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MIGUELITO VALDÉS

Mr, Babalú

La voz del tambor

Ricardo Roberto Oropesa Fernández

Edición y corrección: Raysa Martínez Ladrón de Guevara

Ilustraciónes: Maryen Zaldivar González

Diseño y emplane versión impresa: Maryen Zaldivar González

Conversión e-book: Rafael Lago Sarichev

Motivo de cubierta: Pintura a creyón sobre cartulina (70 x 100 cm) alegórica a

Miguelito Valdés, del pintor y escultor William Pérez Fernández «Jimmy»

Ilustraciones interiores: Aportadas por las personas naturales y jurídicas que se

mencionan puntualmente en el pie de cada ilustración

© Ricardo Roberto Oropesa Fernández, 2018

© Sobre la presente edición:

Ediciones Cubanas, 2018

ISBN 978-959-7245-97-1

Sin la autorización de la Editorial

queda prohibido todo tipo de reproducción

o distribución del contenido.

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Ricardo Roberto Oropesa Fernández (Cienfuegos, 9 de junio de 1955). Doctor en Ciencias Pedagógicas por la Universidad Pedagógica de La Habana «Enrique José Varona». Autor, entre otros títulos académicos y educativos, del Enfoque Didáctico para el Desarrollo de la Creatividad (1997). Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), creador musical, productor artístico, promotor cultural, investigador y escritor. Miembro activo de la Nueva Trova Cubana, en la década de 1970 dirigió el Septeto Cuba Nueva y fungió como Coordinador Provincial de este movimiento en la Capital. Integrante del Septeto Nacional Ignacio Piñeiro desde el 2002, ha obtenido numerosos reconocimientos y distinciones nacionales e internacionales por su labor en defensa de la música tradicional cubana y la obra de Ignacio Piñeiro, actuando en cuarenta y tres naciones de América, Europa, África y el Medio Oriente. Autor del libro La Habana tiene su Son (Ediciones Cubanas, 2012), Gran Premio Internacional de la Feria del Libro de Puerto Rico 2015.

Dedico esta obra a mis nietos

ANTHONY JACOB

y EMILY GISELLE VALDÉS,

así como a los que están por nacer, para que valoren la cultura

de sus raíces cubanas.

¡Los amo!

Pipo

ADVERTENCIA

¡Atención lector! Si no ha escuchado las obras musicales legadas por este ícono de la música cubana, le sugerimos que lo haga.

El autor

AGRADECIMIENTOS

A don Gabriel Más Díaz, por su amor a la música cubana y la maravillosa idea de rendir homenaje a Miguelito Valdés. Su colección puesta a mi disposición ha sido vital para la realización de este proyecto cultural.

A Mario Valdés Fernández, sobrino-nieto de Miguelito y a sus familiares, por su sincero y desinteresado apoyo.

A José Reyes Fortún y Radamés Giro, por sus monumentales aportes a la musicología cubana, su amistad y asesoría incondicional.

A mi hermano Frank El Matador Oropesa, Onibonkó de la potencia abakuá Endibó Efó, por su sabiduría y consejos.

Al Sr. Gabe Romero, destacado defensor de la música cubana en New York, su aliento y colaboración me fueron decisivos en la investigación.

A los amigos Danilo Lozano y Raffy Monroy, por sus desvelos e incondicional apoyo y entrega de valiosas informaciones.

A Jorge Fernández Moya, del Departamento Cultural de la Compañía Habaguanex SA, por su incondicional colaboración.

A Rafael de la Osa Díaz y a Cubarte, por su aliento y divulgación de la música tradicional cubana.

A Juan Jorge Álvarez y a su esposa Magola Ligardo, por su colaboración en difundir nuestro patrimonio musical.

Al okobio Ivor Miller, destacado promotor del folclor cubano.

A Wilma Colón, Elmer González, Enrique Zayas, Luisito Chaiky González y Cristóbal Díaz Ayala, todos inestimables colaboradores desde Puerto Rico.

Al portal de la salsa en Colombia, sonfonia.com.co, y a su líder y hermano Robert Téllez.

A Emiliano Echevarría y a su esposa July, por conservar la música cubana.

A Bill Martínez, el decano de las relaciones culturales Cuba-Estados Unidos, por su amistad y colaboración infinita.

A Armando El Loquillo Valdés Hernández, por su pasión a la rumba.

Al Museo Nacional de la Música de la República de Cuba.

A los Registros Civiles de Centro Habana y Habana Vieja.

A la Dirección Provincial de Justicia de La Habana.

A la Revista Bohemia y sus archivos históricos.

Al Archivo de la Necrópolis Cristóbal Colón de La Habana.

A la Biblioteca Nacional de Cuba y a sus maravillosos especialistas.

A Teresita García, de los Archivos fotográficos del Centro de Comunicación Cultural del MINCULT (CREART), por toda su gentileza y conservación de nuestro patrimonio cultural.

A la Empresa Provincial Comercializadora de la Música y los Espectáculos «Ignacio Piñeiro».

A todos los autores de estudios, artículos, entrevistas, reportajes, documentales, grabaciones y un largo etcétera, que forman parte del testimonio vivo de Miguelito Valdés, y en particular a los colegas colombianos Sergio Santana, Rafael Bassi, Diógenes Royet y a los amigos de la revista La Lira.

Y un agradecimiento especial al cardenense Vicente García, incansable defensor de nuestras raíces cubanas y entrañable colaborador desde la Isla del Encanto, que no pudo ver concluido este libro. Gracias amigo y que Dios te tenga en la Gloria junto a tu apreciado amigo Helio Orovio.

A todos, mil gracias,

El autor

PRÓLOGO

Cuasi encabezamiento al texto Miguelito Valdés,

Mr. Babalú: la voz del tambor

Cuando el autor de este libro, mi estimado amigo, colega y hermano Ricardo Oropesa, me solicitó que le escribiera unas palabras a manera de introducción a éste, en verdad no le di respuesta inmediata, sin embargo, en mi fuero interno, lentamente, tomé la decisión de hacerlas, y unos días después le dije que sí. No sabía el amigo Oropesa el interés que despertó en mi persona su beneficio, pues para mí, era la oportunidad de escribir en unas pocas líneas, toda la admiración, reconocimiento y respeto que sentía y siento por uno de los más grandes cantantes cubanos de todos los tiempos: Miguelito Valdés, Mr. Babalú.

Escribiré poco, o mejor aún, seré breve al comentar las documentadas páginas que conforman el texto titulado Miguelito Valdés, Mr. Babalú: la voz del tambor, defendido por la firma del musicógrafo y ya enunciado dilecto camarada Ricardo Oropesa, texto ya felizmente puesto a nuestro alcance.

Ricardo es quizás uno de los escritores e investigadores de la música popular cubana en que concurren, de forma cuasi perfectas, el difícil enlace entre fondo y contenido, idea y expresión, inclinación y estilo, siempre fijados en pleno destaque intelectivo y alto vuelo reflexivo.

Dueño de un pensamiento sosegado, profundo, y distinguido por una matemática comunicación entre «el yo, el ustedes, y el nosotros», Oropesa se adentra en estos y otros campos de la historiografía musical de manera condensada, precisa, y con una conservadora raigambre en su escritura.

No por gusto en el preámbulo del libro expone:

Guiado por la estrella de la humildad y el éxito, la trayectoria artística de este ícono de la música cubana, nacido en La Habana, Miguelito Valdés, Míster Babalú, ha pasado a la historia musical cubana como uno de los mejores intérpretes de nuestros ritmos populares de todos los tiempos. Tan olvidado (olvidado en Cuba) como venerado en diversas latitudes, fue y sigue siendo un singular músico cubano.

Y agrega además:

Miguelito Valdés, Míster Babalú, la voz del tambor afrocubano, recorrió parte del planeta llevando los géneros musicales más auténticos de nuestra isla antillana, la rumba y la conga del carnaval habanero, que brillaron en sus interpretaciones y presentaciones artísticas, afectando positivamente el gusto y las modas en uso en los años de la década de 1940; orgulloso siempre decía: «soy y seré cubano» y a pesar de su peregrinar por numerosos países, siempre llevaba como traje la bandera cubana y por escudo los ritmos musicales del habanero barrio de Belén que lo vio nacer.

Hablar de Cuba en el extranjero es reconocer forzosamente de su selecto tabaco, de su caña de azúcar, de su música y ritmos populares inimitables, y, por supuesto, de Miguelito Valdés, el enviado de nuestra música popular por el mundo. Pero decididamente, este último accionar es el que ha colocado en el centro de los pueblos del continente americano a nuestra pequeña Isla en lo que respecta, específicamente, al arte musical popular. Él (Miguelito) ha sido uno de los pocos en reflejar objetivamente las costumbres, los sentimientos, poderes telúricos y cualidades musicales del pueblo cubano.

Pero si alguien preguntase a qué se debe ese rumoroso triunfo del cubano, el texto Miguelito Valdés, Mr. Babalú: la voz del tambor aclara en muy buena parte el porqué de la cosa, y cómo han ocurrido las formas, a través de una historia muy bien investigada y mejor contada.

El texto Miguelito Valdés, Mr. Babalú: la voz del tambor debe leerse considerando conceptos puntuales que, desde el criterio autoral, perfilan la figura artística del músico, como en toda obra intelectual que se respete en su realización. La lectura del libro transpira placer y no pocas sorpresas, en tanto permite apreciar experiencias de una vitalidad artística muy poco conocida.

Adentrarse en la sistemática evaluación de este libro, y en especial de la figura carismática de Miguelito Valdés, coopera al desentrañamiento solícito para enterarnos, desde el preámbulo del mismo, que estamos en presencia de una obra formal, en cuanto a emplazamientos puntuales, entre contextos y sólidos tejidos luego desenvueltos a través del tiempo, de la gigantesca figura artística estudiada.

El autor maneja brillantemente una indización devenida volumen de claves ocultas hasta entonces, que comprende el ya distante y polémico año de nacimiento de Miguelito Valdés, sus nombres en ocasiones recargados e inexplicablemente ampliados por otros estudiosos, hasta su lamentable desaparición física en una noche aciaga en el cabaret del hotel Tequendama de Bogotá, y que va, inexorablemente, trazándose en un tiempo socorrido por una punzante memoria vivencial. Todo esto roza con otros saberes estéticos, historiográficos y musicales de Cuba, entre los que, sin duda, se encierra la historia, la vida y obra de este formidable musicante y una buena parte de su rico entorno musical.

Luego de largas maduraciones, el autor revela de manera vertical el acervo artístico del gran cantante cubano, hace ya muchísimos años bautizado como Míster Babalú, considerado en la reproducción de un registro discográfico incidente en el tiempo musical de lo eminentemente cubano.

El arte musical desplegado por Miguelito Valdés se dibuja distinguido, como un estilo interpretativo único, singular, desde una exquisita voz varonil, bien timbrada, melodiosa, expresiva y rítmica, proyectada con apoyo de amplios y geniales desplazamientos escénicos.

Este y otros aspectos patentizan en este libro un acentuado y agradable sabor, indudablemente degustado por el autor con encanto pertinaz, desde agudos y certeros comentarios acerca de hechos y aconteceres, encuadrados en tejidos de la época concurrentes, localizados alrededor de la ya casi mítica figura de este formidable cantor popular cubano.

Al adentrarse el autor en una íntegra valoración de la vida y obra del cantante Miguelito Valdés, éste parece establecer un rico y avispado debate entre tradición y contemporaneidad, acciones acometidas con limpieza y profunda observación.

Estos aspectos, y muchos otros, quizás pudieran mover a polémicos cotejos valorativos que suponen la carrera artística de Miguelito Valdés, sin dudas, prolongada a través de la lectura fácil y activa de este excelente libro biográfico, ¿qué duda cabe?...

Solo es de esperar que más allá de los inevitables tributos, circunstanciales o no, ineludiblemente se tome como referencia bibliográfica este libro que Ricardo propone como sólida apreciación de la figura de un artista virtuoso, en ventaja apreciable frente a otros posibles textos de otras figuras, que poco o nada dicen…

Lo circunstancial y lo aparente, en raras ocasiones resultan propicios con lo objetivo, esto no parece suceder con esta última oferta del Dr. Oropesa, siempre en paciente espera de que los ambientes de estudiosos lo sitúen como documento necesario, frente a otras variadas monografías de figuras del arte musical cubano, dispersas, desvaídas o perdidas, en los amplios vericuetos nocturnos de la historiografía musical popular cubana.

La exquisita labor artística realizada por Miguelito Valdés en Cuba y principalmente en tierras extrañas, es digna de conocerse con profundidad, ya que éste ha difundido nuestro arte musical como un enorme torrente de creación y acciones estéticas indiscutibles en una buena parte del mundo.

Enhorabuena pues la llegada a las manos de amigos, diletantes, musicólogos, musicógrafos y estudiosos del arte musical cubano, de un texto escrupulosamente bien escrito, veraz, y permeado de un profundo respeto, como el que merece la figura biografiada.

José Reyes Fortún

Especialista Museo de la Música

Febrero de 2017

INTRODUCCIÓN

Guiado por la estrella de la humildad y el éxito, la trayectoria artística de este ícono de la música cubana, nacido en La Habana, Miguelito Valdés, Míster Babalú, ha pasado a la historia musical cubana como el mejor intérprete de nuestros ritmos de todos los tiempos. Tan olvidado como venerado, fue y sigue siendo cubano.

En el centenario y algo más del nacimiento de Miguelito Valdés hemos querido homenajearlo, develando, fundamentalmente, su pensamiento musical y los aspectos más significativos de su creación artística, partiendo de un enfoque humanista, mostrando los rasgos de su personalidad tal como se manifestaron y se reflejan en su obra musical. Un ser humano sensible, extraordinariamente talentoso y de comportamiento rebelde contra un medio hostil y discriminatorio.

Injustamente olvidado, sirva este libro-homenaje para divulgar a este artista del pueblo cubano y que sea motivo de inspiración de los estudiosos y amantes de Miguelito Valdés, así como que contribuya a crear nuevas obras bibliográficas y musicológicas que permitan a las futuras generaciones comprender la grandeza de sus aportes y lo versátil de su musicalidad. Un artista que fue todo ritmo y música, y como ninguno La voz del tambor. No hemos pretendido abordar toda su inmensa trayectoria, sencillamente, rendirle tributo a su memoria.

El autor

Capítulo 1

Rumba, rumbero

Oye el sonar de los cueros,

Que tocan repiqueteando,

Y las maracas cantando,

El alma del sonero,

No nonono!

Mira mamacita de mi vida que muero.

Rumba / Miguelito Valdés, 1940

EL NIÑO MIGUELITO DE BELÉN

Miguelito Valdés, Míster Babalú, la voz del tambor afrocubano, recorrió parte del planeta llevando los géneros más auténticos de nuestra isla antillana; la rumba y la conga de los carnavales habaneros brillaron en con su interpretación, cambiando el gusto y las modas de esos momentos de la época del 1940; orgulloso siempre decía: «soy y seré cubano» y a pesar de su peregrinar por numerosos países, siempre llevaba como traje la bandera cubana y por escudo los ritmos musicales del barrio Belén de La Habana que lo vio nacer.

El barrio Belén, asentamiento de humildes trabajadores, desde el siglo xvi abarcó el territorio desde la calle Muralla hasta el fondo de la bahía, se denominaba Campeche por la presencia de indios yucatecos, particularmente procedentes de Campeche, región de México. Los templos determinaron los nombres de los barrios o parroquias donde estaban enclavados, de ahí el barrio de Belén, por el convento belemnita de la calle Compostela entre Luz y Acosta, poblado inicialmente por negros libertos e indios yucatecos, gente pobre con cuyo aporte se construyó la iglesia del Espíritu Santo, auxiliar de la parroquial mayor situada en la Plaza de Armas.

En el siglo xviii la ciudad fue dividida en dos departamentos militares, teniendo a la calle de la Amargura como línea divisoria. La sección del Norte se denominó Cuartel de la Punta y la sección Sur, de Campeche. Se denominó Campeche —afirma Jorge Moya Rodríguez—1 a la zona de la ciudad donde se agruparon braceros del puerto y cultivadores yucatecos que habían logrado evadir la esclavitud, y por su presencia en ella fue denominado barrio de Campeche. Desde 1535 se tienen referencias de esta zona de Campeche, los vecinos tenían frecuentes tratos con los de Yucatán —agrega el historiador Jorge Moya— a quienes cambiaban caballos, ganado vacuno y otros efectos por indios esclavos de esa península, que abundaban en la Isla en el año 1544.

El niño Miguel Valdés Valdés

(cortesía del Sr. Gabriel Mas Díaz, coleccionista colombiano)

El apellido Valdés de Miguel Valdés nada tiene que ver con la Casa de Beneficencia de la Habana, ni relación alguna con la numerosa dinastía de músicos «Valdés». Afirman muchos que su nombre aún se mantiene en la incertidumbre, pues aseguran algunos estudiosos, que fue Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés Hernández y otros señalan que fuera bautizado como Eugenio Elías Sacarías Miguel Valdés Valdés. Según Lino Betancourt:2

… nació en una casita de la calle Fundición entre Picota y San Isidro, antiguo barrio de Belén, en el corazón de la Habana Vieja, […] pero desde niño en su barrio y en la escuela le llamaron Miguelito, mientras que algunos le decían El Chino. Su mamá era mexicana, de Veracruz, nombrada Norberta América Valdés Torres, y su papá el mulato estibador de los muelles, Emilio Valdés.

La mayoría de los escritos coinciden con Rafael Bassi Labarrera —en sus programas de radio Recordando a Miguelito Valdés— en que su nombre de bautizo fue Miguel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés, pero evaden señalar su nombre del Registro Civil. En lo que no hay dudas es en su nombre artístico, Miguelito Valdés, y hay coincidencias en que responde al capricho de Miguelito, en atención a su querida progenitora. Resulta interesante la aseveración del estudioso barranquillero Sergio Santana Archbold en su artículo de la revista La Lira No. 34/2012 cuando explica:

Como si en la vieja Cuba faltaran los nombres, fue bautizado con cinco nombres: Miguel Ángel Eugenio Lázaro Zacarías Izquierdo Valdés y Hernández, y registrado como nacido el 6 de septiembre de 1912 —algunos autores aseguran que su nacimiento se dio en 1910 y otros en 1916— en una humilde casa del Callejón de Velazco, ubicado en la calle Fundición entre Picota y San Isidro, en el populoso barrio Belén, en pleno corazón de La Habana Vieja. Su padre Emilio, nacido en España, llegó a Cuba con el antecedente de haber sido Coronel de la Armada Imperial. Su madre, Norberta América Valdés Torres, venía de Yucatán, México.

Otro musicógrafo de voz autorizada en Cuba, Gaspar Marrero, en su artículo «Miguelito Valdés: la olvidada huella de Míster Babalú», aparecido en la revista Bohemia,3 el martes 7 de mayo de 2013, señala:

Las semblanzas del artista coinciden en cuanto al día de su nacimiento, pero no al año. El investigador y realizador radial Luis Rovira Martínez difundió en 1983 un estudio, hecho por Juan Antonio García y Ezequiel Rodríguez. Este último, importante musicógrafo, inició —entre los indagadores cubanos de las últimas décadas del siglo xx— la consulta de los archivos de las iglesias, en busca de actas bautismales. Vale pues, asumir los datos del estudio citado: Eugenio Elías Zacarías Miguel Valdés y Valdés nació en la casa número 14 de la calle de Velasco entre Habana y Compostela, en el barrio de Belén, el 6 de septiembre de 1912. Tres años después la familia se trasladó al barrio de Cayo Hueso, cerca del Parque Trillo.

Como se podrá apreciar, muchas son las versiones e incógnitas relacionadas con el nacimiento de Miguelito Valdés, por ello dirigimos nuestra atención al Registro del Estado Civil del Sur, municipio Centro Habana, para consultar a los especialistas Raúl Arias Valdés y Tania Chacón. Después de una ardua búsqueda, considerando las posibles variantes de nombres y datos de referencia, se encontró una coincidencia en los libros de asentamiento por Índice, referente a un matrimonio de un individuo llamado Miguel Valdés (Tomo 52 y Folio 163) y con algunas coincidencias de datos, entre ellas nacido en 1912 en el barrio Belén. Esto permitió deducir que a partir del año 1930, cuando las personas contraían matrimonio se exigía registrar, en el Acta Matrimonial, el Tomo y el Folio de nacimiento de los cónyuges, finalmente fue atinada la observación del Sr. Arias, obteniéndose los datos siguientes:

Miguel Valdés Valdés, inscripción de nacimiento al Tomo 70, Folio 214 del Registro del Estado Civil Este, municipio La Habana Vieja.

La Certificación de Nacimiento emitida por el Registro del Estado Civil Este del municipio Habana Vieja de Miguel Valdés Valdés, recoge que nació el 6 de Septiembre de 1912 en la calle Velazco No. 14 (entre Habana y Compostela) del barrio San Isidro (antiguo Belén), con fecha de asentamiento el 22 de octubre de 1932 por sus padres, Emilio Valdés Vargas y América Valdés Torres, ambos naturales de La Habana, cuyos abuelos paternos son Juan Vicente y Micaela, así como los abuelos maternos, Andrés Avelino e Inés, esta última de origen yucateco.

Nos llama la atención la fecha de asentamiento (22 de octubre de 1932), inscrito por sus padres a la edad de 20 años, lo que hace suponer que su padre no murió siendo un niño como muchos biógrafos aseguran, ya que el acto de registro se efectúa con la presencia física de los progenitores y testigos; por lo que se puede deducir que, separados sus padres siendo él muy niño, fuera con su madre o su abuela a vivir al barrio Cayo Hueso, lo que sería más razonable con lo dicho por él en distintos momentos de su vida al señalar que fue criado con su abuela paterna Micaela.

Consultados y verificados los archivos correspondientes al Registro de Propiedad, se pudo determinar que el inmueble situado en Velazco No. 14, en la fecha del nacimiento de Miguelito Valdés en 1912, hoy identificado con el número 26, tiene su primer asentamiento a nombre de Don Ramón Anillo, quien falleciera en 1893.

Inscrito en el Registro de la Propiedad de La Habana en el número de finca 2484, situado en la Capital en la calle Velazco No. 26 (14 antiguamente). Parte de la casa de mampostería, azotea tejas, certificadas con el número catorce de la calle Velazco en esta ciudad. Linda por la derecha con el número 12, de Doña Rosario Arencibia, por la izquierda con el número 16 de Don Justo Guzmán e ir la espalda con casa que hace frente a la calle San Isidro de Don Narciso Valerio. Mide ciento diez y ocho metros y ocho centímetros de superficie, con valor monetario equivalente a 1682 pesos.

Al nacer Miguelito Valdés la casa era propiedad de doña Herminia Martínez Pérez Castillo y Anillo sobrina-nieta de don Ramón Anillo—, que alquilaba el inmueble de Velazco No. 14 al matrimonio Emilio y América.

La Certificación Literal emitida por las autoridades correspondientes a solicitud del autor, esclarecen todas las interrogantes y especulaciones que durante años han envuelto la figura artística de Miguelito Valdés acerca de su verdadera identidad, quedando planteado el resultado de la manera siguiente:

Yo Licenciado Gerardo Cordero Pérez, Registrador del Estado Civil de La Habana Vieja.

CERTIFICO: Que visto el Folio 214 del Tomo 70, inscripción 213, de la Sección Nacimiento del Juzgado del Este en La Habana Vieja aparece el acta correspondiente que copiada literalmente dice así:

Miguel Valdés Valdés. En La Habana, Provincia de La Habana a las ocho y media, del día veinte y dos de octubre de mil novecientos treinta y dos ante el Doctor Enrique LLanso Ordoñez, Juez Municipal, encargado del Registro Civil y de Fernando Rodríguez Acosta, Secretario, se procede a inscribir el nacimiento de un masculino, ocurrido a las doce del día seis de septiembre de mil novecientos doce. En Velazco catorce. Es hijo natural de Emilio Valdés Vargas, empleado y de América Valdés Torres, su casa, ambos naturales de La Habana, mayores de edad, solteros y vecinos del lugar del nacimiento. Que es nieto por línea paterna de Juan Vicente y Micaela, naturales de La Habana, y por línea materna de Andrés Avelino y de Inés, naturales de La Habana y México. Y que le pusieron por nombre Miguel, esta inscripción se practica en virtud de declaración de los padres cuyas generales constan y la Ley de seis de junio último. Y la presencia como testigos de Ángel Ramos Olivera natural de La Habana, mayor de edad, de estado soltero, ocupación empleado, y vecino de Paula ochenta y cuatro, y Mateo Bernaza Bernaza, natural de La Habana, mayor de edad, de estado casado, ocupación empleado y vecino de Merced once.

Leída esta acta e invitadas las personas que deben suscribirla a que leyeran por si mismas si así lo creyeren conveniente. Se estampó el sello del Juzgado y la firma el señor Juez, los testigos y los declarantes. Aparecen seis firmas, legibles e ilegibles y un cuño gomígrafo ilegible.

1 Jorge Moya Rodríguez: Testimonio. Oficina de Asuntos Culturales de la Compañía Habaguanex, SA. Mayo de 2013.

2 Lino Betancourt Molina: «Miguelito Valdés, el inigualable Míster Babalú», revista Tropicana Internacional No. 20 de 2005, pp. 36-39.

3 Gaspar Marrero: «Miguelito Valdés: la olvidada huella de Míster Babalú», Revista Bohemia, martes 7 de mayo de 2013.