Portada: En la boca del lobo. Michael Morpurgo
Portadilla: En la boca del lobo. Michael Morpurgo

 

Edición en formato digital: octubre de 2019

 

Título original: In the mouth of the wolf

En cubierta: ilustración y diseño de Barroux

© Michael Morpurgo, 2018

Illustration first published in 2018
under in the title In the mouth of the wolf

by Egmont UK Limited, The Yellow Building,
1 Nicholas Road, London, W11 4AN

Illustrations copyright © Barroux, 2018

The illustrator has asserted his moral right.

All rights reserved

© De la traducción, Julio Hermoso

Diseño gráfico: Ediciones Siruela

© Ediciones Siruela, S. A., 2019

 

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Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

 

ISBN: 978-84-17996-21-5

 

Conversión a formato digital: María Belloso

 

Para Nan y Francis,

Niki, Jay, Christine y Paul.

Y para Kia

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En recuerdo de Yves Barroux.

Para Marie-Thérèse y Sophie-Laure

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Feliz cumpleaños para mí

Hoy me han dado una fiesta de cumpleaños muy alegre. Ha venido todo el pueblo.

He cumplido noventa años. A estas alturas, camino ya un poco encorvado y tengo las rodillas y las caderas quizá más oxidadas de lo que debería, pero puedo ir andando hasta el pueblo, aún disfruto con una buena comida y una copa de un buen vino tinto, y esta noche ha habido mucho de ambos. El sueño ya no viene a mí tan fácilmente como antes, aunque tampoco es como para quejarse. Tengo mis recuerdos y estoy rodeado de amigos por todas partes, de familiares también, los que siguen vivos. ¿Qué más podría pedir un anciano? Pues estaría bien tener un poco mejor la memoria. Se me dan bien las caras y los lugares, pero me lío con los años, me hago un embrollo con ellos... Me paso el tiempo tratando de desembrollarlos.

 

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El alcalde del pueblo ha hecho un discurso muy generoso y ha mencionado lo honrados que se sentían por tener a monsieur coronel Francis Cammaerts —«un gran hombre y un gran amigo de las gentes de Le Pouget y de toda Francia»— viviendo aquí en su pueblecito francés, y también a su familia. Los niños del colegio han formado en el jardín con la bandera británica y la tricolor francesa y han cantado en francés «Sur le Pont d’Avignon» y en inglés «London Bridge is Falling Down», y todo el mundo ha aplaudido y me han cantado el «Cumpleaños feliz» en los dos idiomas.

 

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Una niña ha salido del grupo para regalarme unas flores, unos lirios rojos, blancos y casi azules. Encantadora. El alcalde ha dicho que era la última niña que había entrado en la escuela, que había venido desde Punjab hacía poco tiempo para vivir en el pueblo. La pequeña ha hablado con mucha calma y dignidad, y en un buen francés. «Me llamo Jupjaapun Kaur. En nombre de todos los niños de Le Pouget, le deseo que tenga un feliz cumpleaños». He repetido su nombre una y otra vez para asegurarme de que lo estaba pronunciando bien.

Me ha sonreído y me ha contado que Kaur significa «princesa». Las flores, me ha dicho, son de su jardín.

 

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En ese momento, me he alegrado mucho de que regresáramos a vivir a Francia, pero a la vez estaba triste porque no estuviésemos todos aquí, por no tener a Nan y a nuestra Christine con nosotros. Y a tantos más. Hoy los echo de menos más que nunca. Pero tengo a Paul, también tengo a Niki. Y a Jay.

Un maravilloso hijo y dos queridísimas hijas, y a la pequeña Kia, que ya no es tan pequeña, ni mucho menos: los nietos crecen todavía más rápido que tus propios hijos. Debería estar agradecido.

Y lo estoy, lo estoy. Pero me encuentro en el ocaso de mi vida, un ocaso salpicado de alegrías... y de penas.

De repente me he sentido cansado y deseando llegar a la soledad y el silencio de mi pequeño cuarto, a la cama. Me he despedido de todos. Jay me ha ayudado a entrar en casa y a meterme en la cama, me ha dado un abrazo y se ha marchado. Qué hijos tengo, ¡cómo se preocupan por mí!

De manera que aquí estoy ahora, en mi cama. Ha anochecido. La luz de la luna entra brillante por la ventana, y las campanas de la iglesia tocan y dan la medianoche. Mi búho, un autillo, me ulula una felicitación de cumpleaños. Sonrío a la luz de la luna y me recuesto en mis almohadones. Ya sé que no voy a dormir.

 

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Esta es una noche para los recuerdos. Quiero acordarme de todos los que no han estado aquí, en mi fiesta, de todas esas buenas compañías que me han cogido de la mano, que me han acariciado la frente, que me ayudaron a seguir en pie. Quiero volver a verlas, estar otra vez con ellas, volver a vivir toda mi vida con ellas, desde la época en que jugaba en el parque hasta ahora. Noventa años.