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GUERRA FRÍA, POLÍTICA, PETRÓLEO Y LUCHA ARMADA

VENEZUELA EN UN MUNDO BIPOLAR

 

 

 

Guerra Fría, política, petróleo y lucha armada. Venezuela en un mundo bipolar

Resumen

La segunda mitad del siglo XX vio la aparición de dos bloques de poder de dos tendencias hegemónicas visibles a escala mundial: el capitalismo representado por los Estados Unidos y el socialismo comunista representado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Este período histórico corresponde a lo que se ha denominado la Guerra Fría. Período de rivalidad profunda entre estas dos tendencias hegemónicas, entre estas dos visiones opuestas del mundo. Este libro disemina, analiza y responde en cada uno de sus capítulos la experiencia vivida por Venezuela en el contexto de la Guerra Fría y en su proceso de construcción democrática. De manera transdisciplinaria, los diferentes textos apoyan sus argumentos y conclusiones sobre los más recientes eventos de la historia política y diplomática de la región, haciendo uso de un nuevo caudal de información dado por la apertura de archivos, enfoques recientes de las ciencias sociales y el estudio del funcionamiento del sistema internacional. Así se develan las grandes líneas de construcción del tablero de la política criolla y, en general, del mundo contemporáneo. Cada capítulo ofrece, a una nueva generación de lectores, asuntos relevantes que se solapan en el tiempo y se mueven en el espacio de la política venezolana y latinoamericana en general.

Palabras clave: Política internacional, Venezuela, lucha armada, capitalismo euro-norteamericano, socialismo-comunismo soviético, política petrolera, Pax americana, izquierda cultural, siglo XX.

Cold War, politics, oil, and armed struggle. Venezuela in a bipolar world

Abstract

The second half of the 20th century saw the emergence of the power blocs of two hegemonic tendencies on a world scale: capitalism represented by the United States and communist socialism represented by the Union of Soviet Socialist Republics (URSS). This historical period corresponds to what has been called the Cold War, a period of deep rivalry between these two hegemonic tendencies, between two opposing visions of the world. In each of its chapters, this book describes, analyzes, and responds to the experience lived by Venezuela in the context of the Cold War and its process of democratic construction. In a transdisciplinary way, the different texts support and base their arguments and conclusions about the most recent events of the political and diplomatic history of the region on a new wealth of information made available by the opening of archives, recent approaches of social sciences, and the study of the functioning of the international system. It explains the most important aspects of the construction of the chessboard of Venezuelan politics and, in general, the contemporary world. Each chapter presents, to a new generation of readers, relevant issues that overlap in time and cover Venezuelan and Latin American politics in general.

Keywords: International politics, Venezuela, armed struggle, European-North American capitalism, Soviet socialism-communism, oil policy, Pax americana, cultural left, 20th century.

 

Citación sugerida / Suggested citation

Cardozo Uzcátegui, Alejandro, Dávila, Luis Ricardo y Mondolfi Gudat, Edgardo, editores académicos, Guerra Fría, política, petróleo y lucha armada. Venezuela en un mundo bipolar, Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019.

Doi: https://doi.org/10.12804/tp9789587842562

GUERRA FRÍA, POLÍTICA, PETRÓLEO Y LUCHA ARMADA

VENEZUELA EN UN MUNDO BIPOLAR

ALEJANDRO CARDOZO UZCÁTEGUI

LUIS RICARDO DÁVILA

EDGARDO MONDOLFI GUDAT

Editores académicos

Guerra fría, política, petróleo y lucha armada. Venezuela en un mundo bipolar / Alejandro Cardozo Uzcátegui, Luis Ricardo Dávila, Edgardo Mondolfi Gudat, editores académicos. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019.

x, 446 páginas.

Incluye referencias bibliográficas.

1. Relaciones internacionales – Venezuela 2. Política internacional 3. Conflictos internacionales 6. Venezuela – Política y gobierno 7. Venezuela – Historia I. Cardozo Uzcátegui, Alejandro II. Dávila, Luis Ricardo III. Mondolfi Gudat, Edgardo IV. Universidad del Rosario II. Título III.

327.16  SCDD 20

Catalogación en la fuente — Universidad del Rosario. Biblioteca

SANN Abril 29 de 2019

Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

 

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Ciencia Política

 

©  Editorial Universidad del Rosario

© Universidad del Rosario

© Varios autores

 

Imagen de cubierta: La danza de las 7 Estrellas,
Jorge Reinoza. Acrílico sobre plaxiglass,
102 cm × 69 cm, (neosurrealismo).
Galerías AVA San Diego, California.

 

Editorial Universidad del Rosario

Carrera 7 No. 12B-41, of. 501

Tel: 297 02 00, ext. 3112

editorial.urosario.edu.co

 

Primera edición: Bogotá D. C., julio de 2019

 

ISBN: 978-958-784-255-5 (impreso)

ISBN: 978-958-784-256-2 (ePub)

ISBN: 978-958-784-257-9 (pdf)

DOI: https://doi.org/10.12804/tp9789587842562

 

Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario

Corrección de estilo: Alejandra Muñoz

Diseño de cubierta: Miguel Ramírez-Kilka DG

Diagramación: Martha Echeverry

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.

 

Hecho en Colombia
Made in Colombia

 

Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.

El contenido de este libro fue sometido al proceso de evaluación de pares, para garantizar los altos estándares académicos. Para conocer las políticas completas, visitar: editorial.urosario.edu.co

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

Autores

Alejandro Cardozo Uzcátegui, Historiador y Politólogo de la Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela). Doctor en Historia (Universidad del País Vasco), mención de honor en el Premio Nacional de Historia Francisco González Guinán (Academia Nacional de la Historia, 2017). Editor de Colombia Internacional, Universidad de los Andes (Bogotá).

Luis Ricardo Dávila, Ph.D. en Gobierno (Universidad de Essex, UK), Associate Scholar, Universidad de Columbia. Profesor Emérito Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela). Miembro de la Academia de Mérida. Premio Nacional de Historia, 2016.

Edgardo Mondolfi Gudat, Vicepresidente de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, doctor en Historia (Universidad Católica Andrés Bello), profesor Universidad Metropolitana, Caracas.

Jessica Guillén, doctora en Historia (Universidad Central de Venezuela). Profesora Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.

Catalina Banko, doctora en Historia por la Universidad Central de Venezuela. Profesora titular Facultad de Economía y Ciencias Sociales, Caracas.

Gustavo Salcedo Ávila, doctor en Historia por la Universidad Católica Andrés Bello. Profesor de la Universidad Simón Bolívar, Caracas.

Guillermo Guzmán Mirabal, doctor en Historia (Universidad Católica Andrés Bello). Profesor Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.

Carlos E. Hernández González, doctor en historia por la Universidad Central de Venezuela. Profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, miembro del Centro de Estudios Históricos de la misma universidad.

Contenido

La Guerra Fría en el marco de una epistemología de la historia contemporánea venezolana

Alejandro Cardozo Uzcátegui

 

Pax americana. Guerra Fría y la Izquierda Cultural Venezolana (1959-1964)

Luis Ricardo Dávila

 

I. Pax americana, paraíso del liberalismo

II. América Latina en un mundo polarizado

III. Venezuela, la otra Guerra Fría: “¡Cuba sí, yanquis no!”

 

Miradas desde la Guerra Fría Estados Unidos en los trazos de Carlos Rangel y Eduardo Galeano

Jessica Guillén

 

Introducción

El plano político e ideológico de la cuestión

Dos miradas: dos vidas

La otra América: Estados Unidos

Consideraciones finales

 

Guerrilla y golpes publicitarios

Edgardo Mondolfi Gudat

 

Las etapas de la violencia

Las acciones publicitarias

Smolen a cambio de Van Troi

Chenault y el imperio sin pantalones

Rehenes al óleo

A modo de cierre

 

Cultura política y Guerra Fría en Venezuela La impronta de la Guerra Fría en los partidos políticos venezolanos

Alejandro Cardozo Uzcátegui

 

Preámbulo

La Guerra Fría y el cisma de la izquierda criolla

El partido del pueblo y su fractura en el contexto de la Guerra Fría

La Guerra Fría y la implosión de la entente puntofijista

 

Renta petrolera o la maldición de los recursos:  petróleo, rentismo y Guerra Fría

Catalina Banko

 

Introducción

La renta petrolera en expansión

Fluctuaciones del mercado petrolero internacional

Estrategias encaminadas al “nacionalismo petrolero”

La industria petrolera controlada por el Estado

Contracción de los ingresos y endeudamiento

Primeras gestiones para la “apertura petrolera”

Participación privada en el negocio petrolero

Conclusiones

 

Disputándose a Venezuela La Alianza para el Progreso y la guerrilla  en tiempos de Rómulo Betancourt

Gustavo E. Salcedo Ávila

 

Introducción. ¿Por qué Venezuela?

Los inicios: el predominio de la desconfianza

La Alianza para el Progreso: el eclipse de un éxito

Detrás de la cortina de hierro: el comunismo internacional y la lucha armada

La lucha armada, un conflicto de baja intensidad

Conclusión

 

Guayana Esequiba: una reclamación atrapada en el laberinto de la Guerra Fría (1962-1969)

Guillermo Guzmán Mirabal

 

Introducción

Venezuela plantea la reclamación territorial

La reclamación para Jagan

Venezuela tiene planes propios

Washington versus Caracas

Los nuevos planes de Venezuela

El vecindario se preocupa

Canadá

Venezuela insiste en presionar

La rebelión en el territorio esequibo

Epílogo con sabor amargo

Conclusiones

 

Venezuela: equipamiento militar en la Guerra Fría (1947-1991)

Carlos E. Hernández González

 

Introducción

La década militar (1948-1958)

Democracia e insurrección armada (1959-1968)

Tensiones con los vecinos y petróleo (1969-1979)

La amenaza cubana y la corbeta Caldas (1979-1991)

Adquisiciones militares (1947-1991)

Consideraciones finales

La Guerra Fría en el marco de una epistemología de la historia contemporánea venezolana

Alejandro Cardozo Uzcátegui
Universidad Simón Bolívar

El mundo contemporáneo se está repensando desde otra frontera del tiempo. El promontorio del mundo explicado desde la fractura del orden victoriano y la reconfiguración del Estado-nación a partir de ese hito, por la naturaleza misma del tiempo, acaso ya ha sido superado. El humanista, escritor, bibliógrafo e historiador merideño Tulio Febres Cordero que en un artículo encantador de 1931 se preguntaba “¿Qué nombre se le dará al siglo XX?”,1 propone denominaciones como el siglo “de la aviación”, de “la Gran Guerra Europea”, “del automovilismo”, “del petróleo”, “de los congresos internacionales”, “del feminismo”, “de la democracia universal”, “del deporte”, “de la radiografía”, hasta “de los superhombres”, cada una de sus propuestas se explica a sí misma y denota no solo su sensible intuición pues vaticina acontecimientos prolongados en la centuria, coyunturas que apenas pasados 31 años, marcarían el siglo y determinarían en buena medida luchas que apenas hoy están acercándose a un nuevo desenlace o librándose a medio camino. No obstante, bajo su singular propuesta de centuria, pasados casi los primeros veinte años del nuevo siglo XXI, no sería extraño renombrar a aquel siglo como el de la Guerra Fría.

Es cierto que las dos grandes guerras —Febres Cordero no olvida la Primera Guerra Mundial— son determinantes para la configuración de la siguiente era del mundo, sin embargo, durante los dos conflictos el mundo involucrado entra en una suerte de pausa, es verdad que la dinámica terrible de la conflagración nos muestra una vertiginosa sensación de movimiento de hombres, de armas, de tropas, de grandes movilizaciones, de aviones, de bombas, de muerte, sí, empero es por la lucha misma que ese mundo en guerra estaba detenido. Estaban contenidas las diferentes batallas por cambiar el orden político de las naciones, el orden colonial del mundo ultramarino (entendiendo los bastiones coloniales de África y Asia), el orden económico, el social, el cultural. La democratización, las nuevas pautas del comercio global, la participación política de la mujer y de otras minorías, las luchas civiles en grandes centros urbanos del mundo desarrollado, solo basta repasar el episodio estadounidense de la lucha de los afroamericanos por el reconocimiento político y social dentro de la república blanca; de los pueblos indígenas en las posesiones coloniales de los disminuidos imperios francés y británico; la islamización de buena parte de ese orbe poscolonial. Todo ese mundo en pausa vuelve a correr como una cinta magnetofónica durante la Guerra Fría o por la misma Guerra Fría: o esa fue, precisamente, la Guerra Fría.

La fuerte propensión de nosotros los historiadores de construir etapas subjetivas, de encuadrar el tiempo del hombre, no es un fetiche del conservadurismo que se le imputa constantemente a la Historia y a su ejercicio analítico, es la única forma, científicamente ensayada, de poner orden a hechos que solo los une y los unirá, en prospectiva, el tiempo sobre un espacio, espacio que es más libre de comprender, de ensanchar o encoger según el prisma que se quiera usar. Por eso mismo, la puesta en movimiento de aquella pausa de los años de guerra y entre guerra fue, definitivamente, el inicio de la Guerra Fría. El mundo retoma su espiral de luchas de fondo —las que solo se libran en tiempos de paz relativa— a partir de la Guerra Fría.

El uso de la voz Guerra Fría se le debe en primer lugar a George Orwell (India-Raj británico, 1903-Londres, 1950) en su ensayo “You and the Atomic Bomb”, insertado en Tribune el 19 de octubre de 1945. Asimismo, el doblemente laureado por el Pulitzer Walter Lippman (Nueva York, 1889-1974) es quien difunde Guerra Fría en su libro Guerra Fría. Un estudio de la política exterior de Estados Unidos2 de 1947, una recopilación de artículos en la prensa contra la política de contención sostenida por el presidente Harry Truman y el “kremlinólogo” suramericanófogo George Kennan.3 Alguna vez le preguntaron a Lippman dónde había adoptado el concepto y este respondió que venía del francés guerre froide, usado hacia los años treinta.4 Así también le debemos la frase al magnate Bernard Baruch (Carolina del Sur, 1870-Nueva York, 1965), veterano consejero presidencial, y en este momento asesor de Truman, quien en la primavera de 1947 utiliza la expresión “Guerra Fría” en un discurso ante el Congreso, aludiendo propiamente al nuevo tipo de relación entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Así como en el discurso de Baruch, donde específicamente acuñaba el término para la nueva naturaleza de las relaciones de Washington y Moscú, Orwell afirmó, un año antes, en su artículo “Black Country”, publicado en el The Observer el 10 de marzo de 1946 que “[...] después de la conferencia de Moscú en diciembre pasado, Rusia comenzó a hacer una guerra fría contra Reino Unido y el Imperio británico”.5

Así también otra voz que surge por causa y efecto de la Guerra Fría es “Tercer Mundo”, aparece por primera vez en la revista francesa L’Observateur el 14 de agosto de 1952, en el artículo “Trois mondes, une planète”6 de Alfred Sauvy. El demógrafo, economista y sociólogo plantea que ese “Tercer Mundo” es aquel que no está alineado con el Primer Mundo democrático liberal capitalista (Estados Unidos, Canadá, Europa occidental y sus aliados) ni con el Segundo Mundo comunista (Unión Soviética, China y sus satélites) y forma parte de la parcela más importante del planeta. También hablaba de un olvido de parte de los dos mundos en contienda que por ella misma, habían dejado de lado al tercero. El término de Sauvy es un paralelismo al “Tercer Estado” francés, uno de los tres estamentos básicos de la sociedad feudal del Antiguo Régimen, la plebe, los descamisados, los pecheros. El vocablo ampliamente utilizado no solo se acuñó en la literatura política durante la Guerra Fría como las naciones en desarrollo, víctimas del colonialismo y luego de la desintegración poscolonial, sino también para explicar los países que en sus procesos de modernización caminaron en vilo suspendidos sobre las revoluciones democráticas o socialistas, procesos íntimamente atados a la Guerra Fría. Ahora, en la posguerra fría la expresión es usada llana y generalmente para las naciones subdesarrolladas.

La voz Tercer Mundo,7 germen directo de la Guerra Fría, no solo permite ver que este proceso —y su impronta semántica— acuñó términos de una traza robusta en el tiempo y sus significaciones políticas, económicas, culturales, pues también determinó el hecho de que una parte del mundo, antes invisible —por el manto colonial, por la subordinación histórica, por el azar y el envite geopolítico— durante la Guerra Fría fue visualizada, representada, imaginada, concebida. La diminuta Camboya, antes lejana y apenas imaginada en la literatura colonial, durante la Guerra Fría fue un epicentro mediático, político, incluso artístico. Se formaron comisiones políticas, grupos de derechos humanos, comités estudiantiles en defensa de Camboya, fue ámbito de reportajes, crónicas, literatura y de piezas cinematográficas: quién olvida la dura cinta de Roland Joffé The Killing Fields basada en la vida del fotógrafo camboyano Dith Pran, película inspirada por el reportaje “The Death and Life of Dith Pran: A Story of Cambodia”, publicado en el New York Times Magazine el 20 de enero de 1980 por el corresponsal estadounidense Sydney ‘Syd’ Schanberg. Solo imaginemos cuántos genocidios más, como el camboyano en manos del Jemer Rojo, ha habido en los últimos treinta años de posguerra fría, que apenas han sido una nota marginal de algún periódico europeo (rápidamente pensamos en los rohingya en Myanmar, o el otro genocidio silencioso de los “pigmeos” en el centro de África, o la desnacionalización, persecución y muerte de los kurdos entre Turquía, Irak y Siria). En la Guerra Fría el Tercer Mundo interesó de una forma u otra para ramificar un modelo ideológico, político, económico, cultural, pero incumbió a los Estados de las grandes potencias en liza; en la posguerra fría tal vez interesen estas esquinas periféricas del mundo, empero ya no a los Estados como visionarios de algún proyecto geopolítico, sino a corporaciones multinacionales para la canalización de recursos o la activación de mercados, con lo cual estas incursiones carecen de todo control político y ético. Pero ese es el tema para otro ensayo.

La Guerra Fría fue un fenómeno mucho menos eurocéntrico y anglocéntrico de lo que se ha dicho hasta el momento. Es una suerte de historia global que debe detenerse en la historia íntima-globalizada, donde esquinas periféricas del mundo se han encontrado de cara con el sistema mundo por la misma dinámica de la Guerra Fría, como hemos insistido, donde una aldea camboyana fue noticia en uno de los periódicos más influyentes del mundo occidental o donde un conflicto entre dos países del Tercer Mundo está íntimamente ligado a la hegemonía bipolar. Y en esa misma traza implosiona una fenomenología cultural que solo se explica por el embate entre los dos modelos que pugnan por imponerse. Ya la historiografía ha caído en cuenta de la necesaria multifocalidad de la superposición de prismas para ir comprendiendo el fenómeno. Al respecto vale destacar The Other Cold War de Heonik Kwon, quien plantea esta cuestión, que justamente la dinámica de la Guerra Fría llegó a afectar las normas de la vida familiar y los contornos de la identidad personal propiamente.8

La historiografía clásica de la Guerra Fría, según Ronald Powaski, acepta tres momentos en su análisis, tres interpretaciones: la ortodoxa, la revisionista y la posrevisionista.9 Análisis desde una suerte de juicio que valora más los reactivos del conflicto que el conflicto en sí mismo. Es decir, Estados Unidos en la primera fase es víctima de la expansión del comunismo soviético y por ende reacciona; en la segunda interpretación Estados Unidos emprende una campaña anticomunista donde castiga sin discriminar a los movimientos del Tercer Mundo de tipo nacionalista, anticolonialista y de liberación nacional. Y la última glosa que “culpa” a las dos superpotencias, indistintamente de sus formas, de imperialistas y expansionistas de sus credos y praxis.

Así pues, la historia de este conflicto habría que afinarla, enfocarla delante de varios prismas. Por un lado y precisamente como la historia y el análisis del conflicto que hubo entre dos superpotencias que patentaban cada cual una praxis política, basada en un credo ideológico, sustentando una práctica económica que en el fondo era solo la búsqueda de zonas de influencia, satélites aliados y mercados extendidos y asegurados, como una suerte de convivencia imperialista.10 El costo de esa lucha corrió por cuenta justamente de las zonas que buscaban aliarse, alinearse a una potencia u otra. Es decir, el conflicto tangible, material, medible en pérdidas humanas, daños perceptibles en infraestructura como en instituciones, en sistemas políticos como en la misma naturaleza de sus sociedades ocurrió en la periferia del patio bipolar. Así, entonces, tomando el término periferia, no sería tan arrojado hablar de una historia de la Guerra Fría en la periferia global, nuestro caso, Venezuela. Empero, faltarían todavía otros reenfoques para llegar hasta esa locución.

Por otro lado, más allá del conflicto, entonces propiamente el desencadenamiento de ese fenómeno en términos políticos, ideológicos, económicos, culturales, mentales, de sensibilidades en un punto determinado: Venezuela. Sería pues el análisis de la historia del fenómeno con todas las aristas, en un lugar geográfico, con un categórico perfil geopolítico con relación al fenómeno. El prisma enfoca el fenómeno en un lugar, ya no se trata nada más de la historia de un conflicto, se ocupa de ese fenómeno en un lugar definido, o el capítulo de una ¿historia atlántica?, ¿posimperial?, ¿historia mundial? Todo y sin caer en la trama de la periodización banal porque ahí llanamente “todo” se circunscribiría a una reutilización de las etapas, a una historia del tiempo presente, a un escueto capítulo de “Guerra Fría”.

Con esta última aseveración cerramos la macroscopía: ¿cómo hablar de historia del tiempo presente, contemporánea o historia actual obviando el hecho de que el mayor ángulo de tiempo en el dibujo del péndulo ocurre “durante la Guerra Fría”; es decir, cómo si no, bajo la nomenclatura poco cómoda de “era de la Guerra Fría”, acercarnos a la historia mundial actual —comprendiendo esos tiempos en el último consenso historiográfico— de la descolonización afroasiática —regiones y procesos, otra vez— del análisis de los nacionalismos del Tercer Mundo y todos los movimientos de “liberación nacional”, de la instauración de los despotismos corporativistas, de las dictaduras desarrollistas de derechas, dictaduras socialistas de izquierdas.

Más que un llamado al casamiento historiográfico o, en todo caso, a un consenso, es una manifestación sobre la necesidad de crear una visión/interpretación de periodo, fenomenología y regionalización de esta traza —calificada Guerra Fría— del péndulo del siglo XX venezolano, y más todavía si la traza redibuja o genera una sombra en el siglo XXI cuando leemos la reorganización geopolítica de las clásicas “periferias” del Tercer Mundo en alianzas de tipo ALBA, Petrocaribe, o con las corridas nostálgicas soviéticas de Putin —versus la existencia de la OTAN en sus mismos términos fundacionales—, el hecho de que sobreviva el Movimiento de Países no Alineados, las desmovilizaciones guerrilleras colombianas hacia la lucha electoral o el trágico ensayo del socialismo venezolano del siglo XXI.

Entonces ¿por qué es tan peliagudo el vínculo conceptual, o el marco teórico referencial para poder llevar a cabo este preliminar? Ya calculada en varias medidas esta macroscopía sí que pudiéramos atar un cabo suelto: ¿historia de la periferia en la Guerra Fría? ¿Historia de Venezuela en la Guerra Fría? ¿La Guerra Fría en Venezuela? ¿Tres temas en torno a la Guerra Fría? ¿Cuál es entonces el rótulo de la cuestión? Podría ser cualquiera pues apenas existen precedentes de la cuestión, donde no solo se intenta resolver el “ámbito” del objeto de estudio, sino que, en un caso ejemplar concreto, compendió en un esfuerzo editorial11 de varias visiones conjuntas, las aristas posibles que cobijaran el problema en una región definida. No solo estamos vociferando la necesidad del tema sino que proponemos otros proyectos para avanzar en crear y comenzar a llenar un nicho histórico e historiográfico, politológico y de análisis comparado multirregional.

Partiendo de los datos del nacimiento semántico, los tres bloques de análisis historiográfico de esta era global y la problemática de una regionalización correlativa a una globalización del conflicto, podemos deducir un tiempo de inicio del proceso que se abre entonces, dependiendo como se quiera ver, a partir del mismo fin de la Segunda Guerra Mundial, o pasado un tiempo según se viniera agriando la relación entre las potencias vencedoras, especialmente entre Estados Unidos y la URSS. Sin embargo, lo más importante es abandonar rápidamente la noción reductora de las relaciones entre las dos naciones antagónicas y, por otro lado, tener en cuenta que en un análisis encuadrado dentro de la Guerra Fría el actor principal no tiene que ser Estados Unidos, el departamento de Estado, la CIA o la NSA (ni tampoco la URSS, la KGB, etc.), pues la Guerra Fría además de una era, de un proceso, es también una estética política, unas formas de representación del hombre que se encuadran en nuevos principios rectores y modeladores —en cada zona— para la dinámica social que se desarrolla entre los años cuarenta y los noventa del siglo XX; ya hemos insistido que es local y global al mismo tiempo, pero también es íntima y colectiva pues bajo su órbita convive un ecosistema dirigido o influenciado por su pesada atmósfera de ruptura y continuación, de no ser así no podríamos hablar en pleno siglo XXI de manifestaciones de una cultura política de la posguerra fría en tanto y cuanto el mundo todavía no termina de deslastrarse de la materia conflictiva político-social que definió esa era.

La idea solitaria de un mero conflicto EE. UU.-URSS apenas explica el génesis de algo planetario, de un orden mundial que acusa hasta el último rincón. Una traza que marcó el siglo XX no solo por sus episodios bélico-militares nada fríos en Indochina, África del norte, subsahariana, Medio Oriente, Centro y Suramérica, el Caribe, Europa del este, también se trató de una impronta global, pues el mundo ya no estaría más en pausa: la Guerra Fría cambió la morfología política de buena parte del globo (los procesos de descolonización son apenas un ejemplo), cambiaría la percepción de las masas silenciosas cuando asumieran, una vez roto el paradigma de los años dorados estadounidenses —y europeo occidental— su nuevo rol en la democracia y el uso real de sus derechos civiles: la lucha de los negros del sur estadounidense desde poder usar el transporte público hasta para ser aceptados en universidades abiertamente segregacionistas, o que su voto valiera en el momento de escoger autoridades locales de color; idénticamente el papel de la mujer en los nuevos procesos políticos, la apertura de los espacios a la manifestación pública de la homosexualidad; luchas sublimes como las nuevas formas de expresión artísticas contenidas —para no decir censuradas— por el establecimiento cultural previo. El Mayo francés y su fortísima carga simbólica, el destape español en plena dictadura franquista ultraconservadora, formas socioculturales más abiertas, así como un mayor grado de tolerancia política y su contracara separatista y terrorista; el movimiento beat estadounidense y la psicodelia cultural del mundo anglosajón, que corrió como magma, quemando toda la expresividad artístico-popular previa.

La legalización/persecución a lo largo del mundo de otras formas políticas, sociales de expresión creativa, discursiva y simbólica: que a la vez todo esto fue azuzado por una y otra potencia según el paradigma político que se quería imponer para llegar a lo más fascinante de este proceso, la guerra cultural, que según los más avezados miembros de la inteligencia política estadounidense como soviética, entendieron muy temprano que era el verdadero campo de batalla de la Guerra Fría; ahí se formaron las trincheras axiomáticas de la Guerra Fría, no en el aterrador botón de la Bomba H. Ese discurso bélico —legitimador— era en esencia falso, la aniquilación total de uno u otro bando era irrealizable, y ambas partes lo sabían. Eisenhower se preguntaba en 1953 “¿Qué haríamos con Rusia, si venciésemos en la guerra global?”. Los soviéticos, tal vez, como dice Josep Fontana, tenían los medios para someter a Europa occidental con su descomunal ejército en tierra, pero es que ni siquiera se lo plantearon; de hecho, el campeón de la Guerra Fría, Ronald Reagan, dijo: “¿Qué demonios tienen [los rusos] que alguien pudiera desear?”.12 Ante la imposibilidad de un triunfo militar clásico sobre el contendor (invasión, ocupación, sometimiento imperial) esta guerra de nuevo cuño se libró por una parte en el mundo de las ideas, de la cultura política, de la propaganda perfeccionada (artes, espectáculos, manipulación de congresos de literatura y premios, cine, música, campañas de solidaridad), creación de corrientes y tendencias artísticas.

La otra parte de esta guerra fue indirecta, fue una guerra de marionetas; marionetas que sí se devastaron hasta el final, sabido por todos, la guerra en los extramuros: el llamado Tercer Mundo. Asimismo, las periferias dentro de los mismos bloques metropolitanos de poder: los intelectuales y artistas perseguidos por el macartismo, los soldados estadounidenses que fueron a Vietnam, los estudiantes abatidos en la Universidad de Kent, los “archipiélagos” de Aleksandr Solzhenitsyn, los perseguidos políticos, los intelectuales censurados, asesinados, “suicidados” del socialismo real.

La cultura política se reconfiguró a partir y durante la Guerra Fría. Los partidos políticos mutaron por la presión atmosférica de la Guerra Fría y otros nacieron gracias al ritmo impuesto por el orden bipolar. Los nacionalismos adoptaron banderas internacionalistas, sin entrar en contradicción, para poder ser dialogantes en las sociedades políticas también reconfiguradas; la democracia cristiana se tornó socialcristiana y hasta de izquierda cristiana inspirada en los fundamentos de Teilhard de Chardin, quien hizo un examen filosófico del cristianismo concurrente con el marxismo; la Iglesia católica redefinió hacia zonas más terrenales su modelo de pastoral para abarcar más, llegando a sus propias fronteras como la Teología de la Liberación. El Concilio Vaticano II no se comprendería sin la traza de la Guerra Fría.

Así pues el siglo XX sería el Siglo de la Guerra Fría. Hoy por hoy están germinando alrededor del mundo centros de investigación, institutos, museos, departamentos de historia y think tanks donde la Guerra Fría es su ámbito o parte de su terreno en investigaciones, producción académica y documentación. Una vista rápida de estos centros: The Cold War International History Project del Wilson Center; Think Tank on the Left: The Institute for Policy Studies and Cold War America, 1963-1989, de la Universidad de Milwaukee; Center for the United States and the Cold War (Universidad de Nueva York); Cold War Museum (Virginia, EE. UU.); Davis Center for Russian and Eurasian Studies (Harvard); George Washington University Cold War Group (GWCW); Wende Museum of the Cold War Department of History and Classical Studies (McGill University); Canada’s Cold War Museum; Center for International Relations at the Getulio Vargas Foundation (Brasil); Machiavelli Center for Cold War Studies (CIMA, Italia); Aleksanteri Institute (Universidad de Helsinki); Network for European Studies (Universidad de Helsinki); German Historical Institute, Moscow (Rusia); Graduate Institute for International and Development Studies (Francia); Center for Security Studies (CSS) at ETH Zurich (Suiza); Federal Agency for Civic Education (Alemania); Cold War Museum Stevnsfort; Centre d’études Germaniques Interculturelles de Lorraine (Universidad de Lorena); Department of Uzbek History (Namangan Institute of Engineering and Technology); Department of History-Contemporary History (Universidad de Friburgo); Graduate School for East and Southeast European Studies (GS-OSES); Hannah Arendt Institute for Research on Totalitarianism (Alemania); Centre for the Study of the Cold War and its Consequences (Institute for Contemporary History, Praga); Educational Institution “Former Inner German Border”, Department of History (Universidad Nacional de Singapur); Center for Cold War International History Studies (East China Normal University). La lista puede ser más larga. Todos estos centros tienen en sus planes de investigación y documentación la Guerra Fría como fenómeno central de estudio, todas sus derivaciones y ramificaciones en el apartamiento de la historia, la ciencia política, las relaciones internacionales, la sociología, la literatura, las artes y los medios audiovisuales, que a lo largo de este texto hemos pretendido justificar.

A través de una variada literatura histórica sobre las relaciones de Venezuela con el mundo, de investigaciones —no pocas— sobre las relaciones venezolano-estadounidenses se han logrado grandes compendios documentales, sin dejar de lado sugerentes conclusiones al respecto. Sin embargo, en su mayoría apartan la constante de la Guerra Fría, o soslayan con ojeriza el fenómeno, que no solo es universal, no solo es atlántico, no solo es cisatlántico y cispacífico, es también local: actúa con la localidad de la misma forma que con lo global, su representación grande-mundial tiene un reflejo vívido en lo regional y además de determinar las relaciones de la localidad con Estados Unidos —o la Unión Soviética según el caso— determina las relaciones de dos localidades; por ejemplo, entrarían las relaciones de Venezuela con Colombia. La crisis de la corbeta colombiana Caldas de 1987, en el golfo de Maracaibo, su desarrollo y desenlace no se entendería, verdaderamente, sin superponer antes el gran angular de la Guerra Fría en el suceso. Los análisis no pasan de una descripción del acontecimiento militar-burocrático, y de unas someras explicaciones diplomáticas, casi anecdóticas; aunque ambas narraciones son importantes, porque representan el desplazamiento en la escena, la escena no termina de explicarse sin el elemento de equilibrio que supuso a cada minuto el papel de Venezuela para Estados Unidos como su país punta de lanza regional en el orden bipolar, su plaza “segura” en la trama cubano-soviética, su mayor aliado en el Caribe. La disuasión de Colombia no se explica del todo obviando el hecho del nuevo arsenal venezolano adquirido en el mercado armamentístico estadounidense, como por ejemplo los F-16, adquisición posible por la confianza de Estados Unidos en Venezuela durante el teatro bipolar, pues vale acotar que Colombia tras la crisis del Caldas tuvo que adquirir 18 aeronaves KFIR israelíes ante la negativa de Estados Unidos de venderle cazabombarderos F-16 que sí le había proporcionado a Venezuela ¿por qué? El quid de la Guerra Fría podría deducirlo: la certeza de Washington sobre el papel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como operador real para una eventual toma del poder, por ejemplo. Al mismo tiempo, Colombia, aliada de Estados Unidos también, tuvo ciertas prerrogativas al salir librada de cualquier sanción en el orden interamericano tras semejante provocación a la paz regional. No es explicar la crisis del Caldas en un párrafo, es solo dar ideas libres para notar hasta dónde se puede llegar advirtiendo la seña de la Guerra Fría. Así pues un evento local, entre localidades, se contiene en un orden maestro, que al mismo tiempo depende de esa regionalización del conflicto para existir, para imponer del lado que sea sus principios generales.

Es decir, al respecto los estudios de las relaciones de Venezuela con Estados Unidos/gran región abordan buena parte del periodo; sin embargo, no ha sido el mayor interés subrayar que en efecto en Venezuela se estaba desencadenando una dinámica clásica de la Guerra Fría en todas o casi todas sus dimensiones, ni tampoco el enfoque ha sido precisamente en el marco de la Guerra Fría. Justamente lo último es lo exclusivo, lo excepcional, para estudiar el fenómeno en Venezuela, validando lo antes dicho en estas primeras páginas.

Valiosos trabajos en este sentido: Luis Manuel Marcano Salazar, Estados Unidos y Venezuela 1908-1958. Reconocimiento diplomático, temas e intereses en las relaciones bilaterales, Caracas: Editorial Latinoamericana de Ciencias Jurídicas/Editorial Nuevas Letras, 2013; Jannet Kelly y Carlos Romero, Venezuela y Estados Unidos. Coincidencias y conflictos, Caracas: IESA, 2005; José Gilberto Quintero Torres, Venezuela-USA. Estrategia y seguridad en lo regional y en lo bilateral 1952-1958, Caracas: Fondo Editorial Nacional-José Agustín Catalá, 2000; Margarita López Maya, EE. UU. en Venezuela: 1945-1948 (Revelaciones de los archivos estadounidenses), Caracas: UCV, 1996. Podemos incluir varios empeños editoriales recientes en una valoración cercana al estudio de las aristas de la Guerra Fría: la revista Memorias de Venezuela a pesar del tendencioso uso ideológico-propagandístico de las publicaciones de divulgación histórica masiva del Centro Nacional de Historia, el aporte gráfico (nos atreveríamos a hablar aquí de cierta documentación pictórica muy sugerente), en particular, de Memorias en su número especial “Lucha armada venezolana en los 60”, de octubre del 2010 (pp. 20 a la 47) es interesante, no obstante, el dosier que pudo haber apuntalado un problema historiográfico más denso al respecto, obvia el tramado de la Guerra Fría como conductor de los hechos en su narración histórica, para centrarse solo en las andadas guerrilleras de los años sesenta, la retórica imperialista y la nostálgica estética de la izquierda en sus formas y manifestaciones más paradigmáticas. Ocurre lo mismo en el dosier “Continuismo y ruptura política (1936-1945)”, del número 18 de febrero del 2011. Sin embargo, en Memorias de Venezuela todo aquello tocante a la lucha armada, a la conformación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), a la escisión de Acción Democrática, del Partido Comunista de Venezuela, al nacimiento de las corrientes foquistas como brazo armado contra los gobiernos de Betancourt y Leoni, la pacificación de Caldera, así como a la injerencia de Washington en Venezuela, o el caso de los cubanos en Machurucuto, lo abordan, como ya comentamos, con una diagramación y diseño gráfico indudablemente bien logrado que además recuerda, justamente, a la estética de la Guerra Fría.

Así también cabrían dentro de este tocamiento lateral —a suerte de estado de la cuestión— de la Guerra Fría en Venezuela, libros como los testimoniales de la Cátedra Pío Tamayo, en su distintivo estilo de entrevistas, que se han editado con la voz de los jefes guerrilleros, políticos demócratas careados con la lucha armada, crónicas de las escisiones de AD, el nacimiento del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), las posturas de Gustavo Machado y otros dirigentes de la izquierda ante el conflicto, y un largo etcétera que incluye también toda la literatura histórica sobre la lucha armada en Venezuela.

Dentro de las historias diplomáticas de las relaciones Venezuela-Estados Unidos merece mención aparte el portentoso trabajo a tres manos editado por VenAmcham y Empresas Polar, Venezuela y Estados Unidos a través de dos siglos (Tomás Polanco Alcántara, Simón Alberto Consalvi y Edgardo Mondolfi Gudat, 2000, 509 pp.), en especial el capítulo tercero “La relación de Venezuela-Estados Unidos durante el último medio siglo” a cargo de Edgardo Mondolfi Gudat, quien desde la segunda línea de su apartado clava la pica en Flandes:

Así como entre los historiadores no existe total consenso para fechar los orígenes de la Guerra Fría [...] tampoco existe un acuerdo exacto en cuanto a la injerencia directa que pudo tener los Estados Unidos en la caída del gobierno democrático presidido por Rómulo Gallegos [...] existen tantas conjeturas como puntos de vista acerca de un fenómeno que no acepta explicaciones lineales ni unívocas.13

Es decir, Mondolfi entra inmediatamente en uno de los laberínticos debates de la Guerra Fría en Venezuela. Será entonces un capítulo de libro que debería estar incluido en el marco referencial —y macroscópico— de los estudios pioneros sobre y de la Guerra Fría en Venezuela, pero al estar adherido a una obra general sobre las relaciones anglovenezolanas pertenece, digamos, a dos tierras historiográficas al mismo tiempo.

Este historiador de varias patrias historiográficas también horadó dos temas estrechamente vinculados al fenómeno, los intentos desestabilizadores y golpes de Estado contra la democracia representativa y la lucha armada venezolana en contra del mismo sistema. Obviamente todo esto en el reloj de la Guerra Fría criolla. Precisamente en Temporada de golpes. Las insurrecciones militares contra Rómulo Betancourt (Caracas, Alfa, 2015), Edgardo Mondolfi analizó en profundidad los cuatro levantamientos militares más sufrientes, dados entre 1960 y 1962, contra Rómulo Betancourt. Posteriormente, regresa —no en el tiempo sino en su obra— con la propuesta de La insurrección anhelada: Guerrilla y violencia en la Venezuela de los sesenta (Caracas, Alfa, 2018) donde se aborda la lucha armada en el foco urbano que corresponde a los años 1961-1963 y el génesis de la violencia, como guerrilla rural durante 1964 y 1969. El libro va desenvolviéndose en clave de Guerra Fría desde el capítulo primero. En el paso de los procesos de violencia guerrillera incumbe, también, todo el desciframiento político —y estratégico foquismo versus frentismo— de la izquierda, la participación de una juventud en guerra, los actores, en fin, es un mural de Rivera o Rengifo sobre ese periodo de violencia política y guerrillera que nos acusa —y nos puede explicar— en plena posguerra fría venezolana.

Los trabajos de Otoniel Morales Imperio y democracia. La política exterior da EE. UU. 1625-1992 (Mérida: ULA, 1994), además de diversos artículos sobre Estados Unidos y Venezuela publicados en la prensa local, sin embargo, destaca especialmente la obra académica de Otoniel Morales en cuanto a la docencia, como profesor de Historia de Estados Unidos I y II en la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Los Andes.14 Asimismo, la monumental obra en política exterior de Elsa Cardozo, así como de Raquel Gamus Gallegos vale mencionar “La política exterior de Pérez Jiménez hacia los Estados Unidos: entre la autonomía y la dependencia”, en Anuario, núm. 6, 1994, vol. 6, Caracas: UCV, pp. 133-154; y el trabajo —como coordinadora— Bibliografía comentada sobre la política exterior de Venezuela en el siglo XX (1936-1989), Caracas, UCV, 1997.

No solo allanar el tema de la ficción historiográfica para imaginar etapas, periodos, momentos, eras. No solamente dibujar los mapas para observar la traza geopolítica o nada más recrear una exuberante crónica política que hirvió a lo largo del periodo, es también el papel privilegiado dado el contexto de varios gobiernos de la democracia representativa venezolana frente a Estados Unidos en particular, y la presión ideológica, cultural-política del mundo socialista, y la injerencia castrista, en general; es igualmente el “producto social” que devino de la impronta de los dos mundos, el rebote, la alineación, el rechazo y la aceptación frente a ambos discursos político-ideológicos y estético-culturales, de ahí que el fenómeno antes tratado de soslayo, puede ser —o debe ser— discutido frontalmente desde la perspectiva de la Guerra Fría.

Venezuela ha estado en medio de los huracanes de la Guerra Fría, y ya se vinieron los tiempos de su ubicación historiográfica en este vértice del tiempo. Comencemos con la primera iniciativa académica y editorial que ha empezado a delimitar el teorema de la Guerra Fría criolla: Venezuela y la Guerra Fría (Alejandro Cardozo Uzcátegui, dir., Caracas, Nuevos Aires, 2014, 293 pp.) reúne diez capítulos con nueve autores que, digamos, la mayoría prestados de sus líneas de investigación naturales, halaron un esfuerzo para reenfocar sus miras en el fenómeno de la Guerra Fría. Ha sido la primera y única visión editorial conjunta, hasta ahora, que como libro colectivo ha ocupado este espacio temático, analítico y fenomenológico. Los capítulos del libro se glosan así: “El excepcionalismo venezolano en la Guerra Fría: distensión, contención, convergencia, autonomía y originalidad” (Alejandro Cardozo Uzcátegui); “Venezuela, petróleo y Guerra Fría. El largo camino hacia el ‘nacionalismo petrolero’ 1925-1975” (Catalina Banko); “La década militar en el marco de la Guerra Fría. Fundamentos teóricos y pragmáticos de su política exterior” (Juan Acuña); “La propuesta de Panamá de 1956. Un capítulo de disensión entre Estados Unidos y la dictadura militar perezjimenista” (José Olivar); “El Porteñazo ¿Una divisoria de aguas para Venezuela durante la Guerra Fría?” (Domingo Irwin); “La Doctrina de Seguridad Nacional en Venezuela: 1958-1998” (Luis Buttó Montes); “La Guerra Fría cultural en Venezuela: agitación intelectual, propaganda y sensibilidades políticas”; (Alejandro Cardozo Uzcátegui); “Venezuela y los Estados Unidos de América durante la política de Guerra Fría entre 1954-1992” (Otoniel Morales); “La geopolítica latinoamericana. Venezuela en tiempos de la Guerra Fría” (Claudio Briceño); y “Venezuela: equipamiento militar en la Guerra Fría” (Carlos Hernández).

Continuemos con la obra de Gustavo Salcedo Ávila, quien ha marcado una infranqueable pauta en la guerrafriología; al respecto, sus trabajos abarcan artículos especializados en el periodo, donde el autor delimita según su visual del conflicto, periodos administrativos del poder (como el perezjimenato) sobre los procesos divergentes y convergentes en el contexto de la Guerra Fría (como la Doctrina Betancourt y la política petrolera de Betancourt), tal como el artículo “Conflictos en el Caribe: Eisenhower y Pérez Jiménez, historia de cooperación y enfrentamiento”,15 donde analiza la armonía y la ruptura del dictador venezolano con el presidente Eisenhower en el marco del liderazgo interamericano, la intervención en Guatemala de 1954 y la ilusión golpista/intervencionista de Pérez Jiménez en Costa Rica, aquietada por el Gobierno estadounidense. En su trabajo “Más allá de la Doctrina Betancourt: ayuda encubierta como instrumento de la política exterior de Venezuela durante la Guerra Fría”.16 Salcedo estudia la Doctrina Betancourt como uno de los instrumentos diplomáticos de defensa y promoción de la democracia durante el gobierno constitucional de Rómulo Betancourt (1959-64). El análisis se basa en una valiosa e inédita documentación primaria de los archivos estadounidenses y venezolanos, para intentar probar que la doctrina —en sus inicios pretende ser multilateral— termina aislando al Estado venezolano, sin embargo, le otorga un espacio de legitimidad y liderazgo a la política exterior venezolana en su intento de contener las dictaduras militaristas de derecha como la de República Dominicana y de izquierda como el régimen comunista cubano.

En “Divididos sobre el petróleo. Estados Unidos y la política petrolera nacionalista del gobierno de Betancourt”,17 el autor plantea la dicotomía que surge entre los aliados regionales, Estados Unidos y Venezuela durante la Guerra Fría, una vez instalada la democracia venezolana en 1958, donde divergieron los intereses petroleros de ambos. Betancourt procedió con una política petrolera nacionalista en la busca de mayor control e ingresos para la nación, cuando toma un papel fundamental en el nacimiento y desarrollo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), chocando inevitablemente con los intereses de Estados Unidos, quienes en ese momento sufrían una fuerte dependencia del crudo venezolano, lo que condujo a que la gran nación aliada se opusiera a las iniciativas nacionalistas del pequeño país petrolero que estrenaba su democracia y cuidaba sus intereses económicos con la preocupación que suponía mantener las relaciones de alianza y cooperación intactas, y todo esto dado en la compleja escena de la Guerra Fría.

Venezuela: campo de batalla de la Guerra Fría. Los Estados Unidos y la era de Rómulo Betancourt) 1958-196418guerrafriología