El camino hacia Cópol


Laura Colaysïs




© Laura Colaysïs

© El camino hacia Cópol


ISBN ebook: 978-84-17564-05-6

Registro de Propiedad Intelectual: GC-58-2018


Editado por Falsaria (España)

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1ª edición: 2018


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Agradecimientos

Deseo dar las gracias a Marisa Aleman, Abraham Robaina Aleman y, sobre todo, a Raquel Acereda por su ayuda en la corrección de este manuscrito en español.

Prefacio de la autora

Los tulumbucks son un pueblo aparentemente humano ubicado en un planeta desconocido donde viven en una era semejante a nuestra Edad Media, reinan estados feudales y se desconoce la electricidad. Ricos en valores espirituales y sociales, respetan y aman la naturaleza quedando en comunión con ella.

En los primeros dos capítulos del libro he tratado de resumir la historia que precede a la aventura que pronto os voy a narrar —la cual será, en concreto, un pequeño volumen que publicaré posteriormente—.

Los invito así, a todos ustedes, a viajar conmigo a este mundo para compartir las hazañas de unos seres puros de espíritu y corazón. Valientes, y también inocentes, que, a través de su desarrollo personal, pudieron evolucionar como pueblo hacia la sabiduría y el encuentro con sus dos dioses protectores.


Laura Colaysïs

Prólogo

La duquesa Siky meditaba en voz alta, sentada en la pequeña sala del Voltz del castillo de Cópol. Colaysïs estaba detrás de su silla, paseando despacio por la habitación y escuchando con atención a su protegida, que decía:

—¿Qué hay de todo por lo que hemos luchado para llegar hasta aquí? Nosotras encendimos la llama de nuestro pueblo, guiándolo en la resistencia y luego de vuelta a la ciudad sagrada de nuestro origen. Pero, una vez en casa, me entero de que aún no conozco a nuestro ducado libre. Solo hay recuerdos de un pasado que cada día está más alejado. Y mientras, yo sigo sin encontrar el sentido y el verdadero significado de nuestra esencia.

Al cabo de estas palabras, Colaysïs detuvo su andar y algunas de sus largas trenzas rubias golpearon la coraza de su armadura de oro. Luego, abriendo sus ojos de color turquesa, empezó a hablar con voz cálida y sabia, como la de una madre cuidadosa o la de una hermana mayor:

—Hace un tiempo te oí decir estas mismas palabras en este mismo lugar, ¿te acuerdas? Entonces, te contesté: deja de compadecerte a ti misma y atrévete de una vez a tomar una decisión. Nunca olvides que eres la guía y la portadora del símbolo espiritual de nuestro pueblo. Con tus acciones se manifestará la voluntad de los dioses.

Mientras la duquesa se quedaba inmóvil mirando sus preciosos ojos, Colaysïs se le acercó hasta agarrarla levemente por el brazo y la llevó despacio hacia una antigua ventana tapada por ladrillos. El muro se desvaneció como en un sueño y ahora podían ver todo el ducado Tulumbuck y cada uno de sus habitantes. Entonces, Colaysïs continuó:

—Debes comunicarte con la gente sin tener miedo a equivocarte o a ser malentendida. Lo que digas solo será la voluntad de nuestros dioses expresándose juntos en una sola voz.

Galería y sala del Voltz (a la derecha) - Castillo de Cópol

Después de una silenciosa reflexión, por fin una sonrisa reconquistó el rostro de la duquesa que, tomando las manos de su protectora e imagen de la diosa sol, dijo:

—Colaysïs, muy pronto nos pondremos en marcha para ir en busca de la verdad. Debemos profundizar nuestros conocimientos, acercarnos a otros pueblos y otros corazones… Cruzar nuevas fronteras y mentes para evolucionar y solidificar nuestra esencia y creencia en la libertad.

Estas fueron las palabras que dieron comienzo a lo que habría sido una nueva etapa para todo el pueblo tulumbuck. La idea de una misión, o más bien de un viaje, que ella misma llevaría a cabo con la ayuda de los dioses sol y cielo representados en sus dos jinetes guardianes: Colaysïs y Meisis.

Capítulo I

Un nuevo comienzo

El pueblo tulumbuck vivía libre en sus tierras. Seguían su creencia de paz y armonía adquirida por medio de la elevación espiritual.

Después de liberarse de la dura invasión del rey Azhar, todo el mundo volvió a llevar una vida pacífica y comunitaria: trabajaban de manera creativa y disfrutaban del don de la vida; cuidaban de su hogar, de la tierra que los ampara y de los animales con los que comparten su vida; hablaban a los dioses a través de la música (Defe) y de todo lo que fuese creativo (June); cultivaron y buscaron siempre el equilibrio entre las cosas sin ningún tipo de distinción social entre seres; aceptaron, de esa forma, a todos sus hermanos con sus virtudes y defectos y adoraban a sus dos dioses, Colaysïs y Meisis (sol y cielo, origen femenino y origen masculino), que combinados se conocían como Plinkï (felicidad), la luz de color turquesa.

El origen de este pueblo se remonta a cuando sus antepasados formaban juntos un estado feudal como los que todavía rodeaban sus fronteras.

Único mapa de las tierras conocidas por los tulumbucks (el ducado desde arriba hacia abajo).

Un día, una misteriosa luz turquesa que bajó desde el cielo convirtió a los tulumbucks en seguidores de su propio crecimiento espiritual y les dio las claves de la felicidad y la libertad en la Tierra. En ese momento, conocieron a sus dioses y los adoraron para siempre por ser los creadores de la vida. Comenzaron a utilizar un nuevo lenguaje formado por símbolos y números que solo ellos conocían. Plinkï es el símbolo más importante y también el logotipo de su estandarte.

Símbolo de Plinkï (felicidad, libertad, objetivo del camino espiritual)

Después de la transformación, dejaron de existir reyes y súbditos, ricos y pobres. De la misma forma, desaparecieron los hombres y las mujeres que no tuvieran ambas energías. Todos evolucionaron hacia seres andróginos, se olvidaron de la familia como núcleo formado por un padre y una madre para ser parte integrante de toda la comunidad libre. De hecho, todos se consideraban padres y hermanos de los más jóvenes con el deber de educar al prójimo para ser felices y amar a los dioses.

No había moneda o dinero, lo que dejaba libre e inmortal el valor de cada cosa. Solo se usaba el trueque para comerciar (en tulumbuck, semé).

Símbolo tulumbuck de semé (trueque)

Los únicos seres que tenían sexualidad (hombre o mujer, donativo o receptivo) entre los tulumbucks eran los sacerdotes y las sacerdotisas. Sentían el deber de emprender su propio camino espiritual y convertirse así en adoradores de uno de sus dos dioses en particular, tomaban sus características fundamentales y se transformaban en sabios servidores que tenían la tarea de proteger y guiar a su pueblo.

Al prescindir de su aspecto físico (pene o vagina), los seres que se sentían más cercanos a la diosa sol Colaysïs se convertían en sacerdotisas, fieles a su origen espiritual y solo siendo femeninas y receptivas sexualmente. Podían, de manera exclusiva, integrarse con los sacerdotes de Meisis, que a su vez eran los que se sentían más cercanos al dios cielo. Estos eran los que asumían las características masculinas, fieles a su origen espiritual y siendo solamente donativos en su lado sexual.

A cada sacerdote y sacerdotisa se le confiaba un caballo para cuidarlo y andar con él. Ambos se dedicarían al desarrollo personal además de facilitar el de toda su comunidad.

* * *

Todos los tulumbucks se quieren y se respetan según el principio de «vive y deja vivir, ama y déjate amar». Cuidan de la naturaleza y de los animales, se alimentan de comida sana y consideran el agua como una sustancia sagrada.

El ducado Tulumbuck está formado por cuatro pueblos, algunos de ellos heredados a lo largo de la historia y otros se formaron como resultado de sucesos más recientes.

Cópol es la pequeña y antigua capital del ducado Tulumbuck, reconquistada después de la devastadora invasión de rey Azhar. En su colina se erige un antiguo castillo construido por un pueblo ya olvidado y usado luego como templo por los tulumbucks. La ciudad está rodeada por una débil muralla que custodia sus casas, chozas, huertas, pozos, jardines y un ingenioso molino de viento. La tierra es muy seca y arenosa y las piedras tienen un color amarillo, quemado por el fuerte sol y el calor.

Ciudad de Cópol

A menos de medio día de camino a caballo hacia el sureste, se encuentra la casi inexistente aldea de Shatrem, ciudad que pudo haber sido importante y donde ahora solo quedaba una pirámide antigua y espectacular. Este monumento fue usado por los primeros tulumbucks como tumba —más bien como una urna común— por su ancho y oscuro agujero en el techo.

A su alrededor, hay algunas tiendas solitarias donde encuentran refugio los que desean apartarse de la sociedad y desarrollarse mediante la meditación y la búsqueda interior.

Subiendo por el río Iso y atravesando el pequeño lago Isotyrs, está la montaña Neg, que sostiene la ciudad-castillo de Négaton (un gran edificio fortificado erigido por obra del rey Óbusers en un intento de defender a los tulumbucks durante el comienzo de su asedio).

Hacia el este se encuentra Leopes, una pequeña aldea agrícola formada por campesinos, agricultores y también mineros de las cercanas montañas.