos básicos de la biología. Además, aunque estos científicos puedan creer genuinamente que los alimentos gm son la solución al hambre en el mundo, parece que muchos de ellos han sobreestimado los beneficios de estos alimentos —y que incluso si estos productos no presentaran riesgos elevados cabría cuestionarse que pudieran reducir la malnutrición significativamente o resolver alguno de los problemas importantes de la agricultura.

Aunque este libro cuenta una historia que resulta inquientante en muchos sentidos, es importante que finalmente se haya contado, debido a la mucha confusión que se ha difundido y a los muchos actores gubernamentales que han sido engañados. Afortunadamente, el último capítulo muestra cómo la historia puede tener un final feliz, y señala claramente el camino hacia soluciones realistas y sostenibles que no requieren de la utilización de la ingeniería genética. Así como mis propios libros procuran inspirar esperanza, este libro es también en esencia inspirador de esperanza, ya que describe no solo algunos de los errores que hemos cometido, sino cómo pueden ser rectificados de maneras creativas que ayuden a sostener la vida.

Debo insistir en que todo aquel a quien le importe la vida en este planeta y el futuro de sus hijos, y de los hijos de sus hijos, lo lea. Servirá para disipar la confusión y el engaño creados en relación con las técnicas de ingeniería genética y los alimentos a los que dan lugar…

Para mí, Steven Druker es un héroe. Se merece al menos un Premio Nobel.

* dbe, primatóloga, etóloga, antropóloga y mensajera de la Paz de la onu.

INTRODUCCIÓN.
CÓMO ME CONVERTÍ EN ACTIVISTA A REGAÑADIENTES

y destapé el crimen que permitió la comercialización
de los alimentos transgénicos

La mayoría de la gente se sorprendería al saber que Bill Clinton, Bill Gates y Barack Obama (junto con una multitud de individuos astutos e influyentes) fueron engañados por el mismo elaborado fraude.

Estarían aún más sorprendidos al enterarse de que el fraude no fue perpetrado por una agencia extranjera de inteligencia, un sindicato del crimen internacional o una camarilla de financieros astutos, sino por una red de distinguidos científicos —y que no implicaron cambios en el clima, sino cambios en nuestra comida.

Y si son estadounidenses, se sorprenderían más al descubrir que la Administración de Alimentos y Medicamentos (fda) ha sido el principal cómplice, y que gracias a sus engaños ellos y sus hijos han estado ingiriendo durante más de quince años un grupo de productos «novedosos» que el mismo personal científico de la fda había calificado previamente como excesivamente peligrosos para la salud humana.

Este libro cuenta la sorprendente historia de cómo llegamos a la situación actual. Soy el más autorizado para decir esto, ya que fui yo quien desveló uno de sus elementos clave.

A principios de 1996 hice algo que pocos estadounidenses estaban ha-ciendo entonces: me decidí a estudiar los hechos acerca del enorme proyecto de reestructurar la base genética de la oferta mundial de alimentos. Y cuanto más aprendía, más me empecé a preocupar. Se volvió cada vez más claro que las afirmaciones realizadas por quienes defendían los alimentos diferían significativamente de la realidad, y que había razones científicas de peso para analizar este tipo de productos con una mirada cautelosa.

El comportamiento de la fda resultaba especialmente preocupante, ya que se negó a regular los alimentos gm y de hecho los defendió enérgicamente. Me pareció especialmente problemático que esta agencia hubiera adoptado la presunción de que los alimentos modificados genéticamente (gm o transgénicos) eran tan seguros como los convencionales, lo que les permitió comercializarlos no solo sin realizar ensayos previos, sino también sin etiquetas que informasen a los consumidores acerca de la reconfiguración genética que había ocurrido. Esto me parecía poco científico, irresponsable y básicamente incorrecto.

También tuve el presentimiento de que era ilegal, un presentimiento que mi investigación terminaría por confirmar.

A medida que aumentaba mi conocimiento crecía también mi convicción de que era preciso interponer una demanda contra la fda para revertir su política sobre los alimentos gm y obligarla a exigir ensayos de seguridad y un etiquetado que se había negado injustamente a los consumidores. En ese momento, no me imaginaba jugando un papel activo en los procesos judiciales, ni siquiera involucrándome mucho en su fase de desarrollo. Mi intención era presentar la idea a otros que tenían mayor experiencia y recursos e inspirarlos para llevarla a cabo. Aunque tengo una Licenciatura en Derecho de la Universidad de California en Berkeley, la práctica de la ley no ha sido el foco central de mi vida profesional, y tenía escasa experiencia en litigios. Además, estaba inmerso en un proyecto que deseaba poder realizar y no quería que se desviara mi atención.

Sin embargo, conforme intentaba inspirar a otros para que presentasen la demanda me fui convirtiendo en la persona que más estaba haciendo por organizarla y sacarla adelante. Los ejecutivos de las organizaciones de interés público con los que hablé creían que la demanda era una gran idea, pero ninguno se veía preparado para llevarla adelante. Tras intentar durante varias semanas que alguna organización asumiera la demanda le conté la situación a un biólogo molecular, que yo sabía que estaba preocupado porque la rápida comercialización de los alimentos gm había supuesto que sus riesgos fueran indebidamente ignorados y su evaluación irresponsablemente descuidada. Le expliqué que mis ideas para el pleito habían sido recibidas en general con entusiasmo, pero que ninguno de los grupos estaba preparado para convertirlas en realidad. Él me dijo: «Steve, ¿no te das cuenta de que este es tu bebé? Si no lo haces tú, no va a suceder». Por mucho que deseara que fuera otra persona quien interpusiera la demanda para poder volver a mi otro proyecto, en el fondo tenía la sensación de que este biólogo tenía razón.

Así que dejé mi proyecto de lado, fundé la Alianza para la Bio-Integridad (una organización civil sin ánimo de lucro), y como su director ejecutivo me dediqué a tiempo completo a organizar la demanda. A los pocos meses logré la colaboración del Centro Internacional de Evaluación de Tecnología, una organización de interés público muy respetada en Washington dc, con un equipo de abogados expertos; tenían gran experiencia en litigios con los organismos administrativos federales y accedieron a ser los abogados oficiales, con la condición de que yo continuara coordinando los distintos elementos del proyecto y recaudara los fondos necesarios. Con el tiempo me convertí también en abogado activo, inicié la investigación fundamental, y participé en los escritos y otros documentos a presentar ante el tribunal.

Un objetivo principal de la fase de preparación era reunir un número significativo de demandantes. Durante los meses siguientes y a través de numerosas llamadas telefónicas, correos electrónicos, y viajes para mantener reuniones cara a cara conseguí reunir una coalición sin precedentes para unirse a la demanda y firmar la denuncia contra la fda que se presentó ante el tribunal. Por primera vez en la historia de Estados Unidos un grupo de expertos científicos participaba en una demanda contra una política desarrollada por un organismo administrativo federal, no como asesores de los péritos, sino como demandantes —que formalmente se oponían a esa política por razones científicas. En un movimiento audaz que destacaba la falta de solidez de esta política, nueve científicos de renombre (entre ellos profesores titulares de la Universidad de California en Berkeley, Rutgers, la Universidad Estatal de Nueva Jersey, la Universidad de Minnesota, y la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York) se unieron para demandar a la fda y afirmar formalmente que su presunción acerca de la seguridad de los alimentos gm era científicamente errónea, ya que planteaban riesgos anormales que debían ser analizados mediante pruebas rigurosas.

Igualmente sin precedentes, un distinguido grupo de líderes espirituales de diversas religiones participaron como codemandantes y se opusieron a la política de la fda por motivos religiosos. Dentro de este grupo estaban el presidente de la Coalición sobre Religión y Ecología, el capellán de la Universidad del Noreste de América del Norte y un profesor de Teología de la Universidad de Georgetown. En total había siete sacerdotes y ministros de una amplia gama de denominaciones cristianas (incluyendo Episcopal, Luterana, Bautista y Católica Romana) tres rabinos (ortodoxos, conservadores y reformistas), el rector de la Asociación Budista Reino del Dharma y una organización hindú de Chicago que contaba con mil miembros. Estos demandantes indicaron que, en su opinión, la forma en que los biotecnólogos están reconfigurando los genomas de los alimentos es una alteración radical e irreverente de la integridad de la creación de Dios —y que se sentían obligados a evitar el consumo de los productos de tales intervenciones por principios religiosos. Alegaron que, al no exigir un etiquetado adecuado, la fda los exponía inevitablemente a estos alimentos gm, impidiéndoles el ejercicio libre de sus creencias religiosas (algunas de las razones de base religiosa para rechazar los alimentos gm se describen más detalladamente en el Capítulo 14).

Aunque los defensores de los alimentos gm intentan presentar cualquier oposición por motivos religiosos como ignorancia respecto a la ingeniería genética y por tanto incapacidad para apreciar su similitud con los métodos de mejora tradicionales, estos demandantes estaban bien informados, y entendían por tanto lo profundamente que se diferencian de los procesos naturales (estas diferencias se discuten a fondo en el Capítulo 4).

La demanda Alianza para la Bio-Integridad, et al. versus Shalala, et al. fue presentada en el Tribunal Federal del Distrito de Washington DC, en mayo de 1998. La primera acusada llamada a declarar fue Donna Shalala porque, como secretaria del Departamento de Salud y Servicios Humanos en aquel momento, supervisaba la fda, una de las agencias dentro de ese Departamento. El otro acusado fue el comisionado en funciones de la fda.

La demanda tuvo un impacto importante muy rápidamente debido a que, como parte de la fase de instrucción del caso, obligó a la fda a entregar copias de todos sus archivos internos mrelacionados con los alimentos transgénicos. Deseoso de ver qué había más allá de los comunicados públicos de la agencia y averiguar si coincidían con lo que realmente sabían y cómo habían actuado, asumí la responsabilidad de analizar este tesoro de documentos. Al examinar las más de 44.000 páginas de informes, mensajes y memorandos realicé varios descubrimientos sorprendentes. Al final de mi investigación había recopilado numerosas pruebas del enorme fraude que estaba teniendo lugar. Mi trabajo reveló que la fda había introducido estos polémicos productos en el mercado evadiendo las normas de la ciencia, quebrantando deliberadamente la Ley y tergiversando seriamente los hechos; y que la población estadounidense estaba siendo cotidianamente expuesta (y sin saberlo) a nuevos alimentos que eran especialmente peligrosos a ojos de los propios científicos de la agencia.

Este fraude ha sido el acontecimiento fundamental en la comercialización de los alimentos gm. No solo ha permitido su comercialización y aceptación en los Estados Unidos, sino que fijó y sentó las bases para su venta en otros muchos países. Si la fda no hubiera eludido las leyes de seguridad alimentaria todos los alimentos gm habrían tenido que someterse a rigurosos ensayos a largo plazo; y si la fda no hubiera ocultado y negado las preocupaciones de sus propios científicos, e informado erróneamente sobre los hechos, el público habría sido alertado de los riesgos. En consecuencia, la comercialización de alimentos transgénicos se habría visto retrasada varios años, como mínimo, y probablemente nunca hubiera ocurrido.

Por esto es vital que la historia del crimen de la fda sea publicada en su totalidad; este libro lo hace de una manera vívida y minuciosa, revelando cómo una agencia gubernamental con el deber de salvaguardar el suministro de alimentos de la nación perpetró este fraude, cómo se llevó a cabo y cómo, incluso después de ser expuesto y concluyentemente documentado el fraude, se ha mantenido y continúa engañando al público.

El libro, al contar esta historia, cuenta una mucho más grande, una historia en la que el comportamiento de la fda no supone una aberración aislada sino que forma parte integral de un patrón más amplio de mala conducta. Presenta una descripción gráfica de cómo surgió el proyecto de promoción de la ingeniería genética, las etapas mediante las cuales ha avanzado y cómo en cada etapa ha habido una difusión de falsedades. En consonancia con su título se demuestra que la alteración a gran escala de genes ha sido crónica y crucialmente dependiente de una enorme distorsión de la realidad y muestra cómo, durante más de treinta años, cientos (sino miles) de los defensores de la biotecnología dentro de instituciones científicas, agencias de gobierno y oficinas corporativas en todo el mundo han comprometido sistemáticamente la integridad científica. Además, han tergiversado los datos con el fin de fomentar el crecimiento de la ingeniería genética, para que los alimentos que ellos producen terminen en nuestros platos.

Esta narración es, por tanto,una historia acerca de la corrupción en la ciencia y la subsiguiente corrupción de las autoridades gubernamentales. Esto no ocurre por la conspiración de un grupo marginal de científicos en colaboración con una manada de poderosos ideólogos políticos, sino a través del funcionamiento del cuerpo científico dominante en concierto con las grandes corporaciones multinacionales —y la captación de funcionarios públicos en todo el espectro político y en todo el mundo. Al final de la historia quedará claro que la degradación de la ciencia que representan no ha sido solo desagradable sino también sin precedentes: que en ningún otro caso tantos científicos han desvirtuado tan gravemente los criterios que debían defender, y que lo que han hecho es engañar a muchísima gente e imponer riesgos de gran magnitud a la salud humana y al medio ambiente.

Este proyecto biotecnológico se construye a partir de una serie de documentos (incluyendo transcripciones de conferencias científicas, declaraciones de agencias del gobierno, reportajes de prensa, artículos de revistas y libros de los historiadores de la ciencia). Juntos, iluminan la parte oscura y oculta que revela cómo la integridad de la ciencia y del gobierno ha sido sacrificada de forma sistemática para que las empresas puedan avanzar. He hurgado profundamente en estas fuentes de información, a menudo esclareciendo hechos clave que no fueron ni son ampliamente conocidos. Además, debido a que yo llevaba varios años participando a nivel global en la campaña para conseguir que se regulaasen adecuadamente los alimentos transgénicos (actuando con una amplia gama de funcionarios del gobierno, que interactúan con los científicos y periodistas, y que participan en conferencias y debates), he vivido varias veces en primera persona este tipo de procesos corrosivos; todas estas experiencias han contribuido a la hora de enriquecer este relato.

Además, algunas de estas sorprendentes historias de corrupción proceden de los científicos que se han esforzado por detenerlas. Uno de los más destacados es el eminente biólogo Philip J. Regal, quien durante veinte años intentó desesperadamente que las empresas biotecnológicas respetaran el conocimiento científico y pudiesen ser controladas por una regulación responsable. Su historia, que forma parte de varios de los capítulos posteriores, ilustra diversas y frecuentes formas en las que la comunidad científica y el gobierno frustraron sus intentos una y otra vez, y se convenció de que en lo que respecta a los alimentos gm, el poder ejecutivo de Estados Unidos no honraría a la ciencia ni a la ley, a menos que fuera obligado por un tribunal. Fue así como decidió convertirse en un demandante en la querella que organicé. Al compartir sus ideas y experiencias conmigo durante muchas reuniones personales, conversaciones telefónicas y correos electrónicos y al entregarme el nutrido conjunto de pruebas que había recopilado, me ha permitido exponer las debilidades y la delincuencia de las empresas biotecnológicas de una forma mucho más rica, lo que de otro modo hubiera sido imposible.

Al igual que el doctor Regal, un número creciente de expertos ha reconocido que el enorme proyecto de la ingeniería genética se basa en suposiciones inestables y en afirmaciones cuestionables; y que es necesaria una mayor creatividad para trazar la mejor manera de avanzar. Entre ellos se encuentra Evelyn Fox Keller, una profesora de Historia y Filosofía de la Ciencia del Instituto de Tecnología de Massachusetts. En su libro El siglo del gen señala que la eficacia aparente de la ingeniería genética no ofrece ninguna garantía de que esta esté libre de efectos perjudiciales no deseados. Además señala que con el surgimiento de esta tecnología ha crecido un vínculo «sin precedentes» entre la ciencia y el comercio. A medida que ese vínculo ha ido creciendo el científico se ha convertido cada vez más en el poseedor de un poder retórico para hablar del «gen» de un modo persuasivo, y de atribuirle a la ingeniería genética una precisión y predictibilidad que no posee. Keller hace hincapié en que las «deficiencias» de este discurso sobre los genes hacen necesaria su reforma. Su libro concluye con la esperanza de «[…] que nuevos conceptos puedan abrir un terreno innovador en el que científicos y gente de a pie puedan pensar y actuar juntos para desarrollar políticas realistas tanto política como científicamente».

Los siguientes capítulos tienen como objetivo ayudar a despejar el camino hacia ese terreno totalmente innovador al revelar que la política más realista, desde un punto de vista científico puede coincidir fácilmente con la más realista desde un punto de vista político, y que los problemas a los que nos enfrentamos a la actualidad derivan tan solo de que la política de la ingeniería genética se ha visto separada de la realidad científica. Espero que la información contenida en estos capítulos y las ideas que transmiten pongan fin a la confusión que se ha causado, y que se acelere la implementación de las reformas necesarias, la reincorporación de los estándares científicos y el desarrollo de un sistema agrícola que produzca abundantes alimentos sanos y seguros de manera sostenible.

Nuevos factores a tener en consideración

A excepción de unos pocos añadidos menores, todo el contenido de los capítulos que siguen fue escrito con anterioridad a la publicación de la edición inicial en inglés en marzo de 2015. Por lo tanto, los comentarios acerca de algunos avances significativos que han acontecido después de dicha fecha, como las nuevas técnicas de edición genética (por ejemplo, la tecnología crispr) estarán disponibles en el siguiente sitio web: ?????????????

Hay una cuestión adicional en relación a las notas a pie de página debido a que este libro se publicó inicialmente en marzo de 2015, en mayo de 2017 se realizó una revisión de los links a las páginas web citadas en las notas, comprobándose que algunas ya no estaban accesibles. En la mayoría de estos casos, se halló una copia archivada (en una web diferente) y vemos de indicar el link correspondiente. Además, como ha habido varios casos en que el link continuaba activo pero no se indicaba la fecha en que se había consultado, se cita el 18 de mayo de 2017 como fecha del último acceso. Otra revisión parcial se realizó el 13 de septiembre de 2107.

Una nota sobre terminología

El término «biotecnología» se emplea algunas veces para referirse a técnicas que utilizan (o modifican) procesos biológicos, incluyendo a las prácticas ancestrales que dependen de la fermentación para elaborar vino, cerveza o pan. Pero este término también se emplea en un sentido más estricto para referirse exclusivamente a técnicas modernas tales como la ingeniería genética que depende de intervenciones artificiales que no cuentan con un historial de uso seguro. En este libro me refiero a «biotecnología» solo en el sentido estricto, para denotar el segundo grupo de técnicas, que no han superado esta prueba del paso del tiempo.

Notas introducción

1. La Administración de Alimentos y Medicamentos (fda) reconoce que ha estado operando bajo una política que «apadrina» a la industria biotecnológica en los Estados Unidos. Ver por ejemplo «Genetically engineered food» en fda Consumer (enero – febrero 1993): 14.

2. Keller, Evelyn F., The Century of the Gene (Cambridge: Harvard University Press, 2002): 142-143.

3. Ibíd. 143.

4. Ibíd. 144.

5. Ibíd. 148.