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SECCIÓN DE OBRAS DE PSICOLOGÍA, PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS


LOS ROSTROS DE ERICH FROMM

Traducción
LETICIA GARCÍA CORTÉS

LAWRENCE J. FRIEDMAN
Con el apoyo de Anke M. Schreiber

Los rostros de Erich Fromm

UNA BIOGRAFÍA

Primera edición en inglés, 2013
Primera edición en español, 2016
Primera edición electrónica, 2016

A la memoria de Ronald Takaki
y Adam Sarnecki

El amor es la única respuesta sana y satisfactoria al problema de la existencia humana.

ERICH FROMM

Las opciones que el hombre enfrenta son escapar de la carga de la libertad hacia otras dependencias y la sumisión, o avanzar hacia la realización completa de la libertad positiva que se basa en la singularidad e individualidad del hombre.

ERICH FROMM

SUMARIO

Presentación, Gerald N. Grob

Agradecimientos

Prólogo. Escribir las vidas

Primera parte
ALEMANIA

I. El aprendiz inestable

II. Académico en Fráncfort

Segunda parte
LAS AMÉRICAS

III. La americanización de un intelectual europeo

IV. El miedo a la libertad

V. Clínico y ético

VI. Amar y enseñar

VII. Política y prosa

Tercera parte
LA CIUDADANÍA GLOBAL

VIII. Profecías para un mundo afligido

IX. Una tercera opción

X. “La vida es una extravagancia” (o casi)

XI. Esperanza e inmovilidad

XII. Amor y muerte

Nota bibliográfica

Índice analítico

Índice general

PRESENTACIÓN

Cuando estudiaba en el City College de Nueva York a finales de la década de 1940, me inscribí en un programa de excelencia académica en ciencias sociales. Se nos pedía leer entre cuarenta y cincuenta libros que hubieran modificado a la sociedad, desde los griegos. Entre éstos estaba El miedo a la libertad de Erich Fromm. Me gustó tanto que leí Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Hacia una sociedad sana (1955) y las siguientes décadas continué siendo un lector ávido de sus textos. Lo que me llamó más la atención fue la habilidad de Fromm para escribir sin usar un lenguaje técnico y al mismo tiempo presentar ideas importantes y complejas de una manera coherente. Lawrence Friedman tiene ese don, como bien lo muestra esta importante y eminentemente académica biografía. Es uno de los libros más emocionantes que he leído en años.

Mi atracción hacia los textos de Fromm creció por mis antecedentes. Como hijo de padres procedentes de Europa Oriental, asistí a una escuela hebrea durante varios años y ahí tuve contacto con el Talmud, especialmente con la tradición profética dentro del judaísmo. El volumen de Friedman nos muestra con claridad, y con un buen ojo para los matices, cómo Fromm fue un ejemplo de esa tradición; fue un crítico de la sociedad y al mismo tiempo mantuvo la esperanza de que era posible un mejor futuro. En tiempos en los que el mundo parecía estar amenazado por la aniquilación nuclear, Fromm no podía limitarse a una vida de escritura académica, contemplación y práctica psicoanalítica. Durante el momento más crítico de la Guerra Fría, Friedman descubrió que Fromm había llamado la atención del presidente John F. Kennedy, y quizá incluso ayudado a modificar su retórica beligerante. De hecho, de ahí en adelante Kennedy comenzó a hacer llamados para la coexistencia y el desarme nuclear con palabras, frases y una lógica que hacían pensar en Fromm. Durante esos peligrosos años, Fromm mantuvo contacto regular con formuladores de política importantes, como Adlai Stevenson y William Fulbright, y en varias ocasiones dio muestra de su especialización en relaciones internacionales ante comités del Congreso en torno a las novedades en la Alemania de la posguerra. Asimismo, Fromm tenía contacto con jefes de Estado de varios países. Todo era parte de un esfuerzo para tender un puente entre los altos funcionarios del gobierno y los activistas de derechos humanos y la paz. En realidad, él fue fundador y principal apoyo financiero del Comité Nacional para una Política Nuclear Sana (SANE) y, después, de Amnistía Internacional. Gracias a la notablemente exhaustiva investigación por la que se le conoce, la biografía de Friedman es la primera que revela estas importantes relaciones personales e institucionales.

Los primeros años de vida de Fromm determinaron gran parte de su pensamiento posterior. Tenemos un análisis con muchos matices y profundamente documentado de los primeros años en toda su complejidad —otro acierto de este importante volumen—. Su padre, dominado por la ansiedad, y su madre, en ocasiones deprimida, lo hicieron tratar de liberarse de un hogar disfuncional. Estas experiencias determinaron su enfoque adulto en el carácter social. A diferencia de Freud, quien hizo hincapié en el papel de la energía libidinal como determinante de la personalidad individual, Fromm destacaba cada vez más que los humanos son seres sociales cuyas vidas también están determinadas por la estructura social y la cultura. Esta perspectiva era considerada en los círculos psicoanalíticos ortodoxos como una forma de herejía, a pesar de que el propio Freud a veces consideraba que valía la pena tomarlas en cuenta, y lo manifestaba. No obstante, para la segunda mitad de la década de 1930, después de que Fromm había trabajado para sacar a sus colegas en peligro del Instituto Fráncfort de Investigaciones Sociales de la Alemania nazi y llevarlos a la seguridad del campus de la Universidad de Columbia, Freud y Fromm parecían separarse intelectualmente cada vez más (nunca totalmente). Fromm se alejaba demasiado y con gran rapidez de las perspectivas de los seguidores psicoanalíticamente ortodoxos de Freud. Durante mediados de los años cincuenta fue acusado por Herbert Marcuse —un amigo de sus años en el Instituto Fráncfort— de haber castrado intencionalmente al psicoanálisis al abandonar los conceptos esenciales de Freud. Friedman explica por qué la crítica de Marcuse estaba fuera de lugar. Describe, de manera más general, la relación de Fromm con Freud, en términos más complejos que ningún otro académico, mostrando en ocasiones áreas importantes en las que concordaban, aunque, con el paso del tiempo, crecieron las diferencias teóricas. Era más una danza conceptual cambiante que una relación mutuamente displicente. En realidad, quizá los dos hayan tenido un contacto directo en Baden-Baden para discutir sus perspectivas teóricas. Una vez más, vemos la notable profundidad y sofisticación de esta biografía, que está acompañada de mucha evidencia nueva y en la que abundan emocionantes y novedosas interpretaciones.

A lo largo de su carrera, a Fromm no le atrajeron los académicos, con excepción de unas cuantas figuras, como David Riesman, Arthur Schlesinger Jr. y Robert Lynd. Aunque rara vez hacía alusión a su exclusión de la comunidad académica estadunidense, pensaba que el estrecho enfoque, los campos de interés tan limitados y especializados, e incluso el vocabulario de ésta estaban muy despegados de los enormes problemas que enfrentaba la humanidad. Siendo consecuente, él dirigía sus libros a un público amplio y, como muestra Friedman, eran recibidos de una manera espectacular. No vendía por miles, sino por millones. De hecho, sólo uno de sus libros vendió menos de un millón de ejemplares. Su propio récord lo estableció El arte de amar, que desde su publicación, hace más de medio siglo, ha vendido más de 25 millones, y hoy en día se sigue vendiendo bien. Su hincapié en la importancia del amor, su odio a la guerra, su compromiso con los valores de una democracia socialista, su crítica al consumismo y materialismo y su humanismo generalizado lo han convertido en una de las figuras más leídas y admiradas del siglo XX. Es una historia notable, y Friedman la cuenta con una prosa artística y una mirada crítica que ofrecen un despliegue de posibilidades interpretativas. Se trata de una de las mejores biografías académicas.

A pesar de su enorme popularidad en el terreno público y su definitiva influencia sobre importantes funcionarios, incluyendo a tres candidatos a la presidencia, los textos de Fromm nunca repercutieron en el profesorado estadunidense. Sus libros, que se siguen vendiendo en casi cada rincón del mundo, dan lugar a halagos de jefes de Estado, incluso del papado, y siguen siendo favoritos de los alumnos en todos lados; no obstante, parecen despertar poco interés entre los profesores estadunidenses. La razón sigue siendo un misterio, ya que ha sido elogiado por académicos en Alemania, Italia, Suiza, México y gran parte de Europa Oriental.

El magnífico volumen del profesor Friedman, escrito de una manera hermosa con matices y complejidades, es tan interesante y reflexivo que está destinado a despertar interés en la carrera de Fromm. Se basa en una investigación notablemente exhaustiva en miles de manuscritos primarios y fuentes impresas en varios países y lenguas, y da cuenta de la vida de Fromm desde los primeros años de su niñez en un hogar que observaba las normas judías. Su formación religiosa de cierta manera auguró la dirección que tomaría su vida más adelante. Friedman muestra de qué manera la cultura y el ambiente determinaron su pensamiento y personalidad, y posteriormente lo llevaron en una dirección que hace pensar en los profetas de la Biblia hebrea. Este estudio es tan interesante, está compuesto de una manera tan artística y tan eminentemente justa y equilibrada que encontrará un público amplio de lectores dispuestos a debatir sobre los problemas que enfrentó Fromm en su vida. Me queda claro que Fromm tiene mucho que decir a la sociedad moderna, y el libro del profesor Friedman contribuirá enormemente a renovar el interés en la vida de esta figura fascinante. Fromm estaría encantado de que su vida se contara de una manera tan justa y profesional. Una vez más, Friedman ha escrito un libro que nos enseña por qué está considerado como un biógrafo destacado y un historiador eminente que ha obtenido varios premios.

GERALD N. GROB
P
rofesor emérito Henry Sigerist de Historia
Universidad Rutgers

AGRADECIMIENTOS

Este libro me llevó más tiempo y fue mucho más difícil que todos los que he escrito. Por lo tanto hay mucha gente a quien quiero agradecer, comenzando por Rainer Funk, director del Archivo Fromm de Tubinga, Alemania, donde pasé muchos años revisando la voluminosa correspondencia de Fromm.

Entre todos los colaboradores destaca Anke Schreiber, quizá la alumna más brillante con quien he trabajado durante los últimos 44 años. Al principio le asigné una beca para corregir mis problemáticas traducciones del alemán. En pocos años, los dos teníamos discusiones diarias sobre la estructura conceptual básica de la biografía y los matices de la vida de Fromm. Esperaba con ansias esas conversaciones siempre emocionantes. Anke se ha vuelto mucho más que una estudiante; se ha convertido en una colega en quien confío. En realidad he llegado a considerar a Anke casi una coautora, fue una colaboración notable.

Acudí a numerosos críticos en el transcurso de cuatro versiones de este manuscrito. Al principio, Stephen Whitfield, mi amigo por cuarenta años, formuló la pregunta clave: ¿qué hizo Fromm después de su clásico El miedo a la libertad para llamar nuestra atención? Richard King, quien me presentó a Steve, planteó una pregunta igualmente reveladora: ¿qué nuevas ideas conceptuales traería esta biografía al lector? Steve y Richard criticaron contundentemente uno tras otro borrador, me incentivaban cuando me iba acercando a la respuesta a sus preguntas. Pronto se les unió Jack Fitzpatrick, amigo desde la escuela de posgrado y clínico que revisó dos borradores y me ayudó a ofrecer un perfil psicológicamente equilibrado de Fromm. Otros cuatro amigos clínicos, James Clark, Lynne Layton, David Lotto y Peter Lawner, enriquecieron este perfil. Anne-Louise Strong me ayudó a entender la dinámica del matrimonio de Fromm con Frieda Fromm-Reichmann. Eliane Silverman, quien hace mucho me enseñó la importancia del género en el proceso histórico, marcó todos los pasajes del manuscrito en los que yo no era lo suficientemente sensible a cuánto necesitó y cómo trató Fromm a las mujeres en su vida. En su meticulosa lectura de mis capítulos, Susannah Heschel me ayudó especialmente a comprender las complejas y cambiantes maneras en las que Fromm se concebía a sí mismo como judío. Aquí en Cambridge, las sesiones con mi colega Howard Gardner fueron sumamente estimulantes. Howard insistió en que no debía perder de vista la línea básica de la historia, de lo contrario perdería el libro. Mucho después de que supervisó mi tesis y me enseñó a formular las grandes preguntas, Donald Meyer me volvió a ayudar, esta vez con mis capítulos problemáticos. Don sigue siendo el mismo crítico de hace 45 años, severo pero justo y sumamente profundo. Algunos alumnos a quienes asesoré en sus trabajos de tesis, y ahora son académicos formados, me ayudaron con el manuscrito, igual que yo alguna vez los ayudé a ellos. En realidad, Scott Eberle, Mark McGarvie, David Andersen, Milton Bentley, Andrea Lawrence, Joseph Gerson y Damon Freeman fueron más exigentes con este manuscrito de lo que yo fui con los de ellos.

En los últimos nueve años hubo momentos muy especiales mientras trataba de entender a Fromm. Pasé días y noches maravillosos con Bertram y Anne Wyatt-Brown en su terraza en Booth Bay Harbor, donde hablamos sobre el contenido y el estilo de los capítulos de este libro. Las discusiones con Robert Jay Lifton en Wellfleet y Cambridge, cuando pretendía conceptualizar una y otra vez la biografía, fueron notablemente emocionantes y ayudan a explicar por qué he llegado a llamarlo coach. En el caso de Neil McLaughlin, estudioso de Fromm, los “momentos mágicos” llegaron mientras buscábamos documentos e ideas en medio de montañas de fotocopias y notas que llenaban el piso de la sala de su casa. Daniel Burston escribió uno de los libros más sólidos sobre Fromm unas décadas antes y compartió conmigo sus cuestionamientos e ideas, a menudo únicas, en emocionantes conversaciones. Martin Jay, autor de un volumen clásico del Instituto Fráncfort, me dio su crítica amable, aunque severa, sobre los capítulos en torno al instituto y el contexto de El miedo a la libertad. Hubo un trueque con mi amigo de muchos años Robert Abzug. Él revisó mis capítulos sobre Fromm y yo los suyos sobre Rollo May, un paciente psicoanalizado por Fromm. Tuve otro tipo de intercambio con Kenneth Friedberg, un doctor neoyorquino semirretirado que me explicó bastante sobre los persistentes problemas de salud de Fromm. Stephen Berger revisó los capítulos problemáticos para ver si alcanzaban a pasar. Alan Petigny compartió conmigo sus conocimientos sobre la década de los cincuenta en conversaciones emocionantes. Bonnie Sturner, especialista en la teoría de la personalidad, mezcló su maravilloso humor con reflexiones contundentes sobre la estructura del pensamiento de Fromm. A quienes conocen a Charles Rosenberg no les sorprenderá que invariablemente supiera lo que necesitaba para aclarar un argumento, por lo general en el lugar donde comíamos en Harvard Square.

Después de que su tercera esposa destruyó muchas de las cartas personales de Fromm, las discusiones con sus amigos y colegas se volvieron imprescindibles. Michael Maccoby, quien trabajó de cerca con Fromm en México y cooperó con él en campañas contra las armas nucleares, encabeza esta lista. Desde que comencé este proyecto, disfruté muchas conversaciones con Michael sobre aspectos muy diversos de Fromm. También compartió conmigo su correspondencia con él y me ayudó a contextualizar cada carta. Al principio del proyecto, Sandy Lee Maccoby me hizo prestar atención a aspectos de la vida privada de Fromm que de otra manera habrían pasado inadvertidos. Salvador y Sonia Millán me alojaron cuando estuve en México investigando y me explicaron muchas cosas sobre los 23 años de Fromm en su país. Salvador aportó varias fotografías excelentes que había tomado y, por si fuera poco, una buena cantidad de bromas. Visité Zúrich por lo menos una vez al año para pasar algún tiempo con Gertrud Hunziker Fromm, la querida prima de Fromm. Ella, más que nadie, me explicó los detalles de los primeros años de vida de Fromm y compartió conmigo cartas y libros que éste le había mandado en el transcurso de los años. Moshe Budmore, albacea y amigo de Fromm, también fue de gran ayuda para entender los matices de su vida, especialmente durante las últimas décadas. Marianne Horney Eckardt, hija de Karen Horney y paciente psicoanalítica de Fromm, me dio bastante información sobre las técnicas clínicas que él usaba y su romance con su madre. Me reuní con otro paciente suyo, Gerard Khoury, en París y en el sur de Francia para contextualizar la notable entrevista grabada que le hizo a Fromm cuando se aproximaba el momento de su muerte.

Ellen Meyer, quien hace décadas me enseñó a escribir para un público lector general, me proporcionó nuevas enseñanzas para completar la versión final. Diane Bingham también me ayudó a tomar decisiones importantes cuando el manuscrito estaba por completarse. Mi editora en Columbia University Press, Jennifer Perillo, fue todo lo que un escritor puede desear: amable, profesional y con conocimientos y una gran capacidad para “estar pendiente” de sus autores. Juntas, Ellen, Diane y Jennifer me convencieron de que el manuscrito era en verdad sólido y que necesitaba pasar al proyecto de otro libro. Tres personas más de Columbia, quienes realizaron el trabajo de producción del libro de manera profesional, Robert Fellman, Michael Haskell y, especialmente, Stephen Wesley, explican por qué elegí este sello editorial. Columbia habría tenido muy poco que producir de no ser por Jayson Walker, mi “muchacho de la computadora”, quien en varias ocasiones rescató partes del manuscrito. Tampoco el libro habría tenido muchas de sus hermosas fotografías de no haber sido por la generosidad de Nita Hagan, cuñada de Fromm.

Aunque recibí mucha ayuda de varios buenos amigos y colegas durante la última década, Ronald Takaki no estuvo cerca para guiarme en el cierre de este proyecto. Ron fue mi amigo más cercano desde 1966. Escribimos juntos todos nuestros libros. En realidad, habría terminado éste antes y quizá habría sido un manuscrito más fuerte si Ron hubiera estado cerca durante los últimos años. Él y yo en ocasiones bromeábamos diciendo que habíamos escrito el libro del otro. A menudo nos sentíamos así. Ron escribió en su primer libro, recién salido de la imprenta: “Fue un proceso hermoso. Ojalá tengamos muchos más”. Soy afortunado por haber participado con Ron en este “proceso hermoso” durante muchas décadas.