cover.jpg

 

 

 

No hay Software y otros ensayos sobre filosofía de la tecnología

Friedrich Kittler

 

 

img1.jpg

© Comité Editorial

Editorial Universidad de Caldas, 2017

Título:

No hay Software y otros ensayos sobre filosofía de la tecnología. Friedrich Kittler

Autor: Friedrich Kittler

Primera Edición

500 ejemplares

Junio de 2017

 

ISBN: 978-958-759-160-6

Todos los derechos reservados por la Editorial Universidad de Caldas

Coordinación de la colección:  Liliana Villescas Guzmán

    Felipe César Londoño López

 

Editores académicos  Alejandro Duque

    Andrés Burbano

 

Traducción:  Mauricio González Rozo

 

Gestión Editorial:  Editorial Universidad de Caldas

Revisión:   Luis Miguel Gallego Sepúlveda

Diseño y diagramación: Luis Osorio Tejada / Editorial Universidad de Caldas

Desarrollo ePub:  Lápiz Blanco S.A.S.

 

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin permiso expreso de la Editorial Universidad de Caldas

 

Kittler, Friedrich

 

No hay Software y otros ensayos sobre filosofía de la tecnología / Friedrich Kittler; traductor Mauricio González Roso. Manizales: Editorial Universidad de Caldas, 2017.

138 páginas, fotos; 21x27 cm. – (Colección Diseño Visual)

 

Notas: Incluye Índice, bibliografía, índice temático y onomástico, biografía del autor.

 

ISBN 978-958-759-160-6

 

1.Filosofía de la ciencia 2. Filosofía de la tecnología – Ensayos 3. Tecnología y civilización I. Duque, Alejandro II. Burbano, Andrés III. González Rozo, Mauricio

 

CDD 601/K62

 

CEP –Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

img2.jpg

 

 

No hay Software y otros ensayos sobre filosofía de la tecnología

Friedrich Kittler

 

 

 

Alejandro Duque y Andrés Burbano / Editores académicos

Mauricio González Rozo / Traducción

 

 

 

 

Universidad de Caldas

Departamento de Diseño Visual

Imagoteca

 

 

 

El equipo de trabajo del libro No hay Software y otros ensayos sobre filosofía de la tecnología quiere extender un enorme agradecimiento a: Susanne Holl, Christian Hänggi, Tania Hron, Wolf D. Kittler, Estefania Piedrahita, Maylin Cárdenas, Gabriel Zea, Pilar Mejía y a María Clara Bernal. Sin su apoyo, trabajo y dedicación esta publicación no hubiese sido posible.

Tabla de contenido

Prefacio

I/O Conexiones Afectivas / Alejandro Duque

 

Ciencia como proceso Open Source

Código - O cómo se puede escribir algo de otro modo

Protected Mode

No hay Software

Hardware, el ser desconocido

Ficción y simulación

Museos en la frontera digital

La última transmisión radial

Pynchon y la electro-mística

Medios y drogas en la Segunda Guerra Mundial de Pynchon

En síntesis: A modo de conclusión / Andrés Burbano

Entrevista con el profesor Wolf D. Kittler

De la traducción en la época de su reproductibilidad digital. Nota del traductor / Mauricio González Rozo

Procedencia de los textos

Prefacio

 

 

 

 

 

 

 

Felipe César Londoño López1

 

En la perspectiva de los textos críticos sobre los debates que entrecruzan tecnología y pensamiento, surge la obra de Friedrich Kittler como un faro que ilumina el análisis de las materialidades tecnológicas contemporáneas. En general, intentamos evitar las discusiones que vinculan los sujetos con los determinismos tecnológicos, sin percatarnos que ellos son los que marcan las líneas por las cuales transitan las comunidades globales en una marcha en la que cobran fuerza las voces de las grandes corporaciones informáticas. Para Kittler el «código es aquello que hoy nos determina», y con esto nos alerta sobre la necesidad de tomar conciencia de ello, antes de desaparecer bajo el influjo de los sistemas de control.

Las teorías de Kittler se podrían enmarcar en las denominadas visiones posthumanistas, al lado de Bruno Latour o Donna Haraway, en tanto que buscan establecer nuevos instrumentos que nos aproximen a las realidades etéreas de las materialidades mediáticas que controlan una dimensión del mundo que trasciende las intencionalidades del ser humano, porque, en palabras de Kittler, ellas tienen su propia ‘agenda’.

Desde una perspectiva académica, Kittler aboga por la necesidad de una ciencia abierta, que «circule sin el amparo de patentes y del copyright». En el texto Ciencia como proceso Open Source, caracteriza la ciencia como universidad y fundamenta técnica y mediáticamente su origen a través de tres características:

1. «En la universidad el saber no transita meramente a través de elucidaciones orales o por medio de lecciones impartidas por los doctores hacia los estudiantes». El saber, afirma, ha de ser reelaborado en la universidad, en lugar de ser meramente repetido.

2. Las universidades han contado con «los llamados scriptoria, lugares donde las lecciones impartidas eran trasmitidas y re-elaboradas en forma de libros que eran escritos a mano. Así mismo, ellas contaban también con bibliotecas que almacenaban de manera duradera estos datos que eran así reelaborados».

3. Por último, «las universidades contaban con un medio de trasmisión de conocimientos propio: por inusitado que pueda sonar esto hoy en día, ellas contaban con sus propios sistemas postales» que posibilitaban la divulgación del saber.

Para Kittler es desde la universidad que han surgido los grandes desarrollos computacionales en hardware y software, pero es también desde allí donde se han perdido las oportunidades de reelaborar el conocimiento al caer bajo el influjo de los estados territoriales. La importancia que adquieren la ciencia (y por tanto, la universidad), al igual que las fuentes libres y los sistemas operacionales abiertos, enuncian que ella puede «generar una crítica que le quite el piso a obtusos comandos» que el determinismo tecnológico impone.

Estas y otras oportunas reflexiones, nos llegan a través de los textos que hoy la Universidad de Caldas, a través de su Colección Editorial en Diseño Visual, entrega a su comunidad académica y a muchos de los interesados en conocer las teorías alrededor de la «materialización de la comunicación» en las que Friedrich Kittler profundiza.

Quiero agradecer a Alejo Duque y Andrés Burbano por su persistente empeño para que este libro saliera a la luz y a Mauricio González por su trabajo en la traducción. Fueron años de un trabajo riguroso, como es característico en ellos, y que hoy se ve recompensado con un libro que, sin duda, será de gran utilidad para las universidades iberoamericanas. Un agradecimiento también a Susanne Holl por autorizarnos la publicación de los textos.

Desde el pregrado en Diseño Visual, la Maestría en Diseño y Creación Interactiva y el Doctorado en Diseño y Creación de la Universidad de Caldas, continuaremos con el empeño en fomentar la divulgación abierta del conocimiento para fortalecer la formación de nuestros estudiantes e investigadores. Tenemos la plena certeza que es a través del pensamiento crítico que podemos construir una nueva manera de ver el mundo. Contra las múltiples visiones futuristas, Kittler nos ilumina para seguir un camino de recuperación del saber.

Notas

1 Felipe César Londoño López. Rector de la Universidad de Caldas y Profesor Titular e Investigador de la misma. Director del Festival Internacional de Imagen, un evento que se celebra desde 1997 en Manizales, Colombia, integrando arte, ciencia y tecnología. Fue cofundador del Departamento de Diseño Visual, director de la Maestría y el Doctorado en Diseño y Creación, ha sido decano de la Facultad de Artes y Humanidades y director del grupo de investigación DICOVI (Diseño y Cognición Visual en Entornos Virtuales). Ha publicado varios libros, entre ellos: Paisajes y nuevos territorios e Interfaces de las comunidades virtuales.

img3.jpg

I/O Conexiones Afectivas

 

 

 

 

 

 

 

Alejandro Duque1

 

¡Las catedrales son para derribarlas! Es necesario deconstruir el saber cuando está expuesto en pedestales, evitando caer en la idolatría, sin dar lugar a la arrogancia. Es igualmente importante aprehender, apropiar y reinterpretar según nuestra mirada buscando lograr su alcance más amplio y diverso. En el capitulo nueve, Kittler escribe acerca de la electro-mi´stica citando a uno de los personajes de la novela de Thomas Pynchon El arco iris de gravedad (Gravity’s Rainbow). Kurt Mondaugen define ‘ancho de banda’ en función de una cierta capacidad para ser y comprender el ser.

«El ancho de banda temporal» es el ancho de tu presente, tu ahora. Es el familiar «∆t» considerado como variable dependiente. Cuanto más te demores en el pasado y en el futuro, y más mores en ellos, tanto más holgado será tu ancho de banda, tanto más sólida tu persona. Pero cuanto más estrecho sea tu sentido del Ahora, tanto más tenue será tu ser. (GR 509)

En estas latitudes, donde el tiempo tiene como sustancia líneas con ritmo sincopado, accedemos hoy gracias a la Universidad de Caldas y al trabajo de Andrés Burbano y Mauricio González a esta selección de textos de Friedrich Kittler. Con ellos esperamos descifrar las complejas relaciones entre ciencia-computación, lingüística-programación y filosofía-ficción ofreciendo caminos hacia un pensamiento autónomo que define otras modalidades para comprender la pregunta por la técnica2 en tiempos de redes neuronales artificiales sin separar la teoría de la práctica, tal como fue su ejemplo.

Quisiera compartir una anécdota3 que sucede en el verano del 2005 en Saas-Fee, Suiza. Mientras voy caminando hacia los salones de clase para la primera sesión del día alguien me pregunta: «Oye, ¿es cierto que tu usas Linux en tu computador?» a lo que respondo: sí. «Ah, es que el profesor Kittler necesita una máquina para acceder vía consola al correo de su Universidad», entonces me preguntaron si sería posible que le prestara el portátil al final del día ya que necesitaba coordinar algo de su viaje de regreso. Terminada la sesión me acerqué a la habitación del hotel con un Thinkpad® T40 que tenía instalada una distribución de GNU/Linux mantenida por ‘gamers’ Gentoo. La había aprendido a usar gracias a algunos amigos ‘Linuxeros’ en Medellín (Colombia) con quienes veníamos desarrollando un proyecto de redes comunitarias libres en el 2003. Al entrar a la habitación, el profesor Kittler me recibió muy amable con una sonrisa, estaba más curioso que yo mismo de saber qué tipo de computador le prestaría. Al verlo dijo: «Tengo uno igual, el mismo modelo. Se quedó en el departamento técnico, algo estaba fallando». Por eso no lo tenía con él. Me pidió que le abriera una consola para desde ahí acceder vía línea de comandos al sistema de correos institucional: [a@T40 ~]$ []

El viejo logró revisar y responder un par de correos mientras yo miraba algunos de los libros que tenía sobre la mesa, todos en alemán, y al lado del periódico una botella de Ginebra de la cual sirvió y me ofreció un trago. Pude aprovechar la oportunidad para preguntarle acerca de un proyecto que apenas empezaba y comprendía la posibilidad de generar mapas tridimensionales en tiempo real. Luego de arriesgarme a lanzar la pregunta me miró un poco perplejo, como si lo que preguntaba no tuviera sentido alguno, creo que todo le sonó como el cuento de Borges, ese que habla de unos cartógrafos que realizan un mapa igual de grande al territorio4. Sin embargo no perdió la oportunidad y respondió rápidamente usando conceptos de geometría clásica, mencionó la astronomía y cómo la posición de las estrellas sirvió a la cartografía. Justo ahí se desvió y narró un viaje (reciente o en planes) hacia alguna pequeña isla griega donde habían sirenas y a la que fue (o pretendía llegar) con un amigo artista y donde realizarán una obra con coros y estrellas5... justo ahí, en una isla griega, lo perdí.

Todo lo que logré anotar mientras Kittler habló nos sirvió a Lorenz Schori y a mí para montar un proyecto que llamamos Jetzt Schemata6. Tres años más tarde (2008) llegué con un grupo de amigos del festival Transmediale a la isla de Usedom, sobre el mar Báltico al norte de Alemania, lugar desde el que se lanzaron los primeros cohetes de guerra contra Antwerpen (Holanda) y Londres (Gran Bretaña). Nuestra misión era la de hacer investigaciones en derivas psicogeográficas y del espectro electromagnético, en un lugar que bien sabíamos fascinó a Kittler y no podíamos dejar de relacionar con la obra literaria de Thomas Pynchon alrededor del V27. Durante la Segunda Guerra Mundial tal vez hubo menos víctimas directas debido a los bombardeos en Antwerpen (NL), Liege (BE) y Londres (UK) que en las ‘bases’ o campos de concentración donde se desarrolló una tecnología que también abrió la posibilidad de escapar de este planeta y todas las posibles ficciones relacionadas con el tema. Es Friedrich Kittler quien me guió al caminar por Peenemunde.

img4.jpg

Julian Oliver y Alejo Duque en Peenemünde haciendo Packet Pyrotechnics, 2008

En la Isla y desde el mismo lugar donde se lanzó el primer cohete que logró desafiar la gravedad tranzando la primera parábola suborbital, hicimos nuestros propios experimentos en pirotecnia de paquetes, esto es en forja, encapsulación y direccionamiento vía el protocolo TCP/IP a objetivos como DARPA.mil8 y NASA.gov9, todo en una zona llena de inmensos cráteres producidos por bombas de la RAF10 (Royal Air Force) y todos los fallidos lanzamientos de cohetes que haciendo espirales caían a tierra por algún fallo de instrumentos. Así, dando giros, se llega a lo oscuro, a la penumbra de la caverna. Una escalera espiral en piedra desciende en Tierradentro11 a los hipogeos acercándonos a otras dimensiones. La espiral que al pendular describe un cristal, indicándonos dónde armar un campamento, esconder algo secreto o trazar la ruta de escape. Encriptar ‘--por-defecto’ así como cuando se compilan líneas de código con el gcc12 (--by-default).

Dos años más tarde (2010) Kittler regresó a Saas Fee, E.G.S13, y entonces pude compartir algunos aspectos del trabajo de campo y la experiencia vivida en Peenemunde; hablamos de los experimentos de radio en VLF14 y como era de esperar, lo vi hilando todo a la historia de los desarrollos tecnológicos impulsados por la guerra: intercomunicadores vía radio frecuencia vs. telemetría enviada por radar, o la forma más básica para analizar el comportamiento en vuelo de los cohetes (donde se usaron cámaras fotográficas a bordo para registrar los instrumentos y si algo fallaba podrían usar las capturas para el estudio forensico que ayudaría a resolver errores). Por lo anterior la televisión se hacía necesaria. Kittler aseguraba que fue entonces otro de los pedidos realizados desde la isla de Usedom. Al año siguiente (2011) impartió su seminario de manera generosa y con gran esfuerzo. Fue su último seminario y el único al que no pude asistir, perdí la oportunidad para profundizar aún más en la diversidad de dimensiones del saber que comprendía su pensamiento, su humor y actitud crítica. El coincidir en los Alpes me permitió preguntarle si quería ser traducido al español y fue gracias a su compañera Susanne Holl y Tania Hron su asistente que pudimos consolidar la selección de textos. Algunos de ellos, en su versión original en Alemán fueron suministrados por Christian Hänggi, a quien también agradecemos. Igualmente, como leerán al final de este libro, incluimos una entrevista realizada por Andrés Burbano a Wolf D. Kittler que nos dará una idea acerca de la relación estrecha que mantuvo con su hermano.

Dos hermanos sueñan juntos con diseñar un cohete, conscientes del secreto deciden que nadie deberá conocer sus planes. Desarrollan por tanto un lenguaje de comunicación fonético basado en una falsa tradición oral. Usan sonidos en su mayoría guturales y componen canciones a través de señales que mezclan y filtran del low pass al high pass. Con un viejo sintetizador modulan los mensajes escondiendo información dentro de frecuencias inaudibles que logran transmitir y decodificar usando antenas fractales cuyas dimensiones nadie más conoce. Un diseño basado en un cristal de un péndulo color ámbar que su madre, y así lo recuerdan desde la niñez, nunca supo usar.

img5.jpg

[Antena sobre circuito integrado para Ráel y Cosmin - W.A.S.T.E] Alle Apparate auschalten - Switch off all apparatuses- Apaguen todos los aparatos

A la memoria del Profesor Friedrich Kittler (1943-2011)
Alejo Duque. Abril 29, 2017

Notas

1 Ph.D. En Filosofía de los Medios. Asistente a la dirección y encargado del material documental y archivo en The European Graduate School (E.G.S) Suiza  http://egs.edu/ donde también ha sido docente en la división A.H.S (Artes Expresivas para la transformación de conflictos) en el área de . Actualmente Profesor del Módulo de Investigación de la Maestría en Artes Digitales del Instituto Tecnológico Metropolitano y de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia Medellín, Colombia.

2 “La pregunta por la técnica - Monoskop.” https://monoskop.org/images/c/c9/Heidegger_Martin_1997_La_pregunta_por_la_tecnica.pdf. Accessed 30 Apr. 2017.

3 Encuentro molesto comenzar este texto con una anécdota. Me recuerda a tantos profesores que se pasaban clases enteras recitando sino idolatrando alguna figura del arte del “primer mundo”. Cómo lloraron al ver a la Gioconda en el Louvre. Aportes que buscando emocionar a toda una clase, lograban apenas generar cultos primermundistas. No es esa mi intención.

4 “Del rigor en la ciencia - Wikipedia, la enciclopedia libre.” https://es.wikipedia.org/wiki/Del_rigor_en_la_ciencia. Accessed 6 May. 2017.

5 Se trataba de revisitar la Odisea con tres cantantes de ópera dispuestos en 3 islas, tal como lo describió Homero. Fue un proyecto comisionado: https://www.lrb.co.uk/blog/2011/11/09/tom-mccarthy/kittler-and-the-sirens/

6 http://k2o.znerol.ch/NO_TIME_JETZT_SCHEMATA.html

7 Máquina de guerra desarrollada por Wernher von Braun para los Nazis y que mató cerca de 20.000 personas entre civiles, militares y esclavos que se vieron obligados a participar en su construcción

8 “Darpa.” http://www.darpa.mil/.  Accessed 30 Apr. 2017.

9 “NASA.” https://www.nasa.gov/. Accessed 30 Apr. 2017.

10 “RAF - RAF Homepage.” http://www.raf.mod.uk/. Accessed 30 Apr. 2017.

11 “Fotos: Hipogeos: un misterio fascinante en Tierradentro - Galería de ....” http://www.eltiempo.com/multimedia/fotos/viajar/hipogeos-un-misterio-fascinante-en-tierradentro/14323357 . Accessed 30 Apr. 2017.

12 (n.d.). GNU Compiler Collection - Wikipedia, la enciclopedia libre. Retrieved April 24, 2017, from https://es.wikipedia.org/wiki/GNU_Compiler_Collection

13 “The European Graduate School.” http://egs.edu/. Accessed 30 Apr. 2017. “Introduction to VLF | Stanford VLF Group.” http://vlf.stanford.edu/research/introduction-vlf. Accessed 30 Apr. 2017

14 “Introduction to VLF | Stanford VLF Group.” http://vlf.stanford.edu/research/introduction-vlf. Accessed 30 Apr. 2017.

img6.jpg

Ciencia como proceso Open Source

 

 

 

 

 

 

 

Señoras y señores:1

Si hubiera iniciado esta intervención de alrededor de 15 minutos, no con esta manera de dirigirme a ustedes sino con una mucho menos europea como lo sería el ‘hello world’ -al estilo C2, entonces no podría estar seguro durante mucho tiempo de mi libertad. Hubiera tenido el placer de ahorrar tiempo tipeando necios signos ASCII3 bajo un compilador y un ensamblador (Compiler y Assembler), pero quién sabe si precisamente con esta maravillosa serie de caracteres print f (“Hello world”); no hubiera caído ya bajo el régimen o código fuente del copyright, incluso estando aquí en Europa.

Tengo entonces dos preocupaciones. La primera: puesto que yo no habría podido estar de antemano allí, que mi aporte sea inoficioso o, según el dicho griego que hizo famoso Aristófanes, que venga a traer solo búhos a Atenas. La segunda: que con la libertad del código fuente o source code, sea la libertad de la ciencia lo se pone en juego. Al hablar de ciencia quiero dar a entender, sin pretender con ello hablar a modo pro domo, ante todo la universidad. Pues pertenece precisamente a la universidad el hecho de que el saber que ella produce y que es reproducido a través de ella, de modo completamente diferente a lo que se acostumbra en los cerrados y secretos recintos de investigación gubernamental o industrial, debe poder circular sin el amparo de patentes y del copyright, ya desde los tiempos de Atenas. Y esto es lo que quisiera hacer brevemente palpable ante ustedes, con vistas a los peligros que amenazan hoy en día a esta ciencia con respecto a su libertad.

Las universidades europeas de las que aquí se trata han sido una creación de la Alta Edad Media. Y esto, hasta donde alcanzo a ver, sin que a ellas preceda ningún modelo o prototipo en alguna otra cultura. Este carácter único tiene un fundamento llanamente técnico-mediático: en ellas, el saber no transita meramente a través de elucidaciones orales o por medio de lecciones impartidas por los doctores hacia los estudiantes, quienes de tener suerte llegarán a ser ellos mismos promovidos al estatuto de doctores, sino que dicho saber, a diferencia de lo que sucedía en Grecia, debe ser reelaborado en la universidad, en lugar de ser meramente repetido y cotorreado. Esto quiere decir que, por tarde con la introducción del papel que era mucho más liviano y barato que el antiguo pergamino, las universidades han contado con los llamados scriptoria, lugares donde las lecciones impartidas eran trasmitidas y re-elaboradas en forma de libros que eran escritos a mano. Así mismo, ellas contaban también con bibliotecas que almacenaban de manera duradera estos datos que eran así reelaborados. En tercer lugar, para cerrar el círculo de este paralelismo con las redes globales de hoy, las universidades contaban igualmente con un medio de trasmisión de conocimientos propio: por inusitado que pueda sonar esto hoy en día, ellas contaban con sus propios sistemas postales como el Metzgerpost4, entre otros.

Este maravilloso hardware de reelaboración o procesamiento, así como de almacenamiento y de trasmisión, lo que hoy en día define a todo computador, fue aquello que las universidades comenzaron a perder desde la temprana Edad Moderna. Los emergentes estados territoriales y luego los estados nacionales prohibieron o se tragaron no solo el correo postal de los claustros y del Metzger, sino también el de las universidades, tendencia que como bien se sabe solo hasta un pasado reciente ha logrado cambiarse a través de la desregulación. Con el invento de las letras móviles y la imprenta de Gutenberg, la parte principal de aquello que se producía como conocimiento en las universidades corrió hacia el sistema de los libros y las editoriales. De un solo golpe, las universidades dejaron de escribir ellas mismas sus libros, para en lugar de ello comenzar a almacenar más bien en sus bibliotecas y en las cabezas de los estudiantes los libros que eran impresos por otros.

Dejo aquí completamente abierta la reflexión acerca de todo aquello que esta revolución de los medios, que aconteció con Gutenberg, logró cambiar: tanto con respecto al saber, como con respecto a las academias y a las labores. Me interesa considerar aquí esta revolución tan solo en el contexto de los códigos de fuente abierta y el software de libre acceso, en cuanto un modelo bastante preciso de las cosas que suceden hoy en día. Sin exagerar mucho, quizás haya que decir que el computador, al menos desde el aspecto de su software, ha sido en todo caso una creación de la universidad. Ahora bien, aun cuando el hardware nos lleve de vuelta al amplio horizonte de las técnicas de información militar a través de un largo camino que va desde los computadores de tubos —pasando por los transistores— hasta los circuitos electrónicos, la Máquina Universal de Turing nos lleva por otro camino. Ella surgió primero como concepto, como el software de una disertación académica que, por su parte, pretendía responder a preguntas irresueltas que se plantearon al interior del instituto de matemáticas de la universidad de Göttingen. Turing le dijo a Hilbert: Si así lo quiere. De acuerdo con ello surgió aquella arquitectura de Von Neumann aún en vigencia, por parte de quien viera transformada su carrera como profesor asistente de matemáticas en Göttingen, al llegar a ser finalmente senior advisor del Pentágono. A través de este camino hacia el poder, aquel saber, que ahora se sumerge en el computador y sus algoritmos, ha podido experimentar una vez más aquella clausura que hace tiempo la había amenazado mediante la absorción de las universidades por parte de los estados territoriales.

Hasta donde he escuchado, el más rápido algoritmo para poner a prueba números primos es y sigue siendo por el momento un secreto militar del Pentágono. La esperanza de los matemáticos puros, esto es, académicos de la matemática pura que no se dejan usar abusivamente para malintencionados fines terrenales —esto lo escribía Hardy todavía en tiempos de la guerra mundial— esta esperanza ha sufrido un dramático desengaño. Más en verdad, aquel paralelo que busco entre la modernidad temprana y el presente saldrá a luz cuando consideremos la así llamada revolución del PC. Aquellos garajes y talleres de donde salieron firmas multinacionales como Apple o Intel, no por accidente surgieron en terrenos aledaños o que incluso yacían al interior de la Leland Stanford Junior University. De modo muy similar a como alguna vez la imprenta de Gutenberg se hizo cargo directamente de la caligrafía de las universidades medievales y la industrializó, asimismo se comporta hoy en día la industria computacional. Los headhunter de la Corporación Microsoft acechan en Stanford y en general a las puertas de los Computer Science Departments, están a la caza de nuevos esclavos de la programación con nuevos algoritmos, los exprimen durante cinco años, hasta que el propietario del algoritmo y programador-esclavo en cuestión es tempranamente jubilado como joven millonario.

Lo peor de este escándalo, me parece, es que nadie hable de ello. Una Common Law norteamericana, cuya cleptomanía penetra desde la comisión europea hasta la República Popular China, ha logrado llevar a la obviedad y hacer omnipresente aquel concepto imposible suyo de ‘propiedad intelectual’ (o como se dice literalmente en alemán: ‘propiedad espiritual’, ‘geistigen Eigentum’). Precisamente aquellas máquinas que, según lo demostró Turing, pueden no solo llegar a ser cualquier otra máquina, sino a ponerse en el lugar de todas las operaciones de cálculo alcanzables por la mano humana, debe llegar a instituir por el contrario patentes y copyright de mayor alcance que nunca. Precisamente aquellas máquinas que, según los últimos resultados, corren del modo más rápido y efectivo cuando no son programadas por parte de programadores sino a través de ellas mismas, han de pertenecer al hombre a título de propiedad —este eufemismo para llamar a los intereses privados de las compañías–. Quizás pueda decirse que hoy en día el humanismo es, como en aquel entonces en la temprana modernidad, una excusa que sirve para taparle cosas a sus propietarios.

Todos ustedes saben mejor que yo que la crítica a este sistema puede hacerse solo en la práctica. Observaciones teóricas o históricas como las mías servirán a lo mejor para no perder la perspectiva ante los aclamados Upgrades y Benchmarks. Por el contrario, en la práctica sucedió que en el Massachusetts Institute of Technology algunos programadores se resistieron a ponerse en venta y que en la Universidad de Helsinki un solitario estudiante de informática logró superar el temor deambulante entre los ensambladores y los ‘arranques en frío’ (del Hardware como equipo basado en sistemas informáticos). Así las fuentes abiertas y los sistemas operacionales libres fueron directamente acoplados con la libertad de la universidad. Miren ustedes qué tanta ‘edu’ está implicada allá adentro en las fuentes de base Linux5. Y no menos directamente se encuentra el futuro de la universidad también dependiendo de estas fuentes libres.

Cuando la imprenta y los estados nacionales terminaron por tragarse los medios técnicos desarrollados por la universidad medieval, los contenidos del saber permanecieron en todo caso relativamente intactos. Aun cuando el almacenamiento y trasmisión fueron o bien privatizados o bien estatizados, el procesamiento propiamente dicho del saber seguía corriendo por aquel antiguamente bello circuito retroalimentador consistente de ojos, oídos y manos escribientes. Pero precisamente es esto lo que la revolución del computador alteró. Las Máquinas Universales de Turing hacen también y precisamente ‘técnicamente reproducible’ el procesamiento de los saberes. Ellas procuran entonces que las diferencias entre saberes técnicos, científico-naturales y culturales se desvanezcan cada vez más. En otras palabras, esta revolución concierne a todas las facultades, pero tan solo para aplanar o nivelar las viejas fronteras que crecieron de modo técnico-mediático. El conflicto entre las facultades, como Kant lo describió alguna vez, se deja quizás resolver de manera pacífica, sencillamente puesto que en las distintas facultades ya no están los libros contrapuestos a las labores y ellas contrapuestas a los consejos, sino que todo conocimiento, también el cultural, es procesado en el computador. Esto, me parece, le otorga a las fuentes abiertas y a los sistemas operacionales libres una parte importante de su chance u oportunidad.

Como de costumbre, los matemáticos debieron ser los primeros en captar lo que esta libertad ofrece. Alrededor del mundo dos grandes editoriales científicas se reparten las revistas especializadas en matemática de hoy. La idea de catapultar estas revistas especializadas fuera de la Galaxia-Gutenberg a la Galaxia-Turing está más presente que nunca, y precisamente desde que Adobe & Co. pudiera piratear la vieja placa tipográfica metálica, desde Garamond hasta Zapf incluida. Todo el saber matemático se mudó entonces hacia publicaciones plenamente electrónicas, cuyos costos y derechos de autor yacen completamente en manos de las susodichas dos editoriales. Pero en lo posible, esta bella computación se ha realizado sin el dueño de casa, más precisamente sin el anfitrión. Semanas o incluso meses antes de que aquellos artículos o disertaciones que hacen avanzar a la matemática lleguen al lector de la editorial en Heidelberg o Ámsterdam, estos trabajos están disponibles en el servidor del instituto en la universidad. De modo más evidente, apesar de la comercialización del conocimiento, se da con ello una suerte de operación de bypass. La universidad pone sus innovaciones por puño propio en la red.

Si este ejemplo, que no es traído del aire sino de Berlín, puede hacer en general escuela, la comercialización del software no se encuentra ya ante tiempos tan rosa. El único camino para hacerse propietario del conocimiento sigue siendo entonces el trasvasar el saber en el hardware, dicho en inglés: to embed it. Aquello que una vez se hunde en chips pertenece, como se sabe, a la firma que ha podido reunir millones para el diseño de los chips y miles de millones para disponer del cuarto limpio (clean room). Con ello, ninguna universidad puede competir, igual si ella se alimenta del ombligo financiero del estado nacional o si –con mayor probabilidad– ella se ha puesto de nuevo a la deriva de la libertad medieval.

Me parece tan característico como triste el que nuestro congreso (Wizards of OS [ver nota 1. N.T.]) trate acerca de las «Fuentes abiertas y el Software Libre», pero que no se discuta la posibilidad o imposibilidad de un Open Hardware6. Desde Gutenberg parecen completamente impensables constelaciones en las que, como en la Alta Edad Media, el hardware del saber resida en el saber mismo. Mi impresión es que con ello le restan al hardware dos esperanzas, solamente dos.

En primer lugar, si bien las ciencias no producen por sí mismas sus propias CPU’s, su libertad puede, sin embargo, generar una crítica que al menos le quite el piso a obtusos comandos, como aquellos del tipo Complex Instruction Set de Intel o a los chips defectuosos. Precisamente, el ‘error de división’ (Divisions-Bug) en los primeros pasos del procesador Pentium –Steps A y B, creo– fue descubierto por una universidad, obligando así a Intel a retirarlo del mercado con millonarias pérdidas7.

Pero, en segundo lugar, esta misma producción de chips o de hardware opera como su única posibilidad de autocrítica. Si los precios del diseño y ensamblaje continúan escalando alturas astronómicas, el precio para la producción en masa de una máquina que puede ser todas las otras caen asimismo necesariamente a cero. El primer logro práctico de la Máquina de Turing consistió en que las fuerzas de defensa alemanas (Wehrmacht) olvidaron un hecho simple: todo aquello que una máquina puede encriptar puede ser desencriptado por otra máquina. No otra cosa quiere decir hoy en día [es decir: 1999 N.T.] ‘ingeniería inversa’ o Reverse Engineering8 –por ejemplo, en el caso del AMD (Advanced Micro Devices)–, siendo ésta una de las más fuertes y mejores razones por las cuales el precio del mercado en masa de las CPU tiende a ir imparablemente contra la coordenada X.

Las fuentes libres y los sistemas operacionales abiertos encuentran su oportunidad, me parece, en el hecho de que la industria computacional tiene que socavar o subvertir constantemente su propio concepto de propiedad. Antes de que Linux fuera instalado en las más diversas plataformas de hardware, éste era un software muy especializado que, para disgusto de Andrew Tannenbaum (de Minix9) corría de modo óptimo, y esto quiere decir: inmediatamente, en el hardware de arquitectura Intel 386 (i386). Todo lo que Linus Torvalds requirió para ello fue un acceso público al Programmer’s Manual, esto es, a la abstracción de software en un hardware.

Para terminar, me parece que de allí emerge algo que nos da confianza. «En el futuro», así lo habría puesto Bill Gates en un memorando, si bien no de los propietarios, al menos de circulación interna, «en el futuro nosotros [Microsoft] trataremos a los usuarios finales del mismo modo a como lo hacemos con los computadores: ambos son programables [both are programmable]...» Pero en la medida en que haya personas que sean ellos mismos los programadores y no los que tengan que soportar su programación, esperemos que esta visión futurista no tenga ningún futuro.

1999

Notas

1 N.Trad. Esta intervención tuvo lugar en el marco del congreso «Wizards of OS (# 1) - Fuentes abiertas y software libre», el cual se llevó a cabo en la Casa de las Culturas del Mundo en Berlín, entre el 17 y 18 de julio de 1999. Este fue el primero en una serie de 4 congresos “Wizards of OS”, que se realizaron entre 1999 y 2006 (todos en Berlín), sobre cuestiones relacionadas con el software libre: su potencial cultural, económico, político, filosófico, etc. Ver Wizard of OS en Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Wizards_of_OS.

2 N.Eds. Ver C en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/C_(lenguaje_de_programación).

3 N.Eds. Ver ASCII en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/ASCII.

4 N.Trad. Bajo el nombre de se conoce el sistema de suministro postal medieval de cartas y paquetes que estaba ligado al comercio del ganado y la carne. El primer  (carnicero/charcutero) que asumió esta función postal (y que tuvo lugar principalmente entre las ciudades imperiales) aparece mencionado en los registros del Ducado de Württemberg de 1537.  Fuente: http://www.philapedia.de/index.php/Metzgerpost

5 N.Eds. En juego está la denominada «controversia por la denominación de GNU/Linux». Ver en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Controversia_por_la_denominaci%C3%B3n_GNU/Linux

6 N.Eds. Ver  libre en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/hardware_libre

7N.Eds. Estos momentos son únicos en la manera de expresarse en Kittler, cortes anecdóticos con los que desfogaba su crítica, abriendo el espacio para una conversación más cercana con los presentes y sus tecnologías. Sobre este caso en particular ver Error en la división del Intel Pentium en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Error_de_división_del_Intel_Pentium 

8 N.Eds. Ver Ingeniería inversa en en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Ingenier%C3%ADa_inversa

9 N.Eds. Ver MINIX en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/MINIX

img7.jpg

Código
- O cómo se puede escribir algo de otro modo

 

 

 

 

 

 

 

Según la palabra y la cosa, código es aquello que hoy nos determina y que, por ende, aún debemos decir para no desaparecer entre estos. Este es el lenguaje de nuestro tiempo, precisamente porque la palabra y la cosa código es mucho más antigua, como intentaré mostrarlo en un corto recorrido por su historia. No se preocupen: pronto estaremos de vuelta en el presente.

Imperium Romanum

Los códigos surgen en el proceso de la codificación, por la cual –según una elegante definición de Wolfgang Coy– «la reproducción de una multitud infinita de signos de un alfabeto, visto matemáticamente, deviene en una secuencia de señales adecuadas»1. Esta determinación pone ya en claro dos asuntos de fondo: por una parte, no obstante la opinión circulante, los códigos no son ninguna particularidad de la técnica computacional o en absoluto de la tecnología genética; como secuencias de señales en el tiempo, ellas pertenecen por consiguiente a toda técnica de información, a todo medio de transmisión. Por otra parte, hay muchas razones para sostener que los códigos se tornaron primero pensables y factibles desde que hay codificaciones de las lenguas naturales y no solo ideogramas o logogramas, sino verdaderos alfabetos. Estos son, como se dijo, sistemas de muchos signos contables que retornan idénticos, que reproducen en letras sonidos íntegramente articulados de modo más o menos unívoco y hacedero. De allí que un alfabeto fonético del tipo de aquella extraordinaria invención griega2, que no en vano se le conoce como «el primer análisis total del lenguaje»3, aparece en efecto como una condición necesaria para el surgimiento del código –y sin embargo, aún no una condición suficiente–. Pues lo que faltaba entre los griegos –al margen de esporádicos preludios anticipatorios como los que se pueden encontrar en el uso de criptogramas por parte de Esquilo, Eneas el Táctico y Plutarco4–, era aquella segunda condición de la codificación: el despliegue de una técnica de información. Me parece entonces todo menos un accidente el que nuestras noticias acerca de sistemas de información coincidan plenamente con el surgimiento del Imperio Romano. En su Vidas de los Césares, Suetonio informa que, habiendo servido él mismo como criptógrafo gracias al oficio de un gran César, él descubrió cartas encriptadas bajo las actas del puño [Handakte] dejadas por el divino César y del divino Augusto. César resolvió transponer en cuatro posiciones todas las letras del alfabeto latino, y escribir entonces D en lugar de A, E en lugar de B, y así sucesivamente; por el contrario Augusto, su hijo adoptivo, habría saltado solo de una en una letra, donde, a falta de claridad matemática la X, última letra del alfabeto, fuera reemplazada por una doble A5. La finalidad resultaba obvia: al ser leídas en voz alta por parte de ignorantes [Unberufener] (y los romanos no eran precisamente letrados), se tenía como resultado tan solo una ensalada de consonantes. Como si tales innovaciones de la encriptación no fueran aún suficiente, Suetonio le atribuye inmediatamente a César la innovación de sus informes de guerra, tal y como estos corrían desde la campaña contra los Galos hacia el Senado en Roma, los cuales eran redactados en varias columnas en las que ni siquiera se señalaban las páginas del folio; Augusto se ganó una fama todavía mayor: la de haber instaurado, con la ayuda de jinetes y estaciones retransmisoras, o con postas, el primer sistema de correos exprés de carácter estrictamente militar en Europa.6 En otras palabras: fue en el Imperio como tal, por consiguiente en oposición a la República Romana o a meros estenógrafos como Cicerón, donde se afianza en última instancia la coincidencia entre: mandato o comando, código y técnica de información. Imperio quiere decir a la vez el mandato y su efecto: el reino del mundo. De allí que «Command, Control, Communications, Intelligence» fuera todavía hace poco un lema imperial del Pentágono; solo recientemente, a partir de la coincidencia entre técnicas de información y las máquinas de Turing, el grito de guerra reza C^4: Command, Control, Communications, Computers –desde Orontes hasta poco antes de Escocia, desde Bagdad hasta Kabul–.

Aun cuando se llamaba imperia a los mandatos de un César, pero también codicilla, pequeños bloques de madera descortezados en cuyo recubrimiento de cera se podía escribir. Por su parte, la raíz codex, del latín antiguo caudex, sin parentesco con el alemán Hauen (esculpir), adoptó en la temprana edad imperial el significado de ‘libro’, cuyas páginas, a diferencia de los rollos de papiro, se dejaban por primera vez hojear pasando de una a otra. Así se hizo finalmente de uso corriente aquella palabra que, tomando desvío hacia el francés y el inglés nos mueve aquí en Linz: código significa escuetamente, desde el emperador romano Teodosio hasta el emperador Napoleón, la constitución encuadernada, entonces, la codificación del acta jurídico-burocrática, el raudal entero de cartas imperiales o mandatos, tal y como a lo largo de los siglos transitó la vía de correos exprés del imperio, hasta llegar a establecer una única colección de leyes. A partir de transmisión de informes devino el almacenamiento de datos7, a partir de puros acontecimientos un orden serial. En esa medida, aún hoy los Codex Theodosius y Codex Iustinianus –allí donde precisamente el Common Law angloamericano (literalmente) no vocifera– portan un código de derechos y deberes de la antigua Europa. Pues en el Corpus Iuris, los copyright y las marcas registradas sobre un codex o código son (para decir lo menos) simplemente un absurdo.

Estados Nacionales

Resta por preguntar por qué el sentido técnico de la palabra código ha logrado oscurecer de tal modo su sentido jurídico. Como se sabe, los sistemas de derecho de hoy en día regularmente no logran captar en absoluto los códigos y por consiguiente fracasan en su protección: ya sea ante sus ladrones y usurpadores o, a la inversa, ante sus descubridores y autores. La respuesta parece obvia: sea lo que sea que se registre y cuente como código, desde los escritos secretos de los Césares romanos hasta los Aracana Imperii de la modernidad, ello se denomina desde el medioevo tardío “cifra”. Durante mucho tiempo se entendió como código muchos procesos diversos de criptografía, donde se conservaba su carácter pronunciable, pero las palabras secretas eran simplemente sustituidas con palabras oscuras e inofensivas. Por el contrario, la cifra era otro nombre para el cero, que en aquel entonces emigró desde la India, pasando por Bagdad, hacia Europa y promovió el sifr (en árabe: ‘lo vacío’) hasta convertirlo en poder matemático-técnico. A partir de entonces, para sonidos articulados del lenguaje y para los números existen tipos de caracteres completamente distintos (de modo completamente distinto a como sucedía en el mundo griego): por una parte, el alfabeto de la gente; por otra, la cifra de portadores de secretos, nombre éste (cifra, Ziffer) que re-deletrea por segunda vez el árabe sifr. Pero el tener tipos de caracteres separados resulta fructífero: entre ellos se traman ante nosotros prodigios que a los griegos y los romanos no les hubiera podido ocurrir. Sin el álgebra moderna, no habría habido codificación alguna, sin la impresión tipográfica de Gutenberg no habría existido la criptología moderna.

En 1462 o 1463, Battista Leone Alberti, el inventor de la perspectiva lineal, se vio confrontado ante dos situaciones: primero, en toda lengua sonidos o letras aparecen con distinta asiduidad, lo que es puesto en evidencia, según Alberti, por los cajones de tipos de Gutenberg. Ya a partir de las frecuencias con que recurren las letras mezcladas, el criptoanálisis –tal y como surgió con César y Augusto– puede entonces develar el texto claramente legible de mensajes secretos. Por ello, en segundo lugar, ya no basta con mezclar todas las letras con una misma distancia para la encriptación –y, sin embargo, hasta la época de la Segunda Guerra Mundial el consejo de Alberti de dar por cada letra ulterior un paso más en el alfabeto secreto– se mantenía en vigencia8. Un siglo después de Alberti, François Viète, el fundador del álgebra moderna pero también descifrador al servicio de Enrique VI, restringiría de modo mucho más apretado los números y letras. Es a partir de Viète que comienza a haber las ecuaciones con incógnitas y coeficientes universales, a través de los cuales se pueden codificar los números como letras en las direcciones9. Así, todo aquel que escribe hoy en día en un lenguaje altamente desarrollado de programación se atiene a las variables asignadas (de un modo matemáticamente más o menos correcto) al igual que una ecuación. Es sobre esta base inaparente –el código polialfabético de Alberti, el álgebra de Viètes y el cálculo diferencial de Leibniz– que los nacientes estados nacionales pudieron moverse técnicamente hacia la modernidad.

Circulación global

La modernidad, sin embargo, comenzó con Napoleón. En el lugar de emisarios galopantes, entró en vigor a partir de 1794 un telégrafo óptico, con el que se pudo tele-dirigir al ejército francés con códigos secretos. En lugar de las leyes y privilegios que habían estado en vigor desde tiempos remotos, el Código Napoleónico se dio paso en 1806 de un solo tajo. En 1838, Samuel Morse debió haber visitado una imprenta en Nueva York, para aprehender de los cajones de tipos –siguiendo a Alberti– cuáles letras recurren con mayor frecuencia, y así cuáles se deben poder dejar enviar entonces del modo más económico en señales morse10. Por primera vez se optimiza una escritura según criterios técnicos, esto es, sin considerar en absoluto la semántica, más ello todavía no hace al código morse. Esto lo lograron primero ciertos libros, los llamados Universal Code Condensers11, que ofrecían colecciones acordadas de palabras para su circulación global por cable con, el fin de abreviar, y esto quiere decir abaratar, los telegramas, con lo cual se encriptaba una vez más el texto legible propuesto por el emisor. Desde entonces, se denomina codificar y decodificar a lo que antes se le llamaba cifrar y descifrar. Todos aquellos códigos que hoy en día procesan los computadores están por ello mismo sujetos a la medida (de complejidad) de Kolmogórov: no es bueno que el input tenga el mismo ancho que su output; en el caso de ruido blanco, ambos tienen el mismo ancho; por último, un código se considera elegante si logra que su output sea mayor que él mismo. A partir de una medida altamente capitalista de ahorro de dinero llamada ‘condensador de código’ o ‘Code Condenser’, el siglo 20 pudo llevar a su realización el más estricto constreñimiento matemático.

Presente –Turing

computable numbers12