©Tamara Acosta Zambra, Loreto del Pilar Aravena Soto, Paz Bascuñán Aylwin, Jenny Cavallo Faray, María Elena Swett Urquieta, 2020.

©de esta edición: Empresa Editora Zig-Zag, S.A., 2020.

ISBN edición impresa: 978-956-12-3495-6

ISBN edición digital: 978-956-12-3511-3

Inscripción 2020-A-8390.

edición: diciembre de 2020.

Ilustradora: Antonia Boza Wilson.

Diseño y diagramación:Mirela Tomicic Petric.

Edición:Alejandra Schmidt Urzúa.

©Fotografías páginas 6 y 8:Nacho Rojas.

©Fotografía página 10:Jenny Cavallo.

©Fotografía página 12:Carlos Saavedra.

©Fotografía página 14:Natalia Belmar.

Derechos exclusivos de edición reservados

por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.

Los Conquistadores 1700. Piso 10. Providencia.

Teléfono (56-2) 2810 7400.

E-mail: contacto@zigzag.cl | www.zigzag.cl

Santiago de Chile.

Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, porcualquier medio, sin la autorización por escrito de la editorial.

Diagramación digital: ebooks Patagonia

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info@ebookspatagonia.com

 

 

Paz Bascuñán es Trini Loreto Aravena es Luna

Jenny Cavallo es Clarita

Tamara Acosta es Milagros

Mane Swett es Julia

Extras

El día en que la semilla de la bendición fue depositada

¿Por dónde van los países bajos? Sobre pisos pélvicos y Dr. Kegel

Los hijos siempre dicen la verdad y a veces puta que duele

El infaltable y nunca bien ponderado chat de curso

¿Bullying a mi hije?

Ante la sola posibilidad de volver a casarte… ¡arranca!

Las mariguanzas que hay que hacer para masturbarse cuando tienes hijos

La verdad verdadera de las reuniones de apoderados

¿Por qué tienes tantos hijos? ¿Te sientes inútil?

Niños pegados a la pantalla… ¿cuántas neuronas pierden?

El día en que tu hijo te preguntó qué es sexo

Aprender a hacer caca con niños mirándote fijamente a los ojos

Si los niños te manipulan, ¿a las mamis les da pataleta?

 

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Onceavo mandamiento: Honra la tecnología como a ti misma

Mamás helicópteros, táctica y supervisión a toda prueba
Madres separadas, ¿tan necesaria es la figura paterna?
Parirás con dolor o bajo los efectos de la maravillosa epidural Y mientras, en el bosque, se pasea Blancanieves Los angelitos del arcángel o cómo terminamos en el St. Michael School Cuando todos opinan de tu rol de madre, WTF!

Ojos que no ven, corazón que no siente o ¡yo también tengo a otre! Dar leche con sangre, el maravilloso acto de amamantar

Fin de la cuarentena postparto... ¡Ahora, luz, cámara y acción!

Todos los mamíferos duermen con sus crías, ¿por qué nosotras no? ¿A quién se le habrá ocurrido la tonterita de la colación compartida? El día de la madre, del padre, Fiestas Patrias, Navidad...

¡Hasta cuándo! ¡Un respiro por favor!

Ahhh!!! Cómo no amar a la “extended familyMamis en Cuarentena o modo supervivencia

No hay vacantes para nuevas amistades... ni siquiera circunstanciales
Agradecimientos

Nuestras mamis vip

 

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que tuve en mi vida fue que iba a ser mamá. No solo lo sabía, tenía además claro que mi hija se llamaría Leonor, y aunque a mi hijo nunca lo nombré, hasta el día en que a mi marido le llegó su nombre al verlo en su primera ecografía, sabía tam-bién que ese niño iba a existir. Esta es la parte en que debo reconocer que con Trini compartimos varias cosas, la número uno, la pasión extrema por la maternidad.

Cuando era chica imaginaba a mis niños esperándome en algún lugar listos para bajar cuando yo estuvie-ra preparada para ser su madre (eso es más de Luna que de Tri-ni, pero así no más fue).

En mi vida no tengo registro de una sensación más intensamente plena que el día del nacimien-to de mis hijos. Mi capacidad de amar explotó y de la chica menudita emergió la leona im-batible dispuesta a todo por sus cachorros.

Mi existencia se ordenó, adqui-rió un sentido claro: protegerlos, enseñarles, amarlos, aprender a guiar sin imponer, enseñarles a reflexionar, a ponerse en el lugar del otro, a hablar con la verdad.

Ser mamá es lo que más disfruto en la vida. Cuento además con la fortuna de tener un partner, Miguel, que hace que la crianza de nuestros hijos goce de un delicioso equilibrio entre su mirada de asturiano pragmático y la mía de madre latina devota.

Mis niños van creciendo, y la mamá que habita en desde siempre va cre-ciendo con ellos y con todos los desafíos, regalos, desgarros, maravillas, pre-guntas, dulzuras, sorpresas, delicias y aprendizajes que implica ser madre. De ahí nace Trini, de mis ganas de mostrar desde el humor a esas mamás de tomo y lomo, que hacen del camino que les toca recorrer como madres, su cruzada de vida, con bandera, himno y uniforme incluido.

el día en que al fin me decidí. Llevaba mucho tiempo dudando, no encontraba el momento exacto, hasta que una buena amiga me dijo “nunca será el momento perfecto, lo importante es si quieres o no”. Ese día lo quise, ese mismo día me puse en campaña y estoy segura que esa misma noche me embaracé. Sentí el momento de la concepción del mismo modo en que mi madre lo había sentido al conce-birme treinta y un años atrás.

Tuve un embarazo tranquilo y un parto natural bellísimo, porque yo misma saqué a mi hija. Esa es mi mayor cercanía con Luna, mi lado animal, de cone-xión profunda con la naturaleza del ser humano. Cual mamífero, di a luz a mi cría un 10 de Julio.

Días después sería mi cumplea-ños número 32. Nadie me celebró. Debo admitir que la maternidad me golpeó el ego. Ahora había alguien más “importante” que yo y todo el mundo me lo hacía saber. Mi cum-pleaños pasó a segundo plano, igual que todas mis necesidades, desde co-mer a ir al baño. Ahora, antes de mí, siempre estaba Ema, mi pequeña hija.

Tuve un segundo golpe al ego en mi vida, mi marido me fue infiel. Llevaba 10 años de relación y me tocó decidir si mantenía la idea preconcebida de “familia feliz” y me quedaba con él a pesar de todo, por mi hija, por aparentar, por lo que socialmente era lo correcto. O pensaba en mí, en la mujer que quería ser, en qué ejemplo buscaba darle a Ema. ¿Repetiría acaso el patrón de mi madre y mi abuela al quedarme al lado de un hombre que no me amaba, solo por creer que no sería capaz de salir adelante sola? ¿O quería ser una madre segura de misma, realizada, sexual-mente satisfecha y feliz? Decidí romper el karma.

Soy como Luna cuando soy mujer antes que todo. Y creo en el amor, sobre todo en el propio. Decidí ser feliz. Fue difícil. Un proceso lento, pero lo logré. Porque con el tiempo aprendí a equilibrar todo, o al menos eso intento hacer cada día. Daría la vida por mi pequeña Ema, pero no me anulo por ella. Aprendí a darme espacio, a cuidarme, a regalonearme. Me permito salir, divertirme, viajar y entender, finalmente, que no hay fórmulas, que cada una descubre su camino, que NO existe la madre perfecta, que solo somos la mejor versión de nosotras mismas, y que se puede ser madre, sin dejar de ser mujer. Y que se puede ser feliz con la familia que uno escoja.

No me lo había planteado hasta que llegó un hombre a mi vidaque, seductora, y decididamente, ante mi total sorpresa, me lo propuso, y con el tiempo la idea empezó a madurar en mí, hasta que finalmente sentí el llamado. Llamado que tuvo que sonar bien fuerte para que finalmente le hiciera caso. Llamado con reloj en mano, recordándome que tanto tiempo más para pensarlo no tenía. Así que manos a la obra, y aquí estoy, soy mamá de Dante y Florencia.

Hay dos cosas que intuitivamente he tenido claras y que han sido mis guías en este proceso insospechado, hermoso y agotador de la crianza. La primera tiene que ver con la idea de que los padres somos una especie de anfitriones de nuestros hijos. Nosotros los invitamos a venir y, por tanto, somos los encar-gados de hacer todo lo necesario para que ellos estén bien, más allá de que en un futuro tengan que conseguir su propia terapia para reparar las torpezas que supongo inevitablemente ocurrirán, pero por lo menos esa es hoy, de todo co-razón, nuestra verdadera intención. Y la segunda me recuerda que esos adultos

que se desplegarán por el mundo ejerciendo roles y creando nuevas relacio-nes, serán, en gran medida, el resultado de lo que estamos criando ahora. Me entrego al instinto al momento de ejercer mi maternidad, pero orientada por estos dos grandes faroles.

En este camino, el cansancio y la culpa han sido también mis grandes compa-ñeros, así como los de Clarita. Es tanto el amor que siento por mis hijos, que a veces este sentimiento pasa por sobre para acariciar a mis niños deján-dome totalmente nocaut. Dante y Florencia, así como todos los niños peque-ños, son flexibles, moldeables, influenciables y soberanos. Me fascina e inquieta la posibilidad de influir tanto en la construcción de un ser humano. Cuando escucho sus opiniones, ideas y comentarios, me emociono al ver cómo han tomado parte de nosotros en la configuración de su ser. Me estimula tanto saber que podemos aportar concretamente al mundo transmitiendo valores y vi-siones respetuosas y pluralistas.

Amor, amor y más amor. Esa ha sido también mi guía. Nunca leí libros, compendios, tutoriales de nada. Nunca seguí los consejos. Solo me encargue de acallar el ruido para poder escuchar bien hacia dónde me dirigía el ins-tinto. Y hacia allá voy. Y por este mismo camino avanza también Clarita, asegurando los cimientos del corazón en la formación de sus niños y también de los míos. Como mamá una puede errar en todo, pero con el amor no. Con eso una no se equivoca. Así que para el futuro me parece lindo, fundamental y liberador, pensar y sentir, como dice Clarita, que tengo tanto, tanto, tanto amor para darle a mis niños, aunque me cueste todo lo demás.

mi personaje, pero creo en ellos. Tengo uno. Cuando junto a mi pareja decidimos que queríamos ser padres, la naturaleza, el destino o como lo quieran llamar, nos dijo otra cosa: “ustedes no pueden tener hijos de forma natural”. O sea, después de más de 10 años de relación y con todo lo que me había costado decidirme, supe que, en principio, no iba a tener a nadie que me dijera “mamá”. Y ahí fue cuando comenzó el milagro. Primero, porque me atreví a intentar un embarazo artificial, y segundo, por la maravillosa manera en que la vida, pase lo que pase, se abre paso.

Recuerdo nítidamente todo el tratamiento in vitro, los nervios, los miedos, el que te llamaran para decirte que había cinco óvulos fecundados en un labora-torio: “cinco posibles hijas o hijos míos en un refrigerador”, simplemente me sonaba a ciencia ficción.