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Sandra Carreras (ed.)

Identidad en cuestión y compromiso político

Los emigrados germano hablantes en América del Sur

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BIBLIOTHECAIBERO - AMERICANA

Publicaciones del Instituto Ibero-Americano

Fundación Patrimonio Cultural Prusiano

Vol. 170

Consejo editorial de la colección

Peter Birle (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlin)

Sandra Carreras (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlin)

Ulrike Mühlschlegel (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlin)

Héctor Pérez Brignoli (Universidad de Costa Rica, San José)

Janett Reinstädler (Universität des Saarlandes, Saarbrücken)

Friedhelm Schmidt-Welle (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlin)

Liliana Weinberg (Universidad Nacional Autónoma de México)

Nikolaus Werz (Universität Rostock)

Sandra Carreras (ed.)

Identidad en cuestión y compromiso político

Los emigrados germano hablantes en América del Sur

Iberoamericana • Vervuert

2019

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

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ISSN 0067-8015

ISBN 978-84-9192-034-2 (Iberoamericana)

ISBN 978-3-96456-661-4 (Vervuert)

ISBN 978-3-96456-662-1 (e-book)

Depósito legal: M- 329-2019

Diseño de la cubierta: Rubén Salgueiros

Imagen de portada: Agradecimiento de Paul W. Jacob (1946) en

Theater, Editorial Júpiter

Composición: Patricia Schulze

Índice

Los emigrados germanohablantes en América del Sur: expresiones e interpretaciones de su compromiso político

Sandra Carreras

El compromiso político de los emigrantes alemanes en América Latina. Una visión de conjunto

Anne Saint Sauveur-Henn

Las actividades políticas del exilio en América Latina: redes y orientaciones políticas en pugna

Patrik von zur Mühlen

Sobre la agrupación Das Andere Deutsch land de la Argentina: política, cultura y sociedad

Germán C. Friedmann

“A los brasileños no pudimos liberarlos”. Actividades políticas del exilio germanohablante en Brasil

Marlen Eckl

La ola inmigratoria del periodo 1938-1940 en Bolivia: posiciones, actividades y compromisos políticos

León E. Bieber

Teatro y política: el Freie Deutsche Bühne de Buenos Aires

Frithjof Trapp

Hermann P. Gebhardt, un liberal de izquierda como figura integradora del exilio en Uruguay

Sonja Wegner

El “Súper Austríaco”. Fritz Kalmar en América del Sur

Raquel García Borsani

Autoras y autores

Índice de personas

Los emigrados germanohablantes en América del Sur: expresiones e interpretaciones de su compromiso político

Sandra Carreras

“A todos los que ayudaron, mi agradecimiento”. Tal la traducción de las breves palabras que ilustran la tapa de este volumen. Contra lo que sugiere la imagen, no se trata de un documento manuscrito, sino de una reproducción que aparece impresa al pie del prólogo de un libro publicado por la editorial Júpiter en Buenos Aires en 1946. El volumen, editado por Paul Walter Jacob, estaba dedicado a dar cuenta “en palabra e imagen” de la difícil tarea realizada por el Freie Deutsche Bühne (FDB, Teatro Alemán Independiente1) durante los siete años que llevaba de existencia. El mismo nombre del FDB era en sí una declaración programática: libre de todo prejuicio nacional, religioso y racista; en idioma alemán incluyendo traducciones a esa lengua de obras de todos los pueblos y continentes, uniéndolos y reconciliándolos; y verdadero teatro, en tanto trabajo de artistas representando caracteres en el escenario en puestas de elenco (Jacob 1946: 7). El balance de esos siete años era un total de 165 estrenos y 550 funciones, un caso muy particular en el ámbito teatral de la Argentina de entonces, en que el éxito se equiparaba al mayor número posible de representaciones de una misma obra.

En tanto emprendimiento que interpelaba varias dimensiones y apuntaba a alcanzar un efecto amplio, el FDB fue un ejemplo del diferenciado conjunto de iniciativas y acciones a través de las cuales los emigrados germanohablantes expresaron su compromiso político fuera de su país de origen. Algunos de ellos habían sostenido una actitud política definida antes de partir, otros la formaron durante el proceso de traslado. En todo caso, las circunstancias de su emigración o exilio, la situación con que se encontraron en Sudamérica y los acontecimientos que atravesaron sus sociedades de origen antes y después de su salida los ponía frente a la necesidad de (re)plantear sus posiciones y hasta los criterios en base a los cuales definían su adscripción nacional, cultural y política. Aun cuando en muchos casos la respuesta a esos cuestionamientos fuese una (re)afirmación de identidades supuestamente invariables, la misma implicaba de todos modos un replanteo, en cuanto se trataba de un acto afirmativo de enunciación en medio de circunstancias muy diferentes a las anteriores.

Los debates desarrollados entre los migrantes por la autodefinición individual y colectiva afectaban la dimensión cultural y la política simultáneamente. En buena medida, los ecos de esas pugnas resuenan hasta hoy en diferentes interpretaciones historiográficas, que han internalizado las visiones de los actores de entonces, transformándolas en sustrato de análisis históricos. Ajeno a la intención de poner en duda o comprobar la ‘veracidad’ histórica de esas interpretaciones decantadas, este volumen se propone más bien poner en evidencia la pluralidad intrínseca de las expresiones que adoptó el compromiso político y el (auto)cuestionamiento de los emigrados germanohablantes en América del Sur, así como la de sus posibilidades de interpretación.

Se ha preferido optar aquí por el término gemanohablante, en lugar de alemán, aludiendo predominantemente a un ámbito de interacción cultural y política no restringido a las fronteras de un estado nacional, lo cual permite tomar también en consideración el caso de emigrantes provenientes de Austria y otros países de Europa central. Las contribuciones que integran el libro se concentran sobre todo en la situación de quienes se vieron obligados a emigrar para escapar a la violencia desatada por el régimen nazi, pero no por eso la pluralidad de manifestaciones políticas y culturales de los migrantes germanohablantes radicados en América Latina comenzó recién entonces.

Sin caer en la tentación de retrotraernos a épocas más lejanas, basta con indicar aquí que el establecimiento de un estado nacional alemán en 1871 no canceló en absoluto la cuestión precedente sobre las diferentes formas de ser alemán. Por el contrario, la misma debió ser replanteada en las décadas subsiguientes en el contexto de una emigración masiva para incluir entonces, en forma más destacada que en periodos anteriores, el concepto de Auslanddeutsche 2 (alemanes en el exterior). Es preciso señalar también que el establecimiento de colonos y otros emigrantes de habla alemana en varios países latinoamericanos se inició décadas antes de la fundación del Imperio. Tanto por su origen geográfico, su estrato social, su socialización política, su confesión religiosa y la época de su radicación, la heterogeneidad de estos grupos fue siempre considerable, a lo que se agregaba la tendencia de los emigrantes a adaptarse al nuevo medio y adoptar las costumbres del país en el que se establecían, como reiteradamente atestiguaban sobre todo los observadores provenientes de Europa. En esas circunstancias, el tema de la Deutschtum (la alemanidad) (re)aparecería una y otra vez en forma de una tarea constante de (re)elaboración.3

Imbricados en la cuestión de la reelaboración del pasado reciente y la redefinición de la(s) identidad(es) nacional(es) en el contexto de posguerra, los estudios sobre el exilio se constituyeron en las dos Alemanias como un campo específico recién a partir de la década de 1960. Comenzaron centrándose en primer término sobre todo en la literatura del exilio, habida cuenta de que los grandes escritores de lengua alemana se habían visto forzados a emigrar bajo el régimen nazi. Una segunda corriente se ocupó de los científicos y artistas emigrados, en tanto que habría que esperar varias décadas para que salieran a luz estudios dedicados a la “gente común”.4 La importancia de América Latina para el exilio desencadenado por la política del régimen nacionalsocialista fue puesta en evidencia por dos obras que, en cierto modo, configuraron esta área de investigación por varias décadas. El libro de Wolfgang Kießling Exil in Lateinamerika, publicado en su primera edición en la República Democrática Alemana (RDA) en 1980, era el cuarto tomo de una serie de siete volúmenes titulada Kunst und Literatur im antifaschistischen Exil 1933-1945,5 cuyo foco estaba puesto en la “lucha antifascista”, la cual se presentaba entonces como un componente de la identidad política propia del estado alemán oriental. Consciente de la dificultad de abarcar todo un subcontinente, Kießling optó por colocar en primer plano el exilio en México, Argentina y Uruguay. En esa obra centrada en la intersección de la literatura y el arte con la lucha antifascista, el caso de México, caracterizado por la concentración de escritores prominentes y exiliados comunistas, ocupó el lugar preponderante, pese a que allí el número total de exiliados fue mucho más bajo que en otros países. Por su parte, la investigación de Patrik von zur Mühlen, publicada en 1988 bajo el título Fluchtziel Lateinamerika. Die deutsche Emigration 1933-1945: Politische Aktivitäten und soziokulturelle Integration, formaba parte de la serie Politik- und Gesellschaftsgeschichte editada por el Instituto de Investigación de la Friedrich-Ebert-Stiftung, la fundación política cercana al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Con el interés centrado en el exilio político, esta investigación optó por referirse solo de forma tangencial a la producción cultural de los emigrados, ya analizada por Kießling, para ampliar su perspectiva hacia una historia social de grupos de personas más numerosos. El autor llamaba también la atención sobre la necesidad de profundizar el campo de estudios, observando que hasta el momento se contaba apenas con un único trabajo sobre un país particular: la tesis de Fritz Pohle (1986) sobre el exilio en México.

En los treinta años que han transcurrido desde entonces, la situación ha cambiado radicalmente. Numerosos aportes provenientes de diferentes países e inscriptos en distintos campos disciplinarios han iluminado una variedad de casos, aspectos y particularidades de las experiencias de emigración y exilio en América Latina, así también como sus efectos de mediano plazo. Sin pretender hacer aquí una descripción exhaustiva, corresponde sí mencionar que contamos hoy con importantes contribuciones enfocadas en diferentes países, como las de Jackisch (1989) y Rohland de Langbehn/Vedda (2010) para el caso de Argentina, las de Furtado Kestler (1992) y Eckl (2016) para Brasil, la de Bieber (2010) sobre Bolivia, la de Cañadas (2016) sobre México, y las de Wegner (2013) y Álvarez (2015) sobre Uruguay. Otros autores fijaron su foco en atención a la proveniencia europea de los emigrados, como por ejemplo el caso de los exiliados provenientes de Austria (Douer/Seeber 1995) o los emigrados que terminarían por dirigirse a América Latina luego de haberse exiliado primero en Francia (Saint Sauveur-Henn 1998). Contamos también con trabajos que pusieron principalmente la mira en espacios de acción específicos, como las actividades políticas (Friedmann 2010), teatrales (Lemmer 1999), musicales (Glocer 2006) o arquitectónicas (Schätzke 2015). Por su parte, las aproximaciones biográficas y los estudios de intersección entre la historia oral, la perspectiva (auto)biográfica y el testimonio recogido a través de entrevistas (Eisenbürger 1995; Siemsen 2000) ofrecen una mirada más centrada en la perspectiva de los actores y en varios casos se vinculan a la historia de género y de la vida cotidiana (Hopfengärtner 2005; Hock 2016). Completan el panorama los estudios dedicados a las actividades del nacionalsocialismo en América Latina (Müller 1997; Gaudig/Veit 2004; Meding/Ismar (2008); Meding 2014), las cuales tenían consecuencias para la situación de los exiliados.

Siguen siendo escasas las publicaciones que enfocan la temática general con respecto a América Latina tomando en cuenta la situación en diferentes países. Contamos en ese sentido con una compilación dedicada a las políticas migratorias de los países latinoamericanos con relación al ingreso de los refugiados judíos (Milgram 2003), con un volumen colectivo que presenta estudios de casos sobre diferentes países y aspectos del exilio (Kohut/von zur Mühlen 1994), aparecido en esta misma serie Bibliotheca Ibero-Americana, y con una compilación que trata algunos casos latinoamericanos como parte de un aproximación transcontinental (Benz 1994). Sigue pendiente la tarea de ofrecer al público de lengua española un panorama de este campo de investigación que refleje la internacionalidad intrínseca de la temática y la variedad de aspectos, casos y perspectivas que involucra.

Con el ánimo de hacer un aporte en ese sentido, este volumen, que tuvo su origen en un simposio organizado por el Ibero-Amerikanisches Institut – Preußischer Kulturbesitz en Berlín con el apoyo financiero de la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG), reúne trabajos de autores provenientes de diferentes ámbitos académicos. En la primera contribución, Anne Saint-Saveur-Henn ofrece una visión panorámica del compromiso político de los emigrantes alemanes en América Latina en un periodo que abarca desde las últimas décadas del siglo XIX hasta 1945. No solo distingue dos fases categóricamente separadas por la llegada del nacionalsocialismo al poder, sino que además establece una fuerte diferencia dentro de la segunda etapa entre la emigración judía y la emigración por causas políticas, indicando que una minoría políticamente comprometida, integrada por escritores, artistas, periodistas, sindicalistas y políticos, optó por emigrar tempranamente, en tanto que la mayoría de los judíos apolíticos emprendió la emigración más tarde como consecuencia de la política racista. También considera que el desgarramiento de identidad de los emigrantes judíos que habían tenido que huir de su patria influyó negativamente en su vínculo político con Alemania y con América Latina, en tanto que los exiliados políticos veían a América Latina como un refugio provisorio y vivían con la mirada puesta en Alemania. En tales circunstancias el compromiso político podía manifestarse de diferentes formas: como apoyo concreto a la patria o a quienes permanecían en ella, como intento de influir en la opinión pública y también a través de la toma de posiciones con relación a América Latina.

El artículo de Patrik von zur Mühlen trata las diferentes redes de carácter eminentemente político establecidas por los exiliados germanohablantes en América Latina que estaban radicados en diferentes países. Su objetivo era trabajar por la transformación de su patria con la intención de poder retornar algún día, para lo cual desarrollaron en sus publicaciones periódicas un debate que atravesó las fronteras de los países receptores individuales. Las dos redes mayores fueron Das Andere Deutschland (La Otra Alemania), con sede en Argentina y filiales en Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Colombia y México, y el Bewegung Freies Deutschland (Movimiento Alemania Libre), con sede en México y ramificaciones en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Colombia y Cuba. Mientras que la primera era de orientación social-demócrata e incluía socialistas de izquierda, la segunda apelaba a un espectro suprapartidario pero el control de las posiciones clave era ejercido de hecho por comunistas. La tercera red estaba representada por el Schwarze Front (Frente Negro), el movimiento surgido de lo que había sido el ala social-revolucionaria de izquierda que se separó del Partido Nacional-Socialista (NSDAP) a fines de la década de 1920. La cuarta red estuvo formada por exiliados austríacos y en ella participaban socialdemócratas y comunistas, pero también monárquicos y socialcristianos. Todas las redes difundieron sus posiciones y actividades por medio de publicaciones, cuya recepción no acababa en las fronteras nacionales. Pese al fuerte compromiso y las actividades realizadas, los comités y asociaciones no tuvieron sin embargo gran efecto político en sentido estricto porque no disponían de medios que les permitieran representar con éxito los intereses de sus miembros.

La investigación de Germán Friedmann analiza con mayor detenimiento la composición, funcionamiento y actividades de Das Andere Deutschland, establecida en Buenos Aires, haciendo hincapié en las distintas maneras en que sus miembros se relacionaron con la Argentina y en las repercusiones que tuvieron sus actividades para distintas personas de habla alemana. Muestra en primer lugar la heterogeneidad inicial de la agrupación, que fue formada por exiliados políticos alemanes y austríacos opositores al nacionalsocialismo y por algunos germanoparlantes estableci­ dos en la Argentina que adherían a diferentes posiciones políticas, sociales y religiosas. Fundada primero como un comité de ayuda, la asociación fue tornándose cada vez más política, pero desarrolló también actividades de orden cultural que contribuyeron a la construcción de una identidad que era antinazi y alemana a la vez, esto es un ámbito de socialización que fue compartido por los exiliados del régimen y por una parte de los antiguos residentes. La existencia de estos espacios habla de la necesidad de matizar las interpretaciones que postulan la existencia de dos “aldeas” de alemanes (nazis y antinazis) totalmente incomunicadas, y permite repensar el panorama presentado en muchos estudios, según los cuales el grueso de la colectividad alemana residente en Argentina habría apoyado al nacionalsocialismo.

Las particulares condiciones que restringieron las posibilidades de acción de los exiliados en Brasil son tema del trabajo de Marlen Eckl. En ese país, la campaña de nacionalización de Vargas, incluía la prohibición del uso público de las lenguas extranjeras y los refugiados eran considerados como súbditos de los países del Eje, de manera que su situación empeoró aún más a partir de la ruptura de las relaciones diplomáticas en febrero y la declaración de guerra en agosto de 1942. Las agrupaciones de exiliados buscaron que las autoridades brasileñas las reconocieran oficialmente ofreciéndose a cooperar con ellas en la lucha contra los nazis, pero con la excepción de un comité de protección de los refugiados austríacos, no lo lograron, de modo que solo pudieron permanecer como grupos informales. En tales circunstancias, la vinculación con correligionarios radicados en otros países resultaba particularmente importante. Así hubo distintas agrupaciones que se desempeñaron como representantes de DAD en Porto Alegre, Rio de Janeiro y São Paulo. Si bien entre los exiliados establecidos en Brasil abundaron los intelectuales, artistas, literatos o gente de teatro, las circunstancias políticas brasileñas no les permitieron llevar adelante un esclarecimiento político libre.

Muy distinta fue la política adoptada por Bolivia, analizada por León Bieber, donde el decreto de libre inmigración de 1938 tenía por objetivo atraer a personas que contribuyeran al desarrollo industrial y sobre todo agrícola. Eso permitió el ingreso de miles judíos provenientes sobre todo de Alemania y, en menor medida, de Austria, que se radicaron predominantemente en las ciudades, desconociendo la lengua y los códigos culturales del país. El activismo de las diferentes asociaciones se orientó primero a ayudar a los que huían a llegar al país, colaborar con el gobierno para que se integrasen económicamente en la república y contrarrestar las tendencias antisemitas de la sociedad receptora. Si bien antes de emigrar, la mayoría de los judíos alemanes y austríacos no era sionista, muchos adoptaron esa posición después de la experiencia de la persecución sufrida y el asesinato de quienes no habían podido escapar. En los primeros años, las dificultades de integración obstaculizaron el compromiso político de los emigrados con relación a la política boliviana, pero a partir de la década de 1950 el ingreso de jóvenes judíos y de hijos de los emigrados a la actividad política se incrementó y su presencia se haría visible en importantes cargos públicos.

La contribución de Frithjof Trapp revela el papel que tuvo el Freie Deutsche Bühne, el emprendimiento teatral más importante del exilio de ultramar. Su director, Paul W. Jacob había desarrollado una intensa actividad artística y periodística antes de partir para Buenos Aires y la continuó allí. Era un organizador talentoso que había podido preparar su emigración y llevarse los materiales de trabajo necesarios para establecer en Argentina un teatro en lengua alemana. Apostó por un teatro de entretenimiento y un repertorio tradicional para evitar controversias políticas que pudieran provocar resquemores en el país receptor, consciente de que cualquier ligereza de su parte podía ser aprovechada por los sectores nazis. El emprendimiento se encontraba en un campo de tensiones cruzadas. El teatro era un acto político-social de solidaridad práctica, un factor que contribuía a afianzar la identidad y la integración social de los emigrados, y por eso mismo objeto de interés para los distintos grupos políticos y las asociaciones judías.

La misma combinación de motivaciones estuvo en la base de la creación del programa radial en lengua alemana Die Simme des Tages por Hermann P. Gebhardt en Uruguay, como muestra la contribución de Sonja Wegner. En este país, en el que las condiciones políticas permitían mayor libertad de acción a los emigrados, Gebhardt no tenía que temer represalias de las autoridades locales y se acercó a las organizaciones políticas antifascistas tomando partido por los defensores de la “otra” Alemania. El programa de radio contaba con una gran audiencia, a la cual le suministraba informaciones generales, orientación para su vida cotidiana, literatura en su propia lengua, música, entretenimiento, y además un comentario político sobre la actualidad. Cumplía así la función de puente entre lo que había sido el mundo judío-alemán anterior al nazismo y la situación en la nueva patria, y actuaba simultáneamente como un formador de opinión afirmado en la actualidad y con la mira puesta en el futuro. Luego de la guerra, Gebhardt tendería puentes entre el Uruguay y la República Federal de Alemania, actuando como corresponsal de diferentes medios y contacto para los representantes alemanes.

Igualmente multidimensional fue la actividad del vienés Fritz Kalmar, expuesta en la contribución de Raquel García Borsani. Abogado, co-fundador de la Federación de Austríacos Libres en Bolivia, actor, director teatral, escritor, periodista y cónsul honorario de Austria luego de su radicación en Uruguay en 1953. Su acción al frente de la organización que presidió entre 1943 y 1948 en Bolivia procuraba ayudar a los exiliados para insertarse en el país sudamericano, al cual sin embargo no se orientaba con vistas al futuro, proponiéndose en cambio luchar por una Austria independiente y democrática a la cual regresar. El instrumento más eficaz de la labor política de Kalmar fue la actividad teatral en lengua alemana que cumplió, entre otras, la función de actualización y profundización de la identidad colectiva de los exiliados. En esas circunstancias desarrolló una visión de Austria y su tradición cultural y artística, idealizada en sus rasgos plurinacionales y multilingües. Luego de la guerra, su acción estuvo marcada por su decepción respecto a la relación de su país con su historia reciente y el tratamiento dado en su patria a los emigrados. Radicado luego en Montevideo como corresponsal de varios medios europeos y como cónsul honorario de Austria en Uruguay, actuaría desde allí como media-dor entre ambas culturas y en la década del setenta volvería a dar muestras de su compromiso político utilizando su estatus diplomático para ayudar discretamente a perseguidos y presos políticos uruguayos.

Tomadas en su conjunto, las distintas contribuciones que integran el volumen no sólo cumplen la función de presentar resultados de investigación y perspectivas de análisis diferentes, sino que, puestas conscientemente en relación unas con otras, permiten visualizar la intersección de posiciones y dimensiones que los partidarios de distinciones tajantes suelen percibir como claramente deslindadas. Puestos en diálogo entre sí, los aportes nos revelan que las visiones de conjunto, enmarcan los casos individuales, a la vez que estos tienen el potencial de corregir ciertos elementos de las generalizaciones; que la constatación de claras diferencias entre las situaciones en los distintos países, no cancela el planteamiento de una problemática compartida; que los análisis sociopolíticos pueden iluminar facetas de una biografía a la vez que el testimonio de los protagonistas puede poner en cuestión categorizaciones académicas; que la acción cultural no es una alternativa contraria al compromiso político, sino que este puede expresarse a través de aquella; que la identificación con una comunidad de origen o de destino no implica la ausencia de interacción con diferentes actores del país de residencia; y que la construcción de sentido, entendida como tarea política y cultural simultáneamente, puede tener cristalización en la vida cotidiana de los emigrados y repercusión en la sociedad local.

Los casos de Paul W. Jacob, Hermann P. Gebhardt y Fritz Kalmar, quienes mantuvieron contacto entre sí, son particularmente reveladores para comprender el entramado de posicionamientos en que estaban situados los emigrantes germanohablantes y las dificultades con que debía enfrentarse la tarea de la construcción de sentido. Los tres manifestaron un fuerte compromiso con la comunidad de judíos germanohablantes exilados, lo que no excluía su compromiso político por la otra Alemania/ Austria. Fueron personalidades intelectuales y públicas, algo que en sus vidas no implicaba tomar distancia de la “gente común”, sino que por el contrario emplearon su talento para convocar a estos grupos ofreciéndoles además refugio y orientación política y cultural en circunstancias dolorosas, a la vez que ese público constituía la condición de posibilidad de sus emprendimientos artísticos y/o radiales. Ellos supieron combinar la acción cultural con la toma de posición política expresada en términos de una ética de la responsabilidad y afianzada en una ética de la convicción.

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1 “Teatro Alemán Independiente” es el nombre que usaba entonces en español, pero en realidad la traducción más correcta sería “Teatro Alemán Libre”.

2 Sobre los significados de esta categoría en el contexto de la definición de la ciudadanía durante el Imperio, véase Blackbourn (2015).

3 Penny/Rinke (2015) aportan una buena síntesis de las cuestiones planteadas en torno a los alemanes en el exterior. Por su parte, Schulze (2016) aporta un detallado análisis del trabajo de elaboración discursiva y práctica de la Deutschtum para el caso de Brasil.

4 Para una revisión de la evolución del campo de estudios véase Krohn (2012); para una síntesis de los resultados de investigación acumulados Krohn et al. (2008)

5 La obra fue resultado de la cooperación entre el Instituto Central de Historia de la Literatura de la Academia de Ciencias y la Academia de las Artes de la RDA. El primer volumen estaba dedicado al exilio en la Unión Soviética, el segundo a Suiza, el tercero a Estados Unidos, el quinto englobaba Checoslovaquia, Gran Bretaña, Escandinavia y Palestina; el sexto se ocupaba de Holanda y España y el séptimo de Francia.

El compromiso político de los emigrantes alemanes en América Latina. Una visión de conjunto

Anne Saint Sauveur-Henn

La investigación sobre la emigración alemana insiste en desestimar la relevancia de América Latina en tanto destino del exilio alemán, a la vez que subraya la importancia de la región como refugio de los nacionalsocialistas tras 1945. Suele pensarse en la Argentina, por ejemplo, como zona de repliegue de los “peces gordos” del nacionalsocialismo, mientras se olvida que entre 1933 y 1945 unas 40.000 víctimas de Hitler hallaron refugio en ese país, cantidad que, en relación proporcional a la población total del mismo, resulta superior a la de las personas acogidas por los Estados Unidos.

Para determinar claramente la problemática, definiremos primero los conceptos:

Por “compromiso político” se entiende aquí no solamente la política partidaria, sino el compromiso político en su sentido más amplio, por ejemplo a través de los medios de comunicación, las asociaciones, el arte, etc.

Optar por la designación “emigrantes alemanes” implica que los austríacos no serán considerados aquí. “Emigrantes” es un término genérico amplio y corresponde distinguir entre quienes emigraron voluntariamente (Auswanderer), y quienes se vieron forzados a hacerlo (Emigranten).1

La temática se trata aquí no sólo teniendo en cuenta a los países sudamericanos, sino también a México. Me planteo además la cuestión de si el compromiso político está dirigido al país de acogida en América Latina, o al país de origen, o sea, a Alemania.

Presentar una visión “de conjunto” de esta problemática, que atañe tanto al siglo XIX como al XX, implica que la misma ha de ser necesariamente sumaria. En lo concerniente al siglo XX partiremos de la situación en Argentina, el país que más inmigrantes alemanes recibió, para tratar además la particularidades de otros países por contraste.

Retrospectiva histórica: fases y tipología de la migración alemana a América Latina

Las dos fases de la migración

Debemos distinguir dos fases de la migración alemana a América Latina, nítidamente separadas por el quiebre de 1933. América Latina cobra importancia como destino migratorio, si bien con rasgos y peso diferentes en los distintos países, en dos momentos históricos. El primero de ellos se sitúa en el siglo XIX y comienzos del siglo XX; el segundo, a partir de 1933.

En el siglo XIX, la importancia de América Latina como destino de la migración alemana a ultramar era secundaria. De 1835 a 1914, el 90 % de los migrantes a ultramar se dirigió a los Estados Unidos. El porcentaje correspondiente osciló entre el 80,6 % como mínimo, durante la Primera Guerra Mundial, y el 95,7 % como máximo, entre 1865 y 1869. Hasta la Primera Guerra Mundial, la mayoría de los alemanes que migraron a Amé-rica Latina, lo hicieron a Brasil y a Chile, particularmente a las colonias agrícolas que en ambos países ocupaban extensos territorios y desde el siglo XIX gozaban de muy buena reputación en tanto enclaves alemanes, sobre todo en Rio Grande do Sul y en el sur de Chile. En este período apenas uno de cada 60 migrantes optó por la Argentina como país de destino.

Durante la Primera Guerra Mundial se dio un estancamiento transitorio de esa corriente migratoria, la cual se restableció después de 1919 con un desplazamiento de las preferencias. Entre 1920 y 1932, el 38,3 % del total de la migración alemana a ultramar se dirigió a América Latina, mientras la migración a los Estados Unidos se redujo a un 60,3 %. La tasa migratoria a Brasil fue del 10,2 %, y a Argentina del 8,6 %. La migración a Chile se redujo porcentualmente, en tanto que el flujo migratorio a la Argentina se incrementó después de 1914. En 1923 y 1924, los años de mayor flujo, se registraron más de 13.000 ingresos a ese país, coincidiendo con la gran crisis económica en Alemania. En esos años, uno de cada diez migrantes alemanes a ultramar se dirigió a la Argentina.2

Después de 1933 la situación se modificó radicalmente con la llegada al poder del nacionalsocialismo. Los países europeos, en especial Francia, cerraron cada vez más sus puertas a los emigrantes germanoparlantes que huían de los territorios dominados por Hitler, al tiempo que otros Estados, como España y Portugal, debido la situación política interna que atravesaban, se prestaban más como países de tránsito que de asilo. En este contexto, la emigración a América Latina no dejaría de incrementarse. Se estima que en junio de 1935 esta constituía el 3,7 % de la emigración en su conjunto; en marzo de 1936 había aumentado al 11,3 % y en diciembre de 1937 llegaba ya al 13,4 %, a lo cual hay que agregar que la mayor parte de los emigrantes arribó efectivamente a América Latina en 1938.3 Puede estimarse que el 16 % del total de los emigrados germanoparlantes entre 1933 y 1945 halló refugio en América Latina.

Denostada con frecuencia en tanto refugio de los nacionalsocialistas que buscaron allí “protección” después de 1945, a Argentina le cupo el papel protagónico en América Latina en tanto destino para los refugiados del Tercer Reich. Si bien las estimaciones sobre la cantidad de refugiados germanoparlantes acogidos por la Argentina en el período 1933-1945 oscilan entre 30.000 y 45.000 personas, no queda duda de que fue el país de América Latina que acogió la mayor cantidad de estos emigrantes: por lo menos el doble que Brasil, que recibió entre 16.000 y 25.000 personas, y casi el cuádruple que Chile, que recibió 12.000.4 Uruguay y Bolivia acogieron unas 6.000 personas cada uno, mientras los demás países de América Latina, incluso México, desempeñaron un papel menor desde el punto de vista estadístico. Si se considera que la ciudad de París, metrópolis del exilio, acogió en forma permanente a unos 10.000 refugiados judío-alemanes (Franke 2000: 97), entonces destaca más aún la relevancia de la ciudad de Buenos Aires, también metrópolis del exilio, por cuanto allí tan solo en el año 1938 hallaron refugio más de 10.000 emigrantes germanoparlantes. Finalmente, todas las estimaciones en su conjunto llevan a concluir que más del 90 % de los emigrantes halló refugio en los países de la cuenca del Plata.

A la emigración judía debe sumársele la emigración por causas políticas, más difícil de medir. Generalmente se estima que esta constituyó entre el 8 y el 10 % de la emigración en su conjunto, con un porcentaje superior en México, debido a la liberalidad del gobierno de aquel país. Puede decirse que la emigración alemana a América Latina entre 1933 y 1945 abarcó muy probablemente entre 80.000 y 100.000 personas en total.

Los distintos motivos de la migración a América Latina

En el siglo XIX, sólo una minoría migró por motivos políticos, primero en 1848 y luego en el decenio de 1870 a raíz de la sanción de las leyes anti-socialistas de Bismarck. Más decisivos fueron los factores económicos y sociales, los cuales se agudizaron mucho durante la República de Weimar. La Constitución de 1919 estableció por vez primera oficialmente el derecho irrestricto a emigrar, y tras la Primera Guerra Mundial la migración se incrementó a causa del gran desempleo.

A partir de 1933 las políticas de migración asumieron otro carácter. En una primera fase, la Alemania nacionalsocialista fomentó la emigración, a fin de “limpiar de judíos” el país. En los hechos, las condiciones impuestas la hicieron cada vez más difícil, particularmente después de la “Noche de los Cristales Rotos” en noviembre de 1938, dado que desde entonces los judíos alemanes estuvieron autorizados a llevar consigo solamente diez marcos al salir a un país vecino y 20 a uno más lejano. Además estaban obligados a pagar un impuesto para obtener la autorización para emigrar. Una vez comenzada la guerra, la emigración se hizo casi imposible; fue prohibida en 1941, año en que se decidió la “solución final”.

En el siglo XIX varios países de América Latina estaban interesados en la inmigración europea, y el aporte alemán era muy apreciado especial-mente. La legislación era muy generosa, se ofrecían ventajas, se facilitó el ingreso y se hizo propaganda en Alemania. Se pueden distinguir diferentes categorías de motivaciones para la migración en el siglo XIX y comienzos del siglo XX hasta 1933. Para algunos se trató de motivos puramente personales, un tipo de motivos que en el siglo XX ya no eran tan importantes como en el XIX: el deseo de aventuras, la voluntad de conocer otro país. Para otros, la decisión tuvo que ver con la situación política en Alemania. Ello vale particularmente para aquellos que en el siglo XIX huyeron de las leyes antisocialistas impulsadas por el canciller Bismarck. Hacia 1880 se fueron a la Argentina algunos socialistas como por ejemplo Karl Mücke, quien había huido primero a Suiza, donde trabajó en el periódico Der Sozialdemokrat de Zurich, antes de dirigirse a Buenos Aires.

A comienzos del siglo XX el descontento con la situación política tras la Primera Guerra Mundial llevó a muchos a migrar a América Latina, como deja constancia el testimonio5 de dos mujeres, nacida una de ellas en 1911 y la otra en 1928:

Mi padre no quería participar en otra guerra más y se fue de Alemania en 1920.

Mis padres se fueron ambos de Alemania en 1920, independientemente uno del otro, por la situación en la posguerra.

Los motivos más importantes eran de naturaleza económica y tenían que ver con la situación de Alemania. En 1923 y 1924 la inflación cobró dimensiones catastróficas en el país, peores incluso que durante la crisis mundial de 1929. Hubo quienes emigraron solos y siendo muy jóvenes. Veamos algunos testimonios:

No tenía trabajo y mis padres habían fallecido. Me fui de Alemania en 1923, a los 18 años.

Me fui de Alemania por motivos económicos, sin nadie, en 1921, a los 21 años.

Otros migraron con sus familiares, ya todos juntos, ya en forma sucesiva, como lo relatan dos mujeres, nacidas una en 1897 y la otra en 1889:

Mi marido era pintor, tenía aprendices a su cargo. Se quedó sin trabajo y no teníamos qué comer, así que en 1924 nos fuimos a la Argentina.

Por la inflación mi marido migró a la Argentina en 1922. Yo me le reuní en 1923, y en 1927 nos trajimos a nuestro hijo de seis años.

En todos los casos prevalece, sin embargo, cierto grado de libertad al decidirse por la migración.

Después de 1933 se trata básicamente de otra categoría de motivos. Una minoría, políticamente comprometida, integrada por escritores, artistas, periodistas, sindicalistas y políticos, emprendió la emigración tempranamente, dado que su actividad los había colocado en situación de riesgo y debieron huir de la represión. En este contexto destaca la gran excepción que representó México, país que hasta fecha más tardía acogió a numerosos emigrantes comunistas conocidos gracias, entre otras cosas, al auxilio prestado por el cónsul mexicano en Marsella.

La mayoría de los judíos apolíticos emprendió la emigración más tarde, como consecuencia de una “política racial” que los obligó a abandonar precipitadamente el país para salvar su vida. Sobre sus motivos para emigrar presentamos a continuación apenas algunos testimonios seleccionados:

Emigré por el racismo, a los 18 años, en mayo de 1939.

Dejé Stuttgart por la Argentina debido a los nazis.

Mis padres tuvieron que emigrar cuando yo era muy joven, obligados por Hitler.

Pero qué pregunta, ¡somos judíos!

Esta expresión pone de manifiesto la necesidad perentoria de emigrar, una característica específica del exilio de la gente común, y no solo de la que emigró a América Latina.

También en lo que hace a la elección de América Latina pueden señalarse dos fases. Hasta 1933 se puede hablar realmente de una elección; luego de esa fecha, ya no. Muchos migrantes mencionan ventajas políticas y económicas. Argentina, por ejemplo, se mostraba como un país de futuro:

Mi padre encontró en Argentina la oportunidad de trabajar y de progresar.

En todos los casos se trató de una elección propia en la cual había influido mucho la propaganda, por ejemplo a través de agentes:

Después de la guerra había asociaciones de emigrantes que hacían propaganda para Argentina y Paraguay, presentados como países de futuro.

En 1919 el periódico Argentinisches Tageblatt publicó un artículo según el cual a lo largo y ancho de Alemania se pregonaba: “Vámonos a Argentina”.6

La propaganda desempeñó una función fundamental en la colonización, tanto en el siglo XIX como en el XX, como ilustran los ejemplos de Chile o Brasil. También en Argentina, Aaron Castellanos, el fundador de la primera colonia, se apoyó ya en 1855 en la labor de agentes que propagaban una imagen paradisíaca de Argentina para reclutar colonos en Alemania y en Suiza (Winiger 1917: I, 341).

Por el contrario, quien emigró tras 1933 con frecuencia no eligió voluntariamente trasladarse a América Latina, sino que su destino fue una decisión del azar. Los menos que emigraron tempranamente, eligieron América Latina por las posibilidades de trabajo (“Elegí la Argentina en 1936 porque aparentemente era el país que más oportunidades me brindaba”). Pero la enorme mayoría subrayó que Argentina fue simplemente su única posibilidad: “Fue uno de los pocos países que permitía el ingreso”; “Huí a la Argentina en mayo de 1937 porque me dieron una visa”. Muchos debieron recurrir a un atlas para ver dónde quedaba el país para el que habían obtenido una visa. Así resumió esa situación James Friedmann: “Desembarcaban como náufragos en el puerto de Buenos Aires” (1963: I, 66). Muchos habían sido expulsados dos veces: habían encontrado un primer refugio en Europa pero después de 1939 también tuvieron que abandonar el continente (Saint Sauveur-Henn 1998).

Hasta 1933 el migrante alemán abandonaba su patria con decepción para ir a un país nuevo de América del Sur del que esperaba mucho. Cierta desilusión y paralelamente una idealización del país natal influirían respectivamente en sus vínculos políticos con América Latina y con Alemania. El emigrante judío a partir de 1933 había sido excluido de Alemania y para sobrevivir debía renunciar a su patria. El desgarramiento de su identidad como judío alemán influiría negativamente en su vínculo político con Alemania y con América Latina. Por su parte, el exiliado obligado a huir debido a su compromiso político, concebiría a América Latina como un refugio provisorio y viviría con la mirada puesta en Alemania.

Las formas del compromiso político en el siglo XIX y en el XX

A continuación volvemos a distinguir dos fases, antes y después de 1933, para preguntarnos cuáles fueron las formas que asumió el compromiso político en esas circunstancias. Partiremos de ejemplos representativos, fundamentalmente de Argentina, el mayor país de inmigración, para establecer una tipología que no aspira a ser exhaustiva.

El compromiso político antes de 1933