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ÍNDICE

Christoph Strosetzki

Prefacio

Mechthild Albert

La autoridad de la Antigüedad en la novela corta del Siglo de Oro

Paloma Bravo

La autoridad de Tácito en la literatura aforística en torno a 1600: el caso de Antonio Pérez

Susan Byrne

Las repúblicas platónica, aristotélica y cervantina a la luz del corregidor Castillo de Bobadilla

Françoise Crémoux

Autoridad de san Agustín en la escritura del relato de milagros (siglos XVI y XVII)

Jaume Garau

La autoridad de los clásicos en la obra no filológica de Bartolomé Jiménez Patón

Clara Marías Martínez

La autoridad de Horacio y Séneca en la epístola poética del Renacimiento: Maestros de felicidad

Michael Scholz-Hänsel

Felipe II y el estilo clásico de Vitruvio en el Escorial

Artem Serebrennikov

La autoridad de la retórica clásica en Don Quijote

Jesús M. Usunáriz

Tácito, los tacitistas y la política exterior española

Sobre los autores

Serie Autoridad y Poder, 4
Editores de la serie: Ignacio Arellano, Pierre Civil, Christoph Strosetzki
y Edwin Williamson

 

 

Reservados todos los derechos

© Iberoamericana, 2014
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97

© Vervuert, 2014
Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43

info@iberoamericanalibros.com
www.ibero-americana.net

ISBN 978-84-8489-813-9 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-360-9 (Vervuert)
eISBN 978-3-95487-801-7

Depósito Legal: M-12717-2014

Cubierta: Carlos Zamora
Impreso en España

Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

PREFACIO

Tras la celebración de varios coloquios1 sobre el tema de la Autoridad y poder bajo diferentes perspectivas, compartidas por Ignacio Arellano (Pamplona), Pierre Civil (París), Christoph Strosetzki (Münster) y Edwin Williamson (Oxford), el Schloss Mickeln de la ciudad de Düsseldorf (Alemania) acogió durante los días 29 de noviembre y 2 de diciembre de 2012 la celebración de unas nuevas jornadas dedicadas a La autoridad de la Antigüedad durante los siglos XVI y XVII.

Las nueve contribuciones de investigadores internacionales recogidas en este volumen presentan varias perspectivas en el campo de la investigación filológica enfocando el tema desde diferentes disciplinas tales como la filosofía, la política, la teología o la historia del arte.

En este sentido, y en primer lugar, Mechthild Albert propone aclarar los aspectos de ficcionalización y literarización de los contenidos epistemológicos que aparecen en las novelas cortas del Siglo de Oro, con especial énfasis en la obra narrativo-miscelánea de Aulio Gelio las Noches Áticas, las Noches de invierno de Antonio Eslava y las Novelas a Marcia Leonarda de Lope de Vega, ya que la difusión de determinados saberes humanísticos a través de la novela corta forma parte de un cambio epistemológico y social muy creciente durante el periodo áureo.

Por su parte, Paloma Bravo reflexiona acerca de las alusiones y referencias a Cornelio Tácito que con tanta abundancia aparecen en los escritores españoles del siglo XVII. Tácito representa para autores como Baltasar Álamos de Barrientos, Eugenio de Narbona o Antonio Pérez, una fuente inagotable de enseñanzas, pero también un modelo al que imitar para aquellos que pretendieron construir la política como ciencia. Para ello, se valieron del aforismo como método de adquisición y de transmisión del saber hacer político.

En tercer lugar, Susan Byrne examina y repasa los estudios de debates y comentarios que a lo largo de los siglos XVI y XVII existieron acerca de los diálogos platónicos, con especial interés en las obras de Cervantes, específicamente en cuanto al diálogo De república se refiere, conocido como un texto de filosofía política y a la vez moral. De esta manera, la voz político-moral de Cervantes es una parte importante de su tejer creativo y en muchas ocasiones toma estos conceptos del mundo dialógico-filosófico de Platón y del entorno jurídico de su época. Así, Cervantes descarta con ironía la interpretación negativa y positivista por parte de los políticos y corregidores contemporáneos, y los apropia como piezas básicas en su mundo creativo.

En el siguiente trabajo de Françoise Crémoux se analiza la autoridad de san Agustín como autoridad máxima en materia teológica del milagro ya que durante los siglos XVI y XVII, España fue una gran productora y consumidora —en términos actuales— de relatos milagrosos, bajo forma manuscrita e impresa, pero también bajo forma de pliegos sueltos. Así, en la literatura milagrosa española de los siglos XVI y XVII la referencia a san Agustín desempeña una función de vinculación de los milagros contemporáneos con el texto transcendente.

En el quinto trabajo de este volumen, Jaume Garau estudia con detalle cómo el estudio permanente del humanista, sujeto al seguimiento de las creencias religiosas, se traduce en la obra no filológica del gramático y humanista Bartolomé Jiménez Patón en el afán de cristianización de los autores clásicos. Por medio del análisis del elemento costumbrista en obras ejemplares como los Comentarios de erudición y El virtuoso discreto, el filólogo revela la intención moralizadora de Patón en la España de la Contrarreforma, un empeño que se refleja incluso en sus comentarios de orden gramatical.

En el siguiente trabajo de Clara Marías se detalla la autoridad de Horacio y Séneca en el Renacimiento como modelos de conducta y maestros de felicidad a través de sus epístolas. Para ello, compara la presentación del “yo epistolar” en el poeta y el filósofo latino con la que aparece en quince epístolas en verso hispánicas, así como las estrategias para transmitir consejos morales y su eficacia. Finalmente, se analiza la imitación o contradicción de ciertos consejos sobre la felicidad por parte de los poetas renacentistas respecto a los modelos clásicos.

El siguiente trabajo de Michael Scholz-Hänsel ofrece algunas claves para comprender el valor de El Escorial a través de la historia del arte. Así, intenta demostrar que esta edificación, inspirada en el estilo clásico que Felipe II impuso en todos los géneros —especialmente en Vitruvio—, no es posible concebirla sin su herencia romana.

Por su parte, en el trabajo de Artem Serebrennikov se reflexiona sobre la autoridad de la retórica clásica en Don Quijote. El autor parte de la naturaleza paradójica de la retórica renacentista —que se basa en los conceptos de autoridad y poder—, sujeta tanto a la veneración como a la reprobación de los autores clásicos. Valiéndose de los estudios de Mijaíl Bajtín sobre los discursos presentes en la novela, Serebrennikov cuestiona el carácter afirmativo o subversivo del poder retórico en los dos discursos sobresalientes de don Quijote.

Finalmente, en el último capítulo de este volumen, Jesús M. Usunáriz intenta arrojar algo de luz sobre un tema hasta ahora poco tratado: el verdadero influjo del historiador Cornelio Tácito en los principios rectores de la política exterior española de los siglos XVI y XVII. Analizando también otras fuentes tacitistas como Maquiavelo, el autor revisa los conceptos de dos intelectuales tacitistas de generaciones distintas, Álamos de Barrientos y Alfonso Lancina; y compara y contrapone los principios básicos de la corriente tacitista con los de sus opositores para dilucidar la trascendencia de su contribución a la política española.

Antes de finalizar, queremos dar las gracias a Christina Münder Estellés por su colaboración en la revisión de los diferentes capítulos de este volumen.

Christoph Strosetzki
Münster

 

1.La primera publicación de estas jornadas se puede consultar en Ignacio Arellano, Christoph Strosetzki, Edwin Williamson (eds.), Autoridad y poder en el Siglo de Oro, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert 2009 (BAH 62).

LA AUTORIDAD DE LA ANTIGÜEDAD EN LA NOVELA CORTA DEL SIGLO DE ORO

Mechthild Albert
Rheinische Friedrich-Wilhelms-Universität Bonn

Desde principios del siglo XVII, la novela corta, lectura amena muy popular, constituye un género que pone de manifiesto, de manera a la vez ejemplar y controvertida, la autoridad de la Antigüedad. A este respecto conviene recordar, por ejemplo, la concepción poetológica que Lope de Vega expresa en sus Novelas a Marcia Leonarda. Según él, el novelista, ‘hombre científico’, debe disponer de una ‘oficina’, o sea, de un archivo enciclopédico del cual sacar datos eruditos, curiosos e instructivos que sirvan para entretener a sus lectores, instruyéndoles:

en este género de escritura ha de haber una oficina de cuanto se viniera a la pluma, sin disgusto de los oídos aunque lo sea de los preceptos [i.e. estéticos]. Porque ya de cosas altas, ya de humildes, ya de episodios y paréntesis, ya de historias, ya de fábulas, ya de reprehensiones y ejemplos, ya de versos y lugares de autores, pienso valerme para que ni sea tan grave el estilo que canse a los que no saben, ni tan desnudo de algún arte que le remitan al polvo los que entienden1.

A través de estas afirmaciones que definen la novela como género híbrido, comprometido con el imperativo del prodesse et delectare, Lope relaciona la narrativa breve con la erudición humanista. De esta manera, la novela corta llega a situarse en la órbita de las misceláneas que divulgan los saberes humanísticos heredados de la Antigüedad. En efecto, no pocas novelas —sean breves o largas— atestiguan el enorme interés enciclopédico, que las épocas posteriores ya no entienden ni aprecian. Rechazan la carga enciclopédica de estos textos literarios como ‘estorboso bagaje de erudición impertinente’ y la desprecian como fenómeno de ‘degeneración’2. Más recientemente, en cambio, a partir de la década de los 80, algunos críticos se han aplicado en explicar y legitimar este fenómeno en su contexto cultural3; a ellos volveré más adelante. Últimamente, el estudio de Ann Blair, Too much to know. Managing Scholarly Information before the Modern Age, de 20104, ha arrojado nueva luz sobre la difusión (post-) humanística de un saber que se había ido acumulando desde la Antigüedad. Al enfocar el problema de la gestión del saber, no solo excusa el ‘copiar y pegar’ literario5, sino que también ofrece nuevos criterios para la valoración de la literatura entre narrativa y miscelánea. Desde este nuevo punto de partida se podría volver a considerar la hipótesis planteada por José Enrique Laplana Gil, según la cual las misceláneas habrían evolucionado, del Renacimiento al Barroco, en el sentido de una «ficcionalización y literarización de los contenidos epistemológicos», en concreto, «de la erudición vulgarizada de la Silva a los entretenimientos literarios de los Cigarrales»6.

Con el presente artículo nos proponemos contribuir a elucidar algunos aspectos de esta ‘literarización de los contenidos epistemológicos’. Tal como se presenta en la novela corta, este proceso implica la selección de un canon así como una valoración de los autores clásicos mencionados, cuya autoridad no siempre queda intacta. Además, los saberes son adaptados al público lector —un público de masas, en gran parte femenino— mediante unos recursos retóricos idóneos, entre los cuales destaca una oralidad fingida. La difusión de determinados saberes humanísticos a través de la novela corta forma parte de un cambio epistemológico y social. Según la fórmula ‘saber es poder’7, los saberes adquiridos a través de la lectura de novelas dan prestigio social y funcionan como elemento de ‘distinción’ —en el sentido de Bourdieu— para las nuevas élites urbanas.

A partir de estas hipótesis vamos a centrarnos primero en la obra clásica que sirve de referencia paradigmática para este tipo de obras narrativo-misceláneas, a saber, las Noches áticas de Aulo Gelio. En una segunda parte, más amplia, quisiéramos analizar con más detalle el tratamiento intertextual de las autoridades clásicas en dos obras características como son las Noches de invierno, de Antonio de Eslava, de 1609, así como las Novelas a Marcia Leonarda, de Lope de Vega, redactadas a mediados de los años 1620.

AULO GELIO COMO AUTORIDAD

El siglo XVI constituye «un momento dorado de la lectura de Aulo Gelio no solo en España sino también en Europa»8. Así lo afirma Francisco García Jurado en un reciente artículo, alegando para ello dos motivos esenciales: por una parte, la primera edición crítica de las Noches áticas establecida por Henri Estienne (París 1585, 2ª ed. Ginebra 1609) y, por otra, «el salto cualitativo de la miscelánea al ensayo» relacionado con el nombre de Michel de Montaigne9. Pero más allá de la obra original, el pensamiento —y la fama— de Aulo Gelio se difunden en España ante todo a través de autores como Antonio de Guevara, Pedro Mexía o Cristóbal de Villalón, a partir de cuyas misceláneas se puede reunir una verdadera ‘antología’ geliana. Este conjunto de referencias a Aulo Gelio —considerado sea como «filósofo», sea como «historiador»10— ofrece un amplio abanico de temas que abarca aforismos y máximas, idearios de filósofos griegos y romanos, datos históricos de la Antigüedad así como cuestiones lingüísticas y médicas hasta «sucesos relativos a hechos extraordinarios, al destino y fenómenos naturales»11.

En el siglo XVII, el prestigio de Aulo Gelio va disminuyendo, pues el número de referencias a su obra baja de 220 casos en 34 documentos en el siglo XVI, a 67 casos en 28 documentos en el siglo XVII12. Sin embargo, algunos de estos 67 casos resultan bastante reveladores para el género literario que aquí nos interesa, a saber, la novela corta de carácter —más o menos— misceláneo. Ya a mediados del siglo XVI Cristóbal de Villalón menciona a Aulo Gelio, Giovanni Boccaccio y Poggio Bracciolini como modelos poetológicos de su Crotalón (1553-1556) por la agradable mezcla de enseñanza y entretenimiento. Según el ejemplo de ellos, afirma Villalón, «procuré darles manera de doctrinal abscondida y solapada debajo de façiçias, fábulas, novelas y donaires»13. Medio siglo más tarde Agustín de Rojas, Antonio Eslava y Tirso de Molina apelan a la autoridad de Aulo Gelio para subrayar el planteamiento didáctico de sus propias obras narrativas, entre eruditas y amenas. En este sentido, Agustín de Rojas, autor de El Viaje entretenido, comienza su «Prólogo al letor» como sigue:

Dice Aulo Gelio en el libro de Las noches de Atenas que por eso fueron los pasados tan tenidos porque había pocos que enseñasen y muchos que desprendiesen. Al contrario se ve en el tiempo presente que hay muchos que enseñan y no hay ninguno que aprenda, porque todos pensamos que sabemos más para poder ser maestros que para humillarnos a ser discípulos; y antes nos inclinamos a dar pareceres que a admitir consejos, a censurar lo ajeno que a enmendar lo propio14.

Evidentemente, esta y otras referencias a Aulo Gelio —tanto explícitas como implícitas— no provienen directamente de esta fuente, sino del Relox de príncipes y de las Epístolas familiares de Antonio de Guevara —o «por mil sitios distintos»15—. De hecho, como subraya Francisco García Jurado, «[c]onviene superar el concepto de ‘fuente’»16 a la hora de estudiar la autoridad de la Antigüedad en este tipo de textos híbridos y misceláneos.

En Antonio de Eslava, la referencia a Aulo Gelio es constitutiva para su obra Noches de invierno a través del título, pues «ese mismo título nos lleva […] a la tradición de las compilaciones eruditas y misceláneas al estilo de las Noches Áticas»17. Si bien es verdad que el mismo autor no menciona explícitamente a Gelio, ya la mera referencia intertextual a «las noches» es señal suficiente, cuando dice en el «Prólogo al discreto lector»: «como mis Diálogos son de noches, […] salen a escuras […] y amanecen a las puertas de tu entendimiento para que los ampares»18. Pues, como muy acertadamente destaca García Jurado, todo el campo semántico de noche, vigilia y elucubración implica un eco de las Noches áticas, adquiriendo «verdadero carácter metaliterario»19 gracias a Pedro Mexía (Proemio a la Silva de varia lección). En este contexto resulta sumamente revelador el soneto de Miguel de Hureta en alabanza al autor de las Noches de invierno: «‘Eslava es aquel que enciende aquesta llama, / Eslava es el que da a las noches lumbre / y gusto al alma, y entretiene al tiempo / con coloquios discretos y curiosos’. / Esto canta la fama de su cumbre, / y en ver de noches tanto pasatiempo / los días andan dellas envidiosos»20. Más explícito es el soneto que Juan de Eslava, «racionero de la catedral de Valladolid», dedica a su hermano Antonio: «Que ya en las noches por su ausencia frígidas / Eslava da más luz que la Latonica / con sus Noches escritas en diálogos. / Y en trágicas historias y muy rígidas / con lengua aristotélica y platónica / imita a otro Gelio en sus Catálogos»21. Saber si «las Noches Áticas se encontraran en su biblioteca de Sangüesa o al menos en la de su hermano Juan en Valladolid»22 es una cuestión tal vez secundaria, frente a la referencia en sí, paradigmática y constitutiva de un determinado género literario. A este respecto cabe añadir un último testimonio, el de Tirso de Molina23 que comenta, en un momento de sus Cigarrales de Toledo:

Las tardes se les hacían cortas, ya por las apacibles conversaciones en que, sirviendo los ingenios diferentes platos al entendimiento sustentaban las almas, ya en juegos pacíficos, estafermos y carreras […]; las noches en saraos artificiosos, motes más agudos que satíricos, y disputas tan curiosas como claras que pudieran dar envidia a las Noches áticas de Aulo Gelio y Días saturnales de Macrobio24.

Al aplicar la referencia a Aulo Gelio, a la llamada «novela cortesana» y al ámbito de la sociabilidad contemporánea, cuyo ingrediente principal son los «coloquios discretos y curiosos», Tirso da un paso decisivo hacia la «ficcionalización y literarización de los contenidos epistemológicos» mencionada arriba (Laplana Gil).

REFERENCIAS A AUTORIDADES CLÁSICAS EN LA NOVELA CORTA

Después de estas consideraciones sobre Aulo Gelio y sus Noches áticas como ‘autoridad’ constitutiva de un determinado género misceláneo, entre erudito y ameno, dialógico y narrativo, quisiéramos plantear la cuestión de cómo se articulan las referencias a autoridades clásicas en la novela corta. A este respecto, los paratextos cumplen una función esencial al señalar unas referencias que se consideran autoritativas. En primer lugar, hay que mencionar los prólogos con sus afirmaciones programáticas de orden poetológico. En segundo lugar, las dedicatorias y los poemas laudatorios contienen frecuentemente valiosas informaciones, a pesar de su carácter convencional, como acabamos de ver en el caso de Eslava. A esto se añade la indicación de las fuentes en las marginalia (que en las ediciones modernas pasan a paréntesis), costumbre humanística que sigue practicándose en los novelarios de Rojas y Eslava. Ambas obras están dotadas, además, de un índice que atestigua su carácter erudito: El Viaje entretenido de Rojas contiene una «Exposición de los nombres poéticos que van por declarar en este libro»25 que sirve de diccionario histórico-mitológico de la Antigüedad, mientras que las Noches de Eslava ofrecen una «Tabla de las cosas más notables de este libro»26, o sea, un índice temático que facilita la búsqueda de argumentos con vistas a su aplicación y reutilización como topoi en otros contextos.

Junto a los paratextos, los personajes que hablan, comentan y actúan en estos textos dialógico-narrativos (que poseen una estructura en dos niveles, el marco narrativo y la narración propiamente dicha) desempeñan un papel primordial al transmitir el legado clásico. Son frecuentemente personajes investidos, ellos mismos, de cierta autoridad, ‘doctos varones’, los que citan y comentan las auctoritates. Con ello contribuyen a la formación (y difusión) de un canon y a la valoración de determinados autores clásicos.

En cuanto a las modalidades discursivas de presentación de las autoridades antiguas en los textos mismos, se puede distinguir una gran variedad de formas que implican tanto aspectos retóricos y narratológicos como epistemológicos y éticos. Al lado de la acumulación desordenada de datos enciclopédicos patente en Agustín de Rojas, un autodidacta obsesionado por la erudición en cuanto fetiche, existe un didactismo pragmático que aplica los saberes clásicos a la vida práctica contemporánea, relacionándolos con la experiencia vital. Esta modalidad puede observarse, por ejemplo, en El pasajero de Suárez de Figueroa27. En El día de fiesta de Juan de Zabaleta, en cambio, las referencias a autoridades clásicas suelen interpretarse en un sentido emblemático, expresado a través de una retórica moralizante, casi de prédica. A continuación, nos centraremos en la conversación polifónica de Eslava y el mono-diálogo platónico de Lope, dos casos particularmente ilustrativos por poner de manifiesto una actitud crítica —por no decir ‘moderna’— frente a la autoridad de la Antigüedad. Además, existen sendos artículos dedicados a las referencias clásicas en ambas obras, a partir de los cuales se van a poner nuevos acentos.

ANÁLISIS I. ANTONIO DE ESLAVA: NOCHES DE INVIERNO

En las Noches de invierno, ambientadas en Venecia, cinco personajes inician una tertulia que se hace por turno en las casas de cada uno de ellos:

Y, así, estoy de vuestro parecer que este invierno vaya por turno nuestra plática por casa, aliviando con ella la pesadumbre dél y refocilando el espíritu, que de los muchos y graves negocios que todo el día lleva está necesitado de algún nuevo entretenimiento que le distraiga dellos28.

Al lado del aristócrata Leonardo, el más erudito de ellos, está su esposa Camila, una «mujer muy leída» que pronuncia un discurso en defensa del género femenino. Fabricio, otro noble, es de humor divertido, al igual que Silvio, hombre de negocios. Albanio, en cambio, un comerciante y nuevo burgués enriquecido, da mucha importancia a la moralización y al didactismo29. A través de sus conversaciones, Eslava expone una multitud de datos eruditos, cuyas fuentes son analizadas por Julia Barella (1985). Según ella, tales saberes humanísticos se organizan en tres ámbitos temáticos: primero, los ejemplos clásicos de vicios y virtudes; segundo, la patología y tipología del amor, inspirada en gran parte en León Hebreo; y por último, una plétora de «curiosidades y costumbres bárbaras, hechos maravillosos y noticias de filosofía natural», provenientes sobre todo de la Silva de Mexía. Barella reconoce la «actitud curiosa e intelectualizada» de Antonio de Eslava, así como la originalidad de su presentación literaria, «cumpliendo los nuevos presupuestos de la época entreteniendo y adoctrinando al lector, narrando historias antiguas, pero aproximando sus fines y su lenguaje al presente»30. De esta manera, con sus Noches de invierno, Eslava corresponde a la demanda de un saber enciclopédico al servicio de la sociabilidad: «la buena conversación se había convertido en un acto social que exigía un aprendizaje y una serie de modelos y colecciones donde se ofreciera al interesado dichos graciosos, sentencias agudas, facecias, citas célebres o datos curiosos con los que hacer más agradable e ingeniosa la conversación»31. Según el recuento de Barella, las referencias eruditas mencionadas en las Noches de invierno abarcan una impresionante nómina de autoridades, tanto antiguas como modernas:

Las autoridades más citadas en la obra de Eslava son las siguientes: Aristóteles (16 veces), Plinio (10), san Augustín (9), Cicerón (8), Platón (7), Séneca (5), Ovidio (4), Marco Varrón (3), Baptista Fulgosio (3), Quintiliano (3), Homero (3), Biante (3), Justiniano (2), Esopo (2), Alonso Madrigal el Tostado (2), Tito Livio (2), Diógenes Laercio (2), Alessandro Alessandri (2), Plutarco (2), Virgilio (2), Pomponio Mela (2) y Solino, Poliziano, Cedreno, Diodoro Siculo, Bartolomé Casane, Ludovico Celio, Firmiano Lactanico, Polidoro Virgilio, Beda y Alciato una vez32.

Esta lista resulta sin duda reveladora en cuanto al canon de las autoridades clásicas y a su jerarquía, pero más allá de ello cabe tener en cuenta la manera significativa de cómo son presentados estos autores. Se pueden distinguir tres acercamientos diferentes que van de la confirmación a la contestación, pasando por la discusión. Por una parte, una cita clásica puede servir de impulso a cuestiones de filosofía moral discutidas entre los tertulios; este es el caso, por ejemplo, de una reflexión sobre la crueldad del hombre comparada a la de las bestias, que parte de una cita de la Ética de Aristóteles:

FABRICIO.— Paso, señor Leonardo, que no encarecéis bien la crueldad del hombre por ese término, porque mayor es la crueldad del hombre que la de una fiera, y, si lo queréis ver, leed Aristóteles en las Éticas (lib. I), que dice: «Tanto una fiera es más cruel y dañosa cuanto por el ingenio y voluntad abunda y tiene más modos de dañar». Pues, siendo esto así, ¿qué bestia hay en el mundo tan feroz y tan severa que tenga ni invente tantos modos y maneras de dañar y hacer mal como el hombre? Y aún digo más, que, junta la ferocidad de muchas bestias, no es bastante para inventar tantos géneros de tormentos y atrocidades como un solo hombre, y, así, puede ser el hombre más cruel que las fieras33.

Raras veces, las referencias eruditas funcionan como mero argumento de autoridad, como lo hace Leonardo al replicar a Fabricio apoyándose en S. Agustín y el Tostado:

FABRICIO.— Sin duda que parece apológica historia, como las de Isopo.

LEONARDO.— No tenéis razón, señor Fabricio, porque la tiene S. Agustín por historia verdadera; y el Tostado, sobre las Crónicas de Eusebio (par. I, cap. 42), dice que esto no fue fábula, mas narración de historia verdadera. Y, en verdad, señor Fabricio, que se le puede oír con atención a Silvio, porque es muy leído y nunca he hallado en qué censurar sus historias34.

Finalmente, a propósito de algún tema sucede que los tertulios no puedan más que constatar una disparidad de pareceres entre los autores clásicos. En este caso, el recurso a los antiguos no posee ningún valor epistemológico seguro, lo que pone en entredicho el mismo principio de autoridad, provocando, tal vez, una actitud escéptica. Así lo ilustra el siguiente ejemplo: el origen de las tempestades en alta mar, cuestión esencial para los comerciantes y armadores navieros que integran la tertulia, no puede ser resuelto recurriendo a las consabidas autoridades clásicas. Al contrario, Aristóteles, Constantino, Beda y tantos otros se contradicen, dejando a sus lectores entre tinieblas:

ALBANIO.— Paso, señor Fabricio, que quiero saber del señor Leonardo qué vientos son los que alteran más la mar, porque en la tormenta tan terrible que habéis contado que echó a Mauricio a tierras de enemigos, habéis nombrado vienes extraordinarios, y, así bien, declaradme qué cosa es viento, porque lo deseo saber muchísimo.

LEONARDO.— No hay opinión cierta en eso, porque en el mar Mediterráneo tienen más fuerzas unos vientos que otros y en el Océano, por el contrario, y en el Adriático y Indiano, por el consiguiente. Mas Beda dice que el viento no es otra cosa sino el aire que hinche todo el orbe movido con violencia y dividido en sus partes que va de cada costado; aunque Aristóteles reprueba esta opinión en el libro de los Tópicos, porque el aire es movido alguna vez por otra cosa que por el viento y, antes que el aire movido venga a ser viento, conviene que el movimiento sea muy fuerte y que dure mucho. Constantino tiene otra opinión, y por ventura mejor, y dice que el viento es una fumosidad fría y seca que es por la calor atraída de la tierra y de las aguas, la cual mueve al aire corrompiéndose dentro dél. Otros dicen que las nubes son causa de los vientos, porque con su gravedad y peso restriñen y prensan el aire, y de tal movimiento se engendra el viento. Otros dicen que el viento viene de las cavernas y cuevas de la tierra, y dan esta razón: que el aire, de su natura, él mismo se entra por cualquiere lugar y, cuando una parte quiere entrar y otra salir, hace una grande comoción de donde nace el viento, y por esto en una región llamada Eloya, que hay muchas cavernas y cuevas, hay grandísimos vientos y, así, llaman los poetas al dios de los vientos Éolo; así que este viento por su subtilidad traspasa las aguas y llega hasta el hondo de la mar y hace levantar las hondas de cada parte, como lo vio muy bien Mauricio en la tormenta que lo arrojó a Berbería35.

El personaje de Fabricio ilustra más claramente la actitud ambigua y contradictoria frente a las autoridades clásicas, característica de esta obra. Aunque disponga de cierto bagaje erudito al que se refiere en varias ocasiones, no aprecia demasiado las argumentaciones circunstanciadas apoyadas en citas clásicas. Rechaza las largas argumentaciones fundamentadas en referencias eruditas para centrarse en cuestiones prácticas, como se puede ver en un diálogo con Leonardo:

LEONARDO.— […] Y, así, dice Aristóteles que la causa porque amamos más al sentido de la vista que a los otros sentidos es porque nos adquiere más cosas conocidas que todos los otros.

FABRICIO.— Paso, señor Leonardo, que no quiero tanta filosofía que no hace tanto a nuestro propósito. Sólo deseaba saber si puede la vista ser engañada o no […]36.

Es más bien pragmático y liberal, como demuestra respecto a la relación entre los sexos. Resueltamente ‘moderno’ y nada puntilloso en cuestiones de honor, no tiene reparos en que las mujeres se muevan libremente por el espacio urbano. A la actitud radicalmente misógina de Silvio, basada en Plutarco y Cicerón, Fabricio le opone la muy diferente realidad contemporánea:

SILVIO.— No tenéis razón, señor Fabricio, que justo es que las mujeres estén encerradas, particularmente las que son hermosas, porque es tan mirada y tan delicada la honra de las mujeres que yo tengo más envidia a la honra que pierde la que sale fuera de su casa que al pasatiempo que recibe. Y, considerando los antiguos esto, tenían a sus mujeres en semejante clausura; y, así, dice Plutarco en el libro de las alabanzas de las mujeres que las numidanas siempre tenían cerradas las casas cuando estaban fuera sus maridos, y tenían por inviolable ley que todo hombre que llamase a puerta cerrada le cortasen la mano derecha, y Cicerón, en el libro De legibus (lib. I), dice que era ley muy usada entre los romanos que si por caso algún romano tenía alguna deuda, que estando el tal fuera de su casa no pudiese el acreedor ir a pedirla.

FABRICIO.— Yo no sé lo que me diga de los tiempos de agora sino que ellas son más honradas o nosotros no estimamos tanto la honra como ellos, pues andan callejeras, como nosotros; que, si tenéis cuenta en esta ciudad, no iréis por calle do no encontréis con cuatro o cinco mujeres37.

Sin embargo, a la hora de discutir sobre el origen de las tempestades, Fabricio se muestra curiosamente supersticioso. Al mismo tiempo que reconoce las causas naturales de las tormentas explicadas por Aristóteles, sostiene que pueden ser obra del diablo, una reserva mental de orden irracional que se repite en la obra de Eslava:

FABRICIO.— Yo estoy obligado a satisfaceros a todas las dudas, y así digo que Aristóteles, príncipe de los filósofos, en sus libros Meteoros y en los Del mundo, dice que cuando los vapores cálidos y secos se encierran en las nubes, entonces causan relámpagos, truenos y rayos, y el rayo es lo más espeso y condensado de aquella materia. Mas, aunque éstas sean las causas naturales de la procreación de las tempestades, no siempre todas proceden de aquestas causas, porque algunas veces las mueve el demonio, para que sus aliados investiguen los sucesos que por semejantes tempestades enseña; y así, si bien habéis notado, el viejo rey Dárdano, vista la tempestad de rayos, adevinó la muerte del emperador Juliano, y así se lo dijo al mismo38.

Precisamente por su contradictoria actitud moderna y por abstenerse de una posición inequívoca Fabricio resulta un personaje representativo para el cambio epistemológico que se está anunciando en estos momentos.

ANÁLISIS II. LOPE DE VEGA: NOVELAS A MARCIA LEONARDA

En lo que se refiere a las autoridades clásicas en la narrativa breve de Lope de Vega, Lía Schwartz afirma que los elementos de erudición humanista con los que va salpicando las Novelas a Marcia Leonarda no le sirven tan solo como argumento de autoridad, sino también para «asegura[r] la universalidad del discurso ficcional y su proyección ética»39. La filóloga aprecia la intertextualidad erudita con vistas a su función retórica y moral como «signo de la original renovación del género de la novela que efectuó Lope»40. A partir de ahí formula como desiderátum para la investigación futura el intento de explicar la literarización de saberes humanísticos bajo las premisas culturales del Siglo de Oro: «Lope es un digno representante de esa cultura del “bricolage” que produjo el humanismo renacentista y debe ser reevaluado dentro de los parámetros establecidos por aquélla»41.

La idea del ‘bricolage’ se plasma en el concepto antes citado de la novela corta como un género híbrido en el cual influye también la erudición humanista (‘oficina’). En la manera concreta de integrar estos elementos eruditos llaman la atención algunas particularidades. Ante todo se nota que muchos de los «lugares de autores» se citan sin mayor énfasis, casi de paso, como por ejemplo: «Aquí se me acuerdan las líneas escritas de Terencio en su Andria», «un ánimo dudoso fácilmente se muda de un consejo en otro, como lo dijo Séneca», o «por entendimiento, Platón, y por valentía, el conde Fernán González»42. Este carácter casual constituye un consciente recurso retórico que combina la afectada modestia con el tono desenfadado que conviene a una conversación con damas. Destinado a evitar la pedantería, este estilo particular corresponde más al registro oral que al escrito y es más propio del cortesano que del sabio humanista. Resulta muy revelador precisamente el juego astuto entre normas retóricas e ignorancia femenina cuando Lope de Vega justifica sus digresiones mediante la ingenuidad femenina en asuntos retóricos: «Atrévome a vuestra merced con lo que se me viene a la pluma, porque sé que, como no ha estudiado retórica, no sabrá cuánto en ella se reprehenden las digresiones largas»43. Por consiguiente, y de acuerdo con la situación narrativa de las Novelas a Marcia Leonarda, gran parte de las referencias clásicas hacen alusión al amor. En este campo dominan, por supuesto, autoridades como Platón, Ovidio y Virgilio44, pues Lope de Vega evoca los amores de Dido y Eneas, define el amor según Ovidio y hasta inventa el neologismo «platonizar» para decir ‘amar al estilo de Platón’45.

Siempre de acuerdo con el planteamiento comunicativo específico de las Novelas a Marcia Leonarda, gran parte de las citas eruditas llevan una referencia explícita a la destinataria y a la formación cultural de la que puede disponer como mujer46. En este sentido, el gran satírico Marcial es caracterizado como «un poeta latino por quien a vuestra merced le está mejor no saber su lengua»47. Una referencia pesada a Pompeyo y César, basada en Lucano y Livio, es excusada, sin embargo, por su finalidad didáctica: «Y dígosele a vuestra merced para que sepa […]»48. Al adecuarse a su lectora, Marcia Leonarda, Lope de Vega devalúa el prestigio del gran Aristóteles, presentándolo como una persona «que no supo latín»49. Y hasta lo pone en ridículo como aquel «buen hombre» que dio una definición tautológica y por ende inútil de la fortuna:

Y en esta parte no puedo dejarme de reír de la definición que da Aristóteles de la fortuna; no le faltaba más a este buen hombre sino que en las novelas hubiese quien se riese dél. Dice, pues, que la buena fortuna es cuando sucede alguna cosa buena y la mala cuando mala. Mire vuestra merced si tengo razón, pues en verdad que lo dijo en el segundo de los Físicos, que yo no se lo levanto50.

Como culmen de esta actitud crítica, por no decir iconoclasta, Lope reduce al absurdo el mismo principio de autoridad ejemplificado por un humanista del tamaño de Antonio de Guevara:

La común fortuna hace mayores las confianzas del remedio y menores los sentimientos de las adversidades, como dijo no sé si era el filósofo Mirtilo, como solía la buena memoria de fray Antonio de Guevara, escritor célebre a quien de aquí y de allí jamás faltó un filósofo para prohijarlo una sentencia suya. Y cierto que algunas veces es menos lo que de ellos dijeron que lo que podría decir ahora cualquier moderno; pero dase autoridad a lo que se escribe diciendo: «como dijo el gran Tamorlán», o «se halla escrito en los Anales de Moscovia, que están en la librería de la universidad del Cairo». Porque si ello es bueno, ¿qué importa que lo haya dicho en griego o en castellano? Y si malo y frío, ¿cómo podrá vencer la autoridad al entendimiento? Hallé una vez en un librito gracioso, que llaman Floresta española, una sentencia que había dicho un cierto conde: «Que Vizcaya era pobre de pan y rica de manzanas», y tenía puesto a la margen algún hombre de buen gusto cuyo había sido el libro: «Sí diría», me pareció notable donaire51.

Burlándose del prestigio atribuido a los saberes clásicos, que compara con el engañoso encanto de lo exótico, Lope desmitifica la tradición humanística terminando por sustituir la autoridad de la Antigüedad por la autonomía del entendimiento.

CONCLUSIÓN Y PERSPECTIVAS

Ante los testimonios de Antonio de Eslava y de Lope de Vega, cabe constatar que, de manera dialéctica, al mismo tiempo que los saberes humanísticos se difunden por el medio de la novela corta, la autoridad misma de la Antigüedad es contestada. Llega la hora del entendimiento, de la observación empírica y de la experiencia. Así lo atestigua el autor de las Noches de invierno, según el cual los filósofos antiguos, a pesar de toda su sabiduría, no fueron capaces de analizar determinados fenómenos del mundo físico y de su causalidad. Así lo subraya uno de los personajes al tratar de explicar el efecto de una fuente supuestamente milagrosa52:

Hay tantas cosas naturales y de tanto secreto en este mundo, que los que más escudriñaron la razón natural dellas, como fue el divino Platón, y el sutilísimo Aristóteles, y el sapientísimo Anaxágoras, y el cosmógrafo Ptolomeo, y otros muchos filósofos, no pudieron, con la mucha capacidad de sus entendimientos, alcanzar la razón de la naturaleza dellas. Mas, porque ni me neguéis la respuesta a mis preguntas, diré lo que siente mi corto entendimiento, y hallo que es la causa que la clara y sutil agua desa fuente debe pasar por algún extraño minero y dél reciba tal virtud que, comunicada aquélla al agua, sea suficiente y actual a representar lo que en la cogitativa del que se mira en ella está impreso, de manera que con su fuerza engañe a la vista y le parezca que vee la cosa amada, porque una vehemente imaginación imprime en la cogitativa una idea de la cosa imaginada53.

Más explícito aún es Cristóbal Suárez de Figueroa, traductor y adaptador de la obra enciclopédica-aplicada La piazza universale di tutte le professioni del mondo, de Tommaso Garzoni. Entre los personajes de su diálogo enciclopédico-novelístico El pasajero destaca uno, particularmente ‘moderno’, que aparece como maestro de los demás, propagando asimismo las opiniones del propio autor. Habiéndose doctorado en derecho civil y canónico, concede, sin embargo, más relevancia al ‘gran magisterio de la experiencia’, como diría Feijoo: «Seguía por facultad la de ambas prudencias, con título de doctor, aunque más docto en experiencia y comunicación de naciones»54. Este mismo personaje va precisando la supremacía de la experiencia respecto al saber enciclopédico, frente a la creciente importancia y las exigencias de la vida social:

Cuanto más que la teórica de los libros antes entorpece que adelgaza los ingenios en las cosas comunes, en los términos políticos. La prática si que perficiona la natural viveza, alumbrando en muchas cosas que no se pueden aprender en los estudios. Las conversaciones, sobre todo, afinan la prudencia, maduran los entendimientos y enriquecen los ánimos de infinitos actos nobles55.

El modelo de sabiduría ensalzado aquí ya no es san Jerónimo en su gabinete, emblema de la erudición filológica y del saber libresco, erigido más tarde por León Bloy en «santo patrono del lugar común»56. El prototipo del nuevo saber, un ‘saber en movimiento’ —que merecería estudiarse desde el punto de vista del spatial turn57—, es el pasajero: un viajero curioso, dado a la observación y a la reflexión, en busca de saberes que puedan aplicarse a su realidad vivencial. En este sentido, Suárez de Figueroa afirma: «Del sabio se dice peregrinando con utilidad en cualquier parte donde reside; esto es, investigando, observando y desprendiendo»58. A medio camino entre el erudito humanista en su studiolo y el viajero vagamundo, Agustín de Rojas es retratado de manera reveladora en un poema panegírico que precede su Viaje entretenido. En el marco de un planteamiento alegórico, Doña Juana de Figueroa caracteriza a Rojas como viajero entre «vagamundo» y «romero», o sea, entre pícaro y peregrino. Al cabo de su «vuelta al mundo», el viajero humanista trae como recuerdo de su visita al templo de Apolo unas «medallas» cuyo «crédito» ha «doblado». Como se puede apreciar, criterio religioso y laico, devocional y económico, dinámico-experimental y erudito-coleccionista se mezclan, reflejando las múltiples implicaciones propias de los conceptos del saber en la Temprana Edad Moderna:

No os culparan vagamundo

puesto que en romero dais,

pues dando una vuelta al mundo

como reliquias mostrais

vuestro ingenio sin segundo: […].

Vos, Rojas, que el templo amado

de Apolo, habéis visitado, las medallas que sacáis,

por escrito las mostráis,

que es el crédito doblado.59

BIBLIOGRAFÍA

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1.Vega Carpio, Novelas a Marcia Leonarda, p. 183.

2.F. A. de Icaza citado en Schwartz, 2000, p. 269.

3.Barella, 1985, pp. 513-565; Schwartz, 2000, pp. 265-285.

4.Blair, 2010.

5.Ver Minzetanu, 2012, pp. 842-853.

6.Laplana Gil, 2000, citado en Bradbury, 2010, p. 1054, n. 3.

7.Sentencia mencionada por Christoph Strosetzki en la inauguración del coloquio cuyas actas se recogen en el presente volumen.

8.García Jurado, 2012, p. 32.

9.García Jurado, 2012, p. 32.

10.García Jurado, 2012, p. 36.

11.García Jurado, 2012, p. 55.

12.García Jurado, 2012, p. 33.

13.García Jurado, 2012, p. 58.

14.Rojas I, 1977, p. 35.

15.Barella, 1985, p. 547.

16.García Jurado, 2012, p. 33.

17.Barella, 1985, p. 546.

18.Eslava, 2013, p. 48; evidentemente, el título de Eslava también recuerda las Piacevoli notti de Straparola.

19.García Jurado, 2012, p. 59.

20.Eslava, 2013, p. 54.

21.Eslava, 2013, p. 57; curiosamente, Barella (1985, pp. 546-547) solo cita este soneto, sin tomar en consideración el de Hureta, cuya alusión a Aulo Gelio es menos evidente a primera vista.

22.Barella, 1985, p. 546.

23.Lope de Vega no hará ninguna referencia a Aulo Gelio en sus Novelas a Marcia Leonarda, pero sí en La Dorotea.

24.Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, pp. 231-232.

25.Rojas II, 1977, pp. 221-245.

26.Eslava, 1986, pp. 251-254.

27.Calificado de “diálogo misceláneo” al lado de la obra de Rojas por Jacques Joset en el prólogo a su edición de El viaje entretenido.

28.Eslava, 2013, p. 62.

29.Ver Barella, 1985, pp. 515-516.

30.