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Colección Con vivencias

47. Ser niño. Cuidados para un crecimiento saludable




Primera edición en papel: noviembre de 2015

Primera edición: noviembre de 2015


© Eulàlia Torras de Beà


© De esta edición:

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ISBN: 978-84-9921-754-3


Diseño de la cubierta: Tomàs Capdevila


Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

con_vivencias_marca_gris2.png Introducción

Tener un hijo1 es un acontecimiento intensamente emocional e importante en la vida de una pareja. En él convergen vivencias complejas y factores biológicos esenciales de ambos progenitores. El embarazo y el parto son dos momentos de especial relevancia en el proceso, pero la preparación física y mental de los futuros padres hasta llegar a tener un hijo no comienza aquí, sino mucho antes; en realidad comienza durante la infancia del futuro padre y la futura madre. En ese tiempo, desde la amada y reconfortante experiencia de recibir cuidados de sus propios padres e identificándose con ellos, el niño y la niña imaginan ser padre o madre ellos mismos. Esta imaginación, que expresa un deseo, se manifiesta en los juegos, como el clásico de «papás y mamás» y tantos otros; en los dibujos; la imitación de actividades de los padres, etc.; en realidad en todo aquello capaz de reflejar lo que bulle en la mente del niño, sus inquietudes, su curiosidad e interés por comprender la relación entre sus padres y el misterio de su propio origen.

Un niño de unos cinco años y medio al que habían comunicado poco antes que tendría una hermanita, de camino a la escuela, medio interrogativamente, comentó a su madre como acabando de darse cuenta: «Primero os casasteis y tuvisteis a Alberto, luego os volvisteis a casar y vine yo, y ahora os habéis vuelto a casar y nacerá una nena. Es así, ¿no?». Por esta vía va revisando y elaborando las experiencias en relación a algo tan importante como el origen de la vida, de su propio origen, el origen de las importantes personas de su entorno: sus hermanos, sus padres… Así, podemos decir que mucho antes de que el bebé esté gestándose en el vientre materno ha existido ya, ha sido imaginado, gestado y comprendido en la mente de los que serán sus padres en el futuro.

Cada niño vive a su manera este proceso de elaboración, pero además los niños y las niñas suelen vivirlo en forma diferente. A través de juegos y de fantasías, la niña muestra su identificación con su madre, su deseo de parecerse a ella, de ejercer las funciones que le ve realizar; es decir, ser madre a su vez. También expresa la forma como se imagina a sí misma en el futuro y la forma de vivir la relación con su propia madre en el presente.

Una niña de cuatro años comía helados que había hecho su madre para ella y su hermanito. Daba claras muestras de satisfacción y de regocijo con el postre y en ese momento una amiga de su madre que estaba con ellas le preguntó qué quería ser ella cuando fuese mayor. «Como mi mamá», respondió la nena. «¡Ah!, ¡vas a ser maestra!», preguntó la señora. «No. Voy a ser mamá y tendré muchos hijitos y a todos les haré helado de chocolate.» Mostraba así su satisfacción con los cuidados que recibía de su madre y la base de su identificación con ella.

El varón, por su lado, imagina sus futuras funciones de padre a partir de cómo vive ahora la relación con su propio padre. Si este participa activamente desde el comienzo en el cuidado de sus hijos, el niño lógicamente lo siente más cercano, valioso, le resulta más fácil entender sus funciones en relación a él y siente el deseo de ser como él en el futuro. En cambio, si el padre está más alejado, se ocupa poco de su hijo y trabaja solamente fuera de casa, al niño se le hace más difícil comprender la aportación inmediata del padre y su rol en el futuro. Un varoncito de unos seis años preguntó a su madre si cuando fuera mayor podría tener un hijo. La madre le explicó que sí que podría, que se casaría con una chica de su edad y que tendrían un hijo que sería de los dos. El niño contestó: «Pero es que yo quiero tener un hijo yo mismo.» La madre respondió: «Bueno, eso ya es más difícil, ya que a los niños los hacen entre el papá y la mamá, pero se hacen en la barriga de la mamá. ¿Pero por qué quieres tener el niño tú mismo?» A lo que el niño respondió: «Porque las mamás comprenden mejor a los niños.» La mamá le respondió: «Pero si tú cuidas mucho a tu hijo lo comprenderás cada vez mejor.» Parece que no hacen falta comentarios. Quizá a alguna persona le sorprenda que un varón exprese este deseo tan abiertamente. Pero no se trata de algo excepcional; si en el entorno cultural del niño este tipo de deseos son aceptados sin alarma el niño podrá expresarlos. En caso contrario, si se rechazan como inaceptables, el niño reprimirá su expresión e incluso el deseo mismo; el niño y su entorno pueden llegar a desconocer que existen.

A lo largo de los años, el niño y la niña van viviendo experiencias diferentes en relación a sus padres y en las relaciones con las personas de su entorno en general. A través de estas relaciones van construyendo su idea de futuro y de cómo desean que sea el suyo, especialmente desde el ángulo personal y laboral.

Años más tarde, llegado el momento, la posibilidad de tener un hijo real se hace cercana y viable para la pareja que desea tenerlo. Mientras elaboran este deseo y este proyecto, los futuros padres comparten lo que imaginan y lo que viven acerca del hijo que desean tener. Cuando finalmente se concreta la decisión de tener un hijo y se llega al embarazo, los futuros padres ponen en marcha sus recursos para ocuparse de todo aquello que consideran esencial para su hijo: el seguimiento médico del embarazo, de la salud de la madre y del bebé mismo. Por supuesto, también atienden a lo más lúdico, como la preparación de la habitación del niño, la ropita, los primeros juguetes… Todo esto va paralelo a la preparación emocional de los padres para el nacimiento. Ellos tienen al bebé cada vez más presente en su mente y esta imaginación contiene los elementos de la futura relación con su hijo, de algo tan importante como el vínculo con él.

A lo largo del embarazo, los futuros padres van recibiendo información del hijo y de su desarrollo en la matriz desde las fuentes médicas, las revisiones y las ecografías, también desde los movimientos del bebé en el útero. De esta forma los padres comienzan ya a conocer a su hijo, a hacerse ideas sobre características del pequeño, como lo tranquilo o movido que parece que va a ser y sobre tantas otras características que el bebé sugiere a los padres. Ya desde ahora ellos captan o creen captar semejanzas y diferencias en relación a ellos mismos y a otros miembros de la familia, como los hermanos, los abuelos, etc. Con esto se inicia ya algo tan importante como la integración del niño en el grupo familiar y el sentimiento de pertenencia a él.

En las páginas que siguen nos referiremos a los cuidados que el niño necesita para un crecimiento físico, intelectual y emocional saludable. Veremos que para atender adecuadamente al bebé es necesario dedicar tiempo, de manera que los padres vayan conociendo progresivamente a su hijo y este los conozca. Tener tiempo, no andar siempre con prisas y tensión, les permite disfrutar de una relación relajada y atractiva que hace posible la comunicación. Todas las funciones que el bebé desarrollará en los siguientes meses y años dependen en buena parte de la atención que los padres puedan dedicarle. Los padres le hablan y el niño aprende a hablar; lo escuchan, juegan con él, contestan preguntas, conversan y el niño va entendiendo el funcionamiento del mundo en el que vive. El espacio en que habita se va organizando, va cobrando sentido y su mente se va estructurando. Julia Coromines (1910-2011), la conocida psiquiatra de niños y adolescentes catalana, decía que a los padres les convendría saber que todo el tiempo que dedican a sus hijos pequeños es tiempo que luego se ahorrarán con creces cuando los niños sean mayores. Por supuesto, se refería a las veces en que es necesario compensar en forma especial las dificultades de los hijos.

Hace algunas décadas era casi exclusivamente la madre quien se ocupaba de los hijos; el padre tenía en esta área un segundo lugar, generalmente solo lúdico. Apenas participaba en la alimentación, el baño, el sueño…; los deberes de la escuela también podían depender solo de la madre. Hoy en día es habitual que los hombres colaboren en el cuidado directo de sus hijos desde el principio de su vida. Esto hace que la relación del bebé con su padre tenga una proximidad e importancia mayor que años atrás. Esta colaboración, además, suele mejorar la calidad de la relación entre los progenitores, lo que permite también que ambos organicen sus horarios de trabajo y de cuidado del hijo colaborando para poder atenderlo mejor. Muchas parejas se complementan muy bien en el cuidado del niño y cuando llega el momento de volver al trabajo porque se ha terminado el escaso tiempo de baja maternal, al menos en nuestro país, consiguen continuar atendiendo al niño en familia, quizá con el complemento de alguna persona más, como alguna abuela o alguien que entre a trabajar en el cuidado del niño. Es una ventaja que sean pocas las personas que intervienen y que haya una continuidad tanto de cuidadores como de espacios, de forma que todos puedan coordinarse mejor y en menos tiempo. Esto facilitará al niño situarse y a las personas que se ocupan de él ofrecer cuidados coherentes con sus necesidades.

Aun así, actualmente en nuestro país, un alto porcentaje de niños inician su asistencia a instituciones para el cuidado de bebés demasiado pronto, a menudo a las pocas semanas de haber nacido y durante demasiadas horas al día.

En estos casos es especialmente importante que los padres se den cuenta del gran valor que tienen los cuidados que ellos personalmente prodigan a su hijo, los ratos que pasan con él, los momentos en que le hablan aunque sea muy pequeño y no comprenda aún bien las palabras, los juegos que comparten, que disfrutan, el vínculo que crean. Si reconocen su papel en el cuidado del niño, tratarán de dedicarle todo el tiempo de que pueden disponer a pesar de su trabajo.

En este libro trataremos de describir la diversidad de formas normales de crecer y cuán variado y rico en posibilidades es ese proceso de hacerse mayor. Por tanto, no presentaremos un niño «tipo», ya que un niño, para ser normal, no necesita seguir unas determinadas pautas fijas en su crecimiento, como se podría pensar.



1. Para que la lectura no se haga repetitiva hemos optado por usar el género masculino como genérico para referirnos a ambos sexos. Así, a lo largo del libro, solemos hablar del niño para referirnos al niño y a la niña.