Vol. 1

HISTORIA
EMPRESARIAL DE
BARRANQUILLA
(1880-1980)




Jesús Ferro Bayona
Octavio Ibarra Consuegra
Eduardo Gómez Araujo
(Editores)

Milton Zambrano Pérez
Dagoberto Páramo Morales
Margarita Contreras Cuentas
Eduardo Gómez Araujo
Roberto González Arana
Julián Andrés Lázaro Montes
Jesús Ferro Bayona



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Contaportada
 
 

Autores

MILTON ZAMBRANO PÉREZ. Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios doctorales en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Es profesor de la Universidad del Atlántico (Colombia). Ha publicado ensayos de historia en revistas nacionales y extranjeras, y en 1998 publicó Desarrollo del empresariado en Barranquilla, 1880-1945, una obra de referencia acerca de la historiografía de los empresarios en esta ciudad del Caribe colombiano.

DAGOBERTO PÁRAMO MORALES. Doctor en Ciencias Económicas y Sociales con mención de Gestión de Empresas de la Universidad de Génova (Suiza). Magíster en Administración de Empresas de la Universidad de Tulane (USA) y en Administración y Gestión de Empresas de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Licenciado en Mercadotecnia de la Escuela Superior de Mercadotecnia. Es profesor-investigador de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte (Colombia), donde imparte las asignaturas de Cultura del Consumo y Mezcla de Mercadeo. Ha publicado varios libros y artículos en revistas nacionales e internacionales sobre las tiendas de barrio y el comercio minorista.

MARGARITA CONTRERAS CUENTAS. Doctoranda en Administración y magíster en Administración de Empresas de la Universidad del Norte (Colombia). Especialista en Revisoría Fiscal y Contador Público de la Universidad Libre (Colombia). Miembro del Grupo de Investigaciones en Marketing (GIM) de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte (Colombia). Asesora empresarial en las áreas de marketing y administración.

ROBERTO GONZÁLEZ ARANA. Ph.D en Historia, profesor titular del Departamento de Historia y Ciencias Sociales, Universidad del Norte (Colombia). Investigador del grupo Memorias del Caribe, director del Instituto de Altos Estudios sociales y Culturales de América Latina y el Caribe de la Universidad del Norte. Sus áreas de investigación son historia contemporánea de América Latina, política exterior colombiana e historia política y social de Colombia.

JULIÁN ANDRÉS LÁZARO MONTES. Historiador de la Universidad del Atlántico (Colombia). Magíster en Ciencias Históricas de la Universidad Rey Juan Carlos (España). Doctorando de la Universidad Pablo de Olavide (España).

 
 

Editores/Autores

JESÚS FERRO BAYONA. Estudió Letras y Lenguas Clásicas, y posteriormente Filosofía, en la Universidad Javeriana (Colombia) en la década de los años de 1960. De 1970 a 1973, en la Universidad de Lyon, fue alumno de Henri Maldiney, destacado representante de la Fenomenología en Francia, quien dirigió su tesis de máster en Filosofía. Se graduó de máster en Teología en el Instituto Sèvres de París; fue alumno del historiador e intelectual Michel de Certeau, con quien se formó en la investigación histórica. También en París, realizó estudios doctorales en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Sorbona. Ha desarrollado una constante labor académica e intelectual y ha publicado varios libros sobre filosofía, cultura y educación. Por más de 30 años ha sido rector de la Universidad del Norte (Colombia).

OCTAVIO IBARRA CONSUEGRA. Doctor y Master in Management de Hull University (United Kingdom). Administrador de Empresas, Especialista en Mercadeo y Magíster en Administración de Empresas de la Universidad del Norte (Colombia). Actualmente es el Decano de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte. Sus áreas de investigación son marketing, branding y retail management. Es miembro de Deans Across Frontiers Steering Committe (EDAF) de la European Foundation for Management Development (EFMD) y de la Microeconomics of Competitiveness Network de Harvard University (USA).

EDUARDO GÓMEZ ARAUJO. Doctor y magíster en Creación y Gestión de Empresas de la Universidad Autónoma de Barcelona (España), con pregrado en Historia de la Universidad del Atlántico (Colombia). Es profesor-investigador de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte (Colombia), donde imparte las asignaturas de Emprendimiento e Historia Empresarial y, además, es director del proyecto Historia empresarial de Barranquilla y el Caribe colombiano (siglos XIX y XX) y hace parte del equipo de la Global Entrepreneurship Monitor Colombia. Sus áreas de investigación se concentran en los temas de emprendimiento y desarrollo territorial, jóvenes emprendedores, e historia empresarial del Caribe colombiano.

 
 

INTRODUCCIÓN

Durante muchos años hemos sido testigos del auge económico y el desarrollo empresarial de la región Caribe y particularmente de Barranquilla. Un auge que si bien es el reflejo del crecimiento económico de nuestro país, también es el resultado de una marcada vocación emprendedora de los ciudadanos que se han lanzado a la difícil pero muy grata misión de crear empresas, apoyados o no por el Estado.

Sin embargo, faltan aún estudios que recojan esas experiencias y las del pasado lejano empresarial de Barranquilla, que faciliten una mejor comprensión del rol de esta urbe en el desarrollo empresarial de Colombia. Barranquilla, desde sus inicios, ha sido forjadora de muchas empresas exitosas, muchas de las cuales han quedado inscritas en la historia nacional.

Ante el reto de seguir contribuyendo a la formación de las nuevas generaciones, llenar algunos vacíos historiográficos y hacer un aporte para el aumento de los trabajos de historia económica y empresarial de Barranquilla, se decidió emprender este proyecto editorial que busca identificar los orígenes y algunas de las etapas del desarrollo de esta ciudad, a partir de algunos casos empresariales exitosos que abarcan un universo bastante amplio, pues se tienen en cuenta sociedades formadas sobre todo en el siglo XX, e instituciones populares conocidas con el nombre de tiendas.

Este proyecto está inspirado en la necesidad de conocer mucho mejor a Barranquilla y a la región Caribe, no sólo para determinar los contornos de su pasado sino para poder contribuir a la implementación de políticas de desarrollo bien fundadas en los conocimientos históricos.

Este proyecto editorial también hace parte de la estrategia de la Escuela de Negocios de la Universidad del Norte, que busca estimular las investigaciones y las publicaciones de historia empresarial de sus docentes y de los investigadores invitados para nutrir el proceso formativo de los estudiantes y mejorar la calidad de la enseñanza que se imparte en este centro universitario.

El libro que el lector tiene en sus manos es el primero de una serie que recogerá los resultados de investigaciones en curso sobre iniciativas empresariales, contexto citadino para la economía, empresarios y otros asuntos que se tratarán en el marco de una línea de historia económica y empresarial que viene estructurando la Escuela de Negocios.

Este primer tomo abarca un período decisivo que va de 1880 a 1980. El primer capítulo, “La historia empresarial: problemas teóricos y metodológicos”, es un ensayo del historiador económico Milton Zambrano Pérez, quien establece qué es la historia empresarial en el marco de la historia económica, analiza algunos modelos teóricos definidos internacionalmente sobre las empresas y los empresarios, y plantea algunos parámetros para abordar la historia empresarial en Barranquilla y el Caribe.

El segundo capítulo, “El puerto fluvial de Barranquilla, 1880-1936”, de autoría de Milton Zambrano Pérez, es un esfuerzo de contextualización acerca de los cambios que sufrió Barranquilla al convertirse en el principal puerto fluvial para el comercio exterior colombiano a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Este es un ejercicio muy útil porque permite entender por qué y cómo la ciudad cumplió ese rol, ligada a los caños y al río Magdalena, y llena un vacío historiográfico debido a que, hasta ahora, ningún historiador económico se había ocupado de explicar con detalle dónde se desarrolló el puerto fluvial y por qué ese hecho se produjo en el llamado Caño de Las Compañías y no en otro sitio. Además, la investigación es esclarecedora pues explica cómo el desarrollo del puerto está ligado a los intereses e iniciativas empresariales y al papel del Estado en aquellos tiempos tan decisivos de la historia de Barranquilla.

“Las tiendas de barrio en Barranquilla (1870-1945)” es el título del tercer capítulo, escrito por Dagoberto Páramo Morales y Margarita Contreras Cuentas. Se trata de un estudio que contiene una indagación sobre un grupo de empresas familiares y de pequeñas sociedades a menudo soslayado por la historia empresarial. Ese conjunto de tiendas de barrio que entrelazan redes de distribuidores al detal, consumidores al menudeo y familias de inmigrantes del interior del país y hasta del exterior, merecía desde hace tiempo la atención de los historiadores empresariales. Por esta razón, el esfuerzo de los investigadores permite no sólo llenar un vacío historiográfico sino entregar un trabajo pionero en esa materia de las tiendas de barrio de la ciudad.

Eduardo Gómez Araujo y Roberto González Arana, en el cuarto capítulo, estudian una de las empresas cerveceras más representativas de los comienzos de la industrialización de la ciudad. Esta sociedad fue muy emblemática no sólo porque expresó el auge económico de Barranquilla ocurrido desde finales del siglo XIX sino porque después se convirtió en una de las iniciativas empresariales más exitosas de la región Caribe y de todo el país. El título del capítulo es “Cervecería Águila: “Sin igual y siempre igual””, parafraseando un famoso lema creado para vender aquella cerveza.

En el quinto capítulo –“Scadta: el viejo anhelo de conquistar el cielo”– Julián Lázaro Montes hace su aporte sobre otra empresa fundamental en la historia barranquillera, dedicada al transporte aéreo. Esta sociedad coaligó la capacidad de emprendimiento, la experiencia y los capitales de empresarios nacionales y extranjeros en una iniciativa que le entregó al país la primera compañía de navegación aérea. El esfuerzo de Lázaro Montes se concentra en mostrar los hilos internacionales que permiten la formación de la Scadta, y destaca el rol de los empresarios alemanes y su caída en desgracia hacia la Segunda Guerra Mundial.

Jesús Ferro Bayona cierra la obra con el sexto capítulo, un esclarecedor trabajo sobre las relaciones del empresariado local y la creación de la Universidad del Norte. Es claro que esta Universidad nació para contribuir con el proceso de formación de nuevos líderes empresariales, de individuos preparados para asumir el liderazgo administrativo y político en las empresas privadas y estatales. En cierto modo, la Universidad del Norte representa el fruto de la iniciativa y la capacidad de emprendimiento de un grupo de empresarios destacados que quisieron construir un nicho para la enseñanza, la investigación y el conocimiento que no sólo le sirviera a Barranquilla sino a la región Caribe y al país.

La Universidad del Norte y su Escuela de Negocios se complacen en poner a disposición del mundo académico, de estudiantes y profesores preocupados por el presente y el futuro de esta ciudad, y de la comunidad en general, esta obra que busca ampliar el bagaje de la historia empresarial y los conocimientos históricos sobre Barranquilla y el Caribe colombiano.

JESÚS FERRO BAYONA
OCTAVIO IBARRA CONSUEGRA
EDUARDO GÓMEZ ARAUJO
(Editores)

Historia empresarial de Barranquilla (1880-1980) / ed., Jesús Ferro Bayona, Octavio Ibarra Consuegra, Eduardo Gómez Araujo ; Milton Zambrano Pérez … [et al.]. Barranquilla, Col. : Editorial Universidad del Norte, 2014.

286 p. ; il. ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas (p. [247]-267)

ISBN 978-958-741-514-8 (Impreso)

ISBN 978-958-741-515-5 (PDF)

ISBN 978-958-741-516-2 (ePub)

1. Empresas--Barranquilla (Colombia)--Historia--Siglo XX. 2. Barranquilla (Colombia)--XX. 3. Barranquilla (Colombia)--Condiciones económicas--Siglo XX. 4. Cervecería Águila--Historia. 5. Scadta--Historia. 6. Universidad del Norte--Historia. I. Ibarra Consuegra, Octavio. II. Gómez Araujo, Eduardo. III. Zambrano Pérez, Milton. IV. Páramo Morales, Dagoberto. V. Contreras Cuentas, Margarita. VI. González Arana, Roberto. VII. Lázaro Montes, Julián Andrés. VIII. Ferro Bayona, Jesús. IX Tít.

(338.0961 H673 ed. 23) (CO-BrUNB)

Universidad del Norte

www.uninorte.edu.co
Km 5, vía a Puerto Colombia
A.A. 1569, Barranquilla (Colombia)

© 2014, Editorial Universidad del Norte
Jesús Ferro Bayona, Octavio Ibarra Consuegra, Eduardo Gómez Araujo, Milton Zambrano Pérez, Dagoberto Páramo Morales, Margarita Contreras Cuentas, Roberto González Arana y Julián Andrés Lázaro Montes.

Coordinación editorial
Zoila Sotomayor O.

Diseño de portada
Jorge Arenas

Diseño y diagramación
Álvaro Carrillo Barraza

Corrección de textos
María Guerrero

Homologación digital
Munir Kharfan de los Reyes

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Epígrafe Ltda.
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Hecho en Colombia

Made in Colombia

 

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Parte I.
Barranquilla
y su vocación histórica como urbe:
puerto, comercio e industria

 
 

 

 
1

LA HISTORIA EMPRESARIAL:
PROBLEMAS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS

MILTON ZAMBRANO PÉREZ

1. Introducción

En las últimas décadas ha aparecido a nivel internacional una apreciable producción intelectual relacionada con la historia empresarial. En esa tarea, a los países anglosajones se les han unido, de manera particular, muchos otros de Latinoamérica[1] y Europa. Esta historiografía específica se nutre de los estudios de historia económica más generales y de los modelos teóricos que sobre el empresario y la empresa se elaboraron a nivel internacional, tanto en el campo de la economía como de la historia económica.

Este ensayo tiene como objeto dar cuenta de la relación inextricable que existe entre economía e historia en el plano de lo que hoy se conoce como historia económica y como historia empresarial, resaltando la importancia de los modelos teóricos que se han producido para comprender la función del empresario y de la empresa en un país o región.

Desde este punto de vista, se analiza el papel de los modelos construidos por los economistas y los historiadores para explicar la importancia del empresariado y de las empresas en el desarrollo económico. Siempre es necesario que los trabajos empíricos que se aborden para comprender la evolución histórica de los empresarios y de las empresas a nivel local o regional estén dotados de una buena base teórica. Esto es válido para cualquier país o región y, por lo tanto, es también muy importante para un escenario como el de Barranquilla y su entorno.

Otro objetivo de este trabajo consiste en llamar la atención sobre la relevancia de esos supuestos teóricos, sintetizándolos para que puedan ser utilizados en las investigaciones de historia empresarial en Barranquilla y la región Caribe. No está de más anotar que esos aportes internacionales son decisivos en la elaboración de los estudios microhistóricos locales de historia económica y empresarial[2].

2. La historia económica

La historia económica es la rama de la historiografía que se ocupa de estudiar las actividades económicas, como la producción, el intercambio y el consumo, entre otras, y, además, todo lo que se conecta con esos procesos, como las formas de propiedad, la tecnología, etcétera. No existe consenso entre los historiadores acerca del objeto de estudio de esa rama, pero sí hay acuerdo en que busca esclarecer los asuntos económicos en la perspectiva del tiempo.

La historia económica investiga las estructuras y las coyunturas económicas y, desde esa perspectiva, lo que Braudel denomina los problemas de la larga duración histórica[3]. Los asuntos de la mediana y la corta duración también hacen parte de su objeto de estudio, tales como las coyunturas de crisis, de movimiento de los precios, entre otros.

La historia económica también enfoca lo macro, como es el caso de las estructuras productivas de un país o el desarrollo del comercio en una nación dada o a nivel internacional en un periodo específico. Sobre esa base, elabora modelos interpretativos globales, tales como capitalismo comercial, capitalismo industrial, economía feudal y esclavista, verbigracia.

Así mismo, trabaja problemas de menor escala, algunos de los cuales caen en el campo de la microhistoria y se conectan o no con los esquemas de la microeconomía neoclásica. Los asuntos relacionados con el empresario y con las empresas normalmente se procesan con una escala microhistórica, aunque se tengan en cuenta tópicos del contexto para comprenderlos mejor.

La historia económica ha recibido el influjo de diversas corrientes ideológicas o de pensamiento económico, pero sus impulsos más importantes en el siglo XX provinieron del marxismo y del grupo de Annales[4]. En el caso del marxismo, por el interés de desentrañar los mecanismos económicos a los cuales este sector considera decisivos en el desarrollo histórico. Y en cuanto a Annales, por la importancia que este grupo le atribuye a los andamiajes estructurales, a lo económico como parte de la sociedad total.

Para algunos, la historia económica surge con la Revolución Industrial, con la expansión del capitalismo y de la economía política clásica. Su desarrollo se asoció a la percepción de los problemas económicos del pasado y no necesariamente a situaciones del presente. A principios del siglo XIX, los temas socioeconómicos impulsaron a los economistas a integrar en sus investigaciones una perspectiva histórica; así ocurrió en Inglaterra y Alemania[5].

A principios del siglo XX, la historia económica adquiere su estatus de rama relativamente independiente de la historiografía. Pero su nombre quizás apareció hacia finales del siglo XIX en la obra de Inama-Slernergg, quien estudiaba el medioevo. A partir de esos tiempos se adopta poco a poco esa denominación. Sin embargo, la consolidación como disciplina específica sólo se produce entre las dos grandes guerras del siglo XX. Ese hecho está unido a la aparición de abundante material factual, de profundas compilaciones, y a los aportes de autores como Sombart, Weber, Pirenne, y de los historiadores de Annales y del marxismo[6].

Max Weber aportó una interpretación sociológica de la economía en general, ayudando a evitar el divorcio entre la historia y la economía. También incidió mucho en la comprensión de la influencia de los aspectos psicológicos en los procesos económicos, lo cual fue visto por algunos como una crítica al determinismo económico. Esta dimensión novedosa construida por Weber le abrió nuevas posibilidades al desarrollo de la historia económica[7].

Annales influyó decisivamente en la evolución de la historia económica al delinear y desarrollar nuevos métodos (geografía histórica, demografía histórica, estadística histórica, etcétera) y al ampliar el universo de problemas tratados. Los historiadores de ese grupo no sólo se ocuparon de asuntos europeos sino de otros continentes, como América[8].

Por su objeto, métodos, técnicas y teorías, la historia económica hace parte de la disciplina histórica pero con ramificaciones y conexiones con la ciencia económica. Debido al tipo de estudios que deben abordar, los historiadores económicos se ven empujados a manejar la teoría y los métodos de la economía, lo cual enriquece el caudal de recursos de la historia y hace que sus resultados investigativos sean interesantes para los economistas puros[9].

Los objetivos de investigación de la economía y de la historia económica siempre se cruzan, por cuanto la primera investiga las regularidades y acontecimientos que integran las actividades económicas (y analiza los métodos, teorías o técnicas utilizados para comprenderlos), en tanto que la segunda indaga sobre lo mismo, pero utilizando la perspectiva del tiempo al enfocarse en las sociedades del pasado. Precisamente por esta última característica se considera que son dos disciplinas distintas y que la historia económica hace parte de la historia, aunque se nutra de la economía[10].

A pesar de esa proximidad, entre los especialistas se valora más la importancia de la teoría económica para la historia económica que la trascendencia de esta última en la labor de los economistas. Esto en parte se debe al hecho de que la economía se concentra más en el presente y en lo predictivo que en el pasado, lo cual predetermina el tipo de formación en las carreras universitarias y en los posgrados. El economista desconoce las habilidades del historiador en el manejo de fuentes y en el uso del tiempo, por ejemplo, porque se le enseña que debe ocuparse prioritariamente de problemas contemporáneos.

Sin embargo, en muchos aspectos los objetivos de investigación de la historia económica son los mismos que los de la economía, pues también inquiere sobre los elementos económicos de las actividades humanas. La historia económica es la ciencia que investiga los fenómenos económicos de la sociedad humana en la perspectiva del tiempo. Su interés se centra en buscar y establecer las regularidades económicas y los factores que las provocan o transforman, y en analizar los efectos previsibles e imprevisibles que provocan en la sociedad.

Para algunos autores, el objeto de estudio de la historia económica es el desarrollo económico, entendido como el crecimiento de la productividad y de la renta per cápita de los países, incluidos los cambios que esto trae consigo. Pero esta visión en algunos enfoques (como el neoclásico) suele dejar por fuera al empresario como factor de producción especial, por lo cual no se analiza su rol en el cambio económico ni las formas que emplea para participar en la economía en los múltiples tiempos y lugares. De hecho, al concentrarse en el sistema de precios, la teoría neoclásica (en algunas de sus versiones) soslayó lo concerniente a la organización de la producción y, por tanto, dejó por fuera al empresario y a la empresa como elementos activos en la asignación y en el intercambio de recursos[11].

3. La historia empresarial

La historia empresarial hace parte de la historia económica. Su conformación es un reconocimiento al papel que han cumplido a lo largo de la historia la empresa y el empresario como factores en la organización y desenvolvimiento de la economía. Su objeto de estudio completa el objeto de estudio de la historia económica, introduciendo la escala microhistórica centrada en la actividad empresarial, al analizar el papel económico de individuos, grupos e instituciones.

A nivel internacional, dos de las vertientes más importantes de la historia empresarial son la historia de empresas y la biografía de empresarios. La primera se ocupa de las organizaciones empresariales, de su estructura, estrategias de funcionamiento y de los resultados conseguidos. La biografía empresarial se concentra en los emprendedores que huelen las oportunidades con el fin de lograr ganancias o beneficios[12].

Dos peligros que es pertinente evitar cuando se aborda la historia empresarial son convertir a la empresa y al empresario en ídolos para cantarles loas o, por el contrario, demonizarlos como agentes del mal en las sociedades capitalistas. La importancia de las funciones empresariales dentro de la economía justifica su estudio desapasionado y riguroso. Además, la mejor manera de conocer un país es penetrando en todas sus facetas, sin dejar zonas ocultas por razones ideológicas, políticas o de otro tipo.

La empresa es un concepto aún en proceso de definición por cuanto existen autores que la conciben de manera amplia, tanto desde el punto de vista histórico como en el plano de sus actividades. Para algunos, la empresa como tal proviene de épocas remotas, en tanto que otros expertos la conectan con el surgimiento del capitalismo industrial. En tal sentido, hay historiadores económicos que la conceptualizan como empresa industrial capitalista, vale decir, circunscrita a la economía productiva industrial; por el contrario, otros extienden su radio de acción a los renglones no productivos, como el comercio, la banca o los demás que componen el sector de los servicios.

Ciertos investigadores ligan el concepto a las tareas agropecuarias. Así, en Colombia algunos historiadores se refieren a los ganaderos, hacendados y a los comerciantes de ganado como empresarios, analizando sus actividades en los siglos XIX y XX. Esto quiere decir que no restringen el concepto a la economía industrial urbana, sino que lo amplían a la esfera agropecuaria y no productiva[13].

Carlo M. Cipolla asocia la empresa con el surgimiento de las compañías medievales aparecidas en Europa tan temprano como en el siglo XII. Sostiene Cipolla que en las ciudades marineras (caso Venecia) se estaba desarrollando un tipo de sociedad que diluía el riesgo de los inversores y facilitaba las inversiones en el comercio ultramarino y en otras actividades.

Esas sociedades abandonaron pronto el ámbito familiar para darle paso a portadores de capital distintos a los familiares. Tal fenómeno operó inicialmente en Italia, pero luego impactó en las compañías de la Hansa germánica, ya en los siglos XIV, XV y XVI. Rápidamente, las naciones del Mar del Norte se colocaron a la cabeza de esa organización empresarial, sobre todo los Países Bajos septentrionales.

En Inglaterra, Holanda, Francia y Escandinavia evolucionó una red de compañías de comercio que operaban como sociedades anónimas, estimuladas por el comercio ultramarino. En ese ambiente fueron fundadas la Compañía Oriental (1579), la Compañía de Levante (1581), y en 1600 se fundó la Compañía de las Indias Orientales, que fue decisiva para acrecentar el imperio inglés en la India[14].

Según Cipolla, lo que facilitó la captación de los ahorros de muchas personas en la actividad empresarial de los comerciantes fue un “sentido de la honradez” y un “sentido de pertenencia a una comunidad integrada”, los cuales operaron como elementos cohesionadores. Entre los factores institucionales y legales que facilitaron ese desarrollo económico estuvieron las legislaciones civil y criminal que regulaban las actividades mercantiles. Utilizando los aportes de Weber, este autor capta y describe la importancia de los elementos ideológicos y psicológicos en los procesos económicos[15].

Varios historiadores relacionan el surgimiento y evolución de las empresas y de los empresarios con las monarquías y el surgimiento de los Estados modernos. Un nicho de desarrollo empresarial fue el de los mercaderes que se ocupaban en conseguir las armas y el abastecimiento para los ejércitos reales, por ello son concebidos como parte de la génesis del empresariado contemporáneo. Tales entrepreneurs eran vistos como un grupo diferente, al menos en Francia. El concepto de empresario para calificar a estos emprendedores se generalizó en la época de Richelieu y de Luis XIV, extendiéndose luego a la Europa central que estaba bajo la influencia francesa[16].

El ascenso del comercio ultramarino y el avance de las actividades empresariales jalonadas por la expansión colonial, incrementaron el prestigio del empresario inglés y europeo, que era visto como sinónimo de esfuerzo, audacia e innovación. Estas son las cualidades que destacó a principios del siglo XX el economista austriaco Joseph Schumpeter como distintivas del empresariado, mostrando el lado amable de lo que para los marxistas no era otra cosa que capitalistas explotadores[17].

El espíritu emprendedor del empresario y su faceta codiciosa aparecen ya con nitidez antes del surgimiento del capitalismo industrial, como consecuencia de la Revolución Industrial en Inglaterra. Este fenómeno existía desde los inicios de la Época Moderna, al actuar los empresarios en interés del Estado y al beneficiarse de sus contratos. Su actividad abarcaba los suministros para la guerra, para las cortes, el préstamo de dinero, el cobro de impuestos y contribuciones y las manufacturas subvencionadas por el gobierno, entre otras oportunidades.

Esos empresarios eran un poco distintos de los mercaderes de la Edad Media y de los creadores de fábricas de la etapa industrial, sobre todo por sus estrechos nexos con el Estado. Esa cercanía a los monarcas los trasladó desde la insignificancia hasta la élite del poder, lo cual les ayudó a amasar inmensas fortunas; pero, paradójicamente, también los colocó en una situación dependiente y frágil, cuando se produjo la caída de los reyes que los sostenían.

Un caso típico de esta clase de empresariado fueron los Fugger. En los tiempos de esa empresa alemana, la usura y las relaciones con la monarquía sobrepasaban a la guerra y al papel de los créditos como actividad económica. Esa familia de tejedores de Augsburgo aprovechó la oportunidad de una asociación comercial con la rama imperial romano-germánica de la familia de los Habsburgo. Federico III encargó a los Fugger en 1473 vestir con ropas finas a todo su séquito. Ahí se inició el ascenso de esta casa, el cual fue catapultado por la entrega de las minas de plata del Tirol, las minas de cobre de Thurzó y por unos privilegios reales que le permitían realizar la explotación minera y acuñar monedas.

Mediante los créditos al Estado y el negocio de las regalías mineras, los Fugger lograron amasar una riqueza que les permitió extenderse por España, Italia, Francia, los Países Bajos y Portugal. Habían empezado como una empresa con fundamentos feudales que se desarrolló en el mercado capitalista, copando múltiples actividades. Es claro que las labores de los Fugger crecieron al amparo de los negocios del Estado y de los créditos para la guerra. Su auge dependió de la fortaleza del imperio de los Habsburgo; por eso, la quiebra del Estado español en 1577 también se llevó al abismo a la casa Fugger[18].

Muchos empresarios modernos fueron comerciantes o artesanos en sus inicios. Los comerciantes dominaron en las compañías más exitosas debido a que contaban con más capital y con relaciones en los mercados. Pero la integración entre Estado y empresarios provocó la participación de burócratas, oficiales del rey y hasta miembros de la nobleza en las actividades de las empresas. Los grupos cercanos a la corte ayudaron a concretar muchos negocios porque de eso obtenían beneficios.

Las alianzas entre los comerciantes, los empresarios de las manufacturas y el Estado podían verse como un signo de su fuerza y como el resultado del aprovechamiento de una oportunidad. En las condiciones de la época, el monopolio y la subvención estatal otorgaban una oportunidad de oro para la expansión económica. La conexión entre las empresas y el Estado fue la consecuencia de los requerimientos de la guerra y de la producción en masa[19].

Lo que se ha intentado mostrar hasta aquí es que ni la empresa ni el empresario aparecen con el advenimiento del capitalismo industrial de la segunda mitad del siglo XVIII, sino que sus orígenes se remontan a tiempos anteriores[20]. La evidencia histórica también permite demostrar que los empresarios y sus empresas ingresan en la historia mezclando elementos del capitalismo comercial en desarrollo con formas precapitalistas relacionadas con una organización monárquica o feudal de la sociedad y con la economía productiva, lo que hace insuficientes algunos modelos que dividen la historia en etapas sin líneas de continuidad[21].

Por lo demás, es notable el hecho de que las empresas y los empresarios se muevan en un rango de actividades bastante amplio, determinado por la necesidad de maximizar sus ganancias o rentas o por eludir o suprimir los riesgos. Esta es la base de la intensa diversificación que caracteriza sus actividades, tanto en el precapitalismo como en el capitalismo industrial[22].

De eso se infiere que es complicado reducir el concepto empresa a la capitalista industrial, por cuanto su desarrollo y su actualidad indican que hubo (y hay) sociedades en las ramas productivas e improductivas de la economía; es decir, empresas urbanas, agrarias, industriales, comerciales, bancarias, etcétera. Partiendo de esta realidad, el concepto empresario también trasciende el plano de las industrias y puede aplicarse a aquellos capitalistas u hombres de empresa que incursionan en el sector de los servicios[23].

Las empresas y los empresarios han sido actores fundamentales de la vida económica de la sociedad. Por lo tanto, su estudio científico es completamente válido dentro de la historia económica. Ninguna consideración ideológica o política puede negar esa tarea, siempre y cuando se eviten las ópticas apologéticas o acríticas. Es decir, no se trata de enfocar el asunto como si se tratara de héroes o villanos sino de estudiarlo con la idea de comprender los mecanismos del funcionamiento económico de la sociedad y las peculiaridades de una región o país.

El análisis de las empresas y de los empresarios puede arrojar luces acerca de las características de la innovación y el emprendimiento y sobre los rasgos culturales que predeterminan los patrones para invertir, diversificar o para aprovechar las oportunidades y manejar el riesgo. Así mismo, sobre su papel en la coordinación e integración de los flujos de los bienes y servicios. De igual modo, acerca de la evolución de las jerarquías gerenciales y sobre el manejo de la empresa capitalista personal y familiar.

Las conclusiones teorizadas por Weber sobre la importancia de lo ideológico o cultural en el desarrollo económico podrían servir para comprender el comportamiento del empresario o de las familias empresariales y su proceso formativo. Así mismo, se puede tener en cuenta su origen socioeconómico, el rol de la educación, de las experiencias nacionales o internacionales para comprender más profundamente la dinámica empresarial[24].

Para el caso específico de América Latina y de Colombia, no se puede perder de vista la influencia de las grandes corrientes de pensamiento económico en el modelamiento de los análisis de la economía general, de las empresas y del empresariado. El liberalismo económico, el marxismo, el keynesianismo, el estructuralismo y la teoría de la dependencia, entre otras, han definido los contornos de la explicación de los historiadores económicos (o de los economistas que incursionan en la historia).

Sin embargo, la especificidad de la empresa y del empresario reclama el uso de teorías explicativas más concretas, sobre todo al tener en cuenta las condiciones especiales de los países, de las regiones y de las localidades. A pesar de esto, en Latinoamérica los estudios sobre empresas y empresarios aún se insertan en el amplio universo de la historia económica, sin que pueda asegurarse que hayan alcanzado un desarrollo independiente notable[25].

Desde el punto de vista teórico y metodológico, la historia empresarial tiene también importancia en la comprensión del proceso formativo de la clase obrera, puesto que el desarrollo de la empresa y del empresariado está directamente unido a la formación y transformación de esa clase. A pesar de esto, el enfoque de la historia empresarial prescinde del estudio de los trabajadores, el cual se aborda desde otro ángulo.

Como lo sugiere Carlos Dávila, las investigaciones de historia empresarial en Colombia podrían tomar en consideración los desempeños del empresariado en relación con el riesgo, la innovación, el cálculo económico, la diversificación, las condiciones culturales y sociales en que actúan, su educación, las estructuras de las empresas, la ideología empresarial y las conexiones entre las organizaciones empresariales y el Estado, entre otros tópicos[26].

La historia empresarial es la parte de la historia económica especializada en investigar las empresas y el empresariado, aportando siempre la óptica del tiempo[27]. El universo teórico que la ha nutrido es bastante amplio e integra a casi todas las corrientes de pensamiento económico, incluido el marxismo, que plantea sus conclusiones desde un ángulo muy crítico cuando se refiere a la economía capitalista.

4. Las teorías sobre el empresario

Algunos economistas han construido modelos muy interesantes para entender a la empresa y al empresario. El francés Jean-Baptiste Say aportó una concepción de la labor empresarial que perduró hasta el siglo XX. Según Say, el empresario es el más importante agente de la producción, ya que es quien promueve su movimiento. Así mismo, efectúa el papel de mediador entre los diversos agentes que aportan factores, realizando la combinación de estos en la producción de bienes. De igual modo, ejecuta otra función económica primordial al fijar la relación más conveniente entre los medios utilizados y el producto final, para lo cual emplea su experiencia y el juicio empresarial. A Say se le critica que no pensó el papel del empresario en condiciones dinámicas (como Schumpeter, por ejemplo) sino en situaciones de equilibrio (estáticas), lo cual no le permitió desarrollar mejor su análisis[28].

La teoría de Schumpeter destaca la importancia del empresario como factor de cambio o desequilibrio. El empresario es el principal protagonista del desenvolvimiento económico, debido a que es capaz de poner en juego innovaciones que lo dinamizan. Las innovaciones están en la base del desarrollo y adoptan las siguientes formas: 1) la introducción de un bien nuevo o una nueva cualidad de este; 2) la puesta en juego de novedosos métodos de producción; 3) la apertura de otros mercados, creando posibilidades para fuentes alternativas de aprovisionamiento de materias primas o de bienes intermedios; y 4) la creación de nuevas organizaciones empresariales.

La función del empresario individual como agente de cambio se ve hoy relativizada o disminuida por el surgimiento de la gran empresa capitalista moderna (los famosos grupos, monopolios o conglomerados), que originó la profesionalización y despersonalización del proceso innovador, por lo cual esta función empresarial tiende a diluirse o a integrarse a actividades más estandarizadas[29].

A pesar de las críticas, la teoría schumpeteriana ha sido la de mayor trascendencia durante el siglo XX, influyendo en las investigaciones sobre el empresariado especialmente en el mundo anglosajón. Dicha teoría sirvió para hacer avanzar los conocimientos acerca del empresario y, también, para desarrollar enfoques apologéticos con respecto a la tarea empresarial en algunos países (caso de los Estados Unidos con la llamada Business History).

Schumpeter pensaba al empresario de una manera general, amplia, recogiendo en su visión los enfoques tradicionales; pero, así mismo, lo dotó de unas características singulares determinadas por la innovación y por su papel en el uso de los recursos económicos. Expresa este economista que:

Denominamos empresarios (…), no solamente a aquellos hombres de negocios ‘independientes’ de una economía de cambio a quienes se designa así usualmente, sino a todos los que realicen de hecho la función por la cual definimos el concepto, aun si son ‘dependientes’, o empleados de una compañía, como directores, miembros del consejo de administración, etcétera (cosa que se está convirtiendo en una regla general), si su poder real de actuar como empresario tiene otro fundamento, como el de disponer de una mayoría de acciones. Como lo que caracteriza al empresario es precisamente el llevar a cabo nuevas combinaciones no es necesario que tenga conexiones permanentes con una empresa individual: muchos ‘financieros’, ‘promotores’, etc. no las tienen y, sin embargo, pueden ser empresarios en el sentido que damos a la palabra. Por otro lado, nuestro concepto es más limitado que el tradicional, por no incluir a todos los gerentes, consejeros o industriales que se limiten a poder explotar negocios establecidos, sino sólo aquellos que en realidad realizan esa función. Con todo, considero que la definición señalada más arriba no hace sino formular con más precisión lo que realmente quiere indicar la doctrina tradicional. En primer lugar, nuestra definición coincide con la usual por distinguir al ‘empresario’ de los ‘capitalistas’, sin tener en cuenta si se considera a los últimos como propietarios de dinero, o de bienes materiales. Esta distinción se acepta hoy generalmente, y ha sido ya aceptada desde hace bastante tiempo. Resuelve también la cuestión sobre si el accionista como tal es empresario, elimina el concepto del empresario como persona que soporte riesgos[30].

Schumpeter aclara que el riesgo lo corren siempre los dueños de los medios de producción o del capital monetario pagado por ellos, pero no los empresarios que estén por fuera de ese juego. Un accionista podría ser empresario y hasta dispone del poder de fungir como empresario debido a la cantidad de acciones que posee, pero nunca es un empresario por sí mismo, sino un inversionista que se expone a unas pérdidas determinadas y por eso recibe una ganancia.

En su definición del empresario, Schumpeter liga el concepto no sólo con la idea de la innovación (al realizar combinaciones nuevas de los medios productivos) sino con categorías como ‘iniciativa’, ‘autoridad’ o ‘previsión’, las cuales le sirven para separarlo de los otros agentes o participantes en la empresa, como los gerentes o los accionistas. El eje de su concepto no es únicamente la propiedad sino la continua innovación o el papel renovador del empresario en función de las combinaciones novedosas.

Sin embargo, hace la salvedad de que, antiguamente, el empresario podía ejercer funciones que ahora están separadas como consecuencia de la división del trabajo en las empresas grandes. Observa que en esas condiciones el empresario era también capitalista y hacía, además, las veces de técnico experto, en tanto no se requiriera de un profesional específico para casos excepcionales. Así mismo, solía ser su propio agente de compras y ventas, el gerente de la empresa y, en ocasiones, hasta su propio abogado. A pesar de todo, el empresario se caracterizó, aun en este contexto, por ejecutar acciones estratégicas tendientes a relanzar la empresa, posicionándola sobre la base de la innovación y de la combinación novedosa de los factores productivos[31].

Este modelo reconocido por el propio Schumpeter (en el que el empresario es un montón de cosas a la vez) es el que más se adapta al caso de Barranquilla en el período comprendido entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, donde se produjo el despegue capitalista de la ciudad bajo el estímulo de su función portuaria.

Este economista insiste en que sólo es empresario aquel que está en capacidad de efectuar nuevas combinaciones; cuando desaparece esta facultad, desaparece también la condición de empresario. A menudo esa función se extingue una vez se pone en marcha el negocio, porque se entra en la rutina y se empieza a hacer lo que los demás hacen con sus compañías. Por esta razón, es raro que un individuo retenga durante toda su vida el carácter de empresario[32].

Eso es así porque el concepto empresario está ligado a la capacidad de innovación. Para Schumpeter, el empresario es básicamente un innovador que combina de manera especial los factores productivos, creando nuevas formas de producir, nuevos productos, nuevos modos de comercializar, etcétera. Cuando desaparece esa condición innovadora, automáticamente desaparece el empresario. ¿No es demasiado coyunturalista este enfoque? De hecho lo es; en esta teoría, la condición de empresario es fugaz, momentánea, lo cual contraría la idea muy admitida de que empresario es quien organiza o dirige empresas, independientemente de su rol innovador.

Schumpeter separa también la condición de empresario del de la clase social, la cual es más estable. Sostiene que ser empresario no es una profesión ni tampoco un estado perdurable. Pero la función social llevará al empresario y a su familia a una “situación de clase favorecida”, sin convertirse propiamente en una clase debido a su inestabilidad, a su carácter efímero. No importa que ayude a formar un estilo de vida en determinada época, ni que estructure su propio sistema de valores morales o estéticos…a pesar de esto, jamás se configurará como una clase ni supondrá una posición de clase especial. Escribe Schumpeter:

Y la posición de clase que pudiera alcanzarse no sería de empresario como tal, sino que se caracterizaría como la de terrateniente o capitalista, según la forma en que se emplearan los rendimientos de la empresa. La herencia del resultado pecuniario o de las cualidades personales puede mantener la posición de empresario por más de una generación, haciendo más fácil para los descendientes las empresas subsiguientes, pero la función misma del empresario no se hereda, como aparece claramente de la historia de las familias de los grandes dirigentes industriales[33].

Para Schumpeter, el empresario es alguien distinto a la media social; representa un tipo especial de conducta económica por cuanto el desarrollo de nuevas combinaciones es también una función singular llevada a cabo por un reducido grupo de hombres. Precisamente por este rasgo importante es que el empresario rompe con la tendencia al equilibrio de la economía, otorgándole a la misma un elemento fundamental de dinamismo[34].

El papel del empresario es fundamental en el modelo schumpeteriano; este le ayuda a confrontar la visión estática de la economía de origen neoclásico y a explicar el cambio dentro del sistema capitalista. Según Schumpeter, los empresarios son siempre innovadores y, como tales, agentes de primera línea del desarrollo socioeconómico[35].

Schumpeter y otros autores han analizado a los empresarios desde una perspectiva multidisciplinar, es decir, desde el ángulo de la economía, la historia, la sociología, la psicología, entre otras disciplinas[36]. Con las precauciones teóricas que siempre es pertinente tener en cuenta, tales visiones pueden ser útiles para estudiar regiones o países marcados por el atraso relativo con respecto al capitalismo central en diversas épocas, o asuntos relacionados con el rol de los empresarios en el desarrollo económico, así como las dificultades culturales, sociales y económicas que entorpecen o niegan las tareas empresariales.

Frank H. Knight, economista norteamericano, hizo también importantes aportes para comprender la función de los empresarios. La concepción de Knight sobre el empresario no es tan coyunturalista como la de Schumpeter, pues le atribuye a este unos roles más perdurables en el tiempo. Knight opina que el papel más importante del empresario consiste en asegurar las rentas de los factores de producción asumiendo el riesgo de la sostenibilidad económica de la empresa, por lo cual se aparta de la visión de Schumpeter.

El empresario tiene costos ciertos e ingresos inciertos, lo cual lo somete siempre a una incertidumbre en el manejo de su negocio. El riesgo asumido por el empresario (técnico: ligado a que los productos se elaboren en las condiciones previstas; riesgo económico: que los ingresos estén por debajo de los costos) es el que condiciona la incertidumbre en el sistema y el que justifica los beneficios.