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Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Marisol Cano Busquets, autora.

© Germán Rey Beltrán, Núria Almiron, colaboradores

Primera edición, Bogotá, D. C., diciembre 2018.

ISBN: 978-958-781-298-5

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7 n.° 37-25, oficina 1301, Bogotá

Edificio Lutaima

Teléfono 3208320 ext. 4752

www.javeriana.edu.co/editorial

Corrección de estilo

Gustavo Patiño Díaz

Diseño de pauta, cubierta y diagramación

Diana Murcia

Gráficos

Juan Silva y Diana Murcia

Conversión

Lápiz Blanco S.A.S.

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Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

Catalogación en la publicación

Cano Busquets, Marisol, autora

Violencia contra los periodistas : configuración del fenómeno, metodologías y mecanismos de intervención de organizaciones internacionales de defensa de la libertad de expresión / Marisol Cano Busquets ; Prólogo de Germán Rey Beltrán ; Presentación de Núria Almiron. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2019.

Incluye referencias bibliográficas.

ISBN : 978-958-781-298-5

1. Periodismo y violencia 2. Violencia en los medios de comunicación de masas 3. Periodistas - Aspectos sociales 4. Libertad de expresión 5. Periodismo - Historia 6. Organizaciones internacionales para la defensa de los periodistas 7. Medios de comunicación de masas - Metodologías de análisis I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Comunicación y Lenguaje

CDD 302.23 edición 21

inp 23/01/2019

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

A Juan Pablo Ferro Casas,
con quien estamos cosidos a una misma estrella.

A Alfonso Cano Isaza y María Antonieta Busquets Nel-lo,
un árbol bien plantado y suelto frente al cielo.

Agradecimientos

A la doctora Núria Almiron, directora de esta tesis doctoral, por su acompañamiento con el consejo apropiado en el momento justo, la orientación oportuna y la claridad para despejar los caminos y encontrar los enfoques y las perspectivas. Además, por su manera de ver la vida, su acogida sincera y afectuosa y su apoyo en los momentos difíciles.

A Carlos Eduardo Cortés, amigo entrañable y compañero de aventuras intelectuales en el campo de la comunicación desde nuestros primeros años en las aulas universitarias. Sus aportes en la lectura de borradores y en la interlocución inteligente sobre mis propuestas de enfoque para este trabajo siempre contribuyeron a darle consistencia.

A Camilo Tamayo, interlocutor valioso, por la riqueza de los diálogos que sostuvimos, ya que fueron pautas para dar solidez al diseño y la estrategia de análisis de la información.

A Frank La Rue, exrelator de libertad de expresión de Naciones Unidas, y a Catalina Botero, exrelatora de libertad de expresión de la Organización de Estados Americanos, por las largas y fructíferas conversaciones que tuvimos sobre la situación de los periodistas en el mundo.

A los integrantes de las organizaciones de libertad de expresión estudiadas en este trabajo, por haber aceptado compartir conmigo su experiencia y sus conocimientos en las entrevistas realizadas.

A los profesores colombianos Víctor Manuel Moncayo, exrector de la Universidad Nacional de Colombia; Gabriel Jaime Pérez S. J., exdecano de la Facultad de Comunicación y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá; Juan Luis Mejía, rector de la Universidad Eafit de Medellín; Gonzalo Sánchez, director del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia; Maryluz Vallejo, profesora de la Pontificia Universidad Javeriana, y Miguel Ángel Bastenier, profesor de la Escuela de Periodismo del diario El País, por sus generosas presentaciones de mis candidaturas a formación de maestría y doctorado en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

Al equipo de profesores de la Universitat Pompeu Fabra y al director del Doctorado en Comunicación, doctor Jaume Guillamet, por sus aportes y el tiempo compartido durante mi estancia en Barcelona. Así mismo, a los compañeros del doctorado y a los académicos con quienes debatí ideas, problemáticas y desarrollos de esta investigación en congresos y encuentros en Barcelona, Bilbao, Bogotá, Copenhague, Medellín, Montreal, San José de Costa Rica, Santiago de Compostela, Sevilla y Túnez.

A Jorge Humberto Peláez S. J., rector, y Luis David Prieto, vicerrector académico de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, por la confianza y el soporte dado a este proceso con un profundo sentido ignaciano.

A los profesores de la Universidad Nacional de Colombia, Clemencia Navarro y Luis Carlos Trujillo, por sus acertados consejos y acompañamiento en la definición y puesta en marcha de estrategias de procesamiento de datos y análisis cualitativo de información con apoyo de herramientas informáticas.

A Natalia Gamboa, joven antropóloga colombiana, por su disciplina y compromiso en la asistencia al proceso de codificación de la vasta información documental examinada en esta investigación.

A Gustavo Patiño, por su minucioso trabajo de corrección de estilo, a Diana Murcia por interpretar gráficamente mis ideas y hacer una producción editorial de calidad para este documento con el apoyo de Juan Silva.

A Amparo Castro, que dio tranquilidad a mi vida cotidiana, le puso sabor y llegó con el aroma de una rica taza de café siempre en el momento justo.

A mi familia colombiana por compartir y disfrutar, desde otra orilla, esta experiencia académica.

A un tesoro que me dio la vida: esa familia catalana que adoro e hizo de nuestra estancia con Juan Pablo en Barcelona un instante feliz de nuestro paso por el mundo.

Contenido

Prólogo
Germán Rey Beltrán

Presentación
Núria Almiron

Introducción

I. CONSIDERACIONES TEÓRICAS Y ESTADO DE LA CUESTIÓN

Rol de los medios informativos y del periodismo en la sociedad

El enfoque contemporáneo de las teorías normativas de los medios informativos y del periodismo

Tres niveles de análisis en una nueva mirada normativa: tradiciones filosóficas, modelos de democracia y roles del periodismo

Periodismo y democracia: fundamentos de un contrato social resignificado

Periodismo y sociedad: la dimensión empírica

El periodismo y la construcción de una esfera pública activa y deliberativa

El periodismo: un campo en disputa

El periodismo como campo

Identidad, valores y principios del periodismo

Transformaciones de la identidad periodística en un mundo globalizado

Libertad y control de los medios y de los periodistas

El periodismo y las libertades de expresión, prensa e información

Libertad de expresión: derecho fundamental y cimiento de otras libertades

Libertad de prensa en los estudios de la comunicación de masas

Origen, desarrollo y características del análisis empírico de la libertad de expresión

Dimensiones y significación social de la violencia

La violencia como recurso social, cultural y político

La violencia y sus tipologías

Marco histórico y contexto de acción de las organizaciones que defienden y promueven la libertad de expresión

Historia y evolución de las organizaciones de defensa de la libertad de expresión y del ejercicio del periodismo

II. CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS

Fundamentación

Análisis documental

Análisis de contenido

Entrevista estructurada

Descripción del diseño metodológico

Organizaciones objeto de estudio: justificación y criterios de selección

El corpus documental

Sistema de categorías

Procedimientos de codificación y análisis

Sujetos de la entrevista enfocada o estructurada

III. EXPOSICIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS

Representación que hacen las ODLE del fenómeno de la violencia contra los periodistas

Manifestaciones de violencia contra los periodistas

Causas que favorecen la violencia contra los periodistas

Factores de riesgo

Las víctimas

Los perpetradores o victimarios

Contextos políticos y sociales en los que se manifiesta la violencia contra los periodistas

Consecuencias de la violencia contra los periodistas

Base conceptual del trabajo de las ODLE

Entre la libertad de expresión, de información y de prensa

Rol de los medios informativos en la sociedad

De la identidad, los valores y los principios del periodismo

De las presiones e influencias a los periodistas

Violencia contra los periodistas

Medición y evaluación de la libertad de prensa y seguimiento a la violencia contra los periodistas: sistemas utilizados por las ODLE

Enfoques y criterios

Especificidades de la observación sistemática

Metodologías de trabajo y mecanismos de intervención de las ODLE frente a la violencia contra los periodistas

Metodologías de trabajo

Afrontar la violencia: tarea con múltiples involucrados

Criterios en la toma de decisiones para la intervención

La impunidad: eje transversal de preocupación

Seguridad y protección de los periodistas según las ODLE

De la misión a las contribuciones

Características del perfil organizacional de las ODLE

Diez contribuciones relevantes de las ODLE a la lucha contra la violencia hacia los periodistas

IV. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN

Punto de partida para las conclusiones

Conclusiones, aportaciones y perspectivas futuras

Resultados destacados y conclusiones

El cumplimiento de los objetivos

Aportaciones e ideas surgidas en el proceso

Los desafíos para los estudios de la comunicación y el periodismo

Reflexión final para las ODLE

Referencias

Bibliografía

ANEXO I. Corpus documental

ANEXO II. Relación de entrevistas realizadas

ANEXO III. Guion de entrevistas

ANEXO IV. Metodologías e instrumentos de medición de las ODLE

Comité de Protección de Periodistas (CPJ)

Freedom House

Reporteros Sin Fronteras (RSF)

Índice de figuras

Figura 1. Principales actores sociales en un sistema normativo

Figura 2. Cuatro tradiciones filosóficas normativas

Figura 3. Cuatro roles de los medios informativos

Figura 4. Número de documentos capturados vs. número de documentos analizados por organización

Figura 5. Porcentaje correspondiente a cada organización del total de los documentos analizados

Figura 6. Número de documentos capturados por tipología correspondiente a cada organización

Figura 7. Número de documentos analizados por tipología correspondiente a cada organización

Figura 8. Número de documentos capturados por año de publicación

Figura 9. Sistema de categorías

Figura 10. Proceso de codificación a partir del sistema de categorías

Figura 11. Administración del sistema de categorías

Figura 12. Proceso de graficación para identificar tendencias

Figura 13. Porcentaje de citas del análisis documental para las categorías principales de representación de la violencia contra los periodistas

Figura 14. Tipo de manifestaciones de violencia documentadas por las ODLE

Figura 15. Relación entre asesinato y otras manifestaciones de violencia contra los periodistas

Figura 16. Relación entre encarcelamiento y otras manifestaciones de violencia contra los periodistas

Figura 17. Causas que favorecen la violencia contra los periodistas

Figura 18. Violencia contra los periodistas: factores de riesgo

Figura 19. Temáticas asociadas a casos en los que se presenta violencia contra periodistas

Figura 20. Tipo de víctimas

Figura 21. Tipo de manifestaciones de violencia representadas en la categoría “víctimas”

Figura 22. Tipo de victimarios

Figuras 23, 24, 25, 26 y 27. Países con registro de violencia

Figura 28. Consecuencias de la violencia contra los periodistas

Figura 29. Ámbitos en la lucha frente a la violencia contra los periodistas

Figura 30. Tipos de formación estructurada por las ODLE con el fin de contrarrestar la violencia contra los periodistas

Figura 31. Actores involucrados en la lucha contra la violencia hacia los periodistas

Figura 32. Estrategias de seguridad y protección desde las prácticas periodísticas y el sector de los medios informativos

Figura 33. Estrategias de seguridad y protección desde otros ámbitos

Figura 34. Estrategias de seguridad y protección desde las organizaciones

Figura 35. Palabras dominantes del perfil organizacional de las ODLE en un análisis de conglomerados

Índice de tablas

Tabla 1. Organizaciones objeto de estudio

Tabla 2. Ficha de clasificación de documentos

Tabla 3. Universo documental

Tabla 4. Violencia contra los periodistas en una selección de 50 países documentada por las ODLE para el periodo 2000-2012

Tabla 5. Rol de los medios informativos en la sociedad según las ODLE

Tabla 6. Valores y principios del periodismo según las ODLE

Tabla 7. Lo que las ODLE entienden por violencia contra los periodistas

Tabla 8. Sistemas de medición y seguimiento de la libertad de prensa y de la violencia contra los periodistas de las ODLE

Tabla 9. Síntesis de elementos característicos de las ODLE frente al análisis empírico de la libertad de prensa y la violencia contra los periodistas

Tabla 10. Principales metodologías de trabajo utilizadas por las ODLE

Tabla 11. Uso de la palabra impunidad en contexto

Tabla 12. Relación de la categoría “impunidad” con otras categorías a partir del número de citas compartidas

Tabla 13. Perfil misional y rasgos característicos de las ODLE

Lista de siglas y acrónimos

CJFE

Canadian Journalists for Free Expression
(Periodistas Canadienses por la Libertad de Expresión)

CPJ

Committee to Protect Journalists
(Comité de Protección de Periodistas)

CSCE

Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa
(Organization for Security and Co-operation in Europe)

DoS

Denial of Service Attack (ataque por negación del servicio)

FIP

Federación Internacional de Periodistas

FMLN

Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional

IAPA

Inter American Press Association
(Sociedad Interamericana de Prensa)

ICIJ

International Consortium of Investigative Journalists
(Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación)

IFEX

International Freedom of Expression and Exchange Network
(Intercambio Internacional por la Libertad de Expresión)

IMS

International Media Support

INSI

International News Safety Institute
(Instituto Internacional para la Seguridad de la Prensa)

IPI

International Press Institute

IREX

International Research and Exchanges Board

ISP

Internet Service Provider (proveedor de servicios de internet)

MISA

Media Institute of Southern Africa

MLDI

Media Legal Defence Initiative

NOMIC

Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación

OCCRP

Organized Crime and Corruption Reporting Project
(Proyecto de Reporteo sobre Crimen Organizado y Corrupción)

ODLE

Organizaciones defensoras de la libertad de expresión

OSCE

Organization for Security and Co-operation in Europe
(Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa)

OSI

Open Society Institute (Instituto Open Society)

PICA

Press Independence and Critical Ability
(Independencia de Prensa y Capacidad Crítica)

RFOM

Representative on Freedom of the Media
(Representante Encargado de la Libertad de los Medios de Información)

RSF

Reporters Sans Frontières (Reporteros Sin Fronteras)

SIP

Sociedad Interamericana de Prensa

TIC

Tecnologías de información y comunicación

Unesco

United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization
(Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura)

VoIP

Voice over Internet Protocol (voz por protocolo de internet)

WAN-IFRA

World Association of Newspapers and News Publishers
(Asociación Mundial de Periódicos y Editores de Noticias)

Prólogo

Una llave parar abrir un mundo

Cuando leía la tesis doctoral de Marisol Cano, Violencia contra los periodistas, el automóvil que conducía la periodista Daphne Caruana Galizia saltaba por los aires. Era conocida por su blog Current Comentary, en el que habitualmente publicaba investigaciones sobre la corrupción en Malta. Una de ellas precipitó las elecciones al vincular al primer ministro, Joseph Muscat, con los Panama Papers.

Su asesinato no fue un hecho aislado. Uno tras otro, la opinión pública internacional, se ha alarmado con los asesinatos de periodistas. Lo más preocupante es que las noticias no provienen de Siria, Afganistán o México, sino de la propia Unión Europea.

Días después Jan Kuciak, periodista del portal de noticias Aktuality.sk fue asesinado a tiros en su casa, junto con su novia, a solo una hora de Bratislava. Investigaba las relaciones entre políticos cercanos al primer ministro, Robert Fico, y la mafia italiana. Durante años denunció la malversación de fondos destinados a Eslovaquia por la Unión Europea.

La tercera víctima fue Viktoria Marinova, una periodista búlgara, presentadora y coordinadora administrativa del canal de televisión TVN que dirigía su propio programa, El Detector. Su cuerpo fue encontrado abandonado en un parque de la ciudad de Ruse, a orillas del río Danubio en el norte del país, después de haber sido violada, golpeada con sevicia en la cabeza y asfixiada. Con frecuencia investigaba casos de corrupción en los que participaban políticos. Bulgaria ocupa el 111 puesto entre 180 países en la medición del estado de la libertad de expresión, realizada por Reporteros Sin Fronteras.

Pero el caso que ha recibido más atención internacional ha sido el del periodista saudí Jamal Khashoggi, torturado y asesinado en la sede del Consulado de Arabia Saudita en Estambul. Después de exilarse, Khashoggi continuaba escribiendo sus críticas contra el régimen saudí en The Washington Post. Las noticias sobre lo que sucedió dentro de la delegación diplomática saudí son espeluznantes.

Si hay algo que predomina en la exploración de la violencia contra los periodistas es el manto denso y oscuro de la impunidad, precisamente uno de los propósitos de los perpetradores. No solo desaparece el comunicador, sino también el tortuoso camino del crimen y, de paso, la relación de la información con la comunidad. En este tipo de delitos todo se vulnera: la persistencia de la libertad de expresión, la fiscalización sobre el poder, el funcionamiento de los medios de comunicación, la confianza construida por la investigación periodística y hasta las fronteras del miedo. El mensaje de los criminales busca amedrentar y, sobre todo, hacer desistir a la mirada incisiva del periodismo.

En el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica “La palabra y el silencio. La violencia contra periodistas en Colombia, 1977-2015”, que reporta 152 asesinatos de periodistas por razón de su oficio, las circunstancias de los hechos son abrumadoramente coincidentes. Una de sus conclusiones es que las denuncias, en especial de corrupción, operan como un dispositivo muy poderoso que estimula el crimen de comunicadores a través de tenebrosas alianzas entre políticos corruptos y actores violentos.

Al observar las similitudes que atraviesan estos casos y el más de un centenar que se presentan en el mundo cada año, se encuentran, casi al pie de la letra, las constataciones que hace Marisol Cano en su texto, con las realidades que alarman a la opinión internacional. Basta entrecruzar las manifestaciones de violencia contra periodistas que sistematiza Cano con las causas que la favorecen, dos partes centrales de su texto, para ver con claridad la gravedad de las amenazas a las que han estado expuestos los periodistas en el pasado y en el presente.

Las fracturas de la democracia y la libertad de expresión

Porque el aporte de este libro no está solo en considerar juiciosamente las expresiones de la violencia, sino en analizar sus antecedentes y sus consecuencias, acercándose a ellas desde metodologías rigurosas y un potencial analítico indudable. De esa manera, un fenómeno complejo y con raíces multicausales, encubierto por la impunidad y todo tipo de estratagemas del poder, empieza a revelarse con mayor precisión.

Y aunque es terrible decirlo, este libro tiene una asombrosa actualidad. Es más, es posible que, aunque las manifestaciones violentas cambien poco de una orilla del mundo a la otra, los contextos que las están generando se estén esparciendo como pólvora por otras partes del planeta.

Las primeras las estudia concienzudamente la investigadora: asesinatos, amenazas, exilios, presiones jurídicas y económicas o autocensura son algunas de ellas. Los segundos tienen que ver con la profundización de la corrupción, la penetración social del crimen organizado, los conflictos bélicos, las maneras de actuar del autoritarismo y, sobre todo, las fracturas de la democracia tal como la entendíamos hasta hace apenas unas décadas.

Los casos de periodistas asesinados en Europa en un lapso muy breve lo confirman: todos estaban investigando hechos de corrupción en los que participaban políticos ubicados en los más altos cargos de sus Estados, vivían en sociedades con democracias en proceso de fortalecimiento o incluso con regímenes autoritarios consolidados, llevaban a cabo tareas de investigación y fiscalización y habían revelado en público redes criminales que actuaban con la complacencia de poderes reconocidos.

Lo que sucedía en la realidad lo leía simultáneamente, con una contundente veracidad, en las páginas de la investigación de Marisol Cano, quien escogió un camino original y poco explorado para analizar un tema decisivo: la violencia contra periodistas, observada desde diez organizaciones internacionales dedicadas a la promoción y salvaguarda de la libertad de expresión en el mundo.

Esta decisión es uno de los aportes de su libro. En efecto, la violencia contra periodistas se ha descrito y analizado habitualmente desde su realidad más inmediata, la de los hechos, pero casi nunca desde la perspectiva de estas organizaciones. Haber descentrado la mirada le ha permitido a la autora una aproximación rigurosa que no tiene los riesgos de un abordaje solamente de sucesos que casi siempre naufragan en medio de la más pavorosa impunidad.

Es, sin duda, el poder de la mirada oblicua. Lo aprendí cuando hace años leí Medusa y compañía, obra de Roger Callois en que habla de la diagonalidad que permite descifrar significados que no se verían de otra manera, ya sea en la configuración de las piedras (un arte milenario chino) o en la vida evanescente de las nubes.

Dos características del mundo globalizado son, por una parte, la aparición de una red de organizaciones internacionales que están dedicadas al seguimiento de las libertades civiles y los derechos humanos y, por otra, el desarrollo de un pensamiento sobre temas como la violencia contra periodistas, que se refleja en regulaciones, medidas de protección, políticas nacionales, sistemas de medición y una agenda cada vez más extensa de debates imprescindibles.

En otras palabras: el periodiSmo es un asunto que ya no solo atañe a los Estados nacionales, sino que preocupa, y mucho, a la comunidad internacional. Hay un efecto de cascada que hace que lo que sucede en un país tenga implicaciones en otros y que las lecciones aprendidas en una sociedad, incluso en las más aisladas, tenga muy pronto repercusiones en ámbitos distantes y diferentes. Esta especie de caída del dominó se explica porque el sistema de libertades, derechos y responsabilidades se ha vuelto universal, porque pertenecer a la escena internacional compromete cada vez más determinados comportamientos de carácter colectivo y porque hay responsabilidades que se perciben como una característica cada vez menos local y, por el contrario, cada vez más un asunto que concierne a la humanidad.

¿Puede el asesinato de un periodista como Khashoggi, provocar el rechazo, incluso en gobiernos como el de Trump, más allá de los nudos económicos que ligan a un gigante de la producción petrolera con un gigante necesitado de su consumo? ¿Se acude a la racionalización de los valores democráticos vulnerados como la frontera de lo que no es permisible internacionalmente, así se hagan todos los cálculos para no despertar la ira de los señores del reino del desierto?

Y aunque en nuestros días hay países que se rebelan contra las normas que atan a las uniones para reivindicar las decisiones locales del Brexit o la bandera del America First, así salten en añicos las antiguos enfoques de los tratados y las regulaciones del comercio mundial, aún persisten ganancias del ideal universal.

Hay problemas que en las últimas décadas han ascendido en esta agenda, aunque todos ellos están pasando por el ojo de un huracán del que aún no sabemos cómo saldrán: el cuidado del medio ambiente, las reivindicaciones de género, las expresiones religiosas, las libertades sexuales o los límites de la guerra y el armamentismo.

El periodismo y, sobre todo, el futuro del derecho a la información, de la libertad de expresión y del acceso a la información pública, están también en un periodo muy difícil y tenso. Las razones de esta preocupación se afianzan en el papel del periodismo en la vida de los ciudadanos y ciudadanas en tiempos en que los medios de comunicación son asediados por graves problemas económicos, los enfrentamientos con los viejos y los nuevos poderes y por vertiginosas transformaciones tecnológicas que se expanden por territorios que en el pasado le pertenecían al sistema mediático tradicional.

Suelo citar la frase que le escuché a Gabriel García Márquez en una reunión que teníamos de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano en la sede del Fondo de Cultura Económica en Ciudad de México: “Lo que pasa es que el mundo se le escapó al periodismo. Ahora lo que debemos es reiventarnos el mundo”. La fuga del mundo se está produciendo por los desagües más increíbles, ya sea por los canales en el pasado ortodoxos del comercio o por el declive pronunciado de los partidos políticos. Hasta hace poco era impensable que se transgredieran las regulaciones del comercio y aún más increíble que esa transgresión viniera del país más poderoso del mundo y que el liderazgo de las libertades comerciales las enarbolara China.

El derecho a la información que en años anteriores estaba muy concentrado en los medios de comunicación, se ha replanteado dramáticamente por la aparición de internet y el auge de las redes sociales. Si los medios de comunicación utilizaban editores, fact checking y otras estrategias para garantizar la calidad de la información, el flujo desbordado de las noticias falsas, las opiniones personales y los comentarios de odio transcurren por la red con una contundencia que hace temblar gobiernos, ganar elecciones y evitar críticas. También crece, como se señala en el libro, la cibervigilancia y los ataques tecnológicos sobre los medios y los periodistas.

Cada vez más aumenta la preocupación por la crisis de la democracia y los problemas de la libertad de expresión. Son frecuentes los enfrentamientos del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con los medios de comunicación, a los que califica de “enemigos del pueblo”, mentirosos, deshonestos y basura. Pero va más allá de los calificativos al expulsar o negar acreditaciones a representantes de medios que le son críticos, a los que califica como “partidos de la oposición” y al generar descalificaciones públicas agresivas de medios y periodistas.

Algo similar ocurre con Orbán en Hungría, Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Duterte en Filipinas, Putin en Rusia o Erdogan en Turquía. Pero, a su vez, los gobernantes constituyen una de las expresiones de lo que está pasando con la libertad de expresión en sociedades en las que se afianzan los populismos, se pierde la confianza social en las instituciones y se asientan las posturas autoritarias. La democracia de representación declina mientras que la democracia deliberativa se hace a un lado, urgida por el vértigo de una supuesta comunicación directa lograda por las redes sociales y el rechazo de toda forma de intermediación.

La crisis de la democracia, las fracturas de la libertad de expresión y la violencia contra periodistas están inexorablemente unidas.

En su libro, Marisol Cano explica los diferentes modelos de democracia desde la teorización de Christians, Glasser, McQuail, Nordenstreng y White, quienes afirman que “las sociedades establecen sus prácticas democráticas de acuerdo con sus circunstancias históricas y sus culturas políticas y esto supone unas determinadas demandas normativas para los medios y los periodistas”. Esto supone que los medios contribuyen a la marcha democrática de sus sociedades y que modelos diferentes de democracia –liberal-pluralista, elitista-administrativa, cívico-deliberativa o popular-directa– están relacionados con funciones específicas y prioritarias de los medios.

Pero la liebre salta cuando los autores se refieren al tercer nivel de análisis en el planteamiento analítico, el de los roles del periodismo. Confrontados cada uno de ellos desde lo que está ocurriendo con las democracias y los sistemas políticos en el mundo, empiezan a trastabillar porque las condiciones que determinan para su adecuado funcionamiento son precisamente las que se están deteriorando en algunos sistemas políticos contemporáneos: la confianza del público en los medios, que haya un sistema amplio de recolección de información y que la participación del periodismo en el debate democrático dependa de una libertad de prensa en el contexto de una esfera pública saludable.

La confianza, su decepción y los medios de comunicación

Vemos solamente la primera de esas condiciones. Uno de los consensos que se encuentran en las múltiples definiciones que existen de confianza es que esta sucede en escenarios de incertidumbre con escasa o excesiva información. Georg Simmel la define como un conocimiento inductivo débil y como un punto intermedio entre el conocimiento y la ignorancia.

La confianza se mueve así entre dos extremos: la ausencia de información y total incertidumbre o la información perfecta y completa certeza. En ambos extremos la confianza es innecesaria. La confianza necesita procesar y reducir la incertidumbre a partir de una información que no es total ni completa, lo que la acerca al riesgo y la distancia de la creencia. Cuanto mayor y mejor información se tenga, se tendrá mayor disponibilidad para confiar.

La relación de información y confianza es complementada por la representación social de la confianza que convirtió a los medios de comunicación en uno de los lugares donde la confianza en las instituciones, y aun en sí mismos, se valida o se impugna. Los medios de comunicación permiten formarnos expectativas respecto a las personas o cosas y confiar en ellas aún a riesgo de luego desilusionarnos. “Confiar es otorgarle un rol clave a la decepción”, escribe Niklas Luhmann.

La generación de confianza a partir de los medios ocupa la mayor parte de la literatura sobre las relaciones entre comunicación y confianza, ya sea por el incremento de su carácter institucional o por su condición de poder fáctico dentro del ejercicio de la democracia. Una alta proporción del reconocimiento social de las instituciones públicas, como de quienes detentan poder, depende de su representación mediática, así como del papel que sus mensajes tienen en la generación de configuraciones culturales específicas (pro o anticonfianza) que pueden predisponer hacia la sospecha y la desconfianza, la aceptación y la confianza.

El escándalo público, la divulgación de documentos secretos, la revelación de expedientes de procesos judiciales contra políticos, empresarios u otras figuras públicas y el seguimiento pormenorizado de actos de corrupción o de medidas arbitrarias de los gobernantes son solo una parte de los regímenes de representación mediática que inciden en la confianza de los ciudadanos. Por otra parte están las imágenes que construyen los medios sobre las instituciones, las intermediaciones que posibilitan entre los ciudadanos y las agencias del Estado o la reconstrucción de la memoria y la valoración pública de las acciones de las autoridades o de representantes de entidades privadas.

Los medios en sí mismos son instituciones que en algunos casos ocupan funciones que no les son propias, como administrar justicia, intervenir en las decisiones de gobierno o asumir ciertos procesos de intermediación pública.

Pero hay otras perspectivas de las relaciones entre confianza y medios. Una tiene que ver con la percepción sobre su propio funcionamiento en el contexto de la sociedad, y otra, con las estrategias explícitas que los medios adoptan para ganar confianza en la comunidad. En el Informe sobre la Democracia en América Latina del PNUD se habla de las tensiones entre los poderes fácticos y los poderes institucionales:

Existe amplio consenso entre los consultados en cuanto a que la gran influencia de los medios limita el poder de las instituciones políticas. En realidad, siempre tuvieron mucha influencia y los políticos intentaron servirse de ella. Lo nuevo, además de la mayor exposición del público a los medios, es que se ha salido de una época en la que estaban mayoritariamente vinculados a los partidos políticos y, en algunos casos, éstos ejercían cierto control sobre aquéllos; actualmente muchos medios se han independizado de las estructuras partidarias y han pasado a formar parte de grupos económicos no subordinados al poder político y con intereses muy diversificados.1

Pero la desconfianza no nace únicamente de la condición de poder fáctico de los medios, sino también del incumplimiento de su tarea informativa sobre todo en temas como la precisión y el rigor, la búsqueda de la verdad, el pluralismo o su independencia de las distintas formas del poder. Si los medios de comunicación intervienen en la generación de confianza de instituciones como el poder judicial, la policía, las administraciones locales o el Congreso, ellos mismos se convierten en objeto de confianza o desconfianza. La confianza es uno de los capitales fundamentales de los medios, como lo es también su credibilidad.

Una máquina analítica de orfebrería

Marisol Cano revisa cuidadosa y metódicamente la bibliografía, sobre todo anglosajona y continental, acerca de la libertad de expresión, la democracia y el periodismo. Una tradición que remite a fuentes originarias, como la famosa Aeropagítica de Milton, y que les conviene conocer a los lectores de su libro, que en su mayoría serán latinoamericanos. Ellos reconocerán de inmediato parte muy importante de los problemas que rodean al periodismo que se hace en la región y que, por supuesto, también tiene un conjunto de problemas específicos y un corpus de pensamiento original. Solo doy un ejemplo: el crimen organizado —y, particularmente, el narcotráfico—, es uno de los grandes desestabilizadores de los medios y el periodismo en nuestros países, además de ser generador de violencia contra los periodistas, con influencias y repercusiones sobre la construcción de la democracia y la opinión pública, desconocidas en Europa y en los Estados Unidos.

También hace un análisis del concepto de violencia y de sus dificultades de aprehensión, pero, sobre todo, de sus relaciones con el periodismo y la libertad de expresión. Pero es la entrada al acervo documental de las diez organizaciones internacionales de libertad de expresión (25 275 documentos publicados entre el 2000 y el 2012 de los que finalmente se escogieron 930) lo que muestra la magnitud metodológica y analítica del trabajo investigativo de Marisol Cano.

En efecto, el trabajo metodológico es como una pieza de orfebrería. No sobra ninguna variable, porque su selección ha sido consciente y detallada, y comprueba su potencia cuando el acervo documental pasa por este filtro que es, sin duda, una de las grandes contribuciones de su libro. Entonces es cuando se va revelando la visión del problema, con todas sus iridiscencias y relaciones. Lo que en la metodología eran descripciones particulares, ahora ofrece una mirada holística y de conjunto de un valor interpretativo y comprehensivo impresionante. El lector encontrará un cuadro tenebroso de los actos de violencia contra los periodistas en el mundo, que deja ver la crueldad, el ensañamiento, la vigilancia, el encarcelamiento o las presiones jurídicas en los sitios más disímiles del planeta. También, un paisaje oscuro de las causas, que surge de la máquina metodológica con una precisión que atormenta: la corrupción, las guerras, el crimen organizado, la fragilidad de los sistemas judiciales, la generación de miedo, la presencia de regímenes autoritarios y entornos altamente represivos. Todos los casos de violencia contra periodistas en Europa con que se inicia esta presentación tienen los tintes que se han revelado a través de mirada sobre las diez organizaciones internacionales de libertad de expresión.

La cartografía que resulta es aún más amplia e importante: en ella están los factores de riesgo que tiene los periodistas y los medios, los rostros de las víctimas, la procedencia de los victimarios, los contextos políticos de las violencias y las consecuencias que viven las sociedades.

Como si fuera poco, el análisis permite conocer el discurso sobre la libertad de expresión, sus formas de evaluación, las decisiones de las organizaciones para intervenir en determinados contextos, los procesos de protección de los periodistas y el perfil de las organizaciones.

Marisol Cano ha abierto una puerta que permite entrar al ancho mundo de la libertad de expresión. Lo ha hecho con una llave que cazó estrictamente con su cerradura. Una llave diferente e inusual, pero asombrosamente interesante, la de las organizaciones internacionales de la libertad de expresión. Lo que se percibe al dar el paso adelante al que estoy invitando a lectores y lectoras es una panorámica muy sugerente y rica con una gran cantidad de implicaciones. Los que lo hagan, encontrarán que, como en la caja de Pandora, les saltarán a la cara guerras y conflictos, violencias y desastres. Pero como sucede en el mito griego, pueden estar completamente seguros de que también encontrarán esperanza.

GERMÁN REY BELTRÁN

Facultad de Comunicación y Lenguaje

Pontificia Universidad Javeriana

 

1 La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas (Nueva York: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2004).

Presentación

La violencia contra los periodistas: ubicua, invisible y sistémica

A través de uno de nuestros estudiantes en la universidad, poco antes de escribir estas páginas tuve la oportunidad de conocer con cierto detalle la realidad del periodismo en Baluchistán, una región del centro sudasiático dividida administrativamente entre tres países: Paquistán, Afganistán e Irán, aunque con la mayoría de su territorio en Paquistán, donde Baluchistán es la mayor de sus provincias. La región posee una población, que principalmente pertenece a la etnia baloch y a un movimiento insurgente nacional que reclama la independencia de Baluchistán desde la misma creación de Pakistán, en 1947. Se trata de un territorio inmenso que además del movimiento insurgente contra el régimen de Kabul ha experimentado una creciente talibanización entre los miembros de la etnia pastún, que constituyen una minoría, pero cuya islamización radical se suma a la violencia sectaria entre seguidores de distintas versiones del islam en la región. Una región además de enorme importancia geoestratégica para los intereses británicos en su momento, cuyo actual caos es en parte (si no totalmente) herencia de estos, y donde la violencia pasa especialmente factura, una vez más, a los periodistas. En el Baluchistán paquistaní de 2018, ser periodista era una profesión de altísimo riesgo, atrapados entre los frentes —gobierno de Kabul, insurgencia y facciones violentas—, convertidos en objetivo directo e indirecto del conflicto, o mejor debería decir de la multiplicidad de conflictos de la región. Las amenazas de insurgentes y gobierno exigiendo y prohibiendo respectivamente la publicación de noticias relacionadas con la causa separatista hacía que los periodistas no tuvieran forma de escapar de la ira de unos u otros. Los atentados con bombas consecutivas, pero separadas por un estratégico tiempo calculado para aumentar el número de víctimas con la segunda explosión, habían matado a nueve periodistas entre 2007 y 2016, una cifra que debía sumarse a los 24 periodistas asesinados entre 2008 y 2014 en la región como consecuencia de atentados dirigidos específicamente contra ellos. Baluchistán, un conflicto prácticamente inexistente en los medios de comunicación de los países llamados occidentales, ilustra cuán extendida, invisible y sistémica llega a ser la violencia ejercida contra los periodistas más allá de los casos más conocidos, como Colombia, China, Rusia o Turquía —por mencionar solo algunos de los ejemplos de países con violencia contra los periodistas que aparecen más a menudo en los medios de comunicación—.

La violencia contra los periodistas es, efectivamente, una violencia ubicua, invisible y sistémica. Es ubicua porque, si bien en distintos grados, que van desde la coacción verbal hasta la violencia física y el asesinato, la violencia contra los periodistas está prácticamente presente en todas las regiones del mundo. Incluso en la Unión Europea, donde el ejercicio de la libertad de expresión es uno de los más protegidos comparativamente con otras regiones del mundo, la violencia contra los periodistas existe en todas y cada una de sus formas, incluido el asesinato. Más allá del ataque que acabó con la vida de buena parte de la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo en París, en 2015, en la Unión Europea la violencia local contra los periodistas también existe. Por poner solo algunos ejemplos recientes en el momento de escribir este texto, la reportera Daphne Caruana Galizia, principal investigadora de la corrupción política en Malta, murió en la explosión de una bomba lapa colocada en su coche a finales de 2017. Pocos meses después, Jan Kuciak y Maritna Kusnírova, dos jóvenes periodistas que investigaban la red de evasión fiscal de los oligarcas eslovacos, eran asesinados en su propia casa. En octubre de 2018 la periodista búlgara Victoria Marinova fue brutalmente asesinada mientras se encontraba investigando un importante caso de corrupción en Bulgaria. En Italia, miles de periodistas viven y trabajan amenazados por la mafia, cientos de ellos deben llevar protección policial. En el estado español, las intimidaciones y agresiones a periodistas por parte de la extrema derecha vuelven a estar a la orden del día. Por ejemplo, la agresión en 2017 a la directora de El Jueves, Maite Quílez, después de que la revista publicara una portada contra los neonazis, o la agresión al fotoperiodista catalán Jordi Borrás en 2018 por sus investigaciones sobre la extrema derecha. La deriva autoritaria en Polonia y Hungría en 2018 son otros casos con ataques a la libertad de expresión que incluyen intimidaciones y amenazas en diverso grado, pero con igual eficacia en su objetivo final: conseguir el silencio mediático de las voces independientes y disidentes incluso en una región como la Unión Europea. Por supuesto, los peores índices de violencia contra los periodistas se encuentran en países no democráticos, pero es revelador que las democracias tampoco escapen de ella.

La violencia contra los periodistas es también mayoritariamente invisible. A pesar de que se hable de ella en situaciones de emergencia o casos muy extremos —como es el de los conflictos bélicos—, si no formamos parte de la profesión o tenemos cercanía a ella, la mayoría de nosotros vive ignorando la muy variada tipología y recurrencia de la violencia contra la libertad de expresión en general y contra los periodistas en particular en el día a día. Desconocemos, por ejemplo, que no son los corresponsales de guerra la franja de periodistas en la que hay más asesinatos, sino en el periodismo local. Desconocemos la enorme impunidad con que se realizan y quedan la mayoría de estos crímenes. Desconocemos, en definitiva, la profundidad y alcance de una violencia que pretende precisamente esto, que la ignoremos. El trabajo de organizaciones como las que se incluyen en este libro, entre otras, está principalmente dirigido a visibilizar (y combatir) esta violencia.

Pero, ante todo, la violencia contra los periodistas es una violencia sistémica, estructural, porque está totalmente entrelazada y conectada con el sistema político-económico-social, o mejor dicho, con los fallos de este sistema: la corrupción, la guerra, la delincuencia organizada, el autoritarismo, la represión y las debilidades en general del Estado de derecho y la democracia. El periodismo silenciado es precisamente el periodismo más combativo con estos fallos, y aunque la violencia parece repuntar en momentos de escaladas bélicas, la violencia contra los periodistas forma parte estructural de la sociedad contemporánea, como lo demuestran las cifras. Según Naciones Unidas, entre 1992 y 2017 un total de 1.259 profesionales de los medios de comunicación fueron asesinados en el mundo, y estas cifras no incluyen otros actos de violencia contra periodistas como torturas, detenciones arbitrarias, secuestros, intimidación o acoso.

Lo anterior puede parecer una contradicción con respecto a una realidad también extendida: que los medios de comunicación no constituyen un cuarto o quinto poder, vigilantes de los poderosos con el objetivo de proteger a la democracia, como la narrativa liberal defiende. Pero no caigamos en el error de confundir el poder mediático con el periodismo. Si bien buena parte del periodismo real —el que ejerce de vigilante, el que invierte en periodismo de investigación, el que intenta mantener la independencia— no existe en los grandes grupos de comunicación y si bien es cierto que numerosos periodistas, o profesionales que se definen a sí mismos como tales, se dedican en realidad a otras cosas —espectáculo, sensacionalismo, propaganda—, no es menos cierto que el periodismo de verdad, el emancipador y vigilante, sigue existiendo. Bien sea en reductos supervivientes en algunas grandes empresas o, sobre todo, en los medios alternativos, la capacidad para hacer periodismo de verdad sigue intacta y la prueba de ello es el interés de corruptos, delincuentes, mafias y gobiernos autoritarios, entre otros, por acallar estas voces.

En este contexto, se comprende cuán importante es el estudio de la violencia contra los periodistas como el que ofrece este volumen, fruto de una tesis doctoral excelentemente documentada y que pretende además la unión de dos grandes fuerzas: por un lado, la experiencia de los propios periodistas, a través del análisis de las organizaciones que defienden su trabajo o, más en particular, sus vidas e integridad física y psicológica; y, por el otro, el rigor y la metodología científica de una tesis doctoral. Su autora lo sabe bien porque en ella convergen ambas experiencias, la profesional y la académica, y también la personal, por haber nacido, vivido y trabajado en Colombia, país en el que desde 1992 hasta 2017 se han registrado 51 asesinatos de periodistas, según el Comité de Protección de los Periodistas, de los cuales 40 han quedado impunes.

El trabajo que el lector tiene entre sus manos pretende aprovechar el enorme acerbo de conocimiento acumulado por las organizaciones de defensa de los periodistas para, uniendo sus esfuerzos al trabajo académico y sistematizador de la autora, conocer mejor el problema y poder abordarlo con mayor eficacia. Utilizar y comparar diez organizaciones internacionales de defensa de la libertad de expresión para ello, y hacerlo para más de una década, 2000-2012, se muestra, además de novedoso, útil y muy fructífero. El trabajo es extremadamente exhaustivo en cuanto a definir el problema —qué es la violencia contra los periodistas, quiénes la perpetúan, con qué fines, en qué contextos, cuáles son los factores de riesgo—, el perfil de las organizaciones estudiadas —sus valores y principios, sus actuaciones, sus métodos— y su contribución a la visibilización, monitorización y medición de la violencia contra los periodistas y la lucha contra la impunidad de esta violencia.

El análisis de los factores de riesgo y de aquellos que ejercen la violencia (perpetradores) es especialmente ilustrador: destacan, por un lado, la cobertura de guerras y conflictos, de protestas y disturbios civiles, las condiciones laborales y los entramados de relaciones de poder como principales causas de la violencia y, por el otro, los gobernantes, cuerpos oficiales, crimen organizado y grupos religiosos extremistas como principales perpetradores. Con su disección de la violencia contra los periodistas, la autora acaba ofreciendo una minuciosa panorámica de la economía política de la misma, de sus razones y motivos, de su porqué, y de la ideología dominante que sustenta esta guerra planetaria contra el periodismo.