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Índice

Introducción

1. Antecedentes de la aromaterapia

Breve historia de los aceites esenciales

2. Los efectos benéficos y curativos de las plantas

Propiedades de las plantas

Los efectos calmantes de los aceites esenciales

Enormes cualidades antioxidantes

3. Oler aceites esenciales

¿Cómo olemos algo?

Describir los aromas esenciales

Baños y duchas de aromaterapia

4. La compra y conservación de los aceites

Aceites esenciales orgánicos

La calidad de un aceite esencial

La diferencia entre aceites vegetales y aceites esenciales

La adulteración de los aceites esenciales

Conservación y almacenamiento de los aceites esenciales

Las bases de los aceites esenciales

5. Los aceites esenciales

Toxicidad y efectos secundarios de los aceites esenciales

Control de los aceites esenciales

Uso industrial de los aceites esenciales

6. Aplicaciones de los aceites esenciales

Aplicaciones ambientales

Aplicaciones de los aceites esenciales sobre el cuerpo

7. Los principales aceites esenciales

Árbol del té

Bergamota

Cayeputi

Cedro

Ciprés

Eucalipto

Geranio

Hinojo

Incienso

Jazmín

Lavanda

Limón

Manzanilla

Mejorana

Melisa

Menta

Nerolí

Pachulí

Petit grain

Pomelo

Romero

Rosa

Salvia

Sándalo

Ylang Ylang

8. Embarazo y postparto

Molestias típicas durante el embarazo

Otras molestias típicas

Aceites esenciales durante el embarazo

Aceites esenciales para el alumbramiento

Precauciones durante el embarazo

9. Recetas para los más pequeños

Para los bebés

En el caso de niños

En el caso de adolescentes

Bibliografía

Aceites esenciales

Aceites esenciales

Julianne Dufort

© 2017, Julianne Dufort

© 2017, Redbook Ediciones, s. l., Barcelona

Diseño de cubierta: Regina Richling

Diseño interior: Regina Richling

ISBN: 978-84-9917-432-7

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.»

Introducción

Cuando una persona entra en un hogar se ve acogido un ambiente en el que predominan determinados colores, diseños de muebles, sonidos y aromas. El aroma de ciertas plantas se debe a la presencia de aceites esenciales, que no son más que una representación concentrada y dinámica de las propiedades armonizantes de las plantas. Los aceites esenciales son substancias que se extraen de las plantas por medio de procesos como la destilación.

El uso de los aceites esenciales permite un retorno directo a la naturaleza. Son sustancias placenteras y fáciles de usar. Afectan increíblemente a las emociones, debido a sus propiedades psicoactivas. Es por eso que muchos aromas florales se recomiendan como antidepresivos o como afrodisíacos.

El aceite esencial suele llevar el nombre de la planta de la cual deriva, como el jazmín o la lavanda, aunque hay una serie de excepciones, como el nerolí, que se extrae de la flor de azahar. Se obtiene a partir de las flores, las hojas, los tallos, las raíces, los frutos o las semillas, y a veces de toda la planta. Incluso es posible obtenerlo de ciertas cortezas o maderas, que producen gomas y resinas a partir de las cuales se extrae el aceite esencial.

Pueden llegar a nuestro organismo a través de la piel o por vía respiratoria. Al ser ricos en vitaminas y ácidos grasos insaturados, hidratan, nutren y permiten la penetración de los activos benéficos en la dermis y la epidermis. Por vía respiratoria, cuando el aroma entra en la cavidad nasal, activa el sistema límbico del cerebro: es la parte relacionada con la memoria y las emociones. Algunos terapeutas pueden indicar la ingestión de píldoras a través del sistema digestivo, pero en cualquier caso se ha de hacer de una manera controlada por un especialista.

Además de los usos terapéuticos, los aromas esenciales tienen una gran variedad de usos: pueden servir para aromatizar una habitación, para combatir el insomnio e incluso para ayudar en la meditación y ayudarnos a conectar con nuestro ser interior.

Este libro le servirá como una guía muy útil para adentrarse en el conocimiento de los aceites esenciales, unas auténticas joyas del reino vegetal que le ayudarán a gestionar mejor su salud y su bienestar.

1. Antecedentes de la aromaterapia

Breve historia de los aceites esenciales

Utilizados como elementos curativos, los aceites esenciales vienen empleándose desde hace más de 3.500 años. Eran utilizados como elementos cicatrizantes o protectores de los malos espíritus, generalmente asociados a rituales religiosos.

En el Neolítico, por ejemplo, el hombre descubrió que plantas como el olivo o el sésamo contenían un aceite graso que se podía extraer mediante presión. Las hierbas no solo se empleaban pues, en la alimentación, sino que se extraían fragancias que se utilizaban para el cuerpo y el cabello. Las antiguas civilizaciones dieron al empleo de las plantas aromáticas una función mágica y religiosa que tenía como objetivo la purificación y la conexión con los dioses. No en vano, el término perfume significa “a través del humo” y como tal era concebido como humo etéreo que purificaba y conectaba con los dioses.

En China se hacía un amplio uso de las esencias y las plantas aromáticas, que las empleaban con fines terapéuticos, cuidados de belleza y también culinarios. Es de esta civilización oriental de la que se disponen los primeros datos escritos sobre las propiedades curativas de los aceites esenciales y las técnicas para su extracción y su uso.

En el Antiguo Egipto el uso de los aceites esenciales era ya una práctica habitual. Los recipientes encontrados en las tumbas de los faraones tenían la función de conservar los ungüentos y los aceites esenciales destinados a los fines religiosos. En algunas vasijas encontradas en los últimos años se pueden encontrar, de forma solidificada, esencias como el incienso mezclada con grasa animal.

Las familias más importantes en el Imperio babilonio utilizaban los aceites esenciales con regularidad. Hasta que su uso se popularizó entre las clases más bajas y se establecieron rutas comerciales: el negocio de las esencias y perfumes empezaba a ser lucrativo. Incienso, cedro, sándalo, mirra y otros aromas comenzaron a formar parte de la vida cotidiana de la gente.

Si en un principio su uso fue religioso o mágico, después pasó a tener un empleo cosmético y más tarde se descubrieron sus propiedades curativas. Papiros encontrados de estas antiguas civilizaciones mencionan recetas y remedios para un buen número de dolencias. Así, es sabido que la mirra se usaba como antiinflamatorio y como poderoso antiséptico. Los recipientes donde se guardaban estos aceites eran de alabastro, vidrio, madera o marfil.

Griegos y romanos se iniciaron en la práctica del comercio de perfumes, fragancias y resinas mezcladas con aceites vegetales. Para los griegos, las plantas aromáticas tenían un carácter divino: los dioses eran quienes habían creado los perfumes y habían transmitido su conocimiento a los mortales a través de la ninfa Eone. En los Juegos de Olimpia, los atletas protegían sus cuerpos con ungüentos y polvos aromáticos. En Roma proliferaron las termas, siendo las de Caracalla las más famosas de todas y unas de las más grandes. El gusto de los romanos por la perfumería fue incluso superior a la de sus antecesores los griegos. Plinio el Viejo llegó a catalogar más de sesenta aromas diferentes y Ovidio escribió un libro sobre cosmética del que se conserva un fragmento.

Con la caída del Imperio romano los bizantinos retomaron el gusto por la perfumería, consiguiendo unas altas cotas de desarrollo debido al comercio floreciente con los países árabes y asiáticos. Y es que de China procedían los primeros documentos escritos que hacían referencia a las propiedades curativas de los aceites vegetales.

Un paso muy importante tuvo lugar en Europa con el descubrimiento de la destilación y por consiguiente de la alquimia. El médico árabe Avicena consigue extraer el aceite esencial de las plantas a través de este método. Los cruzados procedentes de Oriente se encargaron de llevar a Europa las buenas nuevas sobre este arte. Es un momento en que la medicina herbal adquiere gran importancia para combatir las infecciones. La peste que arrasa Europa mermó notablemente la población, siendo las plantas y los preparados aromáticos unos vitales aliados que consiguieron en buena medida frenar su propagación.

En 1190 el rey Felipe de Francia reconoció el oficio de perfumista, creando unos puntos de venta y la formación que debía recibir el artesano. Dos siglos más tarde, en Hungría, se elaboraría el primer perfume con base de alcohol, consiguiendo así fijar y absorber con mayor intensidad los aceites esenciales.

El descubrimiento del Nuevo Mundo aportaría el conocimiento de nuevas plantas y variedades exóticas hasta aquellos momentos, lo que daría lugar a una intensificación de la fabricación de aceites esenciales. El estudio de los herbolarios cobraría un nuevo impulso, especialmente en la Gran Bretaña, que cultivaría con pasión el estudio de plantas y jardines florales.

En Europa los aceites esenciales se han venido utilizando en perfumería desde el siglo XVI, cuando el científico alemán Hyeronymus von Braunschweig escribió el primer manual técnico sobre destilación. Dos siglos más tarde se empezarían a emplear los aceites esenciales destilados de naranja, romero, lavanda y bergamota.

Con el impulso de la química en el siglo XIX se experimenta con los remedios vegetales en los laboratorios: los productos así obtenidos resultan más baratos y de más fácil su elaboración. El francés Chamberland demuestra en 1887 el poder antiséptico de los aceites esenciales y, más tarde, en 1910, el inglés Martindale hace lo propio con su poder antiinfeccioso.

Fechas clave en la evolución de los aceites esenciales

A finales del siglo XIX empezaron a utilizarse en Europa para producir los primeros antibióticos y, en la Primera Guerra Mundial, esencias como las de romero o del árbol del té se emplearían en los hospitales como antisépticos naturales.

A principios del siglo XX aparece la aromaterapia como práctica terapéutica, cuando el perfumista francés René Gattefose sufrió un accidente que cambiaría para siempre la historia de esta terapia. Investigando en su laboratorio sufrió un percance que le dañó la mano, causándole graves quemaduras. Su espontánea reacción fue sumergir su mano dañada en un recipiente con agua de lavanda. Entonces comprobó que el dolor se atenuaba al instante. Y no solo eso. En los días posteriores comprobó que no desarrollaba ninguna infección y que sus heridas cicatrizaban de manera rápida y limpia. Fue entonces cuando percibió el enorme potencial que tenían las hierbas aromáticas y decidió investigar más sobre ellas.

A este pionero de la aromaterapia pronto se unieron otras voces, como la de de la australiana Marguerite Maury, que en los años setenta propuso la aplicación de los aceites para masajes, o el británico Robert Tisserand, que sería el primer autor en publicar un tratado sobre aromaterapia.