portada

GUSTAVO GUERRERO (Caracas, 1957) es crítico literario, profesor de literatura latinoamericana contemporánea en la Universidad de Cergy-Pontoise/Paris Seine y consejero de la editorial Gallimard. Egresado de la EHESS de París, es autor de ensayos y estudios literarios, como La estrategia neobarroca (Barcelona, 1987), Itinerarios (Caracas, 1996), Teorías de la lírica (México, FCE, 1998), La religión del vacío (México, FCE, 2002), Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela (Barcelona, 2008), con el que obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Anagrama en España, y Paisajes en movimiento: literatura y cambio cultural entre dos siglos (Buenos Aires, 2018).

CATALINA QUESADA (Jaén, 1977) es profesora de español y literatura latinoamericana en la Universidad de Miami. Doctora por la Universidad de Sevilla (con premio extraordinario de doctorado), ha trabajado en universidades de Francia y Suiza, y ha sido profesora o investigadora invitada en distintas universidades europeas y americanas. Entre sus publicaciones destacan La metanovela hispanoamericana en el último tercio del siglo XX (Madrid, 2009) y Literatura y globalización: la narrativa hispanoamericana en el siglo XXI (espacio, tiempo, géneros) (Medellín, 2014). Ha coordinado para Pasavento: Revista de Estudios Hispánicos el monográfico “Cultura y globalización en Hispanoamérica” (2014) y es coeditora de El libro y la vida. Ensayos críticos en torno a la obra de Héctor Abad Faciolince (2019).

SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS


CÁMARA DE ECO

CÁMARA DE ECO

HOMENAJE
A SEVERO SARDUY

GUSTAVO GUERRERO
y CATALINA QUESADA
editores

Fondo de Cultura Económica

Primera edición, 2018
Primera edición en libro electrónico, 2018

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A François Wahl (1925-2014)
In memoriam

Índice

Introducción. Sarduy, veinte años después, por Gustavo Guerrero

CIENCIAS, FICCIONES Y CREENCIAS

DE UNA ESTÉTICA TRANSMEDIAL

FORMAS DE ESCRITURA / IMÁGENES DE ESCRITOR

TIEMPOS, ESPACIOS Y CONTEXTOS

Noticia sobre los autores

contraportada

INTRODUCCIÓN

Sarduy, veinte años después

Veinte años no es nada, dice el tango, y pareciera que cada día que pasa tiene más razón, dada la creciente velocidad a la que se mueven nuestras sociedades y la vertiginosa y concomitante rapidez de los cambios a los que nos ha tocado asistir en las últimas décadas. Observador atento de su época, Severo Sarduy (1937-1993) alcanzó a percibir, desde fines de los años ochenta, los signos de esta aceleración del tiempo histórico que es hoy un objeto de análisis de las ciencias sociales. En varios de sus artículos y ensayos alude a ella, y también la describe con bastante precisión en la última entrevista que le hice, unos meses antes de su muerte. Recuerdo que, cuando le pregunté por la posteridad de sus libros, me contestó con una respuesta a la vez lúcida y desencantada, pero que expresaba, ante todo, una clara conciencia de las importantes transformaciones que vendrían. Para resumirla, ya que es un poco larga, digamos que hablar de las lecturas que podrían suscitar sus novelas o su poesía en el futuro le parecía entonces un ejercicio vano y tonto, casi una majadería, pero no por algún defecto o insuficiencia mayor que tuviera su literatura o la literatura de aquel momento, sino por el gigantesco abismo que veía abrirse entre su tiempo y el nuestro: “Estas formas discursivas, estas nociones del saber, este mundo que ya padece de su nueva inestabilidad, no tendrán nada que ver con el que le sucederá”, me dijo enfático. Y agregó enseguida: “He aquí un detalle científico: la casi totalidad de los objetos de que nos serviremos en la casa, en el próximo milenio, aún no está inventada”.1

Sarduy no estaba seguro de que las obras literarias, aun las mejores, no acabaran siendo un mero objeto de curiosidad arqueológica o se perdieran irremediablemente en el olvido, arrastradas por la mudanza de horizontes que se anunciaba. Tampoco encontraba motivos para eximir de ese destino a los libros que él mismo había escrito. Afortunadamente, por de pronto, sus predicciones no se han cumplido, pues, aun cuando en muchos aspectos nuestras vidas han cambiado de un modo drástico e imprevisible en los últimos veinte años, ni la literatura se ha convertido en pieza de museo, ni la del propio cubano ha dejado de tener lectores que sigan contextualizándola en nuestro presente. De hecho, si algo se hace patente con este homenaje es justamente la renovación del cuerpo de lectores y lecturas de Sarduy a comienzos del siglo XXI, gracias a la aparición de una nueva generación de críticos de diferentes tendencias, inquietudes y nacionalidades. Sería inútil tratar de esbozar un retrato común de un grupo tan nutrido, cosmopolita y variopinto, que alterna aquí con varios veteranos de la crítica sarduyana. Pero sí creo que hay que insistir en la significación que tiene su emergencia como manifestación de la actualidad de nuestro autor, es decir, de las distintas maneras en que su obra se inscribe en una agenda contemporánea y responde hoy a una serie de problemas que forman parte del debate sobre el estado de nuestra cultura.

Suma de objetos, textos, dibujos, pinturas, grabaciones, fotografías, recuerdos y actitudes, entre tantas otras cosas, el legado de Sarduy ha pasado a ser, de esta manera, una suerte de bisagra que, desde su tiempo, nos ayuda a aproximarnos al nuestro y permite interrogar e iluminar algunas de las transformaciones más decisivas del cambio de siglo. Acaso la principal sea la que concierne al lugar de la literatura y las prácticas artísticas dentro de la economía discursiva de nuestras sociedades. Sabemos que una y otras pasan actualmente por una fase de tránsito no entre una civilización de lo escrito y otra de la imagen, como suele decirse, sino entre una civilización unimedial y otra transmedial que se gesta en el interior de un abarrotado espacio de intensas convergencias cognitivas, culturales y estéticas donde se ha ido redefiniendo el rol de la escritura y la creación artística entre los distintos vectores de información. Se trata, como ejemplifica la red, de un ámbito comunicacional saturado y cuyos diversos soportes imponen formatos y patrones novedosos a la inserción de textos, sonidos e imágenes, diluyendo las orillas de los géneros y formas tradicionales en una dilatada y nebulosa zona de contacto, en una frontera abierta a los mestizajes y los tráficos más heterogéneos e inesperados.

Aunque nunca llegó a conocer este sistema de continuidades creado por la tecnología y que permite establecer actualmente articulaciones inéditas entre literatura, imagen, arte, música, ciencia y un largo etcétera, Sarduy puede ser visto como uno de los precursores más perspicaces, versátiles y creativos de esta dinámica de intercambios. Cualquiera que recorra las páginas de los ensayos que hemos reunido no podrá menos que comprobar con cuánta amplitud y curiosidad su obra se presta al diálogo con otras formas de conocimiento, otros medios y otras culturas. Los artículos de Catalina Quesada, Rubén Gallo y Georg Wink con que inicia el volumen dan cuenta así, desde distintas perspectivas, de la manera única y original como se traban los lazos entre la producción literaria y plástica del autor cubano, por un lado, y la astrofísica, el psicoanálisis y el budismo, por otro. Más allá o más acá de la anécdota o el inventario de temas y motivos, lo que se pone de relieve es el papel decisivo que desempeñan estos lazos en la estructuración de la obra sarduyana, creando un nudo de tensiones y preguntas a menudo irresueltas, pero que hacen posible enunciar, a través de la literatura y el arte, una crítica de los modos de representación propios de otras formas del saber que aspiran a expresar una verdad. Un sentido testimonio de François Wahl sobre la compleja relación del cubano con las religiones completa esta primera sección, donde se cruzan, se encuentran y desencuentran la ciencia, la creencia y la ficción.

También se habría podido añadir a este capítulo inicial el artículo de Rolando Pérez, que pone a dialogar literatura, artes visuales y pensamiento científico, pero nos pareció más apropiado abrir con él, y a modo de transición, el conjunto de textos que se dedican a la estética transmedial de Sarduy y, en particular, a la larga conversación entre imagen y escritura que atraviesa su producción literaria y artística. De todas las facetas del universo del cubano, ninguna ha recibido ciertamente tanta atención en las dos décadas que han pasado desde su desaparición. Valga recordar que la gran exposición de su obra plástica que organizara el Centro de Arte Reina Sofía en Madrid, en 1998, y que dio lugar a un catálogo que es hoy una referencia obligada en los estudios sarduyanos, constituyó el punto de partida de este rápido proceso de reconocimiento.2 A esa primera retrospectiva le siguieron otras en distintos momentos y localidades de Europa y América como testimonio de un creciente interés que ha acabado desembocando en la reciente adquisición, por parte de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, de 34 dibujos y pinturas del artista. La obra plástica, que antes parecía menos valorada que la obra del escritor, ha llegado a adquirir así, a principios del nuevo siglo, un peso propio, hasta el punto de que leer a Sarduy es hoy por hoy, y cada vez más, leer a la vez su escritura, su producción plástica y la red de relaciones que se tejen entre ellas. Los ensayos de Eduardo Becerra, Juan Manuel Bonet y Alfonso Palacio representan diferentes instancias en la interpretación de dicho comercio a través de lecturas que se apoyan en la poética, la historia y la crítica de arte.

Una especial mención merece, en este capítulo transmedial, el estudio pionero de Anke Birkenmaier sobre el teatro radiofónico de Sarduy y su hipótesis de una respuesta a la crítica del fonocentrismo desarrollada por Derrida y los deconstruccionistas. Hasta ahora la relación de nuestro autor con la radio no había suscitado mayor curiosidad ni había sido contextualizada dentro de su obra y su tiempo, a despecho de la importancia que tuvo en la génesis y el desarrollo de su escritura (habrá que recordar lo que novelas como De donde son los cantantes [1967] y Cobra [1972] le deben a la relación de Sarduy con la radio). Birkenmaier muestra un camino a seguir para incorporar la dramaturgia radiofónica al conjunto de la producción sarduyana y nos invita a adentrarnos por ese territorio ignoto.

Cierra esta sección un ensayo mío en el que avanzo una propuesta para releer la tensión conflictiva que atraviesa las diversas modalidades de la referencia en el teatro de la estética neobarroca de un artista y un escritor al que mal se podría seguir ubicando, como hace veinte años, entre los representantes de un textualismo experimental y autista.

Los textos de Lina Meruane, Milagros Ezquerro, Pedro de Jesús y Silvia Hueso son una muestra de la renovación de los paradigmas de lectura de la novelística, la poesía y la teoría literaria del cubano a la luz de la recomposición de un corpus que se ha ido haciendo cada vez más denso y complejo a partir de 1993. Meruane nos propone así una brillante reflexión sobre el lugar de la enfermedad en la narrativa sarduyana última y destaca el puesto que ocupa Sarduy en el terreno de las escrituras seropositivas, como protagonista de una vanguardia que, a principios de los años noventa, debe asumir la misión política de alertar sobre la propagación del virus. Por su parte, Milagros Ezquerro aborda la posmodernidad del autor, en las fronteras de la autoficción, a través de la figura de la Imitatio Christi y la serie de epifanías que estructuran el discurso autobiográfico de la miscelánea El Cristo de la rue Jacob (1987). Desde Cuba, Pedro de Jesús lee la representación de la luz en Sarduy en un ensayo que habría podido ubicarse entre los trabajos sobre imagen y escritura, pero cuyo objeto central es, sin lugar a duda, la obra literaria. Finalmente, Silvia Hueso revisita la lectura camp de Cobra (1972) y, en especial, el tono paródico, el humor y las incongruencias de la novela. No quiero dejar de insistir en que los cuatro ensayos ponen de relieve, con sus lecturas cruzadas, la organicidad de un corpus que no ha cesado de crecer en estos últimos veinte años, con la publicación de los dos tomos de las Obras completas (1999) en la colección Archivos, con la aparición de la recopilación Severo Sarduy en Cuba: 1953-1961 (2007) que debemos a Cira Romero, y, en fin, con los tres volúmenes de poesía, novelas y ensayos recientemente editados por el Fondo de Cultura Económica.3 A todos ellos hay que agregar la cuidadosa edición anotada de De donde son los cantantes (1993) que Roberto González Echevarría hiciera para la editorial Cátedra en España y la que se publica en 1995, en Cuba, bajo el sello de la editorial Letras Cubanas.4

Esta última edición, un hito cuyo valor simbólico es innegable, replantea desde los años noventa el debate sobre lo que algunos críticos han llamado el caso Sarduy, a saber: la dificultad de definir el lugar de nuestro artista y escritor dentro de la tradición nacional cubana. Se trata indudablemente de uno de los contextos de recepción más importantes de su obra y, además, de uno de los temas de discusión más polémicos que se han venido planteando desde su muerte. El pasado, el presente y el futuro de esta disputada materia son abordados en los textos de Cira Romero, Nanne Timmer y Rafael Rojas dentro de la sección final de este homenaje, donde se exploran los distintos ámbitos culturales en los que se inscribe el legado del autor. La primera, a quien ya he mencionado a propósito de la recopilación y edición de los textos de juventud, vuelve aquí sobre ese ingente trabajo de crítica e historia literaria y nos ofrece una síntesis de aquellos primeros años del escritor entre Camagüey y La Habana, unos años de formación cuya influencia, como ella bien muestra, resulta decisiva en la forja de la obra de la madurez tanto por lo que toca a la poesía y la literatura de ficción como a la crítica de arte y la producción plástica. De seguido, Nanne Timmer esboza otra de las instancias del regreso de Sarduy a Cuba al estudiar las distintas formas del diálogo entre la poética del escritor y las novelas de tres voces cubanas emergentes de los noventa: la crítica Margarita Mateo, la novelista Ena Lucía Portela y el ya citado ensayista y novelista Pedro de Jesús. Cierra este tríptico cubano el historiador Rafael Rojas, quien desde su campo de especialidad, la historia intelectual, analiza lo que él llama “el momento” de Sarduy en la Cuba de los noventa. Rojas describe las tensiones políticas y estéticas que suscita la tardía reinscripción del camagüeyano en el campo de la literatura nacional cubana durante el Periodo Especial y, disputando sobre la actualidad o anacronismo del neobarroco, prolonga el largo debate sobre el canon insular que, desde hace más de una década, opone a distintos críticos dentro y fuera de la isla.

Sin embargo, como reconoce el propio Rojas, la obra de Sarduy no es sólo asunto de la literatura nacional cubana, ya que se escribió y se inscribió, o se pintó y se dibujó, en otros ámbitos y al contacto con otras lenguas, tradiciones y culturas. Nuestro homenaje concluye con un capítulo consagrado al cosmopolitismo y el nomadismo de un corpus en el cual Gonzalo Celorio nos invita a leer las huellas del barroco hispánico, Andrés Sánchez Robayna los viajes del poeta a Asia y, finalmente, Christopher Domínguez Michael el papel decisivo que desempeñó ese particular contexto mexicano donde el cubano traba una relación de amistad y colaboración con Octavio Paz y el grupo de la revista Vuelta.

Veinte años no es nada, qué duda cabe. Sarduy sigue siendo el mismo y ya es otro, o mejor, ya va siendo otro al calor de una época que no fue la suya, pero que su producción artística y literaria nos ayuda a entender desde perspectivas distintas y a menudo inesperadas. Es por ello por lo que este homenaje que le rendimos quiere adoptar el nombre y la función de una cámara de eco donde espacios, tiempos y voces se conjugan, creando el efecto instantáneo de una reverberación o un espejeo, acaso el palimpsesto sonoro de una conversación ubicua e imprevisible entre él y nosotros.

No quisiera terminar estas líneas sin expresar mi agradecimiento a Catalina Quesada por su colaboración en la preparación del manuscrito y en la traducción del artículo de François Wahl, así como también a los editores del Fondo de Cultura Económica que han hecho posible que este volumen se publique en las mejores condiciones.

GUSTAVO GUERRERO
París, noviembre de 2014


1 Severo Sarduy, Obra completa, tomo II, edición de Gustavo Guerrero y François Wahl, París / Madrid, Colección Archivos, núm. 40, 1999, p. 1840.

2 Severo Sarduy, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1998.

3 Severo Sarduy, Obra completa, tomos I y II, edición de Gustavo Guerrero y François Wahl, París / Madrid, Colección Archivos, núm. 40, 1999. Severo Sarduy en Cuba, 1953-1961, compilación, prólogo y notas de Cira Romero, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2007. Severo Sarduy, Obras, tomo I: Poesía; tomo II: Tres novelas; tomo III: Ensayos, México, FCE (2007-2013).

4 Severo Sarduy, De donde son los cantantes, edición crítica de Roberto González-Echevarría, Madrid, Cátedra, Letras Hispánicas, 1993. Severo Sarduy, De donde son los cantantes, La Habana, Letras Cubanas, 1995.

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