Minor Arias Uva

Mi abuelo volaba sobre robles amarillos

Ilustraciones de
Rodmi Cordero

“Para nosotros, físicos creyentes,

la distinción entre pasado, presente

y futuro no es más que una ilusión,

aunque se trata de una ilusión tenaz”.

Albert Einstein

Dedicatorias

A mi abuelito Salvador, santo de Chihuahua.

A mi abuelito Francisco a quien conoceré.

A mi mamá Lidia Uva Mora

A Hermy, mi campeona del entusiasmo.

A Ángelo, mi campeón de búsquedas.

A Gera, mi campeón de la vida y la esperanza.

A Diego, una bendición para nuestra casa.

A Ronald, mi campeón de la paciencia y la perseverancia.

A Ignacio Santos, mi hermano Chihuahuense, por su amor a nuestro país, y por acompañarme desde el principio en la búsqueda

de mi expresión poética.

A la memoria de Rodrigo López Reyes, y a Roberto, Sara y Emiliano, quienes como padres y hermano siempre supieron cómo amarlo.

A doña Estrella y Cristina Zeledón, Julieta Pinto, María Suárez,

Ani Brenes, Cruz Prado y Francisco Gutiérrez, Rolando Araya Monge, Sidonio Jiménez Valverde, Carlos Rubio. Por lo que sus aportes significan y alimentan.

Y para usted, para ti, para vos...

Prólogo

El ternísimo filo de la poesía

Julieta Dobles

Minor Arias nos presenta este, su tercer libro de poesía, Mi abuelo volaba sobre robles amarillos. Y nos sorprende con lo inusitado y original de esta poesía, que en la moda del desencanto y de la amargura, cuando los poetas más jóvenes se esfuerzan por presentar como original una mirada cínica sobre el mundo, este joven poeta sostiene la antorcha del entusiasmo agradecido y contagioso por la belleza, la bondad, el amor, la familia y la naturaleza.

Creo que los lectores lo agradecerán. Porque esa mirada limpia y optimista sobre los recuerdos, la vida, la infancia, la naturaleza y nuestros mayores más amados, construye fe en el ser humano y en su presente y su futuro, a pesar de todos los horrores que puedan existir, la mayor parte construidos por las guerras, la codicia y la soberbia de los malos políticos y peores empresarios, que combinados, pueden sumir a cualquier país en un infierno de violencia e injusticia.

“La vida merece vivirse”, parece decir a cada línea la poesía de Minor Arias. Y los valores humanos permanentes destacan en el texto lírico de este libro, que es muy inesperado y original porque engarza las vivencias del niño y del adulto de tal manera, que muchas veces no sabemos cuál de los dos está hablando.

Minor Arias no le tiene miedo a las palabras, ni a incursionar en su universo de niño que ha crecido, pero que conserva la prístina mirada del niño poeta o del poeta niño. Por eso no es de extrañar que este autor haya antecedido el libro que nos ocupa con un poemario infantil: Canción de lunas para un duende, que es el Premio Carmen Lyra 1999 de poesía infantil, premio otorgado por la Editorial Costa Rica, distinción de excelente trayectoria, que ya es tradición en nuestras letras para niños.

Graduado en Administración en la Universidad Regiomontana de Monterrey, México, Minor Arias hizo su primera publicación de poesía en ese país. Quizá por eso no se había dado a conocer en Costa Rica hasta la publicación de su libro de poesía infantil.

En el abundante poemario que ahora nos ocupa, Minor Arias despliega la naturaleza costarricense con todo el esplendor que ella posee, en un lenguaje lleno de sensorialidad, color y vida. En las tres partes en que se divide el libro, el personaje del abuelo va creciendo, intensificándose en su trayectoria hacia la trascendencia, y a su través, la poesía toma contacto con la sabiduría indígena, con nuestras criaturas del bosque, con nuestra geografía rural y con esa cotidianidad que sabe a pan y a pertenencia.

De pronto, brotando de lo particular, de los miles de detalles que aroman nuestra vida cotidiana, la voz del poeta se hace universal, y los grandes temas humanos se esbozan en las imágenes, se definen en las metáforas bien trabajadas y mejor cinceladas.

El verso libre que cultiva el poeta es armónico, sin disonancias, a pesar de la libertad con la que se expresa, y escoge los vocablos necesarios para que todo fluya con naturalidad, con asombro, con gozo, tal como se dice en el final de este poema, muy representativo:

Desde las ventanas acaracoladas

surge este verso abierto,

como una cantalumbre de alegría.

Este es el sueño.

(Del poema “Dueños de la lumbre”)

Merece la pena recorrer las páginas de Mi abuelo volaba sobre robles amarillos. El lector encontrará patria, naturaleza, belleza, amor, fe en la vida y muchísimas vivencias más, todas de enorme valor, sostenidas en el filo ternísimo del poema.

Terranauta

Mi abuelo es un guerrero de diez metros.

Todos los días saluda las galaxias

con relámpagos y oraciones,

mientras cenamos arroz de nieve

y escuchamos el desmedido lamento de las ranas.

Intuyendo el tenue llamado de las estrellas,

salimos de nuestro planeta

por entre escombros y planicies.

De regreso traemos este remolino de semillas,

y cada vez que salta algún rugido

nos lo ponemos así, en el pecho.

Es simple el cosmos, me dice,

cabe en los bigotes de un gato.

terranauta

Por encima de la estación

Mi abuelo trae música de la tierra,

la suelta en órbitas clandestinas,

como quien libera una jaula de luciérnagas

en el centro de un agujero ensombrecido.

Mi abuelo se concentra

mirando el mar

y las gaviotas surcan su campo corredizo.

Aunque mi abuelo es un cosmonauta,

regresa siempre

al viaje simple del abrazo nuestro.

Ventanal

Atrás de aquella montaña vive el abuelo

entre ríos de espesuras grandes

congos y bambués.

Aquel es el volcán de su infancia,

sigue igual de fértil el zumbido

y se trasluce jineteando su asombro

entre paredones de azul y madreselva.

Como en el cuento que contaba

del Barco Girasol y Mandolina...

retumba y cambia su voz en el abrazo nuestro.

Mi abuelo es,

como diría Dios:

un ángel travieso de mil piernas

quien camina volando los caminos.

Las maromas del abuelo

A Ricardo Martínez Cantú

El abuelo se desplaza entre guitarras y violines,

va girando sobre una naranja

o en un acontecimiento de bicicleta.

Sube al revés los toboganes

para retomar el impulso inicial de la alegría.

Camina sobre el agua

como en una corriente de tortugas y medusas.

De madrugada sale del mar

y con sus zapatos de relámpago

va levantando ramas adormecidas,

animales de asombro,

pedregales de lumbre.

El abuelo tararea canciones de la infancia del trópico,

y en su calibrado corazón

guarda la vigilia de las luciérnagas.

El abuelo encuentra el polen del espíritu

en todas las partituras:

por eso ama sin hacer preguntas,

danza al lado de comparsas amorosas,

como cuando enciendes un ábaco de trigo.

musica

Encuentros

Para Marcos Corrales

Cuando el abuelo cierra los ojos y sonríe;

yo sé adonde va.

Lo he visto sobre el bosque

inventando el origen de un río.

Luego cambia de semblante:

es un tigre

un bejuco

un cerro coronado por la bruma.