© 2016 de esta edición Marcelo Caballero
Primera edición eBook revisada: Marzo 2016
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Director Editorial: José Marcelo Caballero
Coordinadora de edición: Marcela Serrano
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Hecho en Argentina – Made in Argentina
Concebir un hijo, gestarlo y darlo a luz constituyen sin duda los acontecimientos más asombrosos que pueden tener lugar en la vida de una pareja, y muy especialmente, en la vida de una mujer.
Afortunadamente, con el paso de los años y con los cambios sociales y los adelantos técnicos e informativos que hubo en las últimas décadas, el rol de la futura mamá se ha tornado cada vez más activo. Es sorprendente el gran caudal de información que se ha generado al respecto y que permite hacer del embarazo no una espera pasiva sino un período por demás activo, en el cual la gestación, y luego el parto, sean lo más agradables y seguros posibles y, lo que es más importante, para que su bebé sea saludable. En mucho se ha incrementado también el conocimiento que la medicina y la psicología tienen del niño pequeño y, por ende, ambas disciplinas se encuentran en excelentes condiciones para ofrecerle a los padres un amplio abanico de herramientas para su crianza y educación.
Estos son, en breve, los temas que trataremos en este libro con el que procuramos, además de brindar información, dar una herramienta de consulta para la divesdidad de momentos en que, tanto a usted como a su pareja, le surjan interrogantes de distintas naturalezas y para los distintos momentos que atravesarán desde la gestación hasta la crianza del niño de un año.
Preguntas tales como: qué puedo hacer para aliviar las náuseas de la primera etapa del embarazo, dónde me conviene más dar a luz: en un hospital o en una clínica, cuál es la alternativa más segura, cuáles son las distintas opciones de anestesia durante el parto y en qué consiste cada una, puedo tomar un antigripal si estoy embarazada, qué debo comprar para el ajuar del bebé, cómo debo bañar a mi hijo
recién nacido, o qué hacer para calmar el llanto del bebé, son algunas de las dudas comunes en las madres y parejas primerizas, que intentaremos, entre muchas otras, responder en el presente volumen ideado y escrito de manera accesible y con información actualizada.
¡Esperamos le sea de utilidad!
Es bastante común que una mujer se embarace sin una planificación adecuada o sin que haya un deseo de su parte. En estos casos, el hecho simplemente se impone y queda actuar de la mejor y más saludable forma tanto para la criatura como para los progenitores.
Mucho mejor es, por cierto, que el embarazo sea producto de una decisión previa, un hecho previsto y buscado de manera consciente. Una de las grandes ventajas de esta decisión es que permite comenzar el proceso de la maternidad tomando algunos recaudos, anteriores a la concepción, que lo harán más seguro y saludable.
Para ejemplificar de una manera simple, podemos decir que usted podrá empezar a tomar ácido fólico desde antes de concebir a su hijo y así minimizar la probabilidad de que sufra de ciertos defectos neurológicos. O, en el caso de ser fumadora, podrá abandonar tan nocivo hábito con tiempo, de modo que no llegue a dañar al bebé. Éstas y otras cuestiones son las que abordaremos en nuestro capítulo inicial.
Tal como su nombre lo indica, es la consulta que se efectúa antes de la concepción. La importancia de esta consulta consiste en recurrir a un profesional médico que pueda evaluar el estado de salud de la futura madre, reuniendo la mayor cantidad de información posible, y así poder tomar medidas preventivas en caso de que sean necesarias. El embarazo supone un esfuerzo tremendo para el organismo y lo óptimo (tanto para usted como para su bebé) es que éste se encuentre en el mejor estado posible para sobrellevarlo. Asimismo, la consulta preconcepcional será un buen momento para que usted evacue las dudas que tenga al respecto de la maternidad y comience a vislumbrar cuáles son las mejores condiciones para que ocurra el embarazo y el parto de su pequeño.
¿En qué consiste una consulta preconcepcional, qué tipo de información se recaba? ¿Qué clase de datos se solicitan? No hay una única forma de realizarla (de hecho, varía de profesional en profesional) pero sí hay una serie de puntos ineludibles a indagar. Ellos son:
• Antecedentes familiares de la pareja: se trata de averiguar si hay o hubo casos de diabetes, asma bronquial, hipertensión arterial, antecedentes de embarazos múltiples (mellizos, etc.), epilepsia, anomalías congénitas, anemias crónicas, enfermedades ginecológicas, endocrinológicas o cardíacas, etc.
• Historia clínica familiar: un dato importantísimo lo constituye la existencia de antecedentes de enfermedades genéticas o cromosómicas en la familia cercana, tanto suya como del futuro padre. Si la respuesta es afirmativa, le aconsejarán una consulta genética con un especialista para evaluar si hay riesgo de que el bebé también la desarrolle.
• Historia clínica personal: enfermedades sufridas durante la infancia, presencia de enfermedades crónicas actuales, intolerancia o alergia a medicamentos, etc.
• Cirugías: las que haya tenido deberán ser avisadas al profesional.
• Antecedentes de traumatismos y fracturas: en caso de que haya tenido alguno deberá comunicarlo.
• Relevamiento ginecológico: fecha de la primera menstruación, ritmo menstrual, métodos anticonceptivos utilizados hasta la fecha, infecciones ginecológicas, presencia actual de flujo vaginal, abortos, etc.
• Número de embarazo: será fundamental tomar nota de cómo fue el anterior o los anteriores en caso de que los haya habido: cuánto duró, si tuvo algún tipo de inconveniente, etc.
• Vacunas: todas las que haya recibido desde su infancia hasta el momento del embarazo.
• Estilo de vida: cómo se compone su dieta, si ingiere alcohol, fuma o consume algún tipo de droga o medicamento con regularidad, cuántas horas acostumbra a dormir por noche, registra conductas de riesgo tales como tener más de un compañero sexual, etc.
• Enfermedades crónicas: otro tema importantísimo ya que por lo menos dos de ellas: la hipertensión arterial (presión alta) y la diabetes (exceso de azúcar en la sangre) deberán estar estabilizadas al momento de la concepción.
Es muy probable (y deseable) que usted salga de la consulta preconcepcional con una serie de órdenes para realizarse algunos análisis (sangre, orina y Papanicolau, básicamente) así como también con una prescripción para que tome un suplemento nutricional de ácido fólico y posiblemente hierro, minerales fundamentales en el período de gestación y que el cuerpo suele no tener en dosis adecuadas. También es posible que le indiquen la toma de un multivitamínico.
Seguramente usted ya es consciente de la importancia de seguir una dieta equilibrada y saludable. Pero, en caso de no serlo, tener planeado quedar embarazada es una excelente circunstancia para sanear sus hábitos alimenticios. Dos razones son fundamentales. La primera es que una buena alimentación tiene efectos positivos sobre la fertilidad. La segunda es que asegura que tanto usted como su bebé tengan los nutrientes necesarios. Por eso, si tiene planeado quedar encinta, es bueno que revise su alimentación y comience a descartar alimentos nocivos y a incorporar aquellos otros que son por demás necesarios durante la gestación. Para saber cuáles entran en cada uno de estos dos grupos antagónicos, le sugerimos consultar nuestro capítulo 5.
Sin embargo, más allá de eso, existen tres factores vinculados con la alimentación a tener muy cuenta si usted piensa quedar embarazada. Ellos son: el peso, el hierro y el ácido fólico.
• El peso
Es importante conocerlo ya que tanto el sobrepeso como el hecho de estar significativamente por debajo del peso adecuado resultan inconvenientes a la hora de gestar un hijo. Existen varios métodos para que usted conozca su peso adecuado y deberá ser el médico quien lo compruebe para luego tomar una decisión al respecto, ya sea tanto bajar como subir de peso. En caso de sobrepeso lo mejor es hacerlo antes de la concepción, ya que nunca se debe hacer una dieta hipocalórica cuando se está gestando un niño.
• El hierro
Tanto el crecimiento del bebé como el aumento del volumen de sangre durante el embarazo requerirán que usted tenga buenos depósitos de hierro en su organismo. El médico le indicará cuáles son los estudios que deberá hacerse para chequear el estado de esas reservas en su cuerpo, así como también, en caso de que sean insuficientes, qué hacer para remediarlo. Pero, si usted está en plan de quedar embarazada, será importante que empiece a conocer y a incorporar en su dieta alimentos ricos en hierro. Para ello, nuevamente, le recomendamos ver nuestro capítulo 5.
• El ácido fólico
También conocido como folacina y folato, es parte del complejo vitamínico B y se trata de un nutriente esencial para las embarazadas ya que ayuda a prevenir malformaciones fetales relacionadas con el cerebro y la médula espinal. Algo fundamental al respecto es que sólo es verdaderamente útil en la prevención de estas malformaciones si se lo toma desde antes de la concepción y durante la primera etapa del embarazo. Por ello, es primordial que toda mujer que esté en plan de concebir, ingiera un suplemento nutricional de ácido fólico y que, una vez producido el embarazo, siga haciéndolo, siempre bajo supervisión médica. Los alimentos más ricos en este nutriente son: espinaca, acelga, espárragos, levadura, huevos, nueces, maní y legumbres.
Si bien toda mejora que implemente la futura mamá en su vida repercutirá benéficamente en el bebé, más allá del tiempo en que sea implementada, lo cierto es que cuanto más temprano se instrumente, más beneficiado se verá el pequeño. Especialmente en lo vinculado a la ingesta de bebidas alcohólicas, tabaquismo y consumo de drogas, lo mejor es abandonar estos hábitos (en caso de que se los tenga) ni bien comience a buscar un embarazo, de manera tal que su cuerpo tenga tiempo de desintoxicarse de ellos. ¿Qué efectos causan estas sustancias en el pequeño? Explicamos:
La ingesta de bebidas alcohólicas ejerce un efecto muy tóxico sobre el bebé ya que tiene la capacidad de atravesar la placenta y entrar en la sangre del pequeño con la misma concentración que en la sangre materna. Un consumo moderado de alcohol (digamos, un vaso diario de vino) por parte de una embarazada está directamente vinculado al bajo peso en el momento del nacimiento. Un consumo más importante puede hacer que el niño nazca, por ejemplo, con algún grado de retraso mental.
En cuanto al tabaquismo, comencemos por decir que los cigarrillos poseen una serie de sustancias tóxicas (plomo, alquitrán, etc.) que, como no podía ser de otra manera, afectan al bebé de la futura mamá fumadora. Además, muchos estudios revelan que es un vicio que tiene incidencia en la ruptura prematura de membranas, puede dar lugar a anormalidades en la placenta e incrementa el riesgo de que el niño nazca con un peso menor al recomendable.
Las drogas ilegales conllevan siempre efectos nocivos durante la gestación, pero tal vez la más riesgosa es la cocaína. Las mujeres adictas a esta droga tienen más probabilidades de tener un parto antes de la fecha indicada, los recién nacidos tienen menos peso del conveniente y suelen ser más irritables y padecer trastornos, tanto físicos como emocionales, a largo plazo. Asimismo, la cocaína puede producir en la mujer gestante trastornos cardíacos e hipertensión.
¿Hasta que edad es conveniente tener un hijo? ¿Es más difícil lograr un embarazo luego de los 35 años? ¿Qué riesgos implica un embarazo luego de esa edad? ¿Pueden minimizarse esos riesgos? Éstas y otras preguntas similares han surgido en las últimas décadas en mujeres y parejas de clase media y alta. La razón de ello es que la cultura actual de esos segmentos sociales hace que la maternidad sea postergada en pos de la búsqueda de la realización profesional y laboral de la mujer. Asimismo, las parejas estables suelen conformarse a una edad relativamente avanzada (luego de los 25 o 30 años) y ése es otro factor que influye en la postergación de la búsqueda de un hijo, amén de que muchas mujeres maduras profesionales y solas se plantean y llevan a cabo la decisión de ser madres solteras. Sin embargo, en todos estos casos hay algo fundamental a tener en cuenta: las pautas sociales y culturales con relación a la edad de la maternidad han cambiado, pero el reloj biológico de la mujer, no. ¿Qué quiere decir esto?
Por reloj biológico, se entiende el tiempo en el cual una mujer es capaz de tener un hijo sin recurrir a los adelantos médicos y tecnológicos de ayuda, período que se extiende desde la menarca o primera menstruación hasta la última. Se trata de un lapso que dura un poco más de 30 años, desde los 12-14 años hasta los 45-50.
Tal como decíamos, en los últimos tiempos, se ha corrido la búsqueda de un embarazo hacia edades más avanzadas, pero el reloj biológico no se ha modificado, lo que significa que si aparecen dificultades para lograr un embarazo, el tiempo para consultar a un especialista e intentar remediar el problema es menor.
Por otro lado, además del tema del reloj biológico, también se sabe que, si bien la menstruación se retira entre los 45 y los 50 años, impidiendo luego de esta fecha la posibilidad de tener un hijo biológico, a partir de los 35 años la fertilidad de la mujer comienza a decaer y el logro de un embarazo se torna más difícil, especialmente después de los 40 años.
Asimismo, en caso de que efectivamente se logre el embarazo luego de los 35 años, las posibilidades de aborto se ven aumentadas con relación a una mujer más joven, debido a que la calidad de los óvulos va decayendo. También se observa un incremento de las enfermedades cromosómicas.
Por supuesto, todo ello no indica de ninguna manera que el embarazo no deba ser buscado ni producirse a partir de esa edad. Pero implica la implementación de actitudes, medidas y precauciones que no serían tan necesarias de tener en cuenta a los 20 o 25 años. Éstas son:
Si usted está buscando un embarazo luego de los 35 años, y no lo logra en pocos meses, no debe perder el valioso tiempo que le queda para conseguirlo. Concurra de inmediato a un especialista en esterilidad para ver qué es lo que está sucediendo. El médico indicará los exámenes y procedimientos a seguir para conocer las causas. Lo usual es realizar un espermograma completo (análisis del semen) de su pareja, un estudio hormonal suyo y una histerosalpingografía (radiografía de útero) que permite evaluar el estado de la cavidad uterina y las trompas de Falopio.
Una vez completado estos estudios básicos se decidirá cómo conviene buscar el embarazo, si por vía natural o mediante alguna de las denominadas técnicas de reproducción asistida: inseminación artificial, fecundación in vitro, etc.
Logrado el deseado embarazo, además de los exámenes prenatales de rutina, el médico podrá pedir otros análisis que se efectúan casi exclusivamente a futuras mamás de más de 35 años y que tienen como objetivo principal investigar si existen enfermedades cromosómicas en el feto. Los más usuales son: control médico cuádruple, translucencia nucal, amniocentesis y biopsia de vellosidad coriónica. Para saber en qué consisten y qué es lo que detectan, vea en el capítulo 8: “Exámenes prenatales especiales”.
Otra cuestión de edad: los embarazos adolescentesLos riesgos de comenzar un embarazo luego de los 35 años es un tema bastante divulgado. De hecho, existen libros que abordan exclusivamente la cuestión. Sin embargo, no existe mucha información acerca de los riesgos que conlleva un embarazo en el otro extremo de la vida reproductiva que es la adolescencia. Las adolescentes, al no haber llegado aún a una maduración completa de sus sistemas, tienen más riesgo de padecer presión arterial elevada y anemia, y están más expuestas a un trabajo de parto prematuro (presentar contracciones antes del término del embarazo) o muy prolongado. Vale destacar que estos riesgos aumentan en las embarazadas menores de 15 años. |
La decisión de traer un hijo al mundo es una de las decisiones más importantes que se pueden tomar en la vida. Sin embargo no existe un momento ideal para hacerlo. Por supuesto, algunos son especialmente malos, como por ejemplo: traer un hijo al seno de una pareja en crisis para ver si el pequeño “salva” la relación, o cuando no hay recursos suficientes para el cuidado más indispensable y sin contar con asistencia médica, etc. Pero también hay que considerar que si se espera el momento “ideal” para tener un hijo, es posible que nunca llegue. En realidad, salvo situaciones muy particulares, se puede tener un hijo cuando de verdad se quiera hacerlo y se sienta el compromiso de otorgarle a esa personita que llegará al mundo toda la atención necesaria.
Para esclarecer un poco la cuestión (ya sea para usted misma o en el seno de su pareja) contestarse estas preguntas puedan serle de gran ayuda:
• ¿Por qué deseo tener un hijo? ¿He tomado la decisión por mí misma o he cedido a la presión de mi pareja, mis padres o alguna otra persona?
• ¿Me gusta pasar tiempo con los niños? ¿Me veo a mí misma como madre?
• ¿Qué me gustó de mi infancia? ¿Qué cosas no me gustaron? ¿Qué infancia deseo para mi hijo?
• ¿Cómo influirá un bebé en la relación de pareja? ¿Estamos listos para ser padres?
• Si no estoy en pareja: ¿me siento preparada para criar a un niño sola? ¿Cuento con alguien que me ayude en esta tarea?
• ¿Cómo afectará el bebé mis planes futuros, educacionales, laborales, profesionales, etc.?
• ¿Mi pareja y yo tenemos diferencias religiosas o étnicas? ¿Cómo podrían afectar al niño y de qué forma pensamos manejarlas?
• ¿Cómo tengo pensado cuidar a mi hijo, bajo qué pautas, con qué parámetros?
• ¿Estoy dispuesta a criar a un niño con problemas de salud o con necesidades especiales?
• ¿Estoy dispuesta a implementar en mi vida todos los cambios que requiera la crianza de mi hijo?