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Este libro (y esta colección)

Dedicatoria

1. Coquetos ayer, hoy y siempre

No sos vos, es mi cerebro

No todo es razón

¡Extraaa! ¡Extraaa! Busco un amor clasificado

Sin pies de loto no hay casamiento

Ciencia entre batallas y belleza

La cosmética en tiempos de guerra

Soy sexy y lo sé

2. ¡Moviendo las cabezas! Arreglos y desarreglos en la melena

Lo esencial es invisible a los ojos

Que no se corte… la cadena

Colorín coloreado…

…descoloreado

…y recoloreado

¡Detengan el reloj!

Quiero que me trates suavemente

¿Qué tenés en la cabeza?

No poo, ¿para todos?

La culpa era del agua

¡Viva la diferencia!

Demoliendo puentes

Mi barba tiene tres pelos (y mi cabeza también)

3. La piel por dentro y por fuera

Paso a paso, capa a capa

Radicales, armados y peligrosos

El futuro llegó hace rato

Los colados también importan

Brillosas, resecas y frescas

Emulsiones y algo más

Lo que falta es la humedad

Entero, encremado y descremado

¿Todo pasa?

Déjame entrar

Hoy se viaja en burbuja

Con la lupa en la etiqueta

4. Me pareció haber oído un lindo versito

Naturales arriba

Yo me nutro, tú te nutres, ¿ellas nutren?

Máxima absorción

¡Fuera, arañas!

Planchazo a la cara

Nanos por acá, bios por allá

5. Pintó pintarse

Viejo como un tattoo

No se va, la tinta no se va

¿Qué hay en el tintero?

Te llevo bajo mi piel

El precio de romper barreras

Si el tatuaje lo dice…

Bellas, despiertas y durmientes

Durmiendo con el enemigo

Los simuladores

Cuando la moda envenena

Los pintados se protegen

Las dos caras de la coquetería

Boquitas pintadas

Brillantes y radiactivas

¿Lo verde es bueno?

Un derroche de glamour

Bibliografía comentada

Agradecimientos

Acerca de la autora

Florencia Servera

LA BELLEZA TIENE SU CIENCIA

Mitos y verdades sobre los cosméticos, el cuidado de la piel y el cabello

Servera, Florencia

© 2018, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Este libro (y esta colección)

¿Vienes del hondo cielo o del abismo sales, / belleza?

Charles Baudelaire, “Himno a la belleza” (Las flores del mal)

¿Maquillando los “ya” para que parezcan “todavías”?

Mafalda, a su mamá

Espejito, espejito... Y también cremita, cremita, pinturita, pinturita, y tantos otros ejemplos de cuánto nos importa estar presentables, lindos, bien parecidos (¿a quién?), agraciados, bellos, en definitiva. Sí: la belleza ha motivado guerras troyanas, sacudido sociedades, cambiado el curso de la historia. Porque, aunque intentemos no verla o tratemos de restarle trascendencia, la belleza siempre está. Y con ella, los trucos y secretos a la hora de realzarla y proclamar a los cuatro vientos que aquí estamos, que queremos que nos miren, que nos busquen, que nos deseen. Por algo será.

Tan importante es este tema que la revista Nature –una de las biblias de la ciencia– le dedicó recientemente un suplemento[1] en el que se formulan cuatro grandes preguntas sobre la beldad. La primera: ¿por qué nos importa la belleza humana? Por un lado está la respuesta evolutiva obvia: la belleza indica rasgos de salud y fertilidad, incluida la aptitud reproductiva y las posibilidades de cuidar a la cría. Pero también podría ser que algunas cuestiones “bellas” hayan aparecido simplemente por azar… y nos gustaron. Sin embargo, la mirada predominante sigue siendo que el cerebro se las arregló para desarrollar sensores que detectan si quien tenemos enfrente es fértil, sano y compatible genéticamente. Todo en cuestión de segundos en el boliche de la evolución.

La segunda pregunta que vale la pena hacerse es cómo superar nuestra obsesión con la belleza, algo que trae consigo discriminaciones y hasta injusticias laborales. Esto parece estar relacionado con que, cuando alguien nos resulta atractivo, solemos pensar que es una buena persona (cosa que también les pasa a jefes, jueces, docentes, en fin, a todos). La vacuna es una sola: educación antiprejuicios. Está claro que nos cuesta y los ejemplos abundan: experimentos que demuestran que somos más proclives a ayudar a los más agraciados, a ponerles mejores notas, o que las mujeres consideradas más bonitas consiguen mejores trabajos (aunque puede jugar en su contra si se trata de puestos de mayor responsabilidad).

La muchachada de Nature también se pregunta por la importancia de la piel, incluidos los mecanismos moleculares de pieles jóvenes y envejecidas. Las compañías de cremas cosméticas, agradecidas.

Finalmente, y ya en un plano más filosófico, la cuestión es por qué nos dan placer las cosas estéticas, entre ellas, la belleza humana. Y la respuesta es que… no lo sabemos del todo.

Pero la belleza nos obsesiona y queremos entender de qué se trata. Y así encontramos principios como la simetría (más simétrico, más bonito), el dimorfismo sexual (algo que se acerque al ideal de cada sexo) o el promedio (que al menos se vaya pareciendo al Homo sapiens…). Por supuesto que modas y sociedades tienen mucho que decir, pero el misterio se agranda cuando descubrimos que los bebés –sin tanta cultura de por medio– también tienen sus preferencias al momento de decidir bellezas.

Esta obsesión se revela particularmente a la hora de maquillarse y elegir cremas. Pensemos en cuáles son los blancos usuales de esos tratamientos: la piel, los ojos, los labios… zonas del cuerpo que delatan nuestra edad y hasta nuestro estado hormonal.

Toda belleza alguna vez declina, nos enseñó Shakespeare en sus sonetos. Pero como no nos gusta que así sea, usamos nuestros conocimientos para que no suceda. Y si hay alguna duda de que la cosmética es una ciencia, basta con mirar cómo la genómica –entre otras “ómicas”– está irrumpiendo en la tecnología de inventar nuevos ungüentos y tratamientos para lucir una piel lozana y porcelanesca. Mucha crema ha pasado desde el descubrimiento del efecto de los rayos ultravioleta sobre la piel y desde los primeros productos “antienvejecimiento”, como la tretinoína. Algunas compañías cosméticas han desarrollado un modelo de piel artificial, basado en epidermis humana reconstruida a partir de colágeno, para hacer investigación y desarrollo de nuevos productos. Y la genética no se queda atrás. Por ejemplo, se pueden determinar mutaciones en ciertos genes que alteran la constitución de la epidermis, y así realizar tratamientos personalizados para que cada uno alcance el nivel justo de humedad, antiarruguismo y otras delicias. Bueno… todavía no es posible, pero vamos camino a la farmacia individual.

Es cierto que todos estos avances tienden a inundarnos los ojos y los oídos. Tantas publicidades sobre los resultados garantizados del componente secreto XxxFff, de las cremas basadas en ADN molecular, del champú con extracto de caléndulas marcianas o los tónicos con células madre de origen vegetal no le hacen gran favor a la verdadera relación entre la ciencia y la cosmética. (Vale aclarar que en algunas regiones, como la Unión Europea, hay reglamentos que establecen qué se puede decir y qué no en los anuncios de productos cosméticos).

A no desesperar, que La belleza tiene su ciencia viene en nuestra ayuda. Luego de pasearnos por lavaderos y llevarnos de viaje con mochilas a cuestas en sus libros anteriores (también en esta colección), Florencia Servera nos regala este libro-espejo, para mirarnos a los ojos, las pieles, los labios y los cabellos de la ciencia. Aprenderemos que la preocupación por la belleza no es nueva, que cada cultura tenía sus afroditas y sus adonis, y, fundamental, los trucos infalibles para parecernos a ellas y ellos. Tinturas, lociones, rulos y arrugas tienen lugar en el glamour de estas páginas, que hasta incluyen consejos para los científicos coquetos (y debo decir que, desde que los aplico, la vida me sonríe). Florencia nos ha regalado un libro sobre la belleza y sus cuidados. Un bello libro.

Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.

Ciencia que ladra… no muerde, sólo da señales de que cabalga.

Diego Golombek

[1] Chelsea Wald, “Beauty: 4 Big Questions”, Nature, vol. 526, nº 7572, S17, 2015.

A mi querido abuelo Queco, que sigue dándome letra desde el infinito y más allá.