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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2000 Ann Marie Fattarsi

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Se necesita marido, n.º 1189 - agosto 2019

Título original: Husband Wanted--Fast!

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

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Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-409-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

SERVICIO Confidencial de Acompañantes? Sí… Yo, uh, estoy interesada en contratar un hombre.

Lucas McCall se detuvo en seco delante de la puerta abierta del despacho de la doctora Olivia Martin. ¿Servicio de escolta? ¿Había oído bien? ¿Acababa de decir ella que quería contratar a un hombre?

El corredor estaba a oscuras, solo iluminado por la luz que salía por la puerta. Ya era tarde, casi las diez, y la clínica de maternidad Monte Rainier estaba casi desierta, con solo el personal de guardia. Aun así, Lucas miró a su alrededor mientras se acercaba a la puerta. Estaba allí a cargo de la seguridad de la clínica, no para cotillear lo que decían los médicos.

–No, no tengo ninguna preferencia en particular. La verdad es que no tiene importancia.

Ella estaba hablando en voz baja y Lucas se tuvo que esforzar para oírla.

–No, no lo entiende, no me importa el color de su cabello.

Parecía impaciente. Lucas volvió a mirar arriba y abajo del corredor. Seguramente, aquello no era lo que parecía. Tenía que haber alguna otra explicación, una broma, ¿un proyecto de investigación? ¿Por qué una mujer como ella tendría necesidad de contratar a un hombre?

–Mire, no me está escuchando. Todo eso no importa. Solo necesito a alguien por unos días. Una semana, todo lo más. Y pago bien.

Lucas se movió sin hacer ruido acercándose más a la puerta. Se daba cuenta de la agitación que había en la voz de ella y él también se estaba sintiendo un poco agitado. Estaba encontrando aquello difícil de tragar. ¿Olivia Martin estaba dispuesta a pagar para tener compañía masculina?

–No, no –dijo ella suspirando y como respondiendo a una pregunta–. Créame, no es para eso para lo que los llamo. No me importa si es lo que dice todo el mundo al principio… Bueno, se equivoca, no me siento avergonzada y no soy su querida. Mire, se lo crea o no, no quiero contratar a alguien para… Bueno, para eso.

Lucas soltó el aire que estaba conteniendo en los pulmones. Eso. Ella no quería contratar a alguien para eso. Gracias a Dios.

–Si dejara de hablar por un momento y me escuchara… Sí, bueno, no me cabe duda de que ya ha oído todo esto antes, señor, pero aun así… No, no tengo nada contra los rubios, no tengo nada en contra de ningún color de cabello en particular, lo único que estoy buscando es a alguien que, bueno, que haga de…

Ella bajó más aún la voz y, por un momento, Lucas pensó que había colgado. Se acercó un poco más, lo justo como para echar un vistazo disimulado al interior. Ella estaba sentada detrás de su mesa con el teléfono en una mano y con la otra se pellizcaba el puente de la nariz.

–Oh, mire –dijo ella agitando la cabeza–. Olvídelo, olvide que le he llamado. No, no, no importa. He cambiado de opinión.

Colgó de un golpe, con tanta fuerza que él dio un respingo y retrocedió varios pasos hacia la sombra. Se apoyó en la pared, cerró los ojos y respiró profundamente. Hacía mucho que no salía con nadie, ¿pero podían haber cambiado tanto las cosas en ese tiempo? ¿Era así como las chicas conocían a los chicos en la actualidad? ¿Contratando sus servicios?

Habían pasado tres años desde su divorcio, pero terminar con un matrimonio de siete años le había dejado una impronta duradera. Después de Pam no estaba seguro de poder volver a confiar en una mujer. Sabía que no todas eran tan manipuladoras ni intrigantes como su ex esposa, pero no estaba seguro de poder decir cuál lo era y cuál no. En su momento había creído que Pam lo amaba, había creído que la podía salvar de una vida sin amor y que lo necesitaba, pero de lo que ella se había enamorado y lo que necesitaba era de su cuenta corriente.

Lucas había tardado demasiado en admitir lo que estaba sucediendo, demasiado en ver cómo ella podía usar su amor contra él, en cómo ella podía maniobrar para conseguir lo que quería. Él había estado ciego a todo eso, tratando de decirse a sí mismo que lo que tenía que hacer era darle tiempo, que ella se daría cuenta de que el matrimonio era más que querer cosas, que tenerlas o conseguirlas. Pero el día en que le quedó dolorosamente claro lo muy equivocado que había estado fue cuando descubrió lo del niño.

Ella no fue capaz de comprender por qué él se molestó tanto. Incluso cuando nunca habían hablado acerca de comenzar una familia, él había dado por hecho que, algún día lo harían. Cuando recibió una llamada de rutina del médico con respecto a una factura de una intervención practicada a su esposa, se preocupó inmediatamente. Pam no le había contado nada y nunca se había quejado de que se encontrara mal. Estaban a punto de comenzar un viaje de vacaciones alrededor del mundo y él quería que ella estuviera bien de salud. Empezó entonces a preguntarse si ella no le estaría ocultando algo, si tal vez no se encontraría bastante bien como para viajar, pero que no quisiera decirle nada para no preocuparlo.

Pero se equivocaba. Debía haber parecido un perfecto idiota cuando llegó a casa lleno de preocupación. Cuando le contó lo de la llamada de la clínica, ella se puso a reír como si fuera una broma. Pam llevaba meses preparándose para ese viaje y descubrir que estaba embarazada no solo había sido algo inesperado, sino molesto. No había querido irse de viaje con la figura estropeada ni tener que arrinconar toda la ropa nueva que se había comprado.

Al principio, él se quedó demasiado impresionado para reaccionar. Siempre había sabido que Pam podía ser muy egocéntrica, pero aquello era demasiado incluso para ella. Le había dicho que era poco razonable, que ella había visto ese viaje como una segunda luna de miel, un tiempo que necesitaban para estar juntos. Ese viaje era algo especial y ya podrían tener hijos en otro momento.

A la mañana siguiente, Pam se fue a ese viaje, pero lo hizo sola. Él se quedó para marcharse de la casa y ayudar a los abogados a redactar un divorcio que ella aceptara. Había sido inútil enfadarse con ella. Pam nunca había pretendido ser otra cosa que lo que era, una mujer vana y egoísta. Había sido él quien había visto cosas que no existían en realidad, tan centrado en su intento de hacer de caballero salvando a una dama en apuros que se había olvidado de mirar por sí mismo. A partir de entonces había habido algunas mujeres en su vida, pero se había cuidado mucho de mantenerse a distancia emocionalmente. En lo que se refería al amor, no confiaba en su buen juicio, no confiaba en que viera lo que había de verdad en ellas.

–¿Hola? ¿Acompañantes de Calidad?

Lucas abrió de nuevo los ojos. Otro servicio de acompañantes. ¿Es que esa mujer se había vuelto loca?

Ciertamente, las apariencias podían ser engañosas. Siempre había pensado que Olivia Martin sería la última mujer en el mundo que tuviera que pagar por tener compañía masculina. Alta, esbelta, inteligente, hermosa… ¿qué hombre en su sano juicio no querría estar con ella? Él llevaba solo un par de semanas sustituyendo a Gus en el turno de noche, pero se había fijado en ella desde la primera vez. Era una mujer impresionante, con su largo cabello rubio siempre sujeto por un moño en la base de la nuca. No era ni arrogante ni condescendiente, como la mayoría de médicos que conocía. Había sido cordial y amigable con él desde el primer momento. Encontrarse con ella en la sala de médicos se había transformado en una agradable rutina todas las noches, algo que él había incluso llegado a desear intensamente.

Lucas se volvió y miró a la puerta abierta. Hacía mucho tiempo desde la última vez que había conocido a una mujer con la que realmente le gustara hablar, una mujer agradable y amable, una que no tenía ni idea de quién era él. Para la doctora Olivia Martin, él era solo Luke, el guarda de seguridad, un trabajador cualquiera sin más, y aun así, nunca había dejado de ser agradable con él.

Cuando Lucas McCall dejó el cuerpo de Marines hacía quince años, las empresas de seguridad personal estaban en sus comienzos. Pero la necesidad existía y Lucas no solo se había dado cuenta de ello, sino que se había lanzado al negocio. Lo que hacía que su empresa, McCall Security, fuera diferente a las demás en su momento, era el interés de Lucas de adecuar sus servicios a las necesidades individuales de cada cliente. Desde la tienda de la esquina hasta las grandes compañías, desde proteger a los famosos a proteger de los infames, Lucas diseñaba y proporcionaba la clase de servicios personales que se necesitaban en cada caso. En menos de una década, McCall Security se había transformado en la mayor y mejor empresa de seguridad privada del estado de Washington, haciendo de Lucas McCall en persona, uno de sus más ricos habitantes.

Lucas se apartó de la pared. Y entonces, ¿qué estaba haciendo él en la guardia nocturna de una pequeña clínica en el corazón de Seattle?

Empezó a caminar lentamente hacia la puerta abierta. Sabía que esa era una pregunta que se hacía mucha gente de su propia empresa, todos aquellos que pensaban que era una pequeña locura que el presidente y jefe supremo de la mayor empresa de seguridad del estado se pusiera un uniforme caqui y sustituyera a algún empleado de vez en cuando. Por supuesto, él tenía sus propias excusas. Podía decirles a los que se atrevieran a preguntar que lo hacía para mantenerse en forma, para saber lo que estaba pasando en la base, pero esa no era la razón real. Lo hacía simplemente porque echaba de menos los viejos tiempos, esos primeros días cuando empezaba con el negocio, cuando su empresa la formaban solo él y unos cuantos leales empleados más que luchaban por sacarla adelante.

Y, si no estuviera sustituyendo a Gus Jenkins, de baja porque se había roto una pierna, nunca habría conocido a Olivia Martin y no estaría allí, preguntándose qué estaba haciendo ella llamando a un servicio de acompañantes.

–Sí, estaba interesada en que me informaran acerca de contratar a un acompañante.

Lucas oyó su voz y entró en el despacho iluminado. Ella seguía sentada tras su mesa, pero en aquel momento tenía un lápiz en la mano libre, con el que golpeaba nerviosamente la mesa. Sobre ella había una guía de teléfonos abierta. Sobre la cabeza tenía las gafas que usaba de vez en cuando, sujetándole los cabellos que se le habían escapado del moño. Tardó un momento en darse cuenta de que él estaba allí, pero cuando lo hizo, dejó de golpear la mesa con el lápiz inmediatamente.

–Yo, uh,…

El lápiz, que había agarrado con toda la mano, se rompió por la mitad.

–No importa –añadió antes de colgar el teléfono de golpe.

–Luke, ho… hola. No te había visto.

–¿He interrumpido algo?

Ella miró al teléfono.

–Ah, eso. Era solo… Bueno, nada –dijo ella riendo nerviosamente–. ¿Querías verme para algo?

–No. Solo estaba haciendo mi ronda y vi la luz encendida. ¿Va todo bien por aquí?

–¿Aquí? ¡Oh, claro! Sí, todo va bien –dijo ella al tiempo que se ponía en pie–. Solo estaba…

Miró de nuevo al teléfono y tragó saliva antes de añadir:

–Solo estaba haciendo unas llamadas.

–Ya lo he oído.

Olivia lo miró fijamente.

–¿Sí?

–Sí.

–Entonces, probablemente, te estarás preguntando… Quiero decir, que debe haberte parecido un poco raro.

–Mira, esto no es cosa mía.

–Pero sé que sonaba como si estuviera llamando a… a…

–A un servicio de acompañantes.

–Sí, eso –murmuró ella–. Pero realmente no lo estaba haciendo… Quiero decir que sí que estaba llamando, pero no para… ya sabes… para….

–¿Para qué?

Ella lo miró preocupada.

–Oh, Luke, tengo un problema.

Entonces él dijo inmediatamente y sin pensar:

–¿Puedo ayudarte en algo?

 

 

Olivia deseó que se la tragara la tierra. No recordaba haber sentido tanta vergüenza en toda su vida, pero lo cierto era que tampoco antes se había visto en una situación como aquella. ¿Qué iba a pensar él? Debía haberse vuelto loca para llamar a esos sitios, pero estaba tan desesperada… Y no tenía a nadie a quien pedirle ayuda.

–Eres muy amable por preguntarlo –dijo suspirando pesadamente–. Pero me temo que no. Y estoy segura de que lo que acabas de oír te debe haber sonado muy raro.

–¿El que llamaras a un servicio de acompañantes? –preguntó él encogiéndose de hombros–. Puede que un poco.

Había algo muy confortante en la sonrisa de él, algo tan encantador y sincero que hizo que a ella se le olvidara la vergüenza y lo incómodo de la situación.

–Oh, vaya, debo estar perdiendo la cabeza totalmente –dijo riendo–. Pero en su momento me pareció una buena idea.

–¿Contratar a un acompañante te pareció una buena idea? –preguntó él riendo también–. Ahora sí que estoy intrigado de verdad.

A ella le gustó el sonido de su risa.

–Bueno, si tienes que contratar a un hombre, ¿a qué otro sitio te puedes dirigir?

–¿Necesitas contratar un hombre?

–Solo por un tiempo.

Cuando ella vio la expresión confundida de él, se dio cuenta de lo que debía haber pensado.

–Oh, no –añadió agitando la cabeza–. No para… bueno, ya sabes, no para…

–Para eso –añadió él tranquilamente.

Ya estaba de nuevo, esa sonrisa dulce y cautivadora tan profunda y llena de humor a la vez. Y eso la hizo relajarse de nuevo.

–Cierto, no para eso –dijo Olivia riéndose de nuevo–. Esto no deja de ser algo confuso.

–Más bien poco habitual.

–Supongo. Pero los servicios de acompañantes, ¿no tienen gente solo para…? Ya sabes, ¿para…?

–¿Acompañantes?

–¡Exactamente!

–Tengo que admitir que no sé mucho de eso –confesó él–. Creo que hay acompañantes… y acompañantes. Supongo que eso depende de la clase de acompañante que estés buscando.

–Bueno, ciertamente, no de «esa» clase.

Olivia cerró la guía de teléfonos y añadió:

–Solo necesitaba a alguien para que viniera a un sitio conmigo.

–Que te acompañe.