SUTURAS IMPOSIBLES

Llega el momento en donde debemos y podemos hacer un cierre, o como diría Laclau, una “sutura”, categoría del psicoanálisis lacaniano que designa, por un lado, la falta constitutiva del sujeto en la relación que posee con respecto al Otro y, por otro, la operación que intenta llenar dicha falta, que busca inscribir al sujeto en una cadena significante y, por tanto, en lo social1. Dicha operación de cierre es siempre un imposible, en la medida que nunca deja de abrirse para mostrar la falta que oculta: una sutura es un cierre contingente y precario, ya que no es posible erradicar, en nuestro caso, el antagonismo de lo social. Pues bien, esta sutura solo busca recapitular de forma sintética lo que ya hemos analizado y concluido a lo largo de estas páginas, brindando en esta ocasión algunos ejemplos políticos en Chile, que nos permitan visualizar de forma más clara a qué nos hemos referido y la potencia de las categorías al desplegarse en un escenario concreto.

I

En la primera parte de este libro hemos trabajado en torno a tres problemas. El primero fue aquel ligado a la falta de especificidad existente entre las nociones de antagonismo, límite y exclusión. Nuestro análisis nos llevó a diferenciar entre tales nociones y a sostener que un antagonismo hace referencia a un límite forjado por la exclusión de una diferencia desde un campo social determinado, exclusión que se da particularmente a través de la articulación de demandas equivalenciales al interior de dicho campo, ante la amenaza que supone aquella diferencia para la satisfacción de las mismas. Ante esto, considerando la relevancia de la categoría de heterogeneidad, hemos forjado una nueva forma de antagonismo que hemos denominado “antagonismo heterogéneo”, el cual emerge al contrastar antagonismos pertenecientes a campos sociales diferentes, constituidos estos por demandas que resultan heterogéneas con respecto a otros campos sociales. Si bien no toda heterogeneidad es antagónica, sí es admisible concebir un antagonismo heterogéneo. Con esto, estamos planteando que no todo antagonismo puede ser inscrito en un determinado campo social, por ello siempre habrá relaciones de irreductibilidad o inconmensurabilidad entre diversos antagonismos. La emergencia de diversos antagonismos en el Chile de la posdictadura, como podrían ser aquellos contra el lucro en la educación, la subcontratación, el acoso callejero, la contaminación medioambiental, las aseguradoras de fondos de pensiones, entre otros, nos habla justamente de la heterogeneidad de lo antagónico y de su imposible organización jerárquica. Se trata de antagonismos contra diversos sistemas de dominación, a saber, el capitalismo, el patriarcado, el especismo, por mencionar algunos. Asumir la heterogeneidad de aquellos no implica afirmar que no sea posible la creación de puentes, más bien implica reconocer que dichos puentes no se basan en el privilegio a priori de un antagonismo por sobre el otro. Implica por tanto asumir que cada uno de aquellos es relevante dependiendo de las posiciones políticas de quienes se articulan frente a estos. Implica asumir que la eventual subordinación de un antagonismo frente a otro no puede basarse nunca en la suposición de que uno de aquellos posee esencialmente menores condiciones revolucionarias con respecto al otro. La irreductibilidad de lo heterogéneo opera como garantía de nuevos antagonismos que no hayan sido neutralizados bajo la égida de un único significante.

Posteriormente, hemos abordado el problema relativo al carácter necesario de los antagonismos, ya que Laclau mantiene una ambigüedad con respecto a tal carácter. Una crítica conocida es aquella que desliza la posibilidad de un esencialismo, lo cual sería propio de un esfuerzo teórico que busca construir una ontología. Frente a la indecisión de Laclau, hemos propuesto que, si bien un antagonismo óntico en un campo social determinado es posible de erradicar a través de la absorción o neutralización diferencial, este antagonismo reaparecerá en otro lugar de dicho campo, expresándose ónticamente de un modo diferente, ya que la operación de límite que cumple a nivel ontológico es inerradicable. De esta forma, en vez de sostener la erradicación de antagonismos, es más exacto afirmar el desplazamiento de los mismos. El desplazamiento es el proceso simultáneo mediante el cual un antagonismo se erradica en lo óntico y permanece de modo inerradicable en lo ontológico. Hablar de la neutralización de lo antagónico nos lleva de inmediato a pensar en los efectos de la dictadura cívico-militar en Chile, la cual sigue siendo una herida abierta y sangrante que se presta justamente para preguntarnos si acaso aquella logró sus objetivos. Sin duda el asesinato, la desaparición y la tortura fueron medios de los cuales la dictadura se valió para neutralizar lo antagónico de forma material e ideológica. Pero aquella neutralización no fue suficiente para erradicar los reductos de antagonismo presente en las poblaciones, en las militancias clandestinas, en las manifestaciones artísticas, y por tanto lo antagónico permaneció ontológicamente, dio cuenta de su imposible exilio. No obstante, debe reconocerse que aquella permanencia implicó un desplazamiento, en donde un antagonismo explícito y dicotómico entre dos clases sociales, a nivel popular e institucional, fue reemplazado por un antagonismo más bien marginal, secreto, que pese a su violencia fue más bien empujado a ciertos confines de lo social. Es este desplazamiento el que nos muestra la erradicación óntica de un antagonismo de clases en nuestro país, pero a la vez, la imposible erradicación ontológica de un ramillete de antagonismos heterogéneos que hasta hoy en día se muestran irreductibles a un solo antagonismo que los pretenda articular.

Finalmente, exploramos el problema de la localización de los antagonismos en términos de su interioridad/exterioridad, al tener en cuenta que Laclau plantea, de manera indiferente, el carácter externo o interno de un antagonismo. Propusimos que un antagonismo tanto en lo social como subjetivo puede expresarse en un interior o exterior. En lo social, un antagonismo será exterior para cada uno de los bloques en lucha y será interior en términos del campo social global al que pertenece; en lo subjetivo será exterior como proyección en un enemigo, y será interior toda vez que concibamos la represión del sujeto como expresión de un antagonismo entre deseos conscientes e inconscientes. Hemos recurrido a la categoría de “extimidad” para sostener que todo antagonismo subvierte las dicotomías interior/exterior en la medida que cuestiona las localizaciones en un determinado campo simbólico, posibilitando diversas relocalizaciones, y subvierte la dicotomía subjetivo/social ya que inscribe al Otro antagónico en lo más íntimo de la experiencia subjetiva, en el propio inconsciente reprimido del sujeto. Una forma de visualizar tal extimidad sería mediante el conflicto político que se ha generado en torno a la migración de personas haitianas a Chile, y cómo este hecho intenta vehiculizar un antagonismo hacia un exterior, un afuera constituido a través de límites nacionales; la construcción de un enemigo externo que amenaza la supuesta soberanía, de un enemigo localizado más allá de nuestra supuesta historia y comunidad. Este antagonismo, promovido por un racismo, es la externalización de un antagonismo a la vez interno, el cual nos confronta a nuestras raíces mestizas, a nuestro propio proceso de colonización en donde hemos renegado de nuestra ascendencia mapuche y negra, entre otras. Pero sostener que la externalización racista tiene su origen en una represión íntima de lo antagónico sería devolver el problema a un esencialismo psicologizante. La extimidad nos muestra que el pueblo haitiano habita ya en nuestro interior, en nuestra intimidad histórica, en tanto somos pueblos colonizados, y que simultáneamente el racismo frente a estos pueblos es a la vez el olvido de nuestros orígenes y la neutralización de dicho antagonismo. Lo antagónico justamente pone en cuestión el lugar interior/exterior e individual/colectivo de lo social, ya que cuestionar al otro es cuestionar nuestras fronteras y, por tanto, nuestra propia identidad.

II

En la segunda parte de este libro hemos ingresado a la polémica existente entre Žižek y Laclau a propósito de la relación compleja entre lucha de clases y antagonismo; la razón de aquello estriba en que Žižek argumenta la posibilidad de que la lucha de clases posea una prioridad con respecto a las demás luchas en la medida en que esta sirva como un punto de articulación de las demás. Con respecto a esto concluimos que si bien Žižek no puede sustentar convincentemente que la lucha de clases sea el antagonismo que actúe como principio estructurante de un conjunto de luchas, tampoco Laclau explora la posibilidad de articulación de luchas de manera profunda. De este modo, en Laclau es posible afirmar dicha falta de definición de las formas de articulación de antagonismos, problema que subsiste a lo largo de toda su obra y que persiste, paradójicamente, debido al afán de distanciarse de un reduccionismo de clase que otorgase primacía a la dimensión de lo económico. Para avanzar en este problema, definimos ciertas categorías laclausianas relevantes a la hora de colocar en relación la categoría de antagonismo con lo que Žižek denominó “principio estructurante”. Al definir la categoría de significante vacío en Laclau hemos advertido que esta opera en lo social como lo hace un punto nodal a nivel inconsciente en un sujeto. Entonces, significante vacío y punto nodal expresan la forma de articulación de demandas y significantes, respectivamente. Realizado este cruce, seguimos de cerca el uso que Laclau ha hecho de la categoría punto de ruptura desde los inicios de su obra, categoría tomada de Althusser que hace alusión al proceso de condensación freudiano. Examinando dicho proceso pudimos establecer un paralelo entre la categoría freudiana de condensación y la categoría lacaniana de punto nodal, en la medida que ambas dan cuenta de procesos similares, asumiendo las diferencias epistemológicas en cada enfoque psicoanalítico. De este modo, sostuvimos que Laclau, sin explicitarlo ni profundizarlo, utilizó a lo largo de su obra la categoría de punto de ruptura para designar el modo de articulación de antagonismos, sin asumir el precio de un pasaje desde un punto de vista freudiano y althusseriano a uno lacaniano y žižekiano. Visto aquello, llegamos a la conclusión que la articulación de antagonismos es algo posible en un esquema laclausiano, aunque el mismo Laclau no se haya referido mayormente al respecto, y que la forma de articulación no podía seguir siendo designada a través de la categoría de punto de ruptura o unidad ruptural. Dada la relevancia que la categoría de punto nodal tuvo en La razón populista, y la especificidad que la categoría de significante vacío posee exclusivamente para la articulación de demandas, propusimos la categoría de antagonismo nodal para señalar aquel antagonismo que cumple el papel contingente y precario de representación de una multiplicidad de antagonismos específicos, siendo él mismo un antagonismo particular y al mismo tiempo la encarnación de la universalidad de antagonismos. Dicho de otro modo, hemos definido por antagonismo nodal a aquel antagonismo que opera como el punto nodal o el significante vacío de una cadena de antagonismos.

Revisando la historia de nuestro país, y específicamente la historia del movimiento obrero, uno de los momentos de mayor politicidad se expresa en la experiencia que da origen y consolidación a la Central Única de Trabajadores (CUT) de los años cincuenta. La emergencia de este proceso implicó la articulación de diversos antagonismos que, siendo o no heterogéneos al antagonismo contra el capital, se organizaron de un modo tal que la clase empresarial y el Estado chileno fueron amenazados en sus privilegios. La masividad y transversalidad de esta experiencia, junto con la claridad con la que explicitó su lucha contra el sistema económico capitalista, nos muestra la fuerza que posee la nodalidad en el sostenimiento de lo antagónico. No obstante, la nodalidad nos invita a reconocer que aquella articulación es contingente, y no se basa en el privilegio de lo económico, sino más bien en una actuación política que fue fruto de la articulación amplia de antagonismos diversos dispuestos a entretejer un frente común. Por ejemplo, Clotario Blest, en tanto significante vacío, condensó al antagonismo contra el capital, una lucha contra el autoritarismo, la jerarquía eclesiástica, el imperialismo, el atropello a los derechos humanos y el especismo, entre otros. El antagonismo de clase es más bien un puerto posible y no un origen necesario; lo primero sería concebir la lucha de clases como un posible antagonismo nodal, lo segundo sería reducir dogmáticamente todo antagonismo a una contradicción económica.

Ahora bien, también hemos puesto en relación las categorías de antagonismo heterogéneo y antagonismo nodal. Mientras un antagonismo heterogéneo implica la imposibilidad de inscripción de un antagonismo en un determinado campo simbólico debido a su exclusión con respecto a aquel, un antagonismo nodal supone la posibilidad de articulación de diversos antagonismos que pertenecen a un mismo campo. Con esto sostenemos que la operación que realiza un antagonismo nodal nunca es completa porque es incapaz de totalizar la heterogeneidad antagónica que habita por fuera del campo en donde actúa. Por ello, no existe una primacía absoluta ni permanente, sino más bien procesos de articulación antagónica que siempre serán amenazados por antagonismos heterogéneos. De esta forma, con respecto al problema de la primacía de la lucha de clases, hemos afirmado que si bien la lucha de clases puede ser un antagonismo nodal en un determinado campo social, o incluso a nivel global, su carácter nodal no está asegurado, y puede ser desempeñado por cualquier otro antagonismo dispuesto a asumir tal rol de universalidad en diferentes contextos o periodos históricos. Antagonismo nodal y antagonismo heterogéneo ocupan posiciones distales en un continuo constituido por diversos antagonismos que pueden estar o no articulados entre sí.

Por último, en cuanto a la posición que Laclau asume en cuanto a la lucha contra el capitalismo, y la categoría de clase social, sostuvimos que el autor posee una ambigüedad al respecto, cercana al rechazo de la primacía de la primera y al cuestionamiento de la utilidad y pertinencia de la segunda. Vemos que este rechazo puede ser subvertido a través de la categoría de antagonismo nodal, sosteniendo que la lucha de clases puede actuar nodalmente en contextos específicos, y que la categoría de clase puede ser reformulada para dar cuenta de manera performativa del modo en que las luchas obreras o determinados grupos sociales pueden antagonizar con el capitalismo. Es por ello que afirmamos que la lucha de clases puede seguir siendo, en contra de lo planteado por Laclau, una categoría útil y coherente, abandonando la primacía de aquella pero asumiendo la posibilidad de su nodalidad política.

III

Finalmente, en la tercera parte, hemos abordado el problema ligado al reformismo en la teoría laclausiana, tomando en especial consideración la compleja e ineludible relación entre las categorías de antagonismo y demanda. En Laclau, un antagonismo emerge producto de la articulación de diversas demandas que, si bien son diferentes, se vuelven equivalentes en la medida en que son efectuadas hacia un Otro que debe satisfacerlas, lo cual genera un quiebre entre dicho bloque de poder y el pueblo. Tal quiebre es lo que Laclau denomina antagonismo. Ahora bien, variadas críticas se han realizado a los efectos que posee tal vinculación entre antagonismo y demanda, ya que la primera estaría implicando un reduccionismo y un efecto de despolitización del antagonismo. Por un lado, no todo antagonismo tiene que necesariamente basarse en la articulación de demandas; por otro, la demanda siempre implica el reconocimiento de otro antagónico que es capaz de satisfacer dicha demanda, y por tanto, asume la necesidad de que permanezca en dicha posición de poder, sin alterar el orden dominante. En este sentido, la categoría de antagonismo estaría limitada en sus posibilidades al reducirse a un mero reformismo, el cual varios autores han vinculado a la propuesta de democracia radical y plural en Laclau. Nuestra conclusión al respecto, confrontando la obra laclausiana y examinando en detalle las críticas, es que la crítica al reformismo en Laclau no puede derivarse de una crítica al proyecto de democracia, ya que ello implica asumir una postura marxista ortodoxa que hace sinonimia entre democracia en general y democracia liberal. Laclau se ha distanciado de esta indiferenciación. Además, criticar el nivel ontológico de la propuesta laclausiana solo basándonos en su dimensión óntica tampoco parece ser un método muy riguroso. Es por ello que la crítica a la categoría de antagonismo, que podría bien derivar en la afirmación de un reformismo, debe examinar en cuidado la relación que posee con la categoría de demanda.

Para enfrentar este problema exploramos en las relaciones no explicitadas entre la categoría de demanda laclausiana y la de demanda lacaniana, observando allí la posibilidad un pasaje desde la demanda al deseo que podría reformular y ampliar lo que entendemos por antagonismo. Así también, examinamos cómo Laclau reduce la categoría de pulsión parcial a la de demanda, cuando la primera puede ser pensada de manera mucho más amplia, en un registro que también incumbe al deseo. En esta discusión nuevamente hemos insertado los aportes de Žižek para considerar el atravesamiento de la fantasía justamente como aquel proceso en donde el antagonismo demuestra su verdadero rostro, el momento en donde se descubre la castración e impotencia del Otro antagónico para satisfacer las demandas enarboladas y el sujeto se enfrenta a su propio deseo. A partir de aquello hemos recuperado y relevado las categorías de imaginario y mito en Laclau, para dar cuenta de cómo a través de ellas es posible vincular la dimensión del deseo en lo social, en la medida que representan aquel esfuerzo por parte de un pueblo por imaginar una alternativa diferente al orden social establecido y generar un proyecto a partir de aquel. Articulando las categorías de deseo, imaginario y antagonismo, hemos propuesto la categoría de “antagonismo radical” para designar a dicho antagonismo que nace a partir de la articulación, no de demandas, sino de imaginarios, expresados estos como proyectos. La categoría de “lo radical” la hemos recuperado del uso que el mismo Laclau le diese en sus últimos textos, y en coincidencia con lo que Marchart ha denominado el aspecto propiamente filosófico de la obra laclausiana. Lo radical asume la imposibilidad de reducción a una objetividad, y en este caso, a imposibilidad de satisfacción por parte de un gran Otro garante. Así también hemos diferenciado la categoría de antagonismo radical de la que hemos denominado “antagonismo reformista”, el cual nace justamente a partir de la articulación de demandas, y por ello, solo puede esperarse de aquel una reforma de un determinado campo que no altere estructuralmente las relaciones de poder existentes. La radicalidad aparece entonces cuando un antagonismo no se contenta con demandar algo a un Otro antagónico, ya que asume la imposibilidad de aquel Otro para satisfacer ciertas demandas. Esta imposibilidad de satisfacción emerge en la medida que aquellas demandas van dando lugar a imaginarios incompatibles con la posición de dominación ocupada por tal bloque de poder. El imaginario entonces provee un proyecto de reconstrucción radical que implica la castración del orden dominante y asumir la tarea del autogobierno. Por otro lado hemos sostenido que las relaciones entre antagonismo radical y reformista no son excluyentes, sino más bien es posible la articulación de ambas, integrando en antagonismos radicales una serie de antagonismos reformistas, cumpliendo estos últimos un doble papel tendiente al cuestionamiento de un bloque de poder y a la posibilidad de su satisfacción a través de un proyecto alternativo. De esta forma la categoría de antagonismo propuesta por Laclau implica un reformismo toda vez que se despoja de la dimensión imaginaria que podría ser constitutiva de aquella.

Hasta hoy en día, uno de los pocos antagonismos radicales que continúan vivos en nuestra historia, es aquel existente entre el pueblo mapuche y el Estado de Chile. Su radicalidad se puede observar a través de dos rasgos decidores: su duración ininterrumpida por más de dos siglos y su permanente carácter bélico. Sin embargo, cuando hablamos de radicalidad no nos podemos basar meramente en aquellos rasgos —aunque puedan ser muy expresivos— sino más bien en que es la construcción de un imaginario el que sostiene dicho antagonismo. Es evidente que en esta lucha el pueblo mapuche levanta demandas elementales tales como la devolución de territorios ancestrales o el fin a la militarización de las comunidades, entre otros. Sin embargo dicho antagonismo no puede ser reducido a tales demandas, ya que se levanta a partir del derecho a la autodeterminación de un pueblo y su cultura. Esta radicalidad nos confronta el carácter reformista de los antagonismos propios del pueblo huinca; un demandismo que nos ha atrapado por siglos, frente al cual aparece la pregunta por el imaginario y el proyecto del pueblo chileno. Esta pregunta entonces se transforma en desafío, ya que implica ir más allá de la mera satisfacción mercantil o estatal y nos impele a construir tejido y horizonte de forma autónoma y cotidiana.

*

Extimidad, heterogeneidad, desplazamiento, nodalidad y radicalidad han sido los despliegues que hemos abierto aquí para una tarea de complejización de lo antagónico. Estas formas que puede adoptar el antagonismo buscan ahondar en su carácter inerradicable, paradójico, subjetivo, inconmensurable e infinito, a la vez que pretenden realzar su potencia política hacia una confrontación entrelazada, en vías de un horizonte independiente y revolucionario. Sin duda, las respuestas que hemos entregado podrán ser precarias en la medida que lo antagónico se presenta como una dimensión elusiva y problemática en sí misma; no obstante hemos “corrido el cerco” un poco más, avanzando en la tarea de simbolizar o elaborar una categoría filosófica expresiva de un trauma político social. El antagonismo no solo queda abierto, expuesto, sino además disponible para nuestros heterogéneos deseos de lucha. Donde termina la palabra es justo el lugar en donde comienza la experiencia del límite, de la falta y de lo antagónico. Al acabar este recorrido justamente se abre la posibilidad de antagonizar con lo escrito aquí y de materializar un concepto filosófico en una práctica política concreta. Por tanto, no hemos de neutralizar dicho abismo, más bien hace sentido mirarlo de frente y experimentar sus efectos ineludibles.

Cierro, así, con las palabras de uno de los grandes enemigos de Laclau, para insistir en el hecho de que todo antagonismo lleva aparejado un horizonte de liberación:

La relación de estas dos autoconsciencias está, pues, determinada de tal manera que ellas se ponen a prueba a sí mismas y a la otra por medio de la lucha a vida o muerte. —Tienen que entrar en esta lucha, pues la certeza de sí mismas, de ser para sí, tienen que elevarla a verdad en la otra y en ellas mismas—. Y es solo poniendo la vida en ello como se pone a prueba y acredita la libertad (…)2.


1 Laclau, Hegemonía y estrategia socialista…, op. cit., p. 77.

2 Hegel, Fenomenología…, op. cit., p. 261.





ANTAGONISMO:

problemas y alternativas de una categoría laclausiana

Alejandro Varas Alvarado


Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 – Santiago de Chile

mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726

www.uahurtado.cl


Registro propiedad intelectual Nº 303308

ISBN libro impreso: 978-956-357-186-8

ISBN libro digital: 978-956-357-187-5


Este texto fue sometido al sistema de referato ciego.


Coordinador Colección Filosofía: Francisco Pereira Gandarillas

Dirección editorial: Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva: Beatriz García-Huidobro

Diseño interior y portada: Francisca Toral


Imagen de portada: “El triunfo de la muerte”, de Pieter Bruegel El Viejo. Óleo sobre tabla,1562-1563.


Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com / info@ebookspatagonia.com



Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

ÍNDICE

PREFACIO


PRESENTACIÓN
El antagonismo y sus demandas: una lectura a la teoría laclausiana a partir de los procesos de subjetivación colectiva


INTRODUCCIÓN


SOBRE LOS PROBLEMAS DEL ANTAGONISMO


PRIMERA PARTE
La imposibilidad de un solo lugar


CAPÍTULO I
Un antagonismo indefinido


CAPÍTULO II
Heterogeneidad, desplazamiento y extimidad antagónica


SEGUNDA PARTE
La unidad es posible... e indecidible


CAPÍTULO III
Sobre la articulación de antagonismos y el problema de la lucha de clases


CAPÍTULO IV
Antagonismos nodales


TERCERA PARTE
Lo que no se satisface es el horizonte


CAPÍTULO V
El antagonismo demandista


CAPÍTULO VI
Antagonismos reformistas y radicales


SUTURAS IMPOSIBLES


BIBLIOGRAFÍA

PREFACIO

Este escrito nace a partir de lo trabajado en mi tesis de magíster en Filosofía, titulada Laclau contra Laclau: una aproximación crítica y psicoanalítica a la categoría de antagonismo en La razón populista, escrita entre los años 2015 y 2016, siendo este libro una reestructuración y adaptación más breve de dicho escrito. Este libro va dirigido a todas las personas que se hacen una pregunta en torno a los conflictos o las luchas políticas, una pregunta que aquí toma un vuelco filosófico. Y en especial a quienes, ya conociendo de algún modo la teoría de Laclau, reconocen la relevancia de la categoría de antagonismo.

A lo largo de estos años, en Chile hemos asistido a un proceso de politización que ha implicado la expresión de diversos malestares sociales en diversos ámbitos (educación, pensiones, género, pueblos originarios, entre otros), expresión que trae aparejada la visibilización de variados antagonismos que siempre han estado presentes pero de forma oculta. Es ese contexto el que me ha animado a preguntarme cuál es el estatuto de lo antagónico, y en Laclau pude encontrar la formulación de una categoría político filosófica útil, pero no por ello ausente de problemas y desafíos. El ánimo de este libro se orienta entonces no solo a destacar y problematizar la categoría sino también a proponer nuevas posibilidades teórico-políticas.

Las experiencias ocurridas recientemente en Chile durante 2018, ligadas al movimiento feminista, al movimiento en contra de las zonas de sacrificio y a las huelgas portuarias —por mencionar algunas—, nos confrontan nuevamente, nos impelen a posicionarnos políticamente. Son las resonancias antagónicas recientes de anudamientos previos, como el movimiento en contra las AFP y el movimiento estudiantil, todo ello acompañado por la permanente lucha del pueblo mapuche que cobra un nuevo realce frente a las detenciones y asesinatos perpetrados por el Estado chileno a sus líderes durante aquel año. Todos estos fenómenos van ocurriendo en un país que deja de ser una excepción, toda vez que atendemos a la derechización de los gobiernos latinoamericanos, con fuertes rasgos conservadores y totalitarios. Pareciera ser que lo antagónico en Chile emergiera nuevamente, luego de un largo coma dictatorial, como una herida sin sutura que se nos obligó a desatender, a olvidar o marginar con el fin de seguir hacia un supuesto adelante. Pero lo antagónico insistió, se multiplicó y consolidó. Lo antagónico ha roto varias de sus ataduras y por más que lo esquivemos, ahora nos encuentra en las barricadas que hay en las esquinas, en la protesta no autorizada, en los asesinatos a dirigentes sociales, en la corrupción flagrante de carabineros, en el no pago de los salarios, en el maltratado rostro de una mujer haitiana, en el humo de las lacrimógenas. Y si bien nuestro país continúa por una senda incierta, es justamente ese flotamiento el que nos disloca y el que hace despertar un antagonismo que anida en nuestra intimidad; es esa incómoda incerteza, esa inseguridad que nos atraviesa en torno a todos estos conflictos y sus efectos en nuestras vidas.

En este contexto, y a lo largo de estas páginas, intento responder preguntas tales como: ¿Qué son los antagonismos? ¿Cuál es el estatuto filosófico y político de estos? ¿Pueden ser erradicados o dan cuenta de una dimensión constitutiva de lo social? ¿Dónde se localizan? ¿Cuál es el lugar de la lucha de clases frente a otros antagonismos? ¿De qué formas pueden ser articulados? ¿En qué medida demandar implica antagonizar? ¿Cuál es la relación entre antagonismo e imaginario social? Estas preguntas expresan el recorrido propuesto por el libro, preguntas que buscan cada una ser resueltas acudiendo a debates ya iniciados y a respuestas posiblemente nuevas. Si bien cada pregunta o problema planteado está lejos de resolverse definitivamente, sí he apuntado a formular algunas categorías que posibilitarían nuevas formas de comprender lo antagónico.

Debo advertir desde ya que este libro no supone en ningún caso una defensa de la globalidad del corpus teórico propuesto por Laclau; mucho menos de las afinidades que dicho autor tuvo con el kirchnerismo, o de los efectos políticos que su obra generó en movimientos como Podemos o SYRYZA, por ejemplo. Personalmente me siento muy distante a dichos partidos específicos como también a las lógicas partidistas de lo político en general. No obstante, he escrito este libro bajo el supuesto de que específicamente la categoría de antagonismo, y quizá otras categorías laclausianas, pueden ser relevantes en la construcción de una filosofía política orientada a un horizonte de transformación, emancipación o liberación radical global, que incluya al menos las premisas fundamentales de una lucha contra el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el especismo, entre otras. En sintonía con ello, quien se acerque a este escrito se encontrará con una lectura crítica de la propuesta de Laclau, cuestionando sus problemas conceptuales y sus efectos políticos. Pienso que para ir en contra del reformismo, un reformismo que podremos encontrar en el mismo Laclau, podemos extraer de sus propias “contradicciones” la dimensión de lo antagónico, una dimensión que nos posibilitaría acercarnos a un horizonte propiamente revolucionario.

Por otro lado, transcurrido ya un tiempo, son variados los planteamientos aquí presentes que ahora miro desde otros ojos, con una mirada más crítica. Por tanto, ruego a quienes ingresen a este texto, que lo hagan con la cautela que orientó mi propia relectura, considerando que a estas alturas es posible que yo mismo pueda cuestionar, disentir, antagonizar frente a algunas de las ideas aquí planteadas. No obstante, he decidido mantener aquellas ideas tal como fueron formuladas en su momento, en la medida que aún me resultan valiosas, y desde un espíritu mucho más centrado en compartirlas que en reformularlas. Por tanto, miro este trabajo también con un cariño ligado al proceso de su creación y a las reflexiones que en mí generó.

Inicialmente este libro incluía una primera parte orientada a dar cuenta de las determinaciones filosóficas de la categoría de antagonismo en Laclau, examinando el contexto biográfico del autor y los orígenes de la noción en Hegel, Marx, el marxismo, la izquierda lacaniana y el pensamiento posfundacional. No obstante, con el objetivo de hacer mucho más clara y breve la propuesta aquí presente, hemos prescindido de aquella sección para ir directo a los problemas y alternativas de la categoría. De este modo queda como una tarea para quienes lean este libro, conocer las determinaciones de aquella noción, las cuales se pueden encontrar en la mayor parte de las obras del propio Laclau y en variados trabajos de diversa autoría que han sido detallados en la bibliografía sugerida.

Al igual que en la tesis en la que se inspira este texto, quisiera agradecer aquí a diferentes personas que de un modo u otro se entrelazaron a esta historia. Cada una, mediante su presencia, brindó un apoyo al iniciar, continuar y cerrar este camino. A Hechoengénero, por la amistad, el ánimo y las discusiones, y por el constante terreno fértil para la reflexión y creación colectiva. A Marcela Mandiola, por alentarme a proseguir en esta senda y por permitirme conocer a Laclau; y a Nicolás Ríos, por su inagotable escucha crítica y por su constante esfuerzo de articular algunas de las ideas aquí presentes con diversos campos teóricos. A ambos por cuidar un espacio para el pensar. También agradezco a varias amistades. A Gustavo Cerda, por nuestros aprendizajes en torno a la historia del Movimiento Obrero en Chile y por aquellos diálogos sobre la dominación. A Aníbal Carrasco, por tantas tardes de lectura imposible, que aún continúan y que van dando lugar a otros proyectos de autoformación. A Sebastián Calderón, por aquellas caminatas porteñas, de atención honesta y afectuosa. A Alejandra Tapia y Natalia Díaz, por la sororidad y rebeldía, por la complicidad de un feminismo que no descuida la llama de nuestras ideas. También a Javiera Retamales, por su rigurosa y animosa labor de traducción. Además agradezco a Ricardo Espinoza, sus palabras animaron el ingreso al magíster e infundieron en mí un entusiasmo por la filosofía en sus cursos. A Pamela Soto —quien prologa este libro— por su atenta, rigurosa y crítica lectura, por ayudar a despejar mi confusión y las interrogantes, por insistir en no desviar la ruta propiamente filosófica. Finalmente a Macarena, por su paciencia, escucha y cariño. Por haber acompañado diariamente esta ardua tarea, por trasgredir la abstracta racionalidad y comprender las experiencias, inquietudes y sentimientos desde donde nace todo esto.