portada 

BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA


Ignacio Ramírez, Lecciones de literatura, México, Imp. de F. Díaz de León, 1884; Ensayos, México, UNAM, 1944; Obras: Poesías. Discursos. Artículos históricos y literarios, México, Editora Nacional, 1952; Escritos económicos, México, Centro de Documentación Política, 1977; Discursos. Cartas. Documentos. Estudios, México, Centro de Investigación Científica Jorge L. Tamayo, 1985; La palabra de la Reforma en la república de las letras, México, Fondo de Cultura Económica, 2011; Ignacio Manuel Altamirano, Biografía de Ignacio Ramírez, Toluca, Dirección del Patrimonio Cultural, Gobierno del Estado de México, 1977.

Tipos Mexicanos

 PRESENTACIÓN


En 1947, Diego Rivera fue contratado por el Hotel del Prado de la ciudad de México para pintar en las instalaciones de su restaurante un mural que entregaría al año siguiente bajo el título de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. En la obra confluían varios personajes de la historia mexicana, entre ellos Ignacio Ramírez, quien sostenía un pergamino con la frase "Dios no existe", que fue parte de su discurso de ingreso a la Academia de Letrán, pronunciado en 1836 y titulado "No hay Dios, los seres de la naturaleza se sustentan por sí mismos". Por esa expresión, el arzobispo Luis María Martínez se negó a bendecir el hotel en su inauguración y los grupos católicos protestaron a tal punto que la pintura fue raspada y terminó siendo cubierta primero con un bastidor de madera y más tarde con una cortina. La obra fue nuevamente expuesta cuando en 1956 su autor cambió la frase por "Conferencia en la Academia de Letrán".

El terremoto de 1985, que tanto cambió el paisaje del centro de la capital mexicana, dejó al Hotel del Prado deteriorado en grado sumo y tuvo que demolerse, pero el fresco de Rivera, que en 1961 había sido trasladado al vestíbulo, sobrevivió y actualmente está resguardado en el Museo Mural Diego Rivera.

Lo anterior es una muestra de la tempestad con que marcó su vida e imprimió a su nombre Ignacio Ramírez Calzada, quien nació en 1818 en San Miguel el Grande, Guanajuato, y heredó de su padre el gusto por la masonería, que en su tiempo era una práctica ligada al liberalismo. Fue abogado, político, ilustrador, periodista, literato, maestro, antropólogo, economista, traductor y poeta; y pasó por todos los cargos públicos imaginables: secretario de Guerra y Hacienda del Estado de México, jefe Superior Político del Territorio de Tlaxcala, secretario de Gobierno de Sinaloa, juez de lo civil en la ciudad de México, diputado constituyente entre 1856 y 1857, secretario personal del presidente de la República, ministro de Justicia, Instrucción Pública, Fomento, Agricultura, Comercio, Colonización e Industria, jefe del Ayuntamiento de la Ciudad de México, diputado en 1863, jefe del Ayuntamiento del Distrito Federal, ministro de 8 la Suprema Corte de Justicia de la Nación desde 1871 y ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1876 y 1877. Restableció el Instituto Científico y Literario de Toluca, reorganizó la Academia Nacional de Bellas Artes y de San Carlos, restauró la Biblioteca Nacional, rehabilitó la Academia Nacional de Bellas Artes, presidió la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, constituyó la Sociedad de la Lengua y creó la Sociedad Mutualista de Escritores Mexicanos. Además fundó los periódicos Don Simplicio en 1845 y Themis y Deucalión en 1848, El Porvenir y El Clamor Progresista en 1857, La Chinaca en 1863, La Insurrección en 1865 y El Correo de México en 1867; y escribió en El Demócrata, El Mensajero, El Precursor, La Sombra de Robespierre, Las Cosquillas, La Opinión, La Estrella de Occidente, El Renacimiento, El Siglo XIX y El Monitor Republicano.

Con una hoja de servicios tan extensa, para sus contemporáneos fue extraño que Ignacio Ramírez viviera con humildad. No sólo eso; es de los contados ejemplos de funcionarios probos en la historia de México. El 12 de junio de 1879 se sintió enfermo y solicitó una licencia en la Suprema Corte de Justicia para irse a su casa y, tras tres días de dolorosa agonía, expiró. Sus cinco hijos, su madre Sinforosa Calzada y su hermano, el general Juan Ramírez, no tenían recursos para el sepelio por lo que, en la propia casa del muerto, Ignacio Manuel Altamirano escribió una carta a Ignacio L. Vallarta, a la sazón presidente del Poder Judicial, quien se presentó en la noche junto con el presidente de la República, Porfirio Díaz. Los funcionarios les anunciaron que el gobierno se haría cargo de los funerales y que la familia recibiría el sueldo que por año y medio se le había retenido a Ramírez. La humildad de la casa, sobre todo su casi inexistente mobiliario, impresionó al presidente. La estampa mortuoria corresponde al genio y la figura de un hombre que desde joven no cayó en la tentación de buscar su beneficio, aunque tuvo en sus manos enormes riquezas. No hay que olvidar que él fue quien administró la confiscación de bienes de la Iglesia católica.

En 1845, a la edad de 27 años, Ignacio Ramírez fundó junto con Guillermo Prieto y Manuel Payno el periódico satírico Don Simplicio, "redactado por unos simples". Los editores fueron presentados en verso; y las letras delicadas a Ramírez fueron: "Y un oscuro Nigromante / que hará por artes del diablo / que coman en un establo / Sancho, Rucio y Rocinante / con el Caballero andante". Desde entonces, El Nigromante sería su nom de guerre.

En El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, los nigromantes son magos discípulos de Zoroastes que socorren a los caballeros andantes. A uno de ellos le atribuye Don Quijote que trocara a una reina en particular doncella; y a otro más, llevar por los aires a Sancho Panza al Toboso para que pudiera entrevistarse con Dulcinea. Zoroastes es Zoroastro o Zaratustra, el agorero persa que escribió las muy antiguas letras del Avesta y, según Plinio el Viejo, ha sido el único hombre que nació sonriendo. A Ignacio Ramírez bien pudo gustarle la alegoría de quien tiene el conocimiento para transformar la realidad; aunque David R. Maciel lo aprecia de otra forma, porque para él ese seudónimo periodístico es una postura en contra de la desbocada y quijotesca imaginación de los dirigentes del país.

Lo cierto es que el terrible sobrenombre de Ignacio Ramírez representó para sus contemporáneos un sacrilegio, una profanación, una protesta contra las creencias religiosas. Y es que el cristianismo arremetió desde muy temprano contra la magia, la adivinación, la astrología y la nigromancia. Los apóstoles Pedro y Juan se enfrentaron con grandes esfuerzos y derrotaron a Simón el samaritano, conocido como el Mago. En el Nuevo Testamento la confrontación es verbal; en escritos apócrifos Simón tenía el poder de elevarse en el aire. Las proscripciones de lo esotérico se formularon en los concilios de Ancyra de 314, Laodicea de 363, Vannes de 461, Agde de 506, Orleáns de 511 y Auxerre de 518; y a partir del Concilio Laterano de 1179 se equiparó a la brujería con las manifestaciones heréticas.

Super illius specula